Remedio contra los “espíritus de las tinieblas” y
las fuerzas del odio y del temor
Por FLAVIO MATEOS
Entre los tantos
hechos relevantes ocurridos en días 13, como las apariciones de Fátima (muchos
de los cuales reseñamos en nuestro libro “Fátima y Rusia”), está el siguiente:
el 13 de enero de 1864, la Virgen María le dictó al Padre Cestac (1801-1868), Fundador de
la Congregación de las Siervas de María en Anglet, Francia, la siguiente
oración, con el fin de combatir victoriosamente a las fuerzas infernales,
después de que el sacerdote tuviera una visión de los «destrozos
indescriptibles» que causaban los demonios en la Tierra. Esta bella oración fue
recomendada por el papa Pío IX, y enriquecida con indulgencias por los papas
León XIII y San Pío X (precisamente hoy 8 de julio hace exactamente 115 años). He
aquí la oración:
Augusta Reina de los Cielos, soberana
Dueña de los Ángeles, Vos que desde el principio, habéis recibido el poder y la
misión de aplastar la cabeza de Satán, Os pedimos humildemente que enviéis
Vuestras santas legiones afín de que, a Vuestras órdenes y por Vuestro poder,
persigan a los demonios, los combatan en todo lugar, repriman su audacia y los
arrojen al abismo.
¿Quién como Dios?
Oh buena y tierna Madre, Vos seréis por
siempre nuestro amor y nuestra esperanza.
Oh divina Madre, enviad los Santos
Ángeles para defenderme y ahuyentad lejos de mí al cruel enemigo.
Santos Ángeles y Arcángeles,
defendednos y guardadnos. Amén.
Veamos un relato del
hecho:
“El 13 de enero de
1864, el Padre Luis Cestac (fundador de la Congregación de las Siervas de
María, muerto en 1868), acostumbrado a las bondades de la Santísima Virgen, fue
súbitamente tocado como de un rayo de claridad divina. Vio los demonios
esparcidos por el mundo, causando estragos indecibles. Al mismo tiempo, tuvo
una visión de la Santísima Virgen. Esta buena Madre le dijo que en efecto los
demonios estaban desencadenados en el mundo y que la hora había llegado de
invocarla como Reina de los Ángeles y rogarle que envíe las santas legiones para
combatir y derribar las potencias del infierno”.
“Madre mía, contestó
el Padre, Vos que sois tan buena, ¿no podríais enviarlas sin que se Os pida?
No, respondió la Santísima Virgen, la oración es una condición exigida por Dios
mismo para obtener las gracias. Pues bien, Madre mía, replicó el Padre, ¿querríais
Vos misma enseñarme la manera de rogaros? Y entonces recibió de la Santísima
Virgen la oración: “Augusta Reina”.
“Mi primer deber,
escribió el Padre Cestac, fue de presentar esta oración a Monseñor Lacroix,
obispo de Bayona, quien tuvo a bien aprobarla. Cumplido este deber, hice
imprimir 500.000 ejemplares y tomé la resolución de enviarlos por todas partes.”
“Debemos decir que al
momento de la primera impresión, las prensas se rompieron por dos veces”.
Podemos agregar a
esto que el año en que fue dictada la oración fue 1864. La Virgen en La Salette
había dicho: “En el año 1864, Lucifer y un gran número de demonios serán
liberados del infierno: ellos abolirán la fe poco a poco y aun en las personas
consagradas a Dios; van a cegarlos de tal manera que, excepto por una gracia
particular, esas personas serán tomadas por el espíritu de esos ángeles malos;
muchas casas religiosas perderán enteramente la fe y perderán muchas almas”.
Esto parece haber visto el P. Cestac en su visión, y por eso la Virgen le dictó
una oración especial contra las legiones satánicas. Del mismo modo parece haber
ocurrido con el papa León XIII, precisamente otro día 13, el 13 de
octubre de 1884 (13 de octubre sería la última aparición en
Fátima), cuando tuvo la visión de las huestes infernales invadiendo la Iglesia
y el mundo, lo que le inspiró la Oración a San Miguel Arcángel para
rezar al final de la Misa tridentina (oración que los modernistas conciliares
quitaron rápidamente cuando inventaron el Novus Ordo).
1864 fue un año
decisivo, pues mientras las fuerzas del mal se organizaban ya en la Primera
Internacional socialista, de la cual derivaría la Comuna de París (1871), la
Iglesia daba una formidable respuesta, cuando Pio IX diera a conocer la
encíclica Quanta cura y el Syllabus. El combate
entre la Mujer y la Serpiente, se volvía más encarnecido, preludiando lo que
iba a ser el siglo XX. En ese combate sin tregua nos encontramos implicados
cada vez más. Recemos con insistencia el Santo Rosario y también la oración del
Padre Cestac cotidianamente.
¡Viva el Sagrado
Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María!