Por LUIS ALVAREZ PRIMO
Parte I
La historia sigue su curso más allá de la
voluntad caprichosa de los hombres que eligen desconocer que es Dios quien la
ordena en su desarrollo, sirviéndose de sus decisiones particulares.
Vivimos un momento histórico en que
pareciéramos estar necesitados más que nunca de la filosofía de la historia y,
todavía más, de la teología de la historia. E. Michael Jones, el genial
polímata estadounidense, nos regaló en el 2020 un libro fascinante que vino a
dar respuesta a esa necesidad: “La
Epifanía del Logos. Historia de la realidad última”. Tuve el gusto y el
honor de traducirlo y la primera edición está prácticamente agotada. El libro
se divide en dos partes: I. Historia del logos y II. El logos de la historia. Todos
tenemos necesidad de ver y comprender qué está pasando en el mundo y hacia
dónde se encaminan los acontecimientos en desarrollo.
En estas notas he tratado de registrar los
hechos de la geopolítica mundial e interpretarlos, situándolos en primer lugar,
en el contexto de los dos grandes campos de la gran historia agustiniana: las
dos ciudades que dos amores hicieron: el amor propio hasta el desprecio de
Dios, la Ciudad Terrena o Civitas diaboli; y el amor de Dios hasta el olvido de
sí, la Ciudad Celeste.
La Federación de Rusia, bajo el lúcido
liderazgo de Vladimir Vladimirovich Putin continúa implacable su avance militar
en Ucrania mientras Zelensky y la OTAN se niegan a reconocer la realidad de su
derrota e imponen más muertes y destrucción al pueblo ucraniano. Siguiendo su
acertada estrategia de desgaste (attrition war) Putin no sólo ha causado una
catastrófica derrota al régimen de Zelenski sino, más importante aún, a la
propia OTAN y a los Estados Unidos, quienes, llevados por su hybris
imperialista, provocaron la terrible tragedia de esta guerra.
La ofensiva rusa continúa demoledora y
sistemáticamente. El desarrollo de la tecnología militar rusa es tan admirable
y sin comparación como el heroísmo patriótico de sus soldados. Los patrones del
degenerado régimen de Kiev están desesperados ante el desastre político-militar
y el vaciamiento de sus propios recursos militares y financieros, pero no ceden
porque, más tarde o más temprano, tendrán que afrontar las consecuencias de
esta guerra.
Trump, el extorsionador, ha humillado a la
Unión Europea nuevamente en la cabeza de Úrsula von der Leyen, la presidenta de
la Comisión de la UE, al imponerle abusivas tarifas arancelarias directas e
indirectas a través de sanciones secundarias que impiden a Europa comprar gas y
petróleo ruso y la obligan a carísimas importaciones de los Estados
Unidos.
Trump es una figura patética que se
descompone a cada hora que pasa. Da manotazos tuiteros desde la oficina Oval
disparando medidas arbitrarias y contradictorias que carecen de toda eficacia,
resultan contraproducentes para los intereses de EE.UU. y lo convierten en el
hazmerreír de China, Rusia e India.
Donald J. Trump traicionó al movimiento MAGA
(Make America Great Again) incumpliendo todas sus promesas electorales (“en 24
horas pondré fin a la guerra en Ucrania”, se ufanaba grandilocuente). Su
discurso y sus políticas, aberrantemente infundadas, le han hecho perder
credibilidad. Trump optó por ceder al “Deep State” (los oligarcas judíos que lo
financiaron, el complejo militar industrial, la CIA, el MI6, y el Mossad) en
lugar de apoyarse en el pueblo estadounidense y buscar la paz.
El llamado “Deep State” lo aprieta y lo sostiene porque lo usa. Por momentos parece una figura desahuciada. Pero se recompone. El desgaste de su persona y de su capital político en seis meses tienen pocos antecedentes que lo igualen. Hasta los propios rusos tratan de insuflarle aire y apuntalarlo a fin de lograr un eventual acuerdo.
