Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

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martes, 6 de mayo de 2025

EL SÉPTIMO PAPA

 


Por IGNACIO KILMOT

 

Mons. Straubinger, a propósito del simbolismo del número 7 (en este caso en el Apocalipsis: 7 iglesias, 7 cartas, 7 candelabros, 7 estrellas, 7 trompetas, etc.), dice:

“Desde la antigüedad ven muchos comentaristas en el número siete un símbolo de lo perfecto y universal, de manera que las siete Iglesias representarían una totalidad (S. Crisóstomo, S. Agustín, S. Gregorio, S. Isidoro). Muchos consideran que las siete Iglesias corresponden a otros tantos períodos de la historia de la Iglesia universal (cf. 1, 19 y nota). Su más conocido representante en la patrística es S. Victorino de Pettau, quien en su comentario caracteriza los siete períodos de la siguiente manera: 1) el celo y la paciencia de los primeros cristianos; 2) la constancia de los fieles en las persecuciones; 3) y 4) períodos de relajamiento; 5) peligro por parte de los que son cristianos solamente de nombre; 6) humildad de la Iglesia en el siglo y firme fe en las Escrituras; 7) las riquezas y el afán de saberlo todo cohíbe a muchos para seguir el recto camino. Este sistema, con más o menos variantes, se mantuvo durante la edad media y encontró, en un escrito atribuido a Alberto Magno, la siguiente exposición: Éfeso: el período de los apóstoles, persecución por los judíos; Esmirna: período de los mártires, persecución por los paganos; Pérgamo: período de los herejes; Tiatira: período de los confesores y doctores y herejías ocultas; Sardes: período de los santos sencillos, durante el cual se introducen las riquezas y el escándalo de malos cristianos que aparentan piedad; Filadelfia: abierta maldad de cristianos; Laodicea: período del Anticristo. En la Edad moderna han difundido este modo de interpretación el santo sacerdote Bartolomé Holzhauser, Manuel Viciano Rosell y otros.”

El 7 es el número de lo “completo” o una “totalidad”.

El ciclo de los “Papas de Aviñón” (exilio de la Iglesia) abarcó el pontificado de 7 Papas. Pues bien, la “Iglesia conciliar” que comenzó con Juan XXIII tuvo hasta ahora… 6 Papas. El próximo será el séptimo y puede ser el que cierre este ciclo infame, que ha postrado a la Iglesia hasta llevarla a asimilarse con esa secta advenediza que es el protestantismo. Al inicio y al final del ciclo estaría la intervención milagrosa de la Santísima Virgen de Fátima, la vencedora de todas las herejías, que nunca deja de auxiliar a la Iglesia cuando ésta más lo precisa.

El Cónclave para elegir al Papa número 7 de los conciliares, comenzará un día 7. Serán 133 cardenales electores, es decir: 1+3+3=7. Francisco murió el 21-4: 2+1+4=7. En 2029 se cumplirán 70 años de la convocatoria del Vaticano II. Parece cerrarse un oprobioso ciclo que se completa.

Recordemos también que 70 años duró el cautiverio del Pueblo de Dios en Babilonia, y casi 70 años duró el comunismo de la Unión Soviética…también el Templo de Jerusalén fue destruido en el 70 AD.

La guerra de Israel contra Gaza en medio Oriente (guerra final para construir el “Gran Israel” y reconstruir el tercer templo) comenzó un día 7.

En cuanto a las interpretaciones de las siete iglesias, todo parece indicar que se acaba el período de Sardes: “cristianos solamente de nombre”, “se te tiene por viviente pero estás muerto”, etc. Es decir, la hipocresía y falsedad de la neo iglesia conciliar. 

Como dato interesante, dice el texto del Apocalipsis al final de esta carta a Sardes: “Con todo, tienes en Sardes algunos pocos nombres que no han manchado sus vestidos; y han de andar conmigo vestidos de blanco, porque son dignos. El vencedor será, vestido así, de vestidura blanca, y no borraré su nombre del libro de la vida; y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”. Es interesante, porque al final de su pontificado Francisco apareció públicamente sin la vestidura blanca (la sotana papal). “Andar vestido de blanco significa participar en el triunfo del mismo Cristo”, dice Mons. Straubinger. Sacarse el blanco es signo de derrota, ser borrado del libro de la vida. Buen símbolo de la "Iglesia conciliar".

