Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

lunes, 8 de diciembre de 2025

LA VICTORIA PERSONAL DE LA INMACULADA…

 


El 29 de mayo de 1996, en una catequesis mariana de miércoles, Juan Pablo II afirmó que la santísima Virgen María no aplastaba la cabeza del demonio sino únicamente por medio de su Hijo. Al hacerlo, menospreciaba la exégesis mariana tradicional del Protoevangelio (Gn 3, 15), que el Padre de Montfort ha comentado tan bien en su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (VD 51-54).

Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854, que define el dogma de la Inmaculada Concepción, y Pío XII, en la Constitución apostólica Munificentissimus Deus del 1.º de noviembre de 1950, que define el dogma de la Asunción de la Virgen María, enseñan que el Protoevangelio es el fundamento escriturístico más antiguo de la Sagrada Escritura en favor de estos dos dogmas.

La razón es muy simple. Jesús y María están indisolublemente unidos en la obra de la Salvación, y san Luis María de Montfort dice que “antes se separaría la luz del sol y el calor del fuego” (VD 63) que separar a Jesús de María.

Jesucristo obtuvo una doble victoria sobre el demonio: la primera, sobre el pecado, por su muerte en la Cruz; la segunda, sