Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

Mostrando las entradas con la etiqueta Gral. José de San Martín. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Gral. José de San Martín. Mostrar todas las entradas

sábado, 16 de agosto de 2025

DE PROXIMA APARICIÓN: “GRAL. JOSE DE SAN MARTIN, ARQUETIPO DE LA HISPANIDAD”, POR ANTONIO CAPONNETTO

 





LA POLÍTICA DE SAN MARTÍN

 


ROQUE RAÚL ARAGÓN: La Política de San Martín. Universidad Nacional de Entre Ríos, Córdoba, 1982.

Por OCTAVIO A. SEQUEIROS

 

La presentación es descorazonante: papel satinado, publicación oficial por haber ganado un premio del Comando en Jefe del Ejército. Con semejantes antecedentes era previsi­ble una apología desvergonzada de San Martín, y sólo empecé a leerlo por respeto a otras obras del autor.

Valía la pena. En el prólogo Aragón encara la relación -inmutable desde Adán al anticristo-, entre militarismo y política: ni habrá ni hubo ningún gran político que no aproveche al máximo la fuerza militar, ni gran militar sin designios políticos. San Martin no era precisamente un civilista republicano sino un militar completo, es decir político y ambicioso del poder, de todo el poder: «La política, por eso mismo, no es un agregado a su ejecutoria del que se pudiera prescindir. Política es todo lo que hizo con la espada y la palabra» (p. 12).

El primer capítulo nos enfrenta con una pregunta clave: ¿por qué vino San Martín? No por la tierra y una patria chica (esa Argentina del virreinato o de Corrientes), que desconocía; ni por ideología liberal, puesto que era monárquico recalcitrante, ni por ser agente inglés como pretendía Alberdi deseando ponerle su camiseta, la de “uno de los grandes abogados del capital británico”, ni por masón, pues la Logia Lautaro “fue una sociedad secreta con signos de reconocimiento masónicos y sin ningún tipo de iniciación”: sus propósitos fueron estrictamente políticos. San Martín profesó un catolicismo escandaloso en público y en privado, y no hay motivos para sospecharlo esquizofrénico. Aun aceptando, por hipótesis, que hubiese contraído un compromiso masónico ocasional, éste “no gravitó sobre su conducta”, ergo no vino por convicciones o mandatos masónico.

Vino, nos dice Aragón, para salvar lo que podía de un imperio en descalabro; vino pues como patriota imperial que observando la decadencia del todo, por el que había luchado en Bailén, intentaba salvar la parte: «San Martín llego a ser un héroe de América por amor a España o, como se dice hoy, a la hispanidad» (p. 12). «Aquí no tenía parientes ni amigos ni bienes materiales. Su patria era, indivisamente, el Imperio Español y en la península estaba cuanto da nobleza a su vida: las tumbas de sus abue­los; su educación familiar: escolar y militar; su carrera, sus campañas, la sangre que derramó, el renombre que supo ganarse» (p. 16). «Toda su carrera dependió de ese pun­to decisivo (la decisión del regreso), para el que hay que buscar una interpretación coherente aunque no pueda ser concluyente. Se trata de comprender a San Martín, no de inventarlo» (p. 15).

viernes, 13 de junio de 2025

“MALDITA SEA TAL LIBERTAD”

 


El actual –cuesta decirlo- presidente de la democrática República Argentina, un histriónico monigote de la Sinagoga, acaba de repetir su discurso obsesivo, puesto que gracias a él “La Libertad avanza”, y así lo refleja la prensa:

 


Nada mejor que responder a tales sandeces con las palabras del Gral. José de San Martín, prócer de la Hispanidad en América, Padre de la Patria que supo enfrentarse y sufrir al liberalismo. Decía San Martín en una carta (que atienda bien el libertario Milei):




"¿Qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad, si por el contrario, se me oprime? ¡Libertad! Désela Ud. a un niño de dos años para que se entretenga por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y usted me contará los resultados. ¡Libertad para que un hombre de honor sea atacado por una prensa licenciosa, sin que hayan leyes que lo protejan y, si existen, se hagan ilusorias. ¡Libertad! para que si me dedico a cualquier género de industria, venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza de dejar un bocado de pan a mis hijos. ¡Libertad! para que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos originados porque a cuatro ambiciosos se les antoja, por vía de especulación, hacer revolución y quedar impunes. ¡Libertad! para que sacrifique mis hijos en distinciones y guerras civiles. ¡Libertad! para verme expatriado sin forma de juicio y tal vez por una mera divergencia de opinión. ¡Libertad! para que el dolo y la mala fe encuentren una completa impunidad, como lo comprueba lo general de las quiebras fraudulentas acaecidas en ésa. Maldita sea tal libertad, no será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de les beneficios que ella proporciona".

