Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

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sábado, 28 de junio de 2025

SERMÓN DE MONS. ZENDEJAS, SAJM, EN EL CONVENTO DOMINICO DE AVRILLÉ - FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN - 27/06/25

 


Querido Monseñor, queridos Padres, Hermanos, Hermanas,

Queridos Amigos, el Sacerdote Católico es un otro Cristo, que transmite la gracia in persona Christi. Y Jesucristo nos ha hecho un reino, y sacerdotes para Dios y Su Padre, a Él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. (1)

En verdad, el Sagrado Corazón de Jesús debe ser honrado en gloria e imperio el día de hoy en Su Festividad Litúrgica, en particular con la ocasión de incrementar el número de sacerdotes para Dios. La Divina Providencia nos ha reunido en esta ceremonia para realizar un acto de reparación por los pecados cometidos contra Él. ¿Por qué? Porque Nuestro Señor también ha pedido honor y reparación a Santa María Margarita de Alacoque en Paray-le-Monial el día 16 de junio de 1675. Desde hace 350 años, Sus palabras todavía resuenan como un eco para el mundo moderno: “He ahí el Corazón que ha amado tanto a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y en reconocimiento no recibo de la mayor parte de ellos sino ingratitud, ya sea por sus irreverencias y sacrilegios…. Te prometo que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia las influencias del divino amor sobre los que le rindan, y los que procuren que le sea tributado.” (2)

Una vez más, el día 17 de junio de 1689, Nuestro Señor insistió en el hecho de ser honrado en reparación a Santa María Margarita por Su mandato hacia Luis XIV, Rey de Francia, quien habría debido consagrar Francia al Sagrado Corazón de Jesús, y debería haber colocado la imagen del Corazón de Jesús en el estandarte del Rey. Pero la respuesta del Rey fue una manifestación de ingratitud e irreverencia. La Revolución Francesa derrocó a la familia Real con la declaración de los derechos humanos. Luis XVI fue consecuentemente despojado de su Realeza siendo arrestado el día 13 de agosto de 1792; él en su soledad recitó una consagración personal al Corazón de Jesucristo detrás de las barras de la prisión en 1793, unos pocos días más tarde su cabeza fue cortada por sentencia de muerte a la guillotina. Por tanto, Dios inspiró en la región de La Vendée algunos clérigos y laicos quienes públicamente dieron honor portando sobre el escapulario la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, ofreciendo su sangre hasta la muerte. Ellos verdaderamente tributaron honor en testimonio al Divino Amor con su grito de batalla: Dieu le Roi! (Dios, el Rey)

Desde entonces, la Iglesia Católica ha transmitido a través de todo el mundo las cinco peticiones para rendir a Él honor y reparación, a saber: La proclamación de la festividad del Sagrado Corazón de Jesús; la devoción de los primeros viernes; la adoración nocturna del jueves al primer Viernes; la hora santa reparadora; y la entronización del Sagrado Corazón de Jesús, como soberano Rey, en nuestros hogares, centros de trabajo, y en nuestras naciones. 

Nosotros simplemente estamos aquí para continuar la misma Cruzada por Dieu le Roi. En el mismo espíritu, Monseñor Lefebvre inspiró una Cruzada de Sacerdotes por la Misa Tradicional en latín como una expresión de la realeza de Nuestro Señor Jesucristo, Gobernante y Juez de todas las Naciones en materia de fe y de moralidad de nuestras acciones. (3)

A mi parecer, después de su muerte de Monseñor, la posición doctrinal de la FSSPX se resumió solamente a los asuntos de la Misa Tradicional y a la regularización canónica con las autoridades romanas de la iglesia conciliar y ahora sinodal. Además, “por razones políticamente correctas,” prevalece una negligencia para predicar en público la doctrina de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo en el dominio social. Por eso, no nos encontramos en la misma línea doctrinal con la FSSPX para profesar públicamente el Reino Social de Nuestro Señor Jesucristo, tampoco por la aplicación de la jurisdicción, ya sea delegada o suplida, que concierne a los sacramentos de la Penitencia y del Matrimonio, ni por la cuestión de las consagraciones episcopales. 

