SOLZHENITSYN
Y PUTIN
Por
JOSEPH PEARCE
A la luz
o a la sombra del actual conflicto en Ucrania, parece apropiado recordar la
relación de Aleksandr Solzhenitsyn con Vladimir Putin. Esto permitirá una
comprensión más profunda del trasfondo del conflicto, especialmente si lo que
sigue se lee junto con la comprensión profética de Solzhenitsyn de las razones
subyacentes del mismo, que se analizaron en este ensayo anterior, The
Voice of a Prophet: Solzhenitsyn on the Ukraine Crisis. Si tanto los
ucranianos como los rusos hubieran podido convencerse de la sabiduría de la
perspectiva de Solzhenitsyn, habría sido posible una solución justa del
problema, evitando la guerra y sus destructivas consecuencias. Tal y como están
las cosas, ambas partes han sucumbido a la beligerancia intransigente que ha
conducido a la situación actual.
El
siguiente relato de la relación de Solzhenitsyn con el líder ruso se ofrece
como medio para ilustrar al lector occidental, acosado y asediado por la
propaganda y la parcialidad de los medios de comunicación, sobre la situación
de la Rusia poscomunista en la primera década de este siglo.
El 20 de septiembre de 2000, Solzhenitsyn se reunió por primera vez con el recién elegido presidente ruso, Vladimir Putin. Putin se esforzó en ilustrar que contaba con la aprobación de Solzhenitsyn para las políticas de su gobierno. Un año más tarde, en agosto de 2001, Putin declaró que, antes de sus reformas educativas, se habían enviado documentos a “personas muy diferentes, conocidas y respetadas por el país, entre ellas Alexander Solzhenitsyn” [Pravda, 29 de agosto de 2001]. A pesar de tales elogios, Solzhenitsyn se reservó el derecho de criticar al gobierno a gritos. Al igual que el personaje de Aslan en las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis, Solzhenitsyn no era un “león domesticado”. Al contrario, era propenso a morder la mano que le hacía un cumplido. El 14 de diciembre de 2000, hizo una rara aparición pública para aceptar un premio de humanidades en la Embajada de Francia en Moscú y aprovechó la ocasión para atacar las políticas de la Rusia poscomunista. En su discurso de aceptación, y durante la conferencia de prensa que le siguió, pronunció lo que el Moscow Times describió como una “crítica devastadora a la década de Boris Yeltsin”. Tampoco se libró de su ira Putin, a quien criticó por cometer varios “errores políticos”, entre los que destacaba la reciente decisión de Putin de restablecer la melodía del himno soviético como himno nacional [Moscow Times, 14 de diciembre de 2000].