Como dijo Roque Raúl Aragón: “Aquí aparecen, como en borrador, los sarcasmos contra el liberalismo de los polemistas del siglo XIX: Marx, Veuillot, Donoso Cortés”.

San Martín se dio cuenta a dónde llevaban tanto el socialismo como el liberalismo, a la anarquía, al crimen y a la ruina de la patria, y por eso optó y apoyó un régimen dictatorial nacionalista y antimasónico como el de Don Juan Manuel de Rosas. Ayer como hoy sigue siendo la única alternativa para salvar a la patria de las dos lacras delincuenciales y cipayas (izquierda y derecha) que se la disputan y que la están llevando a la muerte.

viernes, 3 de noviembre de 2023

PALABRAS DEL CAUDILLO FRANCISCO FRANCO SOBRE ESPAÑA, ARGENTINA E HISPANOAMÉRICA

 


Discurso en la cena de gala ofrecida en honor del Presidente de la República Argentina, pronunciado ante el doctor Arturo Frondizi y su esposa, en el Palacio de Oriente, de Madrid, el 7 de julio de 1960.

 

Señor Presidente: 

"Vuestra visita renueva en nosotros una honda emoción a la que el español es sensible desde hace siglos: la emoción de América. El simple hecho de que seáis argentino os ha abierto las puertas de nuestra casa y de nuestro corazón con un ímpetu entrañable. Pero además sois el ilustre Presidente de la República Argentina, el primer Presidente –en funciones- de vuestra nación que viene a España, y ésta es una honra singular que nos dais y por la que os expresamos desde aquí nuestra rendida gratitud. Venís de Argentina, la gran nación en donde la solera de lo español está viva y actuando sobre las gentes que, llegando de muy diversos países, han querido poblar el suelo de vuestra patria. Vuestro propio nombre, de noble resonancia itálica, que enriquece vuestra argentinidad –como enriquece nuestras raíces españolas el ser hijos de Roma-, es un símbolo de la fuerza de ese crisol en donde todo acaba fundiéndose en lo hispánico; primero, a través de la lengua, y después, del espíritu y la cultura que alientan detrás de ella. La ocasión en que habéis llegado a España no puede ser mejor para volveros a decir algo que los españoles sentimos y consideramos como la inicial base de nuestro entendimiento. Habéis llegado, en efecto, en el año en que se celebra el ciento cincuenta aniversario de la Independencia argentina. Pues bien, señor presidente, queremos deciros que os felicitamos por esa gran fiesta, que deseamos hacer nuestra y celebrar como tal. Hoy, al cabo de siglo y medio, contemplamos aquellos sucesos despojados de la pasión que naturalmente les rodeó, desnudos de las palabras violentas que, a veces, les acompañaban. Y los vemos como un acontecimiento eminentemente hispánico, como un pleito interior y familiar, casi una guerra civil entre los españoles peninsulares y los criollos o españoles de América, es decir, los descendientes de aquellos conquistadores que ya habían sido, en realidad, los primeros americanos. Recordamos muy bien que cuando en España, por la invasión napoleónica, la soberanía estaba vacante y el país había perdido su rumbo histórico, fueron los Cabildos de América, herederos de los Municipios castellanos, los que se consideraron depositarios del poder político. Y no olvidamos que el símbolo máximo de la naciente Argentina, el glorioso general San Martín, era un criollo de Yapeyú que había vivido veintidós años en España y había sido oficial de la Caballería española no solo en Orán y el Rosellón, sino en la jornada heroica y victoriosa de Bailén, junto a los lanceros que rindieron al gran Dupont. Por todo ello, el general San Martín vino a encarnar en su propia persona el pleito entre españoles que fue la Independencia americana. Partiendo de esta comprensión inicial, nos sentimos más entrañablemente cerca de la Argentina y reencontramos en ella hondas raíces hispánicas, desde nuestra lengua común, en la que redescubrimos pronunciaciones, vocablos y giros completos de la más pura casta española, más olvidados en España, hasta un estilo de vida que volverá a ser cada vez más parecido entre nosotros, pasando por la cultura, tradiciones y costumbres y por creaciones humanas características como el campero argentino, es decir, el gaucho, caballero de la Pampa que, junto al huaso, el llanero y el charro, es el trasunto americano del hombre a caballo del campo español. Nuestro contacto está vivo, no limitado al pasado. Durante muchos años, fiel, terca y silenciosamente, los españoles se han seguido embarcando para la Argentina, dejando abierta así una cena por la que ha ido fluyendo la sangre fuerte y sana de ese ser modesto, pero tan importante para la vida de