El otro frente del fracaso de Trump es
Gaza. Trump se rasga las vestiduras por
los muertos en Ucrania cada vez que Putin golpea objetivos militares con sus
implacables oleadas de drones y misiles, pero nada dice sobre el genocidio en
Gaza, como si los palestinos no fueran seres humanos. Más aún, Trump ha
tolerado en silencio la escandalosa hambruna provocada por el gobierno sionista
del criminal Benjamín Netanyahu, quien al bloquear la llegada de toda ayuda
humanitaria ha causado la muerte de cientos de niños por desnutrición. Trump es cómplice del diabólico discurso
deshumanizador de los palestinos difundido por el criminal gobierno israelí, al
que sostiene con el envío de recursos militares y financieros. No obstante, en
su desvergüenza Trump aspira a ser candidato a premio Nobel de la Paz. Premio
al que, por otra parte, se accede con dinero y poder, pues como todos sabemos,
ha sido otorgado a varios criminales de guerra.
Frente a la acelerada declinación del imperio
judeo-masónico angloestadounidense, que, por cierto, conserva su capacidad de
daño en la medida que dispone de armas nucleares (Trump acaba de enviar un
avión de transporte con armas nucleares a Gran Bretaña), se consolida sin pausa
el nuevo mundo multipolar en ascenso.
El Foro Económico de San Petersburgo reunido
el 18 de junio de 2025 y la reunión cumbre de los BRICS en Río de Janeiro e 6
de julio de 2025, presidida por el presidente Lula, con nutridas delegaciones y
comisiones de trabajo del más alto nivel académico y diplomático, han sido
espacios donde se pudo constatar esta nueva y auspiciosa realidad geopolítica
en desarrollo bajo el liderazgo de Rusia y China. Vale la pena leer la
Declaración Final de dicha reunión y escuchar el brillante discurso del primer
ministro de Malasia, Anwar Ibrahim.
La economía China supera a las economías de
EE.UU., Alemania y Japón combinadas. La economía rusa está floreciente,
cualquiera sea el indicador que se observe. La revolución tecnológica china
deja boquiabierto al más imaginativo. Y el desarrollo militar ruso no tiene
parangón. El ascendiente de Putin sobre Xi Jin Ping y los dirigentes del sur
global es auspicioso por los valores de raigambre cristiana que lo inspiran, su
apego al derecho internacional y su versación de jurista y conocedor de la
historia.
Rusia y China, celosas de su soberanía, de su
dignidad y de sus intereses, dan respuesta con fina diplomacia e iniciativas
concretas político-militares, económicas, comerciales y tecnológicas a las
bravuconadas imperialistas de los EE.UU. Al mismo tiempo dan un ejemplo a sus
socios y aliados de los BRICS + sobre cómo hay que poner límites al
neocolonialismo y a sus lacayos locales, quinta-columnas y traidores de los cuales
siempre se sirven.
El crecimiento y el desarrollo económico
social está en ascenso en Eurasia y en Oriente. El sol de la modernidad se está
poniendo en Occidente tras siglos de subversión y demolición de las
instituciones más nobles de la antigua civilización cristiana (matrimonio,
familia, Iglesia, polis, humanidades clásicas, las universidades), bajo el
impacto corrosivo del espíritu revolucionario judío. Sin embargo, el logos
siempre está en ascenso…
Parte II
Excurso viquiano.
Dada la importancia que tiene para nuestro tema conocer la historia del logos y el logos de la historia, ofrezco a continuación un breve resumen del capítulo “Giambattista Vico y el descubrimiento de la historia”, tomado de la monumental obra “La Epifanía del Logos. Historia de la Realidad última”, del genial polímata católico contrarrevolucioonario estadounidense E. Michael Jones:
Todos los pensadores políticos más notables
del siglo XVII escribieron sus historias como si Dios no existiera o como si no
existiera la Revelación cristiana o, en el caso de Newton, como si no existiera
la Divina Providencia. Al eliminarla de su cosmología, el inglés destruyó la
comprensión que los antiguos tenían del logos en movimiento, es decir, con referencia
al “telos” del universo.
