Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María
viernes, 6 de octubre de 2023
sábado, 12 de agosto de 2023
«LA RECONQUISTA»
Santiago
de Liniers hizo ante esta imagen, el 1° de julio de 1806, el voto solemne de
ofrecerle las banderas tomadas a los británicos si la reconquista tenía
éxito. Y cumplió su voto, naturalmente, por lo que las banderas tomadas a
los ingleses, aun hoy, permanecen en el camarín de la Virgen del Rosario.
Por ROBERTO HORACIO
MARFANY (1907-1989)
Este sábado
12 de agosto se cumple un nuevo aniversario de aquella magnífica y heroica
gesta en la cual el ejército y el pueblo de Buenos Aires, derrotaron al invasor
inglés. Vaya, pues, nuestro homenaje a quienes combatieron gallardamente y a
quienes ofrendaron generosamente sus vidas en defensa de nuestra fe y de
nuestro territorio.
La
Reconquista de la Ciudad de Buenos Aires en 1806 del dominio británico es un
hecho militar. Pero ese hecho militar no es la causa de la Reconquista. Es solamente
el medio que la hace posible. Por eso, no basta para comprender la Reconquista
con hacer un recuento, por minucioso que sea, de los recursos en hombres y
armamentos de cada combatiente.
Esos
recursos han sido prolijamente investigados. Sin embargo, la causa del triunfo
británico y su posterior e inmediata derrota, no ha entrado en el cómputo como
elemento eficiente y ha sido, cuando más, registrado como hecho secundario o
circunstancial.
Es
nuestro propósito dirigir la atención a la causa de la derrota de nuestro
ejército, primero, y de su triunfo, después. Esa causa fue la cuestión
religiosa que determinó uno y otro resultado. Por cierto, que ningún
historiador ha advertido su influencia determinante.
1.600
combatientes ingles se apoderaron de una Ciudad de 60.000 o 70.000 habitantes,
distribuidos en la planta urbana y sus aledaños, la cual poseía una fuerza
militar superior a la de los invasores. Las tropas regulares y voluntarias que
salieron a combatir a los intrusos apenas desembarcados en Quilmes, tenían
confianza en el triunfo. Pero el revés fue total. Y aunque la culpa del
desastre se atribuyó a la ineptitud del virrey Sobremonte y a la impericia de
los jefes militares que dirigieron las acciones, lo cierto es que la derrota no
se explicó por sus causas.
En la
hora de la tribulación de la cautiva Ciudad, los alardes militares de la
víspera se convirtieron en oraciones y plegarias, invocando la ayuda de Dios
para el buen suceso de las armas en justa causa. Y como aquellos hombres tenían
fe verdadera, podían arrodillarse sumisos ante la majestad de Dios, para
presentarse altivos y arrogantes frente a otros hombres en defensa de la
Verdad.
Nadie que
contemple con buena voluntad a ese atribulado pueblo en oración, dejará de
comprender que los ruegos eran sinceros y que ellos esperaban del cielo los
favores que no pudieron alcanzar con las solas fuerzas humanas.
El
historiador suele registrar los hechos humanos sin advertir la influencia que
en ellos tiene la Providencia. Pero en el complejo de circunstancias que hacen
posible la dominación inglesa y su posterior sacudimiento, esa fuerza
sobrenatural actúa con singular evidencia.
En
el Te Deum celebrado en la Catedral de Charcas (Bolivia) el 3
de septiembre de 1806, para dar gracias al Dios de los Ejércitos por la buena
nueva de la Reconquista, el canónigo Matías Terrazas predicó en estos
términos: «Por la correspondencia que salió de Buenos Aires el 26 de
junio, sabemos que los vecinos de Buenos Aires se explicaban con un valor y
generosidad que despreciaba al enemigo, que graduaba de delirio su empresa y
que inspiraba cierta seguridad en la victoria. Pero es que al día siguiente ya
el general inglés se apellidaba gobernador de Buenos Aires por el rey de la
Gran Bretaña. No busquemos la causa de esta desgracia sino en nuestras culpas.