nuestro país, que vosotros llamáis, con expresión familiar no exenta de ternura, “el gallego”. Por esa vía, en el último siglo, dos millones de emigrantes españoles han ido a enriquecer el caudal humano de la población argentina. Ese “gallego”, es decir, ese español y argentino a un tiempo, es la “cabeza de puente” que España tiene tendida sobre vuestra patria; pero una “cabeza de puente” sentimental que nos sirve para sentir mejor vuestros problemas e inquietudes y para seguir manteniendo con una virtualidad máxima esa dimensión irrenunciable del alma española que es nuestra dimensión americana. Vos mismo, señor Presidente, habéis enumerado en repetidas ocasiones esas inquietudes. Como son las nuestras también y como a ellos hemos dedicado nuestros mejores esfuerzos en los últimos veinte años, no solamente nos sentimos solidarios con vosotros en ese plano abierto al futuro, sino que estamos a vuestro lado, efectivamente, dispuestos al trabajo y, si es necesario, a la lucha. Me refiero, en primer lugar, a una gran valoración de la economía de cada país, hecha de forma armónica y sobre nuevas estructuras básicas, de modo que se ponga en pie todo el potencial económico de la nación. Después, a una justa distribución de las riquezas promovidas que supere los grandes desniveles sociales que se dan en muchos países. Mas como asistimos a un gran despliegue de la Historia Universal, nos damos cuenta de que la obtención de esa prosperidad no puede servir solamente a nuestro hombre nacional, sino que debería ser una prosperidad solidaria o interdependiente con la de otros países, y lo lógico es que esa interdependencia se articule en grandes bloques regionales unidos no solo por las razones geográficas, sino por las analogías de cultura. En este sentido, España ve en el movimiento interamericano un núcleo de enormes posibilidades en cuyo futuro se encuentra decididamente interesada. Y vemos con vosotros –y por ello hemos luchado sin desmayo- la necesidad de someter todos estos urgentes valores materiales a la primacía del espíritu, que, en nuestro caso, señor presidente, es el espíritu de la religión cristiana, de la fe que Hispanoamérica ha heredado de España en una gran operación espiritual que ha permitido que hoy cerca de la mitad de los católicos del mundo recen a Cristo en español. En esta creencia y en la cultura por la que el mundo americano participa de la civilización occidental en calidad de parcela joven y poderosa de la misma, Argentina, como vos habéis dicho en toda América, es el país de la fe y de la esperanza, Dejadme añadir que también es el país de la caridad, porque en esa virtud se resumen el amor y la justicia hacia los desheredados y los pobres que son vuestra preocupación y la de tantos países americanos. Y así reunís las tres virtudes teologales de nuestra religión, de la religión en cuyo nombre Juan de Garay, hace trescientos ochenta años, plantó una cruz sobre el vacío solar de la ciudad de Santa María del Buen Aire."

 

Fuente:

https://historiatradicion.blogspot.com/2021/01/palabras-del-caudillo-francisco-franco.html?m=1

 


jueves, 17 de agosto de 2023

«SAN MARTÍN Y NOSOTROS LOS ARGENTINOS» (FRAGMENTO) - CARLOS STEFFENS SOLER (1901-2001)

 


En un nuevo aniversario de la muerte del General Don José de San Martín, publicamos este fragmento de un gran libro cuya lectura recomendamos vivamente, que documenta y acredita la firme oposición del Libertador con el pensamiento y accionar de los liberales, sostenedores de una perniciosa ideología lamentablemente hoy tan en auge en nuestra dolorida Patria. 

El general San Martín está como pegado a los liberales, a los masones y a los ingleses; no precisamente de loable manera, pero en grado de absoluta inseparabilidad. Primero, porque cuando apareció en Buenos Aires, desde Londres y en un barco inglés, fueron Rivadavia y los suyos quienes lo recibieron y le dieron mando de tropa de inmediato y sin mayores averiguaciones, como si se tratara de algo así como de un valor entendido, y segundo, porque después lo agredieron, persiguieron y calumniaron hasta expulsarlo del país, ya que hubo de refugiarse en Europa para evitar que lo eliminaran: «como a un facineroso» (son sus palabras); y éste es el proceso que se conoce en la historia oficial con la denominación de «renunciamiento del general San Martín»; y tercero, porque después de su muerte se convirtieron en sus más fervientes, constantes y exagerados admiradores; y están a pique de inventar una religión alrededor de la figura del Gran Capitán, después de haberle fabricado una historia ad hoc.