A pesar de todo, debemos consagrar a estos candidatos a las Sagradas Ordenes, y a cada uno de nosotros con el ímpetu vandeano, como en un acto de reparación por la ingratitud y los sacrilegios perpetrados al presente en contra del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, Quien es la imagen de Dios Invisible (4), el Hijo de Dios Vivo. (5) También remarquemos el principio esencial de la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús, como Soberano Rey, que es el de restaurar el Estado Católico - como lo hizo el Presidente Gabriel García Moreno en Ecuador, así como también el Cardenal Pie se lo pidió al Emperador Napoleón III pero éste último no lo quiso hacer - por la profesión de fe en las familias católicas a través de la entronización para rendir a Él honor y gloria.

¿Bajo qué condiciones debemos rendir honor a Él?

jueves, 26 de junio de 2025

EL CORAZÓN DE JESÚS, FUENTE DE LA REDENCIÓN

 


Por R.P. JEAN-BAPTISTE AUBRY

 

¡Corazón de Jesús, nos habéis amado hasta el fin! Es decir, tanto como es posible amar, con los efectos más grandes que el amor puede producir, y dándonos la prueba suprema del amor: ¡morir por nosotros!

Vuestro amor reclama el nuestro. También nosotros debemos amaros hasta el fin, en los dos mismos sentidos. Además, la primera necesidad de nuestro corazón —creado y renovado a imagen del vuestro— es también amar; y solo Vos podéis satisfacerlo. Pero, porque somos carnales, casi no podemos amar sino por medio de los sentidos; por eso, primero, estamos constantemente tentados de entregar nuestro corazón a las criaturas, y de malgastar, en torno a objetos indignos, nuestra capacidad de amar; segundo, nos cuesta mucho volvernos hacia Vos, apegarnos a Vos, amaros de verdad, Vos que no caéis bajo nuestros sentidos materiales. Por eso, ya en la Encarnación, os mostrasteis bajo forma humana, para que pudiéramos veros y amaros; por eso también nos proponéis vuestro Corazón como objeto de nuestra devoción. Concedednos la gracia de comprenderlo bien, de contemplarlo, de meditarlo; y llenadnos de vuestro amor hacia este Corazón tan amable, mediante una efusión sobrenatural de vuestra gracia: ¡Corazón de Jesús, abrasado de amor por nosotros, inflama nuestro corazón con vuestro amor!

 

I

 

El Corazón de Jesús no es solo el símbolo, sino también la sede y el órgano del amor que nos tiene.

1.     Todo hombre necesita ser amado; es nuestra primera y más imperiosa necesidad. Incluso, el corazón humano es tan carnal que necesita amar por los sentidos, y ser amado de igual modo, ser amado por un corazón humano. Las afecciones intelectuales, puramente espirituales y suprasensibles, aunque son las más elevadas, no le bastan; necesita ser amado por la carne, por un corazón humano.

Ahora bien, he aquí que Dios, conociendo nuestra naturaleza, halló el medio de adaptarse a esta necesidad de la naturaleza humana, y se hizo hombre para acercarse a nosotros, habitar entre nosotros, ser semejante a nosotros, ser visto por nuestros ojos, tocado por nuestras manos y percibido por nuestros sentidos, a fin de amarnos a nuestra manera y atraer nuestro amor.

2.    Además del amor que nos tuvo como Dios —que es una operación divina, infinita, suprasensible, a la cual somos casi incapaces de corresponder, y ciertamente incapaces de hacerlo dignamente—, como hombre y por las operaciones de su naturaleza humana, con su corazón humano divinizado por la unión hipostática pero conservado humano, carnal incluso, aunque infinitamente puro y noble, Jesucristo nos tuvo otro amor: un amor humano y físico, aunque sobrenaturalizado y divinizado, como todas las afecciones del Salvador por la unión hipostática. Es decir, que nos amó con su corazón de hombre, como sufrió con su cuerpo humano, como derramó su sangre humana, lloró lágrimas, padeció, como nosotros, con sus sentidos. Esta doctrina es la del Evangelio.