Todos los medios de la prudencia humana no son bastantes para sustraernos de
las determinaciones de una providencia soberana, cuando ésta está resuelta a
castigarnos».
No dejó
esas culpas en el terreno de las suposiciones. Hizo de ellas una prolija
enumeración, sobre la que nosotros debemos reflexionar, porque son actuales y
operantes en los males que actualmente nos afligen. Para el canónico
Terrazas ésta fueron las causas de la derrota porteña: «Tanta
afeminación en los hombres; tanta falta de pudor en las mujeres; tantas
omisiones culpables en los magistrados; tantos descuidos en los padres de
familia; tantas desobediencias en los hijos; tanta tibieza aún en los ministros
del santuario».
En el
mismo orden de ideas predicó Fray José Ignacio Grela en la ceremonia religiosa
celebrada en la Iglesia de Santo Domingo, el 24 de agosto de 1806, al rendir
Liniers a la Virgen del Rosario las banderas inglesas capturadas en la
Reconquista. «Es necesario confesar que la toma de Buenos Aires por las
tropas inglesas –dijo– fue un rayo de la Divina Justicia que quiso castigar por
este medio nuestros delitos; pero castigo al mismo tiempo en que se admira la
Divina misericordia, que preparó por este medio a sus fieles hijos y habitantes
la ocasión más oportuna para acreditar su religiosidad y patriotismo».
El
ejército inglés dominó la ciudad por la fuerza, pero no pudo someter las almas.
Pues aunque el general Beresford prometió públicamente respetar la libertad de
culto a la Religión Católica, prohibió por conducto privado la administración
de los sacramentos y la exposición del Santísimo en las Iglesias. Y no parezca
extraño que esta ofensa a nuestra Santa Religión tuviera más efecto que la
posible prosperidad económica que prometió con la proclamada libertad de
comercio.
Un rudo
soldado porteño, contemporáneo de aquel tiempo, hizo esta descripción: «En
los 47 días que duró la ocupación inglesa, el pueblo estuvo oprimido sin que
ningún oficio trabajase y ninguna tienda vendiese nada; parecía plaga».
Un vecino
de Buenos Aires, que soportó el dominio inglés, describió así de los
captores: «No solamente son enemigos del Estado y la Nación sino, lo
que es más, de Dios, su Iglesia, su fe, su Religión, sus leyes, sus ministros,
sus templos y todo lo más sagrado». Y recuerda que mientras duró la
ocupación en las Iglesias no se administraban los sacramentos «por
evitar la profanación, el sarcasmo, la irreligión y ultraje del protestante».
Al Obispo
de Santiago de Chile le escribe un amigo desde Buenos Aires, el 16 de noviembre
de 1806, en estos términos: «Qué bien ha penetrado Vuestra Señoría
Ilustrísima nuestra opresión en medio de unos tiranos sin religión, sin
humanidad, y unos piratas declarados del género humano, cual miraban esta
Capital los hombres sensatos; todo expuesto a la mayor ruina y lo principal la
religión; pero Dios Nuestro Señor dio fin a tanta miseria en vista de las
súplicas y ruegos de tantas buenas almas como hay en esta Capital y
especialmente este relicario de Capuchinos».
La
Reconquista se opera el 12 de agosto de 1806. Aparentemente una fecha
cualquiera del almanaque. Pero el 12 de agosto es el día de la festividad de
Santa Clara, discípula de San Francisco, que ahuyentó a los sarracenos que
atacaron con intenciones de saqueo el pueblo de Asís, con sólo mostrarles una
hostia consagrada. Y los ingleses, que habían impedido la exposición del
Santísimo en las Iglesias de Buenos Aires, quedaron derrotados el día de Santa
Clara. Por ese favor, el Cabildo la juró por patrona de la Ciudad. Hoy ya nadie
recuerda este patronazgo, porque no tenemos memoria de las cosas trascendentes.
Esperamos, sin embargo, que ocurra otra Reconquista de la Fe.
La
expulsión de los ingleses fue festejada con enorme regocijo y en distintos
actos, religiosos y profanos, porque fue una verdadera resurrección. Y
circularon, entre otros, estos versos que encarecen la liberación:
Por lo cual debemos todos,
con devoción la más tierna,
tributar a Dios las gracias,
con alabanzas eternas.
