Por P. FLAVIO MATEOS, SAJM
“…el Señor Dios le dará el trono
de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su
reinado no tendrá fin”.
“El
Universo no es un proceso natural, como piensan los evolucionistas o
naturalistas, sino que es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios
se ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace; que se llaman
teológicamente Creación, Redención, Parusía”. Así lo llamaba el padre
Castellani.
Nuestra
vida es una aventura espiritual rumbo a la eternidad. Y, lo queramos o no,
nuestra vida está inserta en ese combate gigantesco entre el Cielo y el
Infierno. Es lo que vimos brevemente días pasados cuando la fiesta de San
Miguel Arcángel. Esto es así porque somos creaturas e hijos de Dios. Nuestra
alma inmortal, a veces incomprensible hasta para nosotros mismos, indiferente
para el resto del mundo, ha motivado que un Dios se encarnara y sufriera la
muerte en la cruz para rescatarnos. Como si fuera poco, nos ha dado en herencia
a su Santísima Madre. Y Ella, personalmente, se involucra en nuestra vida, al
parecer insignificante, como se involucra en los combates más trascendentes de
la Iglesia, especialmente a partir del siglo XIII, donde le reveló a santo
Domingo de Guzmán el santo Rosario.
Ese
combate recrudece, esa guerra se hace más pesada, más cruel, más dura, a medida
que nos acercamos al desenlace de la guerra, con el esperado triunfo de Cristo
Rey. En esa guerra iniciada por Lucifer en los comienzos, vivimos y recibimos
nuevos ataques contra el Reinado de Cristo.
Hace
unos pocos días, el nuevo papa, nuevo por su elección pero viejo y rancio en
sus ideas, que no hacen sino continuar los errores y la apostasía iniciada con
el Vaticano II, particularmente agudizados con Francisco, hizo su video mensual
del mes de octubre, pero no para alentar el rezo del Rosario, como había hecho
en doce encíclicas su predecesor onomástico León XIII, sino para festejar los
60 años del documento Nostra Aetate,
la carta más señalada de la rendición vaticana ante la Sinagoga de Satanás.
Dice
León XIV a manera de oración, titulada “Por
la colaboración entre las distintas tradiciones religiosas”:
Que los ejemplos concretos de
paz,
justicia y fraternidad en las religiones
nos impulsen a creer que es posible vivir
y trabajar juntos, más allá de las diferencias.
Que las religiones no sean usadas como arma ni muralla,
sino vividas como puentes y
profecía:
haciendo creíble el sueño del
bien común,
acompañando la vida, sosteniendo
la esperanza
y siendo levadura de unidad en un
mundo fragmentado.
Tristemente sigue la línea
inaugurada en el Vaticano II: derrotismo ante los poderes mundanos y
descoronamiento de Cristo Rey. Con un lenguaje humanista, pacifista y vacuo
pide que las religiones no sean usadas como arma ni muralla. Sin embargo, las
falsas religiones son usadas por el diablo como armas para destruir la única
religión verdadera y para perder las almas que la Iglesia católica tiene por
fin rescatar.
Ya dijo N.S. Jesucristo que
Él no vino a traer la paz:
“No creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra. No he venido a
traer paz, sino espada”. (Mt. 10,34)
“¿Pensáis
que vine aquí para poner paz en la tierra? No, os digo, sino división. Porque
desde ahora, cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos, y dos contra
tres. Estarán divididos, el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la
madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y
la nuera contra su suegra”. (Lc. 12,51-53)
El
rosario es un arma
Nuestro Señor sabía que
iba a ser rechazado por el mundo y que ese combate de los suyos contra el mundo
sería hasta el fin. Por eso Él, pacífico y pacificador, Príncipe de la paz, sin
embargo, no vino a prometer una falsa paz irénica, en una “cultura del encuentro”
utópica y una fraternidad universal que no puede existir fuera de su Reino, o
sea fuera de la Iglesia católica.
Porque el que no acepta a
Cristo está bajo la influencia del Enemigo. Por lo tanto, existe una muralla
invisible entre uno y otro, entre la verdad y el error.
¿Qué la religión no debe
ser usada como un arma? Desde el momento en que Lucifer declaró la guerra, y
San Miguel contraatacó, el hijo fiel de Dios no puede estar desarmado nunca.
¿No se representa a San Miguel acaso con una espada en la mano?
Y acá precisamente entra
en la historia el santo Rosario, tal como lo conocemos hoy. ¿Qué ha sido el
Rosario desde sus inicios, sino un arma en defensa de la fe católica?
Pero el
lenguaje sentimental y humanista cree que las armas con que nos defendemos son
un símbolo del mal que infligimos. Errado. Combatimos en defensa propia y
porque amamos al enemigo, deseando que éste se convierta. Reconocemos que
existen las legiones que son instrumentalizadas por las fuerzas del mal y
debemos repelerlas, a la vez que rezamos por ellos. Eso se ve claramente en la
aparición del Rosario.