El 29 de
mayo de 1996, en una catequesis mariana de miércoles, Juan Pablo II afirmó que
la santísima Virgen María no aplastaba la cabeza del demonio sino únicamente
por medio de su Hijo. Al hacerlo, menospreciaba la exégesis mariana tradicional
del Protoevangelio (Gn 3, 15), que el Padre de Montfort ha comentado tan bien
en su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (VD 51-54).
Pío IX,
en la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854, que define el
dogma de la Inmaculada Concepción, y Pío XII, en la Constitución apostólica Munificentissimus
Deus del 1.º de noviembre de 1950, que define el dogma de la Asunción de la
Virgen María, enseñan que el Protoevangelio es el fundamento escriturístico más
antiguo de la Sagrada Escritura en favor de estos dos dogmas.
La razón
es muy simple. Jesús y María están indisolublemente unidos en la obra de la
Salvación, y san Luis María de Montfort dice que “antes se separaría la luz del
sol y el calor del fuego” (VD 63) que separar a Jesús de María.
Jesucristo
obtuvo una doble victoria sobre el demonio: la primera, sobre el pecado, por su
muerte en la Cruz; la segunda, sobre la muerte —que es la principal
consecuencia del pecado—, por su Resurrección. Es una victoria personal de
Cristo. ¿Puede decirse también que María obtuvo una doble victoria semejante?
¿No la obtiene únicamente por medio de su Hijo, como dice Juan Pablo II?
¡Pues
bien!, hay que responder que la victoria de la Virgen es también una victoria
personal. Esto es fácil de demostrar: la Virgen María, Madre de Dios, obtiene
la victoria sobre el pecado por su Inmaculada Concepción y su impecabilidad;
obtiene la victoria sobre la muerte —principal consecuencia del pecado— por su
Asunción. ¡La victoria de la Virgen sobre el demonio es, pues, igualmente una
victoria personal!
Esta
doctrina es totalmente clásica, puesto que el Padre de Montfort, en su primer Método para decir el Rosario,
en el 4.º Misterio glorioso,
formuló así la ofrenda del Misterio: «Os ofrecemos, Señor Jesús, esta
decimocuarta decena [entendida: del Rosario] en honor de la Concepción
Inmaculada y de la Asunción en cuerpo y alma de vuestra santa Madre a los
cielos…» (MR 4).
El Padre
Grignion supo poner al alcance de los sencillos fieles esta verdad mariana
tradicional en sus Métodos para rezar el Rosario con atención y devoción, es
decir, con fruto.
Confrérie Marie Reine des Cœurs, FSSPX,
N° 238, Diciembre 2025.