Siendo esto así, para ubicarlo históricamente a San Martín es conveniente dedicarles unas palabras previas a los liberales argentinos, entre los que se entremezclan masones e ingleses en América. Esta especie humana habitaba el puerto de Buenos Aires y apareció con la Revolución de Mayo, pero luego –caído Rosas– se desparramó por las provincias, llevando consigo las ideas de la secta y sus modalidades inconfundibles. Es una tribu de gran vitalidad política y su habitat preferido es la masonería del Gran Oriente Inglés, pero existen y subsisten en todos los partidos políticos; y en el Congreso y en las Legislaturas de provincia, se distingue su presencia porque desde distintas agrupaciones partidarias, votan en idéntico sentido cuando se trata de intereses extranjeros y muy particularmente si están relacionados con actividades británicas o sionistas.

Se le suele llamar también «la generación del ochenta», pero con error cronológico notable, porque históricamente con el nombre de unitarios, se remontan a Moreno y Rivadavia.

Estos liberales –casi todos ellos de larga y sólida tradición católica– no fueron católicos; es decir, lo fueron en razón del bautismo, a una edad en que verosímilmente no pudieron oponerse; pero ocuparon un lugar de honor en el proceso de descristianización de la cultura en nombre de las luces, frente al oscurantismo o tinieblas que era de rigor consignarle al mundo católico. No asumieron, sin embargo, una actitud abiertamente hostil contra la Iglesia; salvo raras excepciones, se casaban bajo el rito católico, bautizaban a sus hijos y respetaban y hasta mantenían buenas relaciones con la jerarquía eclesiástica, que anduvo siempre en las proximidades de una pasividad cómplice. Estos liberales eran escépticos en materia religiosa, no creían en el Dios Vivo de la Biblia, pero creían en cambio fanáticamente que la escuela laica y la democracia representativa, ambas de la mano de la ciencia, nos conducirían hacia un mundo mejor; porque además creían en el progreso indefinido de la humanidad y en las «cabezas pensadoras», como decía el General Paz, que también creía en ellas.

Esta posición ambigua prestó sus servicios a la causa, ya que eludía la polémica dentro del catolicismo y dentro del catolicismo liberal; y no hería sentimientos religiosos que habían prendido vigorosamente en Hispanoamérica, que después de todo había surgido a la vida civilizada como una expresión de la fe en la Resurrección de Jesucristo que trajeron los misioneros españoles; y que arraigó con fuerza en América, más que en ninguna otra parte del mundo. La religión fue así atacada desde adentro, una especie de vaciamiento dejando la caparazón intacta; y esto parece haber sido general en América Española: Julio Tobar Donoso, comentando la constitución del Reino de Quito, bajo la masónica influencia del General José María Flores, ateo y enemigo de la Iglesia, dice: «En el viejo tronco del regalismo, ya roído por el tiempo se injertó, tímidamente y a traición, el liberalismo religioso y económico, un liberalismo semi devoto aún, que no se atrevía a negar la sustancia de la Fe tradicional, pero que trataba a todo trance de limitar la órbita de la Iglesia» («La Iglesia Ecuatoriana en el Siglo XIX», Tomo I, pág. 501, Quito 1943).

Inclinados a la izquierda aunque el bolsillo permanecía a la derecha –todos los izquierdistas tienen un desaforado amor por el dinero–, volterianos aún sin haber leído a Voltaire, libres de la preocupación religiosa acerca de una condena imperdonable en este siglo y en el venidero –como la que recae en la blasfemia contra el Espíritu de Verdad (San Mateo XII, 31-33)– perdieron el sentido moral y calumniaron con Sarmiento, concienzudamente a los caudillos, al país adjudicándole una barbarie que no tenía; y a sus adversarios en la lucha y aun después de ella; dueños del poder como consecuencia del simulacro bélico que fue Pavón (1861), se abalanzaron a escribir algo que se pareciera a la historia y que sirviera de antecedente lógico al régimen liberal que se propusieron establecer; y lo lograron bajo la sombra protectora de los empréstitos y del comercio inglés y de sus naves de guerra, que siempre estuvieron presentes en el Río de la Plata; como aconteció hace relativamente poco tiempo, en 1876, cuando una cañonera británica apuntó al Banco de la Provincia de Santa Fe, para poner fin a un conflicto de intereses con el Banco de Londres; y los liberales celebraron regocijados el acontecimiento.