* En «Revista Cabildo», 2ª
época – Año I – N°9 – 13 de agosto de 1977.
Fuente:
https://blogdeciamosayer.blogspot.com/2023/08/la-reconquista-roberto-horacio-marfany.html
viernes, 30 de diciembre de 2022
AÑO DEL SEÑOR 2023
2023:
¡RESISTIR FIRMES EN LA FE!
¡A CRISTO POR MARÍA!
“Debemos vencer la terrible
sugestión del mal y ser más bien nosotros los que dominamos al demonio al punto
de obligarlo a no corrompernos la vida, como la luz hace huir a las tinieblas y
la llama disuelve el hielo, obligándolo a derretirse. Si todos los cristianos
conservaran íntegro y fuerte su carácter, representarían en el mundo el
ejército del bien y lo obligarían a rendirse. Un solo grupo de soldados en perfecto
uniforme, con el paso marcial y las armas adecuadas, se impone ante un gran
gentío de desaforados; ahora bien, nosotros somos el ejército del Señor,
vestidos y armados por Él, y debemos imponernos al mundo con nuestra vida, con
nuestro hábito y con nuestras obras santas. Sólo así el mundo no prevalece y el
maldito reino del mal está vencido”.
Padre Dolindo Ruotolo
“¡Oh, Cristianos! Tiempo es
de defender a vuestro Rey y de acompañarle en tan grande soledad, que son muy
pocos los vasallos que le han quedado y mucha la multitud que acompaña a
Lucifer; y lo que es peor, es que se muestran amigos en lo público y véndenle
en lo secreto; casi no halla de quien se fiar”.
Santa Teresa de Jesús
“María se manifiesta no
solamente como Virgen Poderosa y consoladora en las horas de angustia para la
ciudad terrestre y la vida corporal, sino que se muestra sobre todo como Virgen
auxiliadora, fuerte como un ejército en orden de batalla, en las épocas de
devastación de la Santa Iglesia y de agonía espiritual de sus hijos. Ella es la
reina de la historia del género humano, no solamente para los tiempos de
angustia, sino también para los tiempos del Apocalipsis (…)
“La que aplasta la cabeza
del Dragón infernal en su Concepción Inmaculada y en su Maternidad virginal, la
que ha sido glorificada incluso en su cuerpo y que reina en el Cielo con su
Hijo, Ella domina como soberana todos los tiempos de nuestra historia y
particularmente los tiempos más tremendos para las almas, a saber, los de la
venida del Anticristo y aquellos en que sus diabólicos precursores prepararán
esta venida”.
Padre Calmel
“Ensanchemos los corazones
oprimidos y demos gloria a Dios, que ha querido mostrarnos en su Madre benditísima
dos cosas hoy día tan dignas de eterno recuerdo: la necesidad de luchar y la
seguridad de vencer. Primero la lucha, y ésta incansable; luego la
victoria, y ésta segura, porque está prometida; y al fin la corona, y ésta
inmortal e imperecedera como la de María”.
Padre Sardá i Salvany
sábado, 5 de noviembre de 2022
A UN SIGLO DE LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN DEL ROSARIO
Por ROBERTO L. ELISSALDE
La imagen de
la Nuestra Señora del Rosario, principal advocación mariana de la Orden de
Predicadores, que se conserva en el Convento de San Pedro Telmo conocido
habitualmente como de Santo Domingo, es una antigua talla que tiene 426 años en
Buenos Aires.
Ya en 1586
se veneraba en nuestra ciudad en presidiendo el culto en la primitiva iglesia
matriz porteña.
Adquirió
pronto particular devoción en aquella población que apenas superaba los 300
pobladores; quizás influenciada porque ella había acompañado al ejército
español en la batalla de Lepanto un 7 de octubre de 1571, cuando el ejército de
don Juan de Austria enarboló una bandera enviada por Pío V con la imagen de la
cruz y de la virgen: “Dame un ejército que rece el rosario y conquistaré el
mundo".