3.    En efecto, no solo Jesucristo es nuestro Dios, no solo nos creó, no solo nos ama como a sus criaturas; no solo nos ha perdonado como Dios; sino que también es nuestro Salvador, es hombre, es uno de los nuestros, y nos ha redimido por sus sufrimientos; por consiguiente:

4.    Ese amor físico y humano que nos tuvo, lo llevó hasta el fin, es decir:

1.º Tanto como puede un corazón humano amar, Jesucristo nos amó con su corazón humano; y a la potencia de afecto que el corazón humano ya posee por sí mismo, la unión hipostática añadía aún la potencia divina. El Verbo se encarnó por nosotros; por eso tomó una naturaleza humana soberanamente tierna y amante, para amarnos aún más.

2.º Nos amó con los efectos más grandes que el amor puede producir y mediante los cuales puede manifestarse: a saber, la Encarnación, la Pasión y la Eucaristía.

 

II

 

El Corazón de Jesús es también la fuente y el principal órgano de la Redención.

1.     Hemos sido salvados por la naturaleza humana unida a la naturaleza divina. La naturaleza humana fue el órgano total de nuestra Redención, proporcionando la materia de los méritos que fueron el precio de nuestra salvación. Cada parte de esta naturaleza divinizada fue órgano parcial de nuestra Redención; y la parte respectiva de cada uno de estos órganos está en proporción con su función y con su participación de sangre en la composición del hombre. Pues bien, el corazón tiene, entre los órganos, una función central, y por eso lo consideramos, ante todo, como la fuente y el órgano de este misterio.

2.    Además, fue al Corazón de Jesús, creado por nosotros y que solo nos amaba a nosotros, al que fue confiado el decreto de Dios para nuestra salvación; fue en este Corazón donde fue como depositado, el día de la Encarnación; allí fue conservado, preparado, elaborado y finalmente ejecutado el día de la Redención.

3.    La Redención se realizó mediante los sufrimientos meritorios de Jesucristo. Ahora bien, si Jesucristo sufrió en toda su naturaleza humana, fue sobre todo en su Corazón donde sufrió: sufrió por sus padecimientos físicos, sufrió por las decepciones causadas por los pecados de los hombres, por las injurias de los judíos, y en fin, por todos los sufrimientos morales que vemos especialmente presentes en su Pasión.

4.    Sobre todo, fue su Corazón la víctima de la caridad, herido por nuestro amor: Corazón víctima del amor, herido de amor por nosotros.

Recordemos que, si el Corazón de Jesús es el órgano del amor que nos tuvo, debe ser también el objeto del amor que le debemos. Pidamos a nuestro Salvador tanto que se haga amar por nosotros como que nos anime con su amor; y resumamos esta correlación entre el amor de Jesús, que merece y atrae el nuestro, con esta expresión que encontramos a menudo en nuestras oraciones:
¡Corazón de Jesús, abrasado de amor por nosotros, inflama nuestro corazón con vuestro amor!

 

LAS JACULATORIAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 


Indulgenciadas

 

  • Sea amado en todo lugar el Sagrado Corazón de Jesús – 300 días de indulgencia.
  • Dulce Corazón de mi Jesús, haced que os ame cada vez más – 300 días; indulgencia plenaria una vez al mes.
  • Corazón de Jesús, abrasado de amor por nosotros, inflamad nuestros corazones de amor por Vos – 500 días; indulgencia plenaria una vez al mes.
  • Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío – 300 días; indulgencia plenaria una vez al mes.
  • Sagrado Corazón de Jesús, venga a nosotros vuestro Reino – 300 días.
  • Corazón divino de Jesús, convertid a los pecadores, salvad a los moribundos, liberad a las almas santas del Purgatorio – 300 días.
  • Sagrado Corazón de Jesús, creo en vuestro amor hacia mí – 300 días.
  • Gloria, amor y gratitud al Sagrado Corazón de Jesús – 300 días.
  • ¡Oh Corazón de amor!, pongo toda mi confianza en Vos, pues todo temo de mi debilidad, pero todo espero de vuestra bondad – 300 días; indulgencia plenaria una vez al mes.
  • Sagrado Corazón de Jesús, tened piedad de nosotros y de nuestros hermanos extraviados – 300 días.
  • Todo por Vos, Sacratísimo Corazón de Jesús – 300 días.
  • Sagrado Corazón de Jesús, sed conocido, sed amado, sed imitado – 300 días; una vez al día.
  • Sagrado Corazón de Jesús, proteged nuestras familias – 300 días; indulgencia plenaria una vez al mes.
  • Dulce Corazón de Jesús, sed mi amor – 300 días.
  • Sagrado Corazón de Jesús, me entrego todo a Vos por medio de María – 300 días; indulgencia plenaria una vez al mes.
  • Sagrado Corazón de Jesús, confortado en vuestra agonía por un Ángel, confortadnos en nuestras agonías – 300 días.
  • Corazón Eucarístico de Jesús, llama de la divina caridad, dad la paz al mundo – 300 días.
  • Os adoro, Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús – 300 días.
  • Amor, honra y gloria al Corazón Eucarístico de Jesús – 300 días.
  • Alabanza, adoración, amor y gratitud en todo momento al Corazón Eucarístico de Jesús en todos los sagrarios del mundo, hasta la consumación de los siglos. Amén – 300 días.
  • Corazón Eucarístico de Jesús, haced que reine en el mundo la paz, fruto de la justicia y de la caridad (21-XII-1940) – 300 días.

