el
acto supremamente aceptable de culto a la Santísima Trinidad, y,
si
es posible, su eliminación completa, es el objetivo final de la revolución”.
(Extracto de
su libro El Cuerpo Místico de Cristo y la reorganización de la Sociedad,
original de 1939, edición en español en Argentina de 2009)
Lo mismo que los
miembros del cuerpo humano están siempre destinados a funcionar de tal forma de
promover el Bien Común, que la cabeza tiene la función de discernir, así los
católicos, como miembros del vasto organismo del Cuerpo Místico, siempre deben
esforzarse por promover el programa de Cristo su Cabeza e impregnar la sociedad
con el espíritu de la pertenencia a Cristo.
La organización Cristiana de la sociedad sostiene al hombre común en la difícil tarea de vivir su vida diaria en armonía con el acto sobrenatural de sumisión a la Santísima Trinidad que realiza en la Misa. De hecho, esta organización de la sociedad bajo Cristo es indispensable para el hombre medio, primeramente debido a la tendencia de la vida natural de los hijos caídos del primer Adán a rebelarse contra su Vida Sobrenatural y a arriesgar su verdadera felicidad, y, en segundo lugar, porque hay fuerzas naturalistas organizadas existentes prontas a prostituirse, al egocentrismo de los seres humanos y hacer así lo posible por lanzarlos contra Cristo Rey y la Vida Sobrenatural. La estructura cristiana de la sociedad está destinada a servir de bastión contra estas fuerzas naturalistas o anti-sobrenaturales organizadas, dos de las cuales son visibles, en tanto que una es invisible. La hueste invisible es la de Satanás y sus compañeros los demonios; las fuerzas visibles son las de la nación judía y la masonería. Ellas apuntan, en primer lugar, a des-sobrenaturalizar la vida social, política y económica, de modo que, apenas deja la iglesia después de la Misa, el ser humano medio se encuentre impedido en sus esfuerzos para vivir su vida como miembro de Cristo.