Como no creía en la Encarnación, Newton privó
al universo del Logos activo que San Juan Evangelista asociaba a la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad, y al hacerlo privó al movimiento del Amor. En
el universo clásico propuesto por Aristóteles y perfeccionado por la meditación
del Génesis y de los Evangelios, el movimiento implica la Providencia, y la
Providencia es el Logos en acción a lo largo del tiempo. Como dice Santo Tomás
de Aquino, “la concepción del orden de las cosas hacia un fin es estrictamente
providencia…La Providencia es la concepción del intelecto divino del orden de
todas las cosas a su fin; y el gobierno divino es la ejecución de ese orden”.
El gran napolitano Giambattista Vico, en un
medio pleno del realismo de la vida como es el ajetreo y el bullicio de un
hogar modesto con varios niños y una esposa un tanto inútil para las tareas
domésticas, escribió su magna obra “Ciencia Nueva”. En ella resolvió una falsa
dicotomía –la omnipotencia de Dios frente al libre albedrío del hombre—que
continuaba haciendo estragos en la historia. Vico explicó que, dado que el
hombre no puede --o sólo con dificultad—controlar sus pasiones, Dios hacía uso
de esas pasiones para lograr el bien.
A
diferencia del escocés Adam Smith (1723-1790), quien alababa el amor propio (el
egoísmo) y lo veía como parte de la naturaleza, correspondiente a la “gravedad”
en el sistema newtoniano, Vico se refiere a la “utilidad privada” como “la
tiranía del amor propio” (¡tomen nota libertarios, capitalistas y católicos
liberales simpatizantes de la Nueva derecha!) y la retrata como una fuerza tan
poderosa que sólo el poder de Dios puede doblegarla a Su voluntad. Lo que
regula toda la justicia humana es, pues, la Justicia Divina, que es
administrada por la Providencia divina para preservar la sociedad humana. Las
versiones del estado y del estado de naturaleza de Hobbes, Locke, Rousseau et
al. son proyecciones a-históricas que Vico ve como actos de autoafirmación
humana fundamentalmente rebeldes a Dios y a la naturaleza.
La rebelión contra Dios y contra la
naturaleza, que Vico percibía en todos los modernos, amenazaba con abolir la
prudencia y la moderación, sustituir la moral tradicional por la inmoralidad
razonada, y dejar a los jóvenes en las garras de un escepticismo sin esperanza.
La alternativa de Vico es una justicia platónica, soberana y trascendente.
La historia de la raza humana de Vico
comienza con Adán y su caída de la gracia: el pecado de desobediencia que
mutiló la imagen reflejada de Dios y la capacidad del hombre para aprehender el
logos, tuvo graves consecuencias: se siguió un verdadero compendio de
contradicciones en la vida humana. Los hombres caídos aman la verdad, pero
están oprimidos por el error; están dotados de razón y son esclavos del deseo;
siendo admiradores de la virtud, se ven sumergidos en el vicio; y deseando la
felicidad están abrumados de miserias.
Aunque caído y débil, el hombre no ha sido
abandonado por la Gracia de Dios. El vehículo para la salvación del hombre
después de la Caída es la historia humana, que se convierte en una escuela en
la que el hombre lucha por pasar de “stultus” (necio) a “sapiens”.
La comprensión de la Providencia permitió a
Vico formular una filosofía de la historia que integraba la libertad del hombre
y el ineluctable plan de Dios. También le permitió integrar el plan universal
de Dios y las particularidades de la historia. La historia humana, según Vico,
está determinada específicamente por una racionalidad que opera –en mayor o
menor grado—detrás de las intenciones conscientes de los seres humanos,
quienes, a su vez, no son conscientes de ello.