IMPRIMI POTEST

Ex commissione Exmi, ac Revmi. Archiepisc. S. Sebastiani Flumi. Januarii, Aloysius Riou, S. J. Flumine Januario. 16 Junil 1944

EL CORAZÓN DE JESÚS, A PESAR DE SU INMOVILIDAD Y SILENCIO APARENTES EN EL SAGRARIO, NO ESTÁ OCIOSO NI CALLADO

 


Por D. FELIX SARDA Y SALVANY

 

 Y la virtud del Señor estaba allí para sanarlos (Lc. 5,17)

He aquí una pregunta que a no pocos cristianos y, diré más, piadosos, dejará perplejos: ¿Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús? ¡No habían parado mientes en que en el Sagrario hay quien pueda hablar y hable!, ¡quien pueda obrar en el Sagrario virtud! ¿Verdad que para muchos cristianos la idea del Sagrario es esto: Un lugar de mucho respeto, porque en él habita un Señor muy alto, muy grande, muy poderoso, todo majestad, pero muy callado y muy quieto? Y no es que no crean que Jesucristo en el Sagrario esté todo entero como en el Cielo. Creen ciertamente que está allí con divinidad y alma y cuerpo y por consiguiente con ojos que ven, con oídos que oyen, con manos que se pueden mover, con boca que puede hablar... Sí, la fe de todo esto la tienen, pero es una fe que se quedó sólo en la cabeza y no bajó al corazón y mucho menos a la sensibilidad. Es una fe que, por quedarse allí estancada, apenas se ha convertido en luz de aquella vida, en criterio, en calor, en amor, en persuasión íntima, en entusiasmo, en impulsor de acción y de acción decidida. Le pasa a esa fe lo que a las semillas de plantas grandes sembradas en macetas pequeñas. Por muy fecunda que sea la semilla, por mucha agua y luz con que la regaléis, si no dais a sus raíces tierra y lugar para su expansión, no conseguiréis sino una planta raquítica y encogida.

Y hay cristianos que hacen eso mismo con su fe, de tal modo la ahogan en su rutinario modo de ver y entender que, sin que se pueda negar que tienen fe, ésta apenas si da señales de vida y de influencia. Me he convencido hace tiempo de que el mal de muchísima gente no es no saber cosas buenas, sino no darse cuenta de las cosas buenas que saben. Mucha ignorancia hay, y de cosas religiosas es una ignorancia que espanta; pero con ser tan grande, es mucho más la que yo llamaría falta de darse cuenta. Y prácticamente, creo, que es causa más frecuente de la indiferencia religiosa y de tanta clase de pecados públicos y privados, como hoy lamentamos, la falta de darse cuenta, que la falta de saber. La mayor parte de los cristianos que viven sin cumplir con ninguno de los preceptos que su religión les impone, saben que tienen obligación de oír Misa los domingos y fiestas, de confesar y comulgar una vez al año, etcétera; todos esos tienen fe en la Misa, en la Confesión, en la Comunión, en la autoridad docente de la Iglesia, y, sin embargo, no practican, ni se inquietan por no practicar. Yo creo que su mal está en que han metido su fe en la maceta de sus rutinas, de sus comodismos, de sus idiosincrasias, de su egoísmo, ya dije la palabra, de su egoísmo, porque éste es el único interesado en tener encerrada y ahogada la fe en el alma. Así como la humildad y la caridad, si no son la sabiduría, son los elementos que mejor preparan para recibirla y fomentarla, la soberbia y el amor propio, que son los componentes del egoísmo, entorpecen, inutilizan y paralizan la ciencia adquirida. El remedio, por consiguiente, estará en tratar de hacer añicos esa maceta para que la fe, como las raíces de la planta cautiva, se extienda libre por toda su alma, y se convierta en amor, y en obras y en hábitos de vida recta cristiana. Y en nada se echa de ver tanto esa falta de darse cuenta, como en la conducta de los cristianos con respecto a la santa Eucaristía. Todos saben lo que allí hay, pero ¡qué pocos se dan por enterados! ¡Qué feliz sería yo si consiguiera con mis escritos despertar en algunos cristianos el sentido de darse cuenta de la Eucaristía! ¡Qué feliz si por resultado de estas lecturas algunos cristianos se levantaran decididos a ir al Sagrario para ver lo que allí se HACE y para oír lo que allí se DICE por el más bueno y más constante de nuestros amadores! Porque sabedlo, cristianos, el Corazón de Jesús no está en el Sagrario ni callado ni ocioso

 

lunes, 16 de junio de 2025

16 DE JUNIO – 350° ANIVERSARIO DE LA GRAN REVELACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 


TERCERA Y ÚLTIMA REVELACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN A SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE (16 de junio de 1675)

 




He aquí, pues, la última revelación. Ha permanecido como la más célebre de todas. Y con razón; porque en ella está el principio de toda la devoción al Corazón divino de Jesús, que no es otro que el amor desbordante de Dios, un amor que intenta un esfuerzo mayor para vencer el mal; su fin, que es ofrecer a Dios un culto de reparación, de consuelo y de desagravio honorable; su carácter, que es ser un culto público después de haber sido durante tanto tiempo una devoción íntima; y, finalmente, sus efectos, que serán una nueva efusión del amor divino sobre la Iglesia, y más particularmente sobre las almas piadosas que se hagan propagadoras y apóstoles de él.

 

Fue el 16 de junio de 1675 cuando tuvo lugar la última de las grandes revelaciones relativas al Sagrado Corazón, aquella que iba a cerrar el ciclo de estos solemnes coloquios, pronunciando la última palabra. Hasta entonces, nuestra humilde virgen no había recibido de Nuestro Señor más que favores íntimos, bastante parecidos a los que ya habían sido concedidos a almas santas; Él no le había pedido sino prácticas de un culto totalmente individual. He aquí el momento en que va a investirla de su gran misión pública.

Durante la Octava del Santísimo Sacramento, el domingo 16 de junio de 1675, la Beata estaba de rodillas ante la reja del coro, con los ojos fijos en el sagrario. Acababa de recibir “gracias excesivas de su amor”, es la única expresión que pronunció, cuando de pronto se le apareció Nuestro Señor sobre el altar. Entonces, descubriéndole su divino Corazón, le dijo:

«He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres, que no ha escatimado nada hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor; y, en reconocimiento, no recibo de la mayoría más que ingratitudes, por sus irreverencias y sacrilegios, y por las frialdades y desprecios que tienen para conmigo en este sacramento de amor. Y lo que me resulta más doloroso —añadió el Salvador con un acento que fue directo al corazón de la Beata— es que se trata de corazones que me están consagrados».

Entonces le pidió que hiciera establecer en la Iglesia una fiesta particular para honrar su divino Corazón:

«Es por esto que te pido que el primer viernes después de la Octava del Santísimo Sacramento sea dedicado a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día, y haciéndole reparación de honor mediante un desagravio honorable, por las indignidades que ha recibido. Y te prometo que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia las influencias de su amor sobre todos aquellos que le rindan este honor, o que procuren que le sea rendido».