No era para
menos, Cervantes que ganó su mote de manco en esa acción afirmó: “La más
memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los
venideros”.
Decididos a
organizarse los no pocos devotos del templo ubicado en la calle más importante
de la ciudad, por la que entraban gobernadores, obispos y virreyes, los fieles
organizaron la Cofradía dedicada a honrar el culto mariano, con sus misas
mensuales, encuentros y obras piadosas.
LA PERFIDA ALBION
Cuando en
1806 la ciudad fue invadida por las tropas británicas, según constancia en el
libro de actas, don Santiago de Liniers declaró: “Estoy resuelto a hacerlo,
reverendo padre. Hoy mismo, en el transcurso de la misa, he hecho ante la
imagen sagrada de la Virgen un voto solemne. Le ofreceré las banderas que tome
a los británicos si la victoria nos acompaña. Y no dudo que la obtendré si
marcho a la lucha con la protección de Nuestra Señora, hoy mismo partiré a Montevideo
a encontrarme con el señor gobernador de esa plaza, don Pascual Ruiz Huidobro,
para que nos ayude en la reconquista”.
Y Montevideo
ayudó, y así unidos aquellos a los criollos lograron el 12 de agosto recuperar
la ciudad y Liniers cumpliendo con su voto entregó las banderas a la
Santísima Virgen del Rosario, a cuya protección había colocado la empresa.
Su devoción
se manifestó posteriormente, entregando el bastón y algún trofeo a la imagen
que se encuentra en la iglesia del Rosario de la ciudad de Córdoba, envío que
hizo a través de su amigo don Francisco Antonio de Letamendi.
LOS BELGRANO Y DON HIPOLITO
A menos de
40 metros de ese templo y ampliamente vinculado al mismo, y a la Tercera Orden,
estaban los Belgrano, comenzando por el fundador de la familia don
Domingo; siguiendo por sus hijos, educados en primeras letras en ese
lugar. Manuel Belgrano, no olvidó esa especial devoción y donó dos banderas
tomadas al ejército español en el Alto Perú en 1813.
La sagrada
imagen recibió no pocos títulos: Milagrosa, Histórica, Antigua, Primera.
Todo ello motivó que un grupo de señoras encabezadas por Inés Dorrego de Unzué,
impulsaran la coronación de la sagrada imagen y ella misma entre 1928 y 1931
costeó el magnífico camarín. Con la autorización del Papa Pío XI, la ceremonia
se realizó el sábado 7 de octubre de 1922, presidida por el Internuncio
Apostólico, monseñor Alberto Vassallo di Torregrosa, obispos y altos
dignatarios de la iglesia.
El gobierno
estuvo representado por el presidente de la República, Hipólito Yrigoyen. Nos
aminamos a decir que fue prácticamente su último acto oficial con tal
concurrencia de público, ya que se realizó en la Plaza de Mayo, a cinco días de
entregar el mando al doctor Marcelo T. de Alvear.
Don Hipólito además era muy cercano a los padres dominicos, visitaba a menudo
el convento y su cuerpo fue amortajado con el hábito de la orden.
LLAMAS SACRILEGAS
En una noche
aciaga cuando las llamas sacrílegas no respetaron ni la santidad del templo ni
la majestad de los próceres que en él descansaban, la histórica imagen se salvó
del terrible incendio, en el que Buenos Aires perdió buena parte de su patrimonio
artístico e histórico religioso.
Un año
después recibió nuevamente esos trofeos recuperados, que la acompañaban desde
hacía casi un siglo y medio.
Continúa
Nuestra Señora del Rosario en ese histórico solar, custodiando testimonios de
nuestra historia y recibiendo la permanente devoción de su pueblo, con la
memoria agradecida y la súplica reverente para tantas necesidades, como las que
se viven en el presente; a la vez que especialmente también se recuerda a los
caídos en Malvinas en el 40 aniversario de esa gesta que la tuvo como excelsa
patrona.
Fuente: https://www.laprensa.com.ar/521963-A-un-siglo-de-la-coronacionde-la-Virgen-del-Rosario.note.aspx
“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”
“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL” Por FLAVIO MATEOS El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...