Para Vico, la cuestión de si es la Providencia divina o el ser humano
quien hace la historia no es un dilema, sino una oportunidad para poner en
consonancia lo universal con lo particular. El hombre propone y Dios dispone,
pero ambos son necesarios para comprender cómo transcurre la historia humana en
el tiempo. El estudio de las estructuras
universales que actúan en la historia, y de la filología aplicada a los textos
antiguos de la antigua Roma permitió a Vico sintetizar la física newtoniana y
la Providencia divina, y así descubrir el plan ideal de la historia eterna en
el mundo de las naciones. La jurisprudencia (romana) -- simultáneamente
filosofía del derecho, teoría de la justicia y teoría del Estado-- fue el punto
culminante de su método de estudio. El gran logro de Vico fue proponer una
filosofía de la historia que tramita constantemente la relación entre lo particular
y lo universal. La teología civil racional de Vico explica cómo el logos de la
historia sólo es comprensible a la luz de la divina Providencia. Al igual que
el logos tiene una historia, la historia tiene un logos. El logos de la
naturaleza y el logos de la mente humana tienen una fuente común en el Logos
divino y este se manifiesta en la historia a través de la Providencia divina
(ley de las tres edades: de los dioses, de los héroes y de los hombres) que
vela por el bienestar de toda la humanidad. Roma fue más sabia al subordinar la
filosofía a la religión, a la jurisprudencia y a la costumbre, pero,
finalmente, los efectos corrosivos de la razón condujeron al escepticismo
(epicureísmo materialista) y luego a la decadencia. En Europa, el cristianismo
ocupó el lugar de las espantosas religiones de la primera edad de los dioses;
la posterior Edad Media revivió las instituciones feudales de la edad de los
héroes, y la ley natural de los filósofos del siglo XVII fue un producto de la
segunda edad de los hombres. Convencido con Aristóteles de que todas las cosas
que nacen deben morir, Vico se refirió al declive final de la tercera etapa y
al retorno a la primera como el “ricorso”, que comienza cuando el escepticismo
lleva a la decadencia y una sociedad ya no puede reformar sus instituciones.
El “ricorso” es el aspecto más problemático
de la filosofía de la historia de Vico. Su pesimismo rechaza el sentido que
Cristo confirió a la historia, un principio, un medio, y un fin, y lo sustituye
por los ciclos eternos del paganismo que el cristianismo había hecho estallar
más de un milenio antes, cuando San Agustín escribió la Ciudad de Dios. El
eterno retorno de lo mismo confiere a la concepción de la historia de Vico una
impronta más bien pagana, que Hoesle atribuye a la melancolía que marca la
vejez de napolitano.
Así, la perfecta correspondencia entre la
libertad humana y la omnipotencia divina que Vico veía en la Providencia divina
se rompe y algo parecido al destino toma el control de la historia. Dado que la
decadencia es una función del comportamiento y el comportamiento una función de
la voluntad del hombre, la acción moral debería ser capaz de vencer el
deslizamiento hacia el escepticismo y, en última instancia, frustrar la
aparición de la barbarie de la reflexión. Entonces, pregunta Jones ¿la
decadencia es como la enfermedad, que a veces es curable y a menudo evitable, o
se parece más a la muerte, que es inevitable? “¿No sería apropiado”, observa
Hoesle, “que precisamente aquel pensador que pretende haber reconocido las
leyes de la historia alimente la esperanza de poder contribuir a impedir la
decadencia?”. La respuesta de Vico parece ser que la Divina Providencia utiliza
el ricorso como último recurso “cuando la corrupción alcanza un nivel que
excluye toda posibilidad de salvación”. Las naciones corruptas –a diferencia de
los individuos corruptos, que pueden arrepentirse como buenos ladrones en el
último momento y aun salvarse– llevan consigo una masa crítica que se vuelve
tan masiva con el tiempo, que la decadencia se vuelve refractaria a la
corrección, y la destrucción se vuelve, por lo tanto, inevitable. Cuando los
ciudadanos de la república viven en la “horrible soledad” de la “riflessiva
malizia” o malicia reflexiva, acaban siendo gobernados por “locos disolutos y
desvergonzados, como Calígula, Nerón y Domiciano”, porque la barbarie de la
reflexión no tolerará otro tipo de líder que no sea el que refleje sus propias
pasiones desordenadas.