Dios tenga misericordia.

sábado, 25 de noviembre de 2023

APOCALIPSIS

 


Si para muchos la Biblia en general ha dejado de ser el libro de espiritualidad, ¿cuánto más el Apocalipsis? Ya en el siglo séptimo el IV Concilio de Toledo se vio obligado a excomulgar a los sacerdotes que no lo explicasen todos los años en las misas desde Pascua a Pentecostés. ¿Qué dirían los Padres del Concilio si vieran cómo el Apocalipsis ha llegado a ser hoy el libro menos leído y más olvidado de la Biblia?

“Bienaventurado el que lee y oye las palabras de esta profecía" (Apoc. I, 3). Leamos, pues, sin miedo la tremenda y dulcísima profecía del Apocalipsis. Tremenda para los traidores de Cristo; dulcísima para “los que aman su advenimiento” y aspiran a los misterios de la felicidad prometida para las Bodas del Cordero. Sobre ellos dice San Jerónimo: “El Apocalipsis de San Juan contiene tantos misterios como palabras; y digo poco con esto, pues, ningún elogio puede alcanzar el valor de este libro”.

Mons. Juan Straubinger.

 

(Poco y Católico FB)

jueves, 26 de octubre de 2023

LA SÍNTESIS DE TODO EL EVANGELIO

 



 

“Ha mirado la humillación de su esclava. . . Ha hecho en mí grandes cosas". 

(Luc. 1, 48-49).

 

“Si María Santísima no nos hubiera dejado más que esta enseñanza, nos habría indicado ya en esas palabras la síntesis de todo el Evangelio. Con una sola cosa no transige nunca Dios, con la soberbia, y nunca resiste a la pequeñez reconocida y confesada”.

Mons. Juan Straubinger

 

(Visto en https://www.facebook.com/PocoYCatolico)

 


EL ETERNO MENDIGO

 


“No me enseña la Escritura a ser capitalista; debo ser el eterno mendigo. En esto se complace Dios, cuando ve la nada de su creatura: He aquí la esclava del Señor. (Luc. I, 48). Nuestro trato con Dios es como una sociedad. Yo pongo lo malo y lo poco o nada, y el capitalista, Dios, pone todo lo que falta, es decir, casi todo Y se siente feliz de hacerlo así y premia luego los mismos dones y gracias que El me ha concedido si los recibo. Sólo me pide que los reciba…como un niño y los agradezca y pida siempre mayores dones y mayores gracias. Da según la confianza que se pone en su bondad”.

Mons. Straubinger

 

(Visto en https://www.facebook.com/PocoYCatolico)


jueves, 13 de julio de 2023

“TUCHO” Y EL DIABLO


 



Por FLAVIO MATEOS

 

 

“El liberalismo posee las llaves de la muerte no sólo

para esta vida presente, sino también para la futura”.

 

Cardenal Billot

 

 

“El liberalismo resulta desfavorable a la libertad porque ignora las restricciones que la libertad debe imponerse para no destruirse a sí misma”.

 

Nicolás Gómez Dávila

 

 

“Si queremos localizar a Satanás, no hemos de buscarle en el desierto, sino metido en los centros y en los puntos neurálgicos y bien disfrazado como “ángel de la luz” (II Corintios 11, 14). Solamente así se explica el misterio de la apostasía bajo formas de piedad, de la cual habla San Pablo en II Tesalonicenses 2, 3 ss.”

