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miércoles, 23 de abril de 2025

‘REDIMIDOS’, DE PABLO MARINI, PROPONE UNA REFLEXION A PARTIR DEL FILM DE MEL GIBSON

 



Por AGUSTIN DE BEITIA

 

“Fue traspasado por nuestras rebeldías, triturado por nuestras culpas… por sus llagas hemos sido sanados”.

Isaías 53,5

 

 Por mucho que sean conocidas las escenas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, el sentido pleno de ese sacrificio y muerte en la Cruz se ha ido oscureciendo con los años hasta ser olvidado, incluso por muchos católicos, algo que intenta remediar el profesor Pablo Marini con su último libro, Redimidos (Editorial Teodicea, 324 páginas). La obra es una formidable meditación sobre el tema, con un planteamiento tradicional, a través de La Pasión de Cristo, la extraordinaria película de Mel Gibson, filmada hace ya veinte años.

La oportunidad de esta meditación viene dada hoy por el tiempo litúrgico, claro está, pero también por los tiempos confusos que estamos atravesando, que han llevado a muchas personas de fe a una suerte de indolencia frente a este misterio.

Marini, licenciado en Filosofía y estudioso de la liturgia, tiene más de treinta años de antigüedad como profesor en distintas universidades católicas, donde ha impartido Filosofía y Teología. Es autor de más de una decena de libros, uno de ellos titulado El drama litúrgico: estudio comparativo entre el Misal Romano revisado por san Pío V y el Novus Ordo Missae de Pablo VI.

En este nuevo estudio se reconocen dos fines convergentes. Uno es comprender mejor lo que muestra el film, que es un verdadero portento, una obra de arte de gran belleza y poesía. Y para esto se dedica en la primera parte a valorar sus méritos cinematográficos y teológicos. Con el correr de las páginas queda en evidencia por qué considera que es la mejor película católica de la historia y la más católica entre las católicas. Pero el fin último del ensayo es otro, que tiene mucho menos que ver con el cine: es que el lector tome conciencia de que la Pasión de Nuestro Señor fue el más grande acto de amor, de misericordia y de justicia, jamás realizado en la historia, un acto único e irrepetible. Para eso, en la segunda parte, se aleja un paso más del comentario audiovisual, aunque sin abandonarlo por completo, para analizar la profunda catolicidad que subyace al film.

Es con esa intención que Marini viene ofreciendo charlas sobre esta película desde hace veinte años, tanto en colegios como empresas y casas de familia. El libro tiene, pues, mucho de aquella exposición didáctica sobre la cinta en cuestión, pero es más que eso: se intuye que es el fruto de una vida de estudios, de reflexión y de docencia teológica, que se nota en la erudición y en la solvencia con que discurre sobre los complejos asuntos que despuntan en el film.

Para decirlo con más claridad, el autor entra y sale de la película o, más bien, la atraviesa con su mirada, como quien ve a través de una ventana para contemplar lo que hay más lejos. Y la razón de que se valga de ella es obvia. “Las imágenes son más poderosas que las palabras para sacudirnos, para darnos cuenta de la verdad… Cristo empleaba parábolas y no teología”, arguye el profesor en algún lugar de su obra. “Y Gibson nos regala una película repleta de imágenes poderosas que nos sacuden”, añade.

El trabajo que estamos comentando no se queda atrás en belleza formal. Porque se presenta en una edición de lujo, con tapas duras y papel ilustración, que resulta un regalo para el corazón y también para la vista, que deleita con las fotografías extraídas del film o con las obras maestras de la pintura en que se inspiró el cineasta, particularmente Caravaggio, y que permite detenerse a escudriñar las líneas de tiempo, cuadros sinópticos, recuadros y croquis con que ha adornado su explicación.

DOLOR

Con su ensayo, Marini quiere recordar el papel central del sufrimiento y de la Cruz en la redención de Cristo, “algo obvio para los católicos -dice-, pero parece que no tanto”.

“Redimir”, explica, viene de redención, y redención (de “re”, de nuevo, y “émere”, comprar) significa literalmente adquirir de nuevo, pagando su precio, algo que se había poseído antes y ahora ya no. “En teología se trata del acto por el cual Jesucristo, Hijo de Dios, al precio de su sangre, arrancó al género humano de la servidumbre del pecado y del demonio y lo reconcilió con Dios”, comenta.

“Es a través del sufrimiento inaudito de la Pasión como Cristo reconquista a los hombres, sometidos por el peso del pecado, un yugo del que no pueden librarse solos y que les impide hacer de Dios el anclaje de sus vidas”, continúa.

Este impedimento, que lleva a hablar de la “naturaleza herida”, es -en sus palabras- el aspecto más tenebroso de la condición humana, “debilitada en su resistencia al mal, para apreciar la obra de Dios que vino a salvarnos, a capacitarnos de nuevo para el bien y el conocimiento de la verdad”. Y la salvación -recuerda el profesor- es la gracia, una fuerza sobrenatural que no es de este mundo.

martes, 4 de abril de 2023

UTILIDAD EJEMPLAR DE LA PASIÓN DE CRISTO – SANTO TOMÁS DE AQUINO

 


 La Pasión de Cristo es suficiente para informar totalmente nuestra vida. Pues quien desea vivir con perfección, no debe hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz, y desear lo que Cristo deseó. Ningún ejemplo de virtud está ausente de la cruz.