He aquí, pues, la última revelación. Ha permanecido como la más célebre de todas. Y con razón; porque en ella está el principio de toda la devoción al Corazón divino de Jesús, que no es otro que el amor desbordante de Dios, un amor que intenta un esfuerzo mayor para vencer el mal; su fin, que es ofrecer a Dios un culto de reparación, de consuelo y de desagravio honorable; su carácter, que es ser un culto público después de haber sido durante tanto tiempo una devoción íntima; y, finalmente, sus efectos, que serán una nueva efusión del amor divino sobre la Iglesia, y más particularmente sobre las almas piadosas que se hagan propagadoras y apóstoles de él.

Por lo demás, ya sea que Nuestro Señor, para dejarle en un momento tan grave toda la libertad de su espíritu, hubiera moderado el resplandor de su presencia; ya sea que la Beata, tranquilizada por el Padre de la Colombière, hubiera apartado todo temor y se hubiera entregado por completo a la dicha de contemplar a su divino Maestro; no se perciben, tras esta tercera revelación, ninguna de las emociones violentas que habían seguido a las dos primeras. La humilde virgen está recogida, atenta, feliz. Apenas si, sorprendida por tal misión —pues ¿quién era ella para establecer una fiesta en la Iglesia, ella que no lograba convencer ni a sus superioras?—, apenas, digo, se le escapa una palabra: «Pero, Señor, ¿cómo lo haré?» Nuestro Señor le respondió que se dirigiera a aquel siervo de Dios que le había sido enviado “precisamente para el cumplimiento de este designio”.

Ella se dirigió, en efecto, al Padre de la Colombière y le confió esta revelación, como le había confiado las otras dos. El venerable sacerdote le pidió un relato por escrito, para poder estudiarlo con más calma. Más adelante veremos con qué respeto religioso conservó este relato. Lo examinó seriamente delante de Dios e, iluminado desde lo alto, declaró a la Beata que, sin duda alguna, esa revelación venía del Cielo, y que podía confiar en ella. Tranquilizada así, Margarita María ya no vaciló. Se arrodilló ante el divino Corazón de Jesús, se consagró a Él solemnemente, y le ofreció el primer y uno de los más puros homenajes que jamás habrá recibido en la tierra y en el cielo. El venerable Padre de la Colombière quiso unirse a ella, y también él se consagró al Corazón de Jesús. Era el viernes 21 de junio de 1675, al día siguiente de la Octava del Santísimo Sacramento, el mismo día que acababa de ser designado por Nuestro Señor para ser, por siempre, el día de la fiesta de su Corazón adorable. Así recibía, en la persona de un santo sacerdote y de una humilde virgen, las primicias de esas adoraciones que pronto iba a recibir de la humanidad.

Así se concluyó este gran drama, a la vez triple y único, de la revelación del Sagrado Corazón. Así se desarrolló sucesivamente, en un orden profundo y misterioso, esta visión incomparable de la más humilde de todas las vírgenes. Y lo que, tres veces consecutivas, ella vio allí, en esa capilla, a través de esa reja, sobre ese altar, en ese silencio, en ese éxtasis, la Iglesia lo ha visto también. Ha examinado este testimonio, este relato arrancado por la obediencia a la conmovedora modestia de nuestra santa; lo ha declarado verdadero, auténtico. Siguiendo a la humilde virgen, se ha postrado a los pies del Sagrado Corazón.

Y lo que Nuestro Señor había pedido ha sido realizado. En todas partes, el primer viernes de mes, se viene a arrodillarse ante el Corazón de Jesús y a hacerle honorable reparación por las incomprensibles ingratitudes de una humanidad a la que Él ha amado con pasión. En todas partes también hay cristianos que se levantan en la noche del jueves al viernes: esposas, madres, jóvenes, vírgenes consagradas a Dios, sacerdotes, que vienen a velar con Él, a llorar con Él, y que a veces imprimen en su carne los estigmas sagrados de su Pasión. Por todas partes, finalmente, en toda la Iglesia católica, el viernes que sigue a la Octava del Santísimo Sacramento es un día solemne, consagrado a contemplar las ternuras, las entregas del mejor de todos los corazones.

 

HISTOIRE DE LA BIENHEUREUSE MARGUERITE-MARIE ORIGINES DE LA DEVOTION AU CŒUR DE JESUS, M. l'abbé Em. BOUGAUD, Vicaire général d'Orléans, Paris, 1882.


EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS AMOROSA FORTALEZA

 


I

 

En nada se conoce tanto la profunda miseria del hombre como en su debilidad. Nuestra alma ha quedado, después de la culpa original, tan flaca y endeble, que cualquier esfuerzo del enemigo basta para derribarla, si no tiene al lado una fuerza superior que la sostenga. Puede asimismo tan poco para obrar el bien, que cualquier leve dificultad la amilana y arredra. ¿Queréis ser fuertes en medio de vuestra debilidad? acudid a buscar la fortaleza en el Sagrado Corazón de Jesús.

Allí fueron a buscarla los Santos, criaturas débiles y de carne ruin y flaca como la nuestra, y gracias a eso fueron fuertes y obraron maravillas. Recorramos la historia de la Iglesia, y veremos a tiernas jóvenes y a pobres ancianos, burlarse de todo el Poder de los enemigos de Cristo, y hacerse superiores a los halagos, a los tormentos y a la muerte. Los claustros y los desiertos, la vida doméstica y las mismas cortes y campamentos, están llenos de hombres y mujeres que en la flor de su edad y en medio de todas las seducciones, fuertes para renunciarlo todo y seguir a Jesucristo, hasta elevarse a la mayor dignidad.

¡Alma mía! Nada hicieron ellos que no lo puedas tú, si te procuras los mismos auxilios.

¿Dónde se hallan éstos? acude al Sagrado Corazón.

 

II

 

Eres débil y flaca, alma mía, porque quieres. Sí, porque quieres. ¿Qué disculpa tendría el niño, que no pudiese levantarse del suelo, por no querer alargar su mano a la que le tiende su buena madre? Por eso son frecuentes tus caídas y tropiezos, por eso sientes abatimiento y desconfianza ante la más pequeña dificultad. ¡Quizás para mayor desgracia has presumido algo de tu propio valer, y con necia arrogancia has creído poder prescindir de todo amparo!

Acude, acude, alma mía, a Dios, tu ayudador y poderoso auxilio, y estás salvada. Nada podrán contra ti los más fieros enemigos, nada las más borrascosas pasiones. Sentirás agilidad, ligereza, facilidad para toda obra buena y para todo costoso sacrificio.

¡Oh Corazón de Jesús, fortaleza de los débiles y caídos! mi corazón anda, de continuo, desalentado y acude a Vos para que lo sostengáis. Dadme la mano, Señor, como la disteis a tantos que por Vos se levantaron del lodo y subieron a la cumbre de virtud, como la disteis a Magdalena, a Pablo, a Agustín.

¿Qué podría el más valeroso si Vos lo abandonaseis? Pero ¿qué no podrá el más débil si Vos le fortalecéis? ¡Oh, Dios mío fortaleza mía! hacedme fuerte con Vos, para con Vos reinar eternamente victorioso. Medítese, y pídase la gracia particular.

 

MES DE JUNIO, D. Félix Sardá y Salvany, Librería Editorial Santa Catalina, Bs.As., 1940.

  

JUNIO Y EL SAGRADO CORAZÓN

 


Por GIL DE LA PISA ANTOLÍN

08/06/2024

 

En mi adolescencia y juventud los sacerdotes y religiosos que nos formaban tenían una preocupación-, –lo recuerdo muy bien—y era convencernos a todos de la importancia de atender el deseo del Sagrado Corazón de Jesús que nos pedía comulgar los primeros viernes durante nueve meses seguidos

¿Quién no lo hizo entonces?, tras escuchar tantas veces “la gran promesa” de nuestro Señor, muy explícita como pueden ver: Yo prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final. No morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Sacramentos, y mi Corazón será su refugio seguro en aquella última hora”?

La proximidad del mes de junio me lo ha recordado pero, también, ser testigo de la sigilosa apostasía de nuestra Patria. Además, a todo ello se ha unido el anuncio que el Padre Hoyos escuchó de labios del propio Jesús: “Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes”.

Son dos temas distintos pero ligados a nuestra doble condición de españoles y católicos. Evidentemente, hay españoles que no son católicos –cada vez más, por desgracia – pero sin duda, ellos mismos han de sentir un vacío en su naturaleza al ir perdiendo sin enterarse la “alegría propia del catolicismo incrustada en su ser”.  No es por casualidad que se le reconozca a Hispanoamérica una alegría “esencial” que no tiene Norteamérica. Una felicidad que prescinde de las consecuencias de la pobreza y pasa por encima de todo.