 

Monseñor Juan Straubinger

 

 

Fue en el Jardín del Edén, allí donde nuestros primeros padres gozaban de la amistad íntima con el Creador, y eran libres de la enfermedad y la muerte, fue allí donde surgió la peste del Liberalismo, por obra del Padre de la Mentira. Con su característica y –para Eva- novedosa y desconocida insidia, la serpiente dio a entender a la mujer que no era del todo libre, pues tenía una limitación, una prohibición, una barrera que no podía infringir. Según la serpiente la libertad de que gozaban estaba restringida injustamente, y por eso no podía ser verdadera libertad. Así es como inició la serpiente el diálogo fatal con su víctima, y la curiosa mujer cayó en la trampa. Creyendo que entonces iba a ser de verdad libre, como si no lo fuera, mediante el dulce conocimiento “del bien y del mal” –aquí nació el gnosticismo, que desdeña la fe y abraza orgullosamente “el conocimiento”- comió del fruto prohibido, y luego tentó a Adán, que también comió. Se inició así la larga cadena de los “liberados” de los mandatos divinos. La Revolución iniciada con el “non serviam” ahora se trasladaba a los humanos.

Satanás ha sido pues el primer “Libertador”.

La libertad que pregonan los liberales viene de allí, es una libertad de hacer lo que fuere sin ningún tipo de coacción exterior, es una libertad que el hombre se da a sí mismo, no la recibe de nadie (y esto a pesar de que absolutamente todo lo ha recibido de su Creador, que lo sacó de la nada). Su tendencia a exaltarla como valor primero es en verdad una auto exaltación del hombre, libre de la tutela de su Creador. La libertad liberal es un ídolo, un fin en sí mismo. Es la diosa encumbrada en la Revolución francesa y representada en la Estatua de la Libertad de Nueva York (y antes que allí, en Buenos Aires). Es el fundamento del mundo moderno y de la Iglesia modernista que se ha reconciliado con ese mundo.

Pero la libertad sin barreras, sin restricciones, se anula a sí misma, pues es un absurdo en toda criatura que es limitada. Termina en la locura que hoy estamos viendo por doquier. Ya lo había anunciado hace un siglo el Cardenal Billot: “¿Ves cómo el principio del liberalismo, por una necesidad ineluctable de su naturaleza, termina en lo que es antinatural?” (El Error del Liberalismo). El grito de libertad de los liberales es en realidad un grito de rebeldía contra lo real, porque en esto debe admitir su limitada condición. Pero es además una orgullosa revuelta contra el misterio, ya que el hombre orgulloso quiere saberlo todo y no admite que algo se sustraiga a su conocimiento. Sin embargo, es aceptando las restricciones, y por lo tanto nuestra condición de criaturas, y por ende nuestra limitación, como gozamos de la verdadera libertad, porque, detalle importante, esos límites nos son trazados por el Amor de un Padre, a quien le debemos absolutamente todo (menos el pecado, lo único que nos pertenece). Decía Chesterton: “Es la idea del misterio la que conserva al hombre sano. El misterio es la salud del espíritu y su negación es la locura” (Ortodoxia).

Esa locura liberal y naturalista, con su evacuación del misterio, particularmente desde la liturgia, penetró en la Iglesia con el concilio Vaticano II, imponiendo la “libertad religiosa”, que nos ha llevado a esta irrefrenable demencia en Occidente. El liberalismo ha infestado hasta lo más profundo el clero, más allá de la centenaria y exitosa infiltración masónica, o precisamente a raíz de ello, entre otros factores. El liberalismo se respira, se huele, se siente en el ambiente. Todo lo invade y lo sofoca, todo lo falsea, todo lo pervierte. Las modernas encíclicas papales parecen salidas de las logias. El conservadorismo y la línea media están resabiados de liberalismo. Gran parte del “tradicionalismo” está impregnado de liberalismo. Ese es el motivo de la falta de reacción ante el avance de la Revolución.

