Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

Mostrando las entradas con la etiqueta Andrés de Asboth. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Andrés de Asboth. Mostrar todas las entradas

viernes, 30 de mayo de 2025

LA VOLUNTAD DE DIOS, HOY

 


Por ANDRÉS DE ASBOTH

 

“He aquí la esclava del Señor, hágase en Mí según tu palabra” (Lucas 1, 38). Esta contestación de María Santísima al anuncio del Arcángel San Gabriel encierra toda la perfección y sabiduría humana, la absoluta conformación de la voluntad con la de Dios. Nada más a propósito para los tiempos actuales, tan llenos de “cristianismo adulto” y de “autonomías” que meditar estas palabras. Nuestra Señora, que es la Inmaculada, la que nuca tuvo pecado alguno, dijo en verdad ––pues de su boca no podía salir mentira–– que era la esclava del Señor, es decir, éste era el estado que le correspondía. No pretendió hablar como la más perfecta de las criaturas, ni alegar méritos, si no tan sólo cumplir la voluntad del Altísimo. Por eso mereció ser llamada Bienaventurada por todas las generaciones, ser Madre del Redentor, Mediadora de todas las gracias y Reina de todo lo creado, lo que significa Señora en el sentido más estricto de la palabra, es decir a la que todo está sujeto en los cielos y tierra. Ella es un ejemplo viviente de la palabra de Cristo: “Cualquiera que se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado” (Lucas 14, 11).

Para santificarse es necesario hacer la voluntad de Dios. Hasta la mortificación, la pobreza y las obras, si se hacen contra su voluntad, no sólo no sirven un ápice para la salvación si no que son nefastos, pues el hombre ha sido creado para conocer, amar y servir a Dios y después gozarlo eternamente y no para realizar tal o cual acto heroico y vanagloriarse de él.

No es con la constante afirmación de unos pretendidos derechos humanos que se eleva el hombre sino siguiendo el camino de la Cruz. Jesucristo no dijo: reclama derechos, sino: “si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo y cargue su cruz y sígame” (Marcos 8, 34). No predicó el orgullo ni la rebelión, sino la humildad y la pureza, virtudes de Maríacontra las cuales mueve Satanás la guerra religiosa de la revolución anticristiana, utilizando profundas transformaciones sociales para crear un mundo ateo en que esas virtudes serían borradas de la faz de la tierra.

Todas las épocas cristianas han sido marianas, más la actual debe serlo, actualmente Dios lo quiere de un modo manifiesto. Si es, como vimos más arriba, condición indispensable para cualquier progreso espiritual cumplir con la voluntad de Dios, ¿cómo podemos imaginarnos que sea posible conseguir algún bien oponiéndose al deseo de Nuestro Señor que hizo bailar al sol delante de cincuenta mil personas para confirmarnos que quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María, al que puso como piedra fundamental de la historia contemporánea? Para conseguir la paz tan ansiada por las naciones, necesitamos de poderosa intercesión. No sólo en FÁTIMA se ha visto el poder de Dios desplegarse para mostrarnos el único camino, sino la Virgen ––que siempre hace la voluntad del Señor–– ha hablado en muchas oportunidades en los tiempos modernos desde su aparición en la rue du Bac a Santa Catalina Labouré. El mismo desarrollo dentro de la Iglesia del culto mariano, que tantos frutos excelentes ha dado, se debe atribuir a la acción del Espíritu Santo.

Recordar esto es más actual que nunca, en especial ahora en el cincuentenario de FÁTIMA, donde la grandeza de Dios se puso de manifiesto en alabanza de María, mostrándonos, por medio de Ellael único camino para construir la ciudad católica ––oración y penitencia.

En el año 1917 se produjeron los dos acontecimientos de mayor significación histórica de nuestro siglo: el mensaje del cielo que nos infunde esperanza en el caos y la decadencia actual, y la tentativa del infierno ––por medio de la Revolución de octubre–– de edificar una sociedad comunista, tentativa condenada al fracaso, por más éxitos temporales que se coseche, pues nadie puede vencer a Cristo Rey, quien en estos tiempos reservó a su Madre la misión de triunfar sobre los enemigos.

Por eso son locos ––sí, locos, no dudamos subrayarlo y repetirlo otra vez–– y también instrumentos del Demonio, los que minimizan el culto mariano y desalientan a la devoción popular, poniendo obstáculos en el camino de la solución de la crisis iniciada por la Reforma, cuya última consecuencia es el comunismo que nos amenaza tanto desde afuera como desde adentro, infiltrado en todas nuestras instituciones, sin la toma de conciencia de esa civilización moderna con la cual, como lo señala el Syllabus, es imposible la reconciliación para la Iglesia.

La solución única e irremplazable es Nuestra Señora. Por eso la devoción mariana es tan actual y es una necesidad absoluta. Esto lo siente el pueblo fiel al resistirse de abandonarla a pesar de tantos profetas que andan por el mundo combatiéndola. La Virgen Santísima aplastará los errores modernos, para que se haga realidad lo anunciado hace cincuenta años:

 “AL FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ”

 

Revista “Roma”, n° 2, noviembre de 1967.

 

 

“Programa para la Tradición”, Editorial ICTION. Año 1981. Bs. As. Argentina.

