Capítulo XVIII del libro PAWNS IN THE GAME, del Comodoro William Guy Carr, 1958.
Quien conoce y ha estudiado la Historia
puede predecir con cierta seguridad las orientaciones futuras de los gobiernos.
La Historia se repite porque los dirigentes del M.R.M. (Movimiento
Revolucionario Mundial) no cambian sus Planes a Largo Plazo; solo adaptan sus
políticas a las situaciones presentes y ajustan sus planes para sacar el máximo
provecho de los avances de la ciencia moderna.
Recordemos los acontecimientos ocurridos
desde que Lenin estableció, en 1918, una dictadura totalitaria en Rusia, y
comprenderemos la situación internacional contemporánea. Hemos demostrado que esta dictadura fue implantada para proporcionar a
los Internacionalistas Occidentales la oportunidad de poner en práctica sus
ideas y teorías totalitarias, como primer paso hacia una Dictadura Universal.
Procediendo así, por tanteos sucesivos, pretendían allanar toda clase de
dificultades imprevistas.
Cuando Lenin murió, Stalin tomó el relevo.
Al principio obedeció escrupulosamente los dictados de los Banqueros
Internacionales. Encargó a Béla Kun que pusiera en práctica sus ideas de
colectivización de las granjas en Ucrania. Cuando los campesinos se negaron a
obedecer los decretos, cinco millones de ellos fueron automáticamente
condenados a morir de hambre mientras se les arrebataba por la fuerza su trigo.
Ese trigo fue vendido a pérdida en los mercados mundiales para agravar aún más
la depresión que se había creado artificialmente. Otros cinco millones de
campesinos fueron enviados a campos de trabajos forzados para demostrar al
resto de la población esclavizada que el Estado era soberano y que el jefe del
Estado era su dios. Había que obedecer sus órdenes.
Solo
cuando Stalin comenzó a eliminar a un gran número de dirigentes comunistas
judíos, sin duda marxistas, Trotsky y otros líderes revolucionarios tuvieron la
certeza de que se había separado de los Illuminati y que abrigaba ambiciones
imperialistas. El
comportamiento del dictador soviético durante la Revolución Española perturbó
aún más a los Internacionalistas Occidentales, especialmente cuando Serges y
Maurin demostraron que Stalin utilizaba el Comunismo Internacional para
favorecer sus propios planes secretos y aspiraciones imperialistas.
Cuando Franco ganó la Guerra Civil, el
comportamiento de Stalin fue muy difícil de comprender. Algunos dirigentes
revolucionarios de Canadá y América no pudieron aceptar los cambios drásticos
decididos por el Partido, muy diferentes de lo que se les había enseñado en las
escuelas de adoctrinamiento marxista. Cuando Stalin firmó el pacto de no
agresión con Hitler (23 de agosto de 1939), los imperios Británico y Alemán ya
habían sido empujados lógicamente al desencadenamiento de la Segunda Guerra
Mundial (1 de septiembre de 1939): con ello dio la impresión de hacer todo lo
posible por ayudar a Hitler a devastar Europa Occidental y destruir el poder de
los Banqueros Internacionales.
Estos consideraron entonces que la situación
era crítica y decidieron que lo mejor para ellos era intentar persuadir a
Stalin de abandonar sus ambiciones imperialistas: había que avanzar juntos en
un espíritu de coexistencia pacífica. Tenían que convencer a Stalin de que
podía perfectamente gobernar el mundo oriental mediante el comunismo mientras
ellos dirigirían el mundo occidental con un Súper-Gobierno.
Stalin exigió pruebas de su sinceridad. Así
comenzó lo que ahora se llama la teoría de la coexistencia pacífica. Pero la coexistencia pacífica entre dos grupos
internacionalistas es imposible, al igual que entre pueblos que creen en Dios y
otros que creen en el diablo.
El reemplazo de Chamberlain como Primer
Ministro fue decidido mediante comunicaciones secretas entre Churchill y
Roosevelt, reveladas por Tyler Kent al capitán Ramsay. Churchill debía asumir
esas funciones y convertir la “Guerra Extraña” en una Guerra de Combates.
Consideraron que esta acción convencería a Stalin de la sinceridad de sus
intenciones.
La Historia revela que se apartó a
Chamberlain del cargo de Primer Ministro en mayo de 1940, al igual que Asquith
en 1915. Churchill asumió el cargo el 11 de mayo de 1940 y dio la orden a la
RAF de comenzar esa misma noche el bombardeo de las ciudades alemanas.
El Sr. J.-M. Spaight (C.B.; C.B.E.) era
entonces secretario principal adjunto del Ministerio del Aire. Después de la
guerra, publicó un libro titulado El
bombardeo justificado. En esta obra, defiende la política de
Churchill de bombardear las ciudades alemanas, alegando que se hizo para
“salvar la Civilización”. No obstante, el autor reconoce que la orden de
Churchill fue una violación del acuerdo firmado entre Gran Bretaña y Francia el
2 de septiembre de 1939.
Ese día, el Primer Ministro británico y el
Presidente de la República Francesa acordaron declarar la guerra a Alemania
debido a la invasión de Polonia por Hitler. Se comprometieron a no bombardear
las ciudades alemanas ni hacer sufrir al pueblo alemán por los errores de un
solo hombre. Los dirigentes de ambos gobiernos aceptaron solemnemente limitar
los bombardeos a objetivos estrictamente militares, en el sentido más estricto
del término.
Desde la guerra, se ha demostrado que la
verdadera razón por la que Churchill ordenó el bombardeo de las ciudades
alemanas, violando el acuerdo, fue que los Banqueros Internacionales de
Occidente deseaban dar a Stalin una garantía firme de su sinceridad y de su
deseo de aplicar su política de coexistencia pacífica entre el Comunismo
Oriental y el Illuminismo Occidental. El bombardeo de Alemania provocó
represalias inmediatas y el pueblo británico fue sometido a una prueba como
nunca antes había conocido “desde el amanecer de la Creación”.
El ciudadano medio no tiene generalmente
idea alguna de los sórdidos bajos fondos en los que pueden caer aquellos que
están implicados en la intriga internacional.
Demostraremos que los Illuminati no tenían intención de cumplir su palabra con respecto a Stalin, y que Stalin tampoco tenía intención de cumplir la suya hacia ellos. Demostraremos también que los Señores de la Guerra nazis intentaban, en realidad, engañar a Churchill, haciéndole creer que no tenían planes secretos de destrucción tanto del Comunismo Internacional como del Capitalismo Internacional, ni planes de dominación mundial por medio de la conquista militar.