Y ahora, la Iglesia conciliar surgida de la Revolución de octubre de 1962 se apresta  a llevar hasta sus últimas consecuencias el programa liberal judeo-masónico en la Revolución de octubre del 2023-2024, el Sínodo. El demoledor e infatigable Francisco –“lo que haz de hacer, hazlo rápido”- no da puntada sin hilo y ahora, antes de salir de escena –o de la escena del crimen, habría que decir-, para encabezar la demolición final ha traído al centro de la escena a su más obsecuente discípulo: Monseñor Víctor “Tucho” Fernández (conocido también como Monseñor “Besuqueiro”, en breve será Cardenal), el cual parece dispuesto a seguir las instrucciones para no dejar nada católico en pie. Es el non plus ultra en el terreno de la apostasía. La osadía de los enemigos de la Iglesia se anima cada vez más, y ya se atreven a decir las cosas claramente, como un obispo que próximamente vestirá la púrpura cardenalicia, Mons. Américo Aguiar, auxiliar del patriarcado de Lisboa y organizador de las JMJ: “Nosotros no queremos convertir a los jóvenes a Cristo ni a la Iglesia Católica ni nada de eso, en absoluto”. Que un obispo diga esas palabras en la tierra donde se apareció la Santísima Virgen María en Fátima para pedir la conversión de los pecadores, mostrando incluso el infierno a donde iban las almas que se condenaban, ya es el colmo de los colmos, pues parece directamente un desafío del Diablo, y que los cardenales y obispos permanezcan callados –como ocurrió tras la Revolución conciliar- directamente lleva a concluir que estamos próximos a alguna grandísima catástrofe de proporciones bíblicas porque de no ser así la Iglesia de Cristo dejará de existir en un plazo muy próximo, convirtiéndose –ella sí- en una asamblea de afeminados protestantes.





Este desdichado personaje llamado “Tucho” Fernández, que parece surgido de una hórrida película de Pasolini o de un rancio programa cómico televisivo argentino de los años 1980 (televisión judaica, por supuesto), ha dicho unas palabras que sólo alguien inconsciente o audaz hasta el ridículo, ha podido proferir. Pero esas palabras, expelidas quizás con un hálito fétido en un ámbito por demás inconveniente para las mismas, pues fueron lanzadas al aire nada menos que dentro de la mayor catedral gótica de Hispanoamérica, han sido ya bastante difundidas, pero merecen ser consideradas atentamente. Porque sólo pueden denotar que surgen de la boca de un intruso, de un okupa, de un irresponsable y de un enemigo de la Iglesia. Un personaje digno de merecer ser juzgado con la mayor severidad por la Santa Inquisición, en su época de gloria. ¡Y es él quien está ahora a cargo de la antigua “Inquisición”!

Luego de afirmar en un sermón dominical (en la Catedral de La Plata, el 5 de marzo) que hay que aprender a mirar la belleza de las personas “más allá de su orientación sexual” (¡!), el ahora prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe  (será la “fe” de Palito Ortega, tal vez), se despacha con lo que sigue:

“Ustedes saben que durante muchos siglos la Iglesia fue en otra dirección. Sin darse cuenta fue desarrollando toda una filosofía y una moral llena de clasificaciones…clasificar a la gente para ponerle rótulos: éste es así, éste es asá, éste puede comulgar, éste no puede comulgar, a éste se le puede perdonar, a éste no. Terrible que nos haya pasado eso en la Iglesia, ¿eh? Gracias a Dios el Papa Francisco nos ayuda a liberarnos de esos esquemas”.