“SERÁS LO QUE DEBAS SER Y SI NO, SERÁS NADA”

 


Por JORGE MARTÍN FLORES * 

Con esta líneas queremos seguir las enseñanzas de quién consideramos el mejor intérprete del espíritu sanmartiniano que ha dado nuestra Patria: El profesor licenciado y Mayor (RE) del Ejército Argentino José Conrado Antonioni, de feliz memoria. Quien tras los pasos del Libertador, hizo de su vida una encarnación del legado del Gran Capitán y supo sembrarlo generosamente como un fuego imperecedero y abrasador en las mentes y pechos de todos los que tuvimos la gracia de ser sus discípulos.

EL HOMBRE DEL MISTERIO

Fue un 17 de agosto de 1850 en Boulogne Sur Mer, Francia, cuando José de San Martín exhaló su último suspiro. Tenía 72 años. Su corazón se detuvo a las tres de la tarde y junto con él, el reloj de la pared de su habitación y su reloj de bolsillo. El estandarte de Pizarro que recibió como premio a sus servicios en el Perú, símbolo de la autoridad en América, condecoró su ataúd. Y luego, desapareció.

¿Misterio? Claro, como lo fue San Martín. Un misterio que detiene el tiempo porque lo trasciende, porque siempre estuvo llamado a la gloria y a la eternidad: A ser la autoridad moral de América.

Hablamos de cómo murió, pero sería mejor contar cómo vivió.

EL LÍDER

Antonioni siempre nos decía que la regla de oro del liderazgo afirma que: "No se cree en el mensaje sino se cree en el mensajero". Por lo tanto, no hay liderazgo sin ejemplo personal. Pues al decir del Tte. Coronel Seineldin VGM: ”El ejemplo no es una manera de conducir, es la única manera de conducir". Así se comprende que un auténtico líder no busca cargos, sino cargas. Elige ser el primero en los sacrificios y el último en las comodidades.

Lo que el Padre Castellani desarrolla cuando define qué es un noble: Es un hombre de corazón (...) Es un hombre que tiene alma para sí y para otros. Son los nacidos para mandar. Son los capaces de castigarse y castigar. Son los que en su conducta han puesto estilo. Son los que no piden libertad sino jerarquía. Son los que se ponen leyes y las cumplen. Son los capaces de obedecer, de refrenarse y de ver. Son los que sienten el honor como la vida. Los que por poseerse pueden darse. Son los que saben cada instante las cosas por las cuales se debe morir. Los capaces de dar las cosas que nadie obliga y abstenerse de cosas que nadie prohíbe”.

Y San Martín fue uno de ellos. Uno de los máximos líderes de nuestra historia patria pues su prédica se expresó bajo la escuela del ejemplo personal. “El camino más seguro de llegar a la cabeza es empezar por el corazón”, decía y supo ganarse los corazones de los hombres y mujeres que ha tocado con su admirable ejemplo y con el fuego sagrado del amor a la Patria.

EL ESTADISTA

Sirva de ejemplo práctico a lo anteriormente afirmado, su brillante gestión política como Comandante Político y Militar en Cuyo. ¿En qué contexto desempeñó el poder?. En una gran crisis. Déjenos que él nos lo diga: “Hablemos claro -le decía a Tomás Guido el 28-1-1816-: yo creo que estamos ante una verdadera anarquía, o por lo menos una cosa muy parecida a esto. ¡Carajo con mis paisanitos!” Y sin dudarlo, se puso a trabajar para establecer el orden y la jerarquía. “Es llegada la hora de los verdaderos patriotas -exclamaba a los pueblos cuyanos- A la idea del bien común y de nuestra existencia, todo debe sacrificarse. Desde este instante el lujo y las comodidades deben avergonzarnos como un crimen de traición contra la Patria y contra nosotros mismos. (...) Desde hoy quedan nuestros sueldos reducidos a la mitad (...) Cada uno es centinela de su vida. Yo graduaré del patriotismo de los habitantes de mi provincia por la generosidad, mejor diré, por el cumplimiento de la obligación de sus sacrificios. Todos somos ya soldados”.

“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...