Si buscas el ejemplo de la caridad, ninguno tiene mayor amor que éste, que es poner su vida por sus amigos (Jn 15, 13), y esto lo hizo Cristo en la cruz. Por consiguiente, si dio su alma por nosotros, no debe sernos pesado soportar por amor a él cualquier mal. ¿Qué retornaré al Señor por todas las cosas que me ha dado? (Sal 105, 12).

Si buscas ejemplo de paciencia, se encuentra excelentísimo en la cruz. Pues la paciencia es grande en dos cosas: o cuando se sufren pacientemente grandes males, o cuando se los soporta, y pudiéndoselos evitar, no se los evita. Mas Cristo sufrió grandes males en la cruz. Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino, atended y mirad si hay dolor como mi dolor (Lam 1, 12) Lo sufrió pacientemente, porque padeciendo no amenazaba (1 Ped 2, 23) Como oveja será llevado al matadero, y como cordero delante del que lo trasquila enmudecerá (Is 53, 7). Asimismo, pudo evitarlos y no los evitó: ¿Por ventura piensas que no puedo rogar a mi Padre, y me dará ahora mismo más de doce legiones de ángeles? (Mt 26, 53) Por lo tanto, la paciencia de Cristo en la cruz fue máxima. Corramos con paciencia a la batalla, que nos está propuesta, poniendo los ojos en el autor y consumador de la fe, Jesús, el cual habiéndole sido propuesto gozo, sufrió cruz, menospreciando la deshonra (Hebr 12, 1-2)

Si buscas ejemplo de humildad, mira al crucificado; porque Dios quiso ser juzgado y morir bajo Poncio Pilato, cumpliéndose lo que dice el libro de Job (36, 17): Tu causa ha sido juzgada como la de un impío. Verdaderamente como la de un impío, por aquello de condenémosle a la muerte más infame (Sab 2, 20). El Señor quiso morir por el siervo, y él, que es la vida de los ángeles, quiso morir por los hombres.

Si buscas ejemplo de obediencia, sigue al que se hizo obediente hasta la muerte (Filip 2, 8) Porque como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron hechos pecadores; así también serán muchos hechos justos por la obediencia de uno solo (Rom 5, 19)

Si buscas ejemplo del desprecio de lo terreno, sigue al que es Rey de reyes y Señor de los que dominan, en el cual están los tesoros de la sabiduría; y, sin embargo, aparece en la cruz, desnudo, burlado, escupido, herido, coronado de espinas, abrevado con hiel y vinagre, y muerto. Falsamente, pues, te dejas impresionar por los vestidos y las riquezas: Se repartieron mis vestiduras (Sal 21, 19); falsamente te seducen los honores, porque yo he sufrido escarnios y azotes; falsamente te inquietan las dignidades, pues: Tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza (Mt 27, 29); falsamente te conmueven las delicias, porque en mi sed me dieron a beber vinagre (Sal 68, 22).

(In Symb.)


LA PALABRA “CRUZ”

 



Por MONS. DR. PAUL W. VON KEPPLER

  

«Porque la palabra de la cruz, para los que se pierden es locura; mas para nosotros, los que nos salvamos, es virtud de Dios.»

 Verbum enim crucis pereuntibus quidem stultitia est: iis autem qui salvi fiunt, id est nobis, Dei virtus est.    (1 Cor. 1, 18.)

  

La pena y el dolor que lleva consigo el Viernes Santo, la esperanza y la gracia que promete, el recuerdo de tristes hechos y el mensaje de salud que trae, todo está sintetizado y como personificado en un emblema, en una señal: la señal de la Cruz.

Cuando allá en tierra de infieles, después de las pri­meras instrucciones, el misionero levanta en alto la cruz, causa esta señal profunda impresión en los que la ven por vez primera. La contemplan con temeroso respeto y sienten a su vista singular atracción y repul­sión al mismo tiempo.

Nosotros, acostumbrados a verla desde nuestra in­fancia, la llevamos impresa en la retina, y no podemos recordar cuándo ni dónde la vimos la primera vez.

Hallárnosla en todas partes, en casa, en la iglesia, en el campo, en los caminos; y se nos ofrece bajo todos aspectos, figuras y formas. Es ya para nosotros cosa tan cotidiana, que ninguna impresión especial nos produce.

Hoy es cabalmente el día en que debemos fijar bien nuestra mirada en esta cotidiana señal, para que con­mueva profundamente nuestro espíritu y nuestro co­razón. Fijad vuestra atención en la cruz. ¿Puede haber cosa más llana y sencilla que esas dos líneas que se cruzan, ese palo enhiesto con su travesaño en el centro? Figura simplicísima, exacta, regular, y sin embargo es la imagen de la más radical contrariedad y oposición; el símbolo más expresivo del dolor, de la pena, de la muerte; árbol seco, sin hojas ni ramas; con sus dos brazos cortados y escuetos: y así y todo es la cruz en su forma fuertemente trabada, la imagen de aspiracio­nes vigorosas, de tesón firmísimo; la imagen de la for­taleza y de la vida.

“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...