Eso ha dicho el grotesco obispo Tucho. Veamos: “…durante muchos siglos la Iglesia fue en otra dirección”, el Monseñor tiene la osadía de afirmar que durante muchos siglos la Iglesia estuvo equivocada, fue “rígida”, como diría su mentor Bergoglio. Confesión de que su mandamás está llevando la Iglesia en una dirección distinta hacia la cual se dirigió durante “muchos siglos” (en verdad esa nueva eclesiología surgió en el Vaticano II, ahora estamos recogiendo sus frutos). Por lo que sigue después, está hablando prácticamente de la Iglesia desde que la fundó Nuestro Señor Jesucristo. Y sigue: “Sin darse cuenta fue desarrollando toda una filosofía y una moral llena de clasificaciones”, acá no acusa a la Iglesia de maldad, sino de inadvertencia, de falta de seso para ver que se estaba volviendo rígida y discriminadora, y la acusación no va hacia tal o cual tendencia o escuela dentro de la Iglesia, sino a la Iglesia misma, nada menos. Continúa: “…clasificar a la gente para ponerle rótulos: éste es así, éste es asá,”. Además de ser esto un disparate, cuando quiere Tucho rotula. En una reciente entrevista a la revista progresista “Vida Nueva”, dice: “Especialmente me molestaba que se prestara mucha atención a ciertos problemas doctrinales y menos a otros. Por ejemplo, a quienes, sin ser lefebvristas, se distanciaban del Concilio Vaticano II, no se les cuestionaba demasiado”. Está diciendo allí que debió cuestionarse más a los que se distanciaban del sacrosanto e intocable e infalible Vaticano II. Y que está bien cuestionar a los “lefebvristas”. ¿No está allí clasificando a la gente, poniéndole rótulos? Sigue: “ éste puede comulgar, éste no puede comulgar, a éste se le puede perdonar, a éste no”. Con estas palabras Mons. Tucho acusa directamente a N. S. Jesucristo, quien dio a los Apóstoles el poder de atar o desatar, puesto que no se entra al Banquete celestial sin el vestido de bodas de la gracia. Pero Tucho no hace otra cosa que seguir a su maestro Francisco que afirma siempre que quiere una Iglesia para todos, sin importar la condición o disposiciones de la persona. Se trata de la Iglesia=Humanidad, una entidad meramente terrenal y un espectáculo apto para todo público, cuya finalidad es la unidad del género humano y la paz en este mundo. Jesucristo puede ser puesto al margen por algunos, pues no es estrictamente necesario. Somos todos hermanos, “Fratelli tutti”. En esa misma línea decía otro pérfido personaje de la misma escuela de demolición anticristiana, al nuevo Arzobispo de Buenos Aires García Cuerva, que quisiera que en la puerta de las iglesias hubiese un cartel que dijese “Entrada libre”. Y en estos días otro heresiarca el alemán Marx –otro amigo de la sodomía- dice que una Iglesia sólo para cristianos es una herejía…

Remata Tucho su orgullosa exposición, con estas palabras que suponen un alivio, diríase el canto a una nueva primavera de la Iglesia: “Terrible que nos haya pasado eso en la Iglesia, ¿eh? Gracias a Dios el Papa Francisco nos ayuda a liberarnos de esos esquemas”. De modo tal que, sí, debemos entenderlo de una buena vez,  Francisco es un “Libertador”, es el hombre a quien Dios eligió para ayudarnos a liberarnos de la opresión que durante siglos los fieles hemos sufrido por parte de la Iglesia, con sus rígidos esquemas, sus prohibiciones, sus preceptos y sus mandatos.

“Libertador” fue también Lutero, por supuesto. Todos los herejes han surgido para ser “libres” y “liberar” a los cristianos de la tiranía de Roma. Santo Tomás de Aquino explicaba que el ideal propuesto por el jefe de la Contra-Iglesia, Satanás, es la “libertad”. Nada nuevo bajo el sol ahora, a no ser que estos enviciados enemigos de la Iglesia ocupan todos los puestos de la misma y están decididos a hacer de ella una Iglesia “trans”, dispuesta a desfilar orgullosamente desnuda ante los ojos del mundo, luego de haber fornicado con los poderes de la tierra.

Pero si Francisco ama las sorpresas, Dios va a complacer esa ansia de sorpresas. Por supuesto que no será agradable para él ni para los “Nefarious” que se han enseñoreado de Roma. No será nada agradable para ellos, claro que no.

Los hijos de la Virgen no podemos sorprendernos del todo, porque creemos en su promesa y esperamos: “Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.   

 

domingo, 11 de junio de 2023

LA MARCA DE LA BESTIA

 


“La patente señal del extravío del mundo –aunque él naturalmente no lo cree así- es haber sustituido la alabanza de Dios por la de los hombres. Tal será el sumo pecado del Anticristo y el misterio de la iniquidad: ocupar el hombre el lugar de Dios como quiso Lucifer”

 

Mons. Juan Straubinger

 

 

La noticia: “Tres sacerdotes -Juanino Díaz, Javier Bravo y monseñor José Ignacio Herrera- presidieron una Eucaristía en honor del 10º aniversario del pontificado de Francisco frente a una estatua gigante de Bergoglio en Aguilares (Argentina), según informa el 28 de mayo el sitio web Lv7.com.ar. La torpe estatua fue creada por un tal Rubén Pereira e inaugurada en presencia de políticos locales.

https://gloria.tv/share/iZHT4cmtJGpi41yZYH2x9Porw

 

(Pude verse con dificultad que hay un pequeño crucifijo en un costado de la mesa –que no altar-, mientras que la imagen del ídolo Francisco es gigante.)