Debemos reconocer que, con la debilitación de la Fe, tanto España como Hispanoamérica, van evolucionando y no precisamente hacia una mayor “felicidad esencial”. Cada día nos “globalizamos más” pero perdemos luz y alegría. Ciertamente podemos empezar a gloriarnos de ser más “europeos”, “más norteamericanos”… menos filipinos, más orientales.

Créanme, quisiera de verdad alejar estos tristes pensamientos reñidos con nuestro modo de ser. Y sé que el camino a seguir es repasar nuestra historia y obrar en consecuencia. Por ella sabemos que la grandeza de muestra patria va unida a nuestra lealtad a la Fe que nos trajo Santiago Apóstol y que llegó a la cima cuando nuestros monarcas vieron el Descubrimiento de América como un regalo del Señor al que servían.

Los católicos dedicamos el mes de mayo a nuestra Reina y madre, María y, el mes de junio al amor de Dios para con su criatura predilecta, y le honramos bajo la denominación de Sagrado Corazón de Jesús.

No me es posible glosar, ni siquiera resumir, lo que esa realidad encierra, solo me permitiré este consejo: Procuremos leer lo que Jesús comunicó a Santa Margarita María de Alacoque y estudiar las promesas que hizo a quienes le escuchasen y le complaciesen obrando en consecuencia, Son doce las promesas principales y a cual mejor tanto para el individuo como para la sociedad.

Es una desgracia olvidar que todo cuanto hace el Creador es siempre, excelente e ¡infinitamente bueno para la criatura!  La indiferencia de los hombres es una prueba de su debilidad mental olvidando que Dios solo busca nuestro mayor bien. A mi edad cada vez entiendo menos a esos personajes que triunfan en la vida ya sea como científicos, como hombres de acción o como pensadores, y son clasificados en vida y después de muertos como mentes privilegiadas –incluso geniales—luego en los resúmenes biográficos aparece en el apartado que informa sobre su religión la palabra “¡ninguna!”.  ¡Genios que no logran conocer a Dios en su paso por la vida!…

Al tener más tiempo disponible hago cosas a las que antes no le prestaba mucha atención, y ahora incluso lo busco. Resulta desconsolador –para quien ama a sus hermanos los hombres– ver esa notable multitud que se precian de no tener religión y de olvidarse de Dios. Se cae el alma a los pies cuando se comprueba y piensa uno: “¡Parecía tan inteligente, tan fuera de serie…! e ignoran al Creador. Así se entiende fácilmente la queja del Señor a Santa Margarita cuando le muestra su tristeza por ver cómo “el Hombre le corresponde con desprecio, indiferencia e ingratitud”.

El Corazón de Jesús resume su desilusión con esas tres palabras que todo hombre inteligente entenderá a la primera. Por eso mi escrito de hoy lo reduzco al simple consejo de leer la vida de Santa Margarita María de Alacoque. 

Y remato los propósitos de este artículo pidiendo a quienes pueden hacer algo al respecto que desempolven todo lo relacionado con la “Gran Promesa” y con “el P. Hoyos” y se olviden de la globalización, de la agenda 2030 y del arco iris.

Po suerte, no todo el monte es orégano y aunque hay muchos católicos que sin ruido siguen fieles al Magisterio perenne de la Iglesia y a sus dos mil años anunciando el Evangelio. Gente enamorada de su fe y del Reinado de Cristo en la sociedad. Apenas un mes nos separa de las JORNADAS POR LA UNIDAD CATOLICA DE ESPAÑA que se repiten desde 1989 para no olvidar el Concilio de Toledo y la conversión de Recaredo. Y así hay movimientos que todos tenemos obligación de potenciar para que siga siendo verdad la promesa del Corazón de Jesús al P. Hoyos y vuelva a Reinar en España e Hispanoamérica y Filipinas.

 

https://ntvespana.com/08/06/2024/junio-y-el-sagrado-corazon-por-gil-de-la-pisa-antolin/

 

“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...