 

https://sanmiguelarcangel-cor-ar.blogspot.com/2017/02/la-voluntad-de-dios-hoy-por-andres-de.html

viernes, 10 de noviembre de 2023

FÁTIMA, ÚNICO CAMINO PARA NUESTRA ÉPOCA

 


Por ANDRÉS DE ASBOTH

 

La salvación del mundo comenzó por medio de María, y por medio de Ella debe alcanzar su plenitud. María casi no se manifestó en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres, poco instruidos e iluminados aún acerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad, aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente a la Madre, como habría ocurrido seguramente si Ella hubiera sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo le había concedido aun en su exterior. Tan cierto es esto, que San Dionisio Areopagita escribe que, cuando la vio, la hubiera tomado por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable belleza, si la fe -en la que se hallaba bien cimentado- no le hubiera enseñado lo contrario. Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo parcialmente desde que se predica el Evangelio.

 Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos:

1. porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los apóstoles y evangelistas que no la dieran a conocer;

2. porque Ella es la obra maestra de las manos de Dios tanto en el orden de la gracia como en el de la gloria, y El quiere  a causa de Ella ser glorificado y alabado en la tierra por los hombres;

3. porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de justicia, Jesucristo, y, por lo mismo, debe ser conocida y manifestada si queremos que Jesucristo lo sea;

4. porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez, y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente;

5. porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarle perfectamente. Por Ella deben, pues, hallar a Jesucristo las personas santas que deben resplandecer en santidad. Quien halla a María, halla la vida (ver Prov 8,35), es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Ahora bien, no se puede hallar a María si no se la busca ni buscarla si no se la conoce, pues no se busca ni desea lo que no se conoce. Es, por tanto, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad;

6. porque María debe resplandecer, más que nunca, en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia: en misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos, que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan; en gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor;

7. por último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces como un ejército en orden de batalla (Cant 6,3), sobre todo en estos últimos tiempos, cuando el diablo, sabiendo que le queda poco tiempo (Ap 12,17) -y mucho menos que nunca- para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.

A estas últimas y crueles persecuciones de Satanás, que aumentarán de día en día hasta que llegue el anticristo, debe referirse, sobre todo, aquella primera y célebre predicción y maldición lanzada por Dios contra la serpiente en el paraíso terrestre. Nos parece oportuno explicarla aquí, para gloria de la Santísima Virgen, salvación de sus hijos y confusión de los demonios.

“Yo pondré enemistades entre tú y la mujer, y tu raza y la suya; ella misma te aplastará la cabeza y tú pondrás asechanzas a su talón” (Gén 3,15).

Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable enemistad, que durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado contra Satanás es María, su santísima Madre. Ya desde el paraíso terrenal –aunque María sólo estaba entonces en la mente divina– le inspiró tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino, en cierto modo, más que al mismo Dios. No ya porque la ira, odio y poder divinos no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, cuyas perfecciones son limitadas, sino: 1. porque Satanás, que es tan orgulloso, sufre infinitamente más al verse vencido y castigado por una sencilla y humilde esclava de Dios, y la humildad de la Virgen lo humilla más que el poder divino; 2. porque Dios ha concedido a María un poder tan grande contra los demonios, que -como, a pesar suyo, se han visto muchas veces obligados a confesarlo por boca de los posesos- tienen más miedo a un solo suspiro de María en favor de una persona que a las oraciones de todos los santos, y a una sola amenaza suya contra ellos más que a todos los demás tormentos.

Lo que Lucifer perdió por orgullo lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y perdió por desobediencia lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor.

Dios no puso solamente una hostilidad, sino hostilidades, y no sólo entre María y Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir, Dios puso hostilidades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y esclavos del diablo: no pueden amarse ni entenderse unos a otros. Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos de este mundo de pecado –¡todo viene a ser lo mismo!– han perseguido siempre, y perseguirán más que nunca de hoy en adelante, a quienes pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro tiempo Caín y Esaú –figuras de los réprobos– perseguían a sus hermanos Abel y Jacob, figuras de los predestinados. Pero la humilde María triunfará siempre sobre aquel orgulloso, y con victoria tan completa que llegará a aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo. María descubrirá siempre su malicia de serpiente, manifestará sus tramas infernales, desvanecerá sus planes diabólicos y defenderá hasta al fin a sus servidores de aquellas garras mortíferas”.

 

Las inspiradas páginas que anteceden, y que tomamos del magnífico libro de San Luis María Grignion de Montfort, titulado “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”, prueban con superabundancia la importancia realmente grandiosa y totalmente excepcional de Nuestra Señora, Corredentora del género humano, en los acontecimientos históricos y muestran que su papel es siempre creciente en el decurso de los siglos.

Confirmando estas mismas verdades, la Madre de Dios en persona se dignó aparecer en 1917 a tres pastorcitos en Fátima, anunciando acontecimientos que iban a suceder, pidió la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, la comunión reparadora de los primeros sábados. Dijo: “Si atendieran a mi pedido, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, Rusia esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas”.

La Santísima Virgen pidió oración y penitencia y se quejó amargamente de las costumbres, las modas que iban a venir y que tanto ofenden a Dios Nuestro Señor. Es decir, señaló, como flagelos del mundo, al comunismo y a la inmoralidad.

También se oyó de boca de María, confirmando su papel creciente en la historia de salvación: “Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”.

Por lo tanto, parafraseando el dogma católico, fuera de la Iglesia no hay salvación, “autem Ecclesiam nulla salus”, podemos decir con seguridad: FUERA DE MARÍA NO HAY SALVACIÓN.

Nuestra Señora nos señaló el camino, nos dio los remedios, y también nos aseguró la esperanza. “Finalmente…mi Corazón Inmaculado triunfará”.

 

Andrés de Asboth, Combate por Roma, Editorial Iction, Buenos Aires, 1981.

 


“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...