 

“Puesto que la Sede de Pedro y los puestos de autoridad de Roma están ocupados por anticristos, la destrucción del Reinado de Nuestro Señor prosigue rápidamente en el interior mismo de su Cuerpo místico acá abajo, especialmente por la corrupción de la santa Misa, expresión espléndida del triunfo de Nuestro Señor en la Cruz: " Regnavit a ligno Deus ", y fuente de extensión de su reino en las almas y en las sociedades.”

Mons. Marcel Lefebvre, Carta a los futuros Obispos,

29 de agosto de 1987. 


martes, 24 de mayo de 2022

"AMAD VUESTRA PEQUEÑEZ"

 

"AMAD VUESTRA PEQUEÑEZ"



 

Por Mons. Dr. JUAN STRAUBINGER

Reproducimos exactamente este artículo de Mons. Dr. Juan Straubinger (1883- 1956), quien fuera profesor de Sagrada Escritura en el Seminario San José de La Plata, Argentina (1940- 1951), publicado en la "REVISTA ECLESIÁSTICA DE SANTA FE" (Argentina), Año XLIV, No. 4, Abril 1944.

(https://laslenguascatolicas.blogspot.com/2022/02/amad-vuestra-pequenez-un-ensayo-biblico.html)

 


'Amad vuestra pequeñez'. Con esta frase profundísima señala la Santa de Lisieux una cultura espiritual diametralmente opuesta al culto de la propia excelencia que predica el mundo.

Varios santos, cada vez que se sorprendían a sí mismos en debilidad o ingratitud para con Dios, le repetían, acomodándolas al caso aquellas palabras del Salmista: "Nuestra tierra produce su fruto", como diciéndole: ¿Qué otra cosa puedes esperar de mí, que soy mala tierra, sino malas yerbas? ¿Acaso el cardo se sorprenderá de que su perfume no sea como el de la rosa?

En esta pequeñez, tan contraria a nuestra tendencia, consiste la espiritualidad auténticamente evangélica. Ella constituye el fácil camino de la infancia espiritual, el ascensor que nos lleva al cielo en los brazos de Cristo, y que los soberanos Pontífices han reconocido y recomendado como verdadero secreto de la santidad, fundándose en la terminante sentencia de Jesús: "Si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mat. 18, 3).

La pequeñez espiritual nos ayuda a decir a nuestro Padre Celestial lo que Jesús nos enseñó como lo más perfecto: "¡Hágase tu voluntad!" (Mat. 6, 10). Nos libra de los escrúpulos y de una ascética mal entendida, que a veces busca la santidad martirizando voluntariamente el propio cuerpo. No es eso lo que manda Jesús. Es más bien una sana y veraz desconfianza de nosotros mismos y una filial sumisión a los designios de Dios, lo que el Divino Maestro nos pone por delante, tanto en la humilde oración de Getsemaní, pidiendo que el Padre aparte de Él el cáliz, cuanto en la caída de Pedro que reniega de Él tres veces después de haber jurado que daría por Él la vida, y que sin duda no habría incurrido en tal miseria si hubiera desconfiado de sí mismo.

Así, cuando Santa Gertrudis en una visión tiene que elegir la salud o la enfermedad, no pide ni la una ni la otra, sino que se arroja en el Corazón de Cristo para que sea Él quien resuelva.

¡Hágase tu voluntad! Recemos así, pero no como quien agacha la cabeza ante una fatalidad ineludible y cruel, sino como el niño que dice al Padre: Elige tú lo que me conviene, pues lo sabes mejor que yo, y sé que quieres mi bien.

Hacerse pequeño y reconocerse como tal no es otra cosa que negarse a sí mismo, que el mismo Jesús nos enseña cuando dice: "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo y cargue con su cruz y sígame". (Mat. 16, 24). ¿No suenan estas palabras como un Evangelio de dolor? Bien es cierto que muchos lo toman en sentido pesimista, viendo en el cristianismo la religión de la desgracia, pero no menos cierto es que el negarse a sí mismo, en boca de Cristo, lejos de ser una crueldad, es una amorosa advertencia para que nos libremos de nuestro peor enemigo que somos nosotros mismos.

