10/11/2022
Entrevista
de Michael Matt a monseñor Viganò en la Catholic Identity Conference
2
de octubre de 2022.
1.
Actualmente hay muchos católicos que creen que la Santa Madre Iglesia está
atravesando su peor crisis en la historia, mayor incluso que la de la herejía
arriana. ¿Está de acuerdo?
No
puedo afirmar que ésta sea la mayor crisis que tendrá que sufrir la Iglesia de
aquí al final de los tiempos. Desde luego, es la peor hasta la fecha, tanto por
las devastadoras proporciones de la apostasía como por actitud
hipnótica de los sacerdotes de a pie y de los fieles hacia la jerarquía.
Ha habido ocasiones en que la persecución era más implacable, pero encontraba
resistencia en los obispos y en el pueblo católico, que veía en la Sede Petrina
un faro de verdad y un obstáculo a la instauración del reino del Anticristo.
Hoy en día ya se ha retirado el katejón, al menos
temporalmente, y la Sede Apostólica está ocupada por un enemigo jurado de la
Iglesia.
Nunca
en la historia habíamos asistido a una traición sistemática de la Fe, la Moral,
la Liturgia y la disciplina eclesiástica, traición que es favorecida y hasta
promovida por la autoridad suprema de la propia Iglesia, con el silencio
cómplice de la Jerarquía y la aceptación acrítica por parte de numerosos
sacerdotes y fieles. La situación se agrava más todavía porque la labor disolvente
que lleva a cabo la iglesia en las sombras avanza en
sincronización con la acción subversiva del estado en las sombras. Esto
hace que el pueblo católico sea objeto de un doble ataque, tanto como fieles
como ciudadanos.
Estas
dos realidades indiscutibles tienen por denominador común el odio implacable de
Satanás a Cristo y su santa Ley, la Iglesia y la civilización cristiana. El
engaño es tan patente que ya no se puede catalogar de teoría conspiratoria.
Si
se mira bien, resulta inquietante que los protagonistas de este plan criminal,
tanto en el Gobierno como en la Iglesia, provengan del ambiente radical
chic en que nacieron y se cultivaron el progresismo, el pacifismo, el
ecologismo y el homosexualismo católicos, y el discurso progre
de la izquierda desde los años sesenta. Como he dicho en otra ocasión, los
obispos a nivel individual y la Jerarquía de los últimos años en su totalidad
habrán de responder ante Dios y ante la historia de su complicidad en esta
crisis, y ciertamente porque en algunos casos han sido quienes la han instigado
y promovido haciendo dejación de funciones en cuanto al deber de la Iglesia
como Domina gentium.
2.
¿Qué convenció a Vuestra Excelencia para integrarse a la contrarrevolución
tradicional católica?
¿Un
hijo se quedaría cruzado de brazos viendo a su madre humillada y dejaría que
los sirvientes la hicieran objeto de escarnio y vituperio, la despojaran de su
triple corona y sus vestiduras reales, robasen sus joyas, vendiesen sus
posesiones, la obligaran a vivir entre ladrones y prostitutas y llegaran
incluso a retirarle su título real y degradarla? Un ciudadano de una nación
gloriosa, ¿permitiría que su patria fuera destruida por gobernantes traidores y
autoridades corruptas sin alzarse en armas para devolverle el honor que le ha
sido arrebatado?
Si esto es así en el orden natural, más lo es todavía y más urgente cuando la Santa Iglesia es asaltada por sus enemigos, no sólo en las cosas temporales al subastar templos, ornamentos y objetos sagrados -como siempre han hecho a lo largo de la historia-, sino incluso en cuanto a sus bienes sobrenaturales, los tesoros de los que su divino Rey la ha dotado para la santificación de las almas, las riquezas incorruptibles de su doctrina y liturgia. Clérigos corruptos la han hecho objeto de escándalo, han adulterado sus enseñanzas, puesto en fuga su ejército y demolido las murallas que la protegían de incursiones enemigas. Las almas que, gracias a la Iglesia, estaban a salvo y acompañadas en su peregrinar terreno a la eternidad han sido rechazadas y están perdidas. Almas por las que Nuestro Señor derramó su Sangre, a las que sacerdotes infieles han abandonado y expulsado del sagrado recinto.