Parte
III
A la luz de estas consideraciones, me permito
agregar: hoy vemos que el mundo llamado
occidental (Europa, Estados Unidos y sus países vasallos), construido sobre la
base de la razón iluminista (materialista y violenta), con desprecio de Dios,
en el que la justicia y el derecho se fundan en la fuerza (might makes right),
no es ni por asomo la Ciudad Celeste, donde se busca la paz de Cristo, sino la
Ciudad Terrena lastrada de una violencia diabólica creciente, que se solaza en
la deconstrucción y aún la destrucción de la obra más preciada del Creador: el
hombre. Este mundo occidental
descristianizado, --la modernidad—controlado por la lunga y tenebrosa mano de
la judeo-masonería desde principios del siglo XVIII, hoy está en grave crisis
terminal y se sume en el caos. Su
impulso diabólico es el odio a la obra del Creador (y los trascendentales del
ser: lo verdadero, lo bueno y lo bello), y la idolatría satánica que rinde
tributo a Moloch, su método es la deconstrucción y su fin, el sometimiento. Los
gobernantes judaizados de esta ciudad terrena, asumen sin excepción y a pesar
de sí mismos, los rasgos del payaso: sus rostros están deformados por la farsa,
la hipocresía y la droga.
Sin embargo, apuntemos nuevamente aun a
riesgo de ser reiterativos, que el Creador no abandona la obra de sus
manos. Antes bien, tal como lo he
expuesto a lo largo de estas notas, frente al mundo hegemónico judeo-masónico
anglo estadounidense, violento, criminal, explotador e imperialista y en franca
decadencia, emerge providencialmente y sin estridencia el llamado mundo multipolar
bajo el liderazgo de Rusia y China en los BRICS+.
Frente a la tragicomedia de payasos
alucinados que entran y salen del escenario codicioso y mezquino del
capitalismo usurero de occidente, en Eurasia el tono lo da la dignidad, la
virilidad, la sensatez y la prudencia política rusa, que encarna con su liderazgo
Vladimir Vladimirovich Putin.
Para subrayar el contraste, y pido nuevamente
disculpas por la reiteración, basta repasar algunas de las figuras actuales del
globalismo occidental: Trump, un showman narcisista que no lee ni estudia,
enredado en una red de pedofilia; Macron un “tilinguito” con poses de Napoleón
casado con un transgénero 20 años mayor que él que se hace pasar por mujer;
Bessent el Secretario del Tesoro de Trump, casado con un homosexual; Zelensky,
un pornógrafo cocainómano codicioso; Merz un empleado patético de Black Rock
con ínfulas belicistas que atenta contra su propia patria; Milei, un
desquiciado guarango con graves psicopatías al servicio de una secta ruin antagónica del ser nacional de los
argentinos; Netanyahu, un psicópata criminal, genocida y codicioso. En Siria,
al Julani, un terrorista respaldado por los judíos y los turcos que no hace
mucho jugaba al futbol con las cabezas de los que él mismo degollaba.
La condición para ser político hoy en
Occidente es “tener un esqueleto en el ropero” para que los servicios de
inteligencia y los medios de comunicación controlados por los todopoderosos
fondos judíos puedan extorsionarlos y manejarlos a placer (caso Epstein).
La Providencia divina permite todo ese mal para
que el logos ilumine los hechos de la historia y la “astucia de la razón” se
imponga: hoy ha aumentado la conciencia sobre quiénes son los agentes
responsables de toda la abominable iniquidad que tiene lugar en Gaza y otros
escenarios de la geopolítica mundial. Le debemos a E. Michael Jones, uno de los
hombres más lúcidos y valientes de nuestro tiempo, el haber contribuido
decisivamente a esa toma de conciencia.
Próximamente publicaremos su última gran obra
sobre una cuestión fundamental: La Narrativa del Holocausto.