"La carne es flaca", dice Jesús (Mat. 26, 41), sólo el espíritu está pronto. Ahora bien, el espíritu no es cosa propia nuestra, sino nos es dado, como enseña el Apóstol (Rom. 5, 5; I Tes. 4, 8). Es el Espíritu Santo, que viene a nosotros y nos anima, como el viento es capaz de hacer volar una hoja seca. Ese espíritu que siempre "está pronto", es lo único que puede vencer a esa carne débil y flaca, cuyos deseos son contrarios al espíritu. Mientras obra en nosotros el espíritu, S. Pablo nos asegura que no realizaremos esos malos deseos de la carne (Gal. 5, 16 s.). Estos son los que nos llevan no sólo al pecado, sino también a la tristeza y al desaliento en las pruebas, que es el peor pecado contra la fe, porque "al que viene a Mí no lo echaré fuera", dice Jesús (Juan 6, 37). 

Negarse a sí mismo es entonces en primer lugar, desconfiar de nosotros y buscar fuerza en Dios. Es la receta de Jesús a los discípulos en el pasaje antes citado, durante las angustias de Getsemaní: "Velad y orad para no entrar en la tentación" (Mat. 26, 41).

Vemos, pues, que no se trata solamente de renunciar a los propios vicios, sino también a las virtudes propias. Porque el Espíritu de Dios es el único que las puede dar, y las da precisamente al que confiesa que es pequeño e incapaz de tenerlas. Recordemos una vez más aquí las negaciones de Pedro, que seguramente no habrían sucedido si él hubiese sido menos valiente en prometer. Es la suprema lección que nos da María Santísima en el Magnificat: "A los hambrientos llenó de bienes, y a los ricos los dejó vacíos" (Luc. 1, 53). Los peores ricos son los ricos de espíritu, que se sienten capaces de ser valientes por sí mismos. Son, dice San Agustín, lo opuesto a los "pobres de espíritu", a quienes Cristo llama bienaventurados (Mat. 5, 3).

Jesús, espejo de la misericordia del Padre, sólo nos pide que nos hagamos pobres en nosotros mismos, o mejor que reconozcamos que lo somos, para poder llenarnos con las riquezas de esa misericordia que Él nos conquistó. De ahí su afán por vernos humildes. El soberbio se siente rico en sí mismo, es decir cree que no necesita de nadie, y entonces impide al Divino Padre y al Divino Hijo el ejercicio de esa misericordia del amor, íntimo reflejo de su Esencia (I Juan 4, 16).

De ahí, pues, que para ser ricos debemos hacernos pequeños. Podemos poseer cuanto queramos de virtudes prestadas por Dios. Propias no podemos poseer ninguna. En eso consiste el error de ciertas almas, que quieren levantar con mucho esfuerzo el edificio de su propia santidad - es lo que el Cardenal Bourne acertadamente llama "las matemáticas de la santidad" - sin comprender que no lo podrán jamás y que si lo consiguieran sería para un mayor daño; pues se sentirían dignas de un mérito propio, robando a Dios la gloria, que es lo único que Él no cede a nadie (Salmo 148, 13; Is. 42, 8; 48, 11; I Tim. 1, 17, etc.)

Así el conocimiento de la propia pequeñez y de las riquezas infinitas del Corazón de Dios nos lleva a vivir en estado permanente de contrición perfecta, que es el único estado lógico de aquel que se encuentra ante la Majestad divina y sabe que no puede justificarse por sí mismo.

María comprendió esto mejor que nadie, y por eso, siendo la más pobre, fue la más rica en dones de Dios.

El que recuerda estas doctrinas insuperables de divino consuelo, se hace invencible "en Cristo Jesús". Se habituará, como el Salmista, a vivir de esa condición, tan humilde en el confesar como segura en el confiar (Cfr. Salmo 50). Y al experimentar la dulzura inmensa de ser pequeña ante Dios, crecerá cada día en el amor, según aquella sentencia divina: "Ama menos aquel a quien menos se le perdona" (Luc. 7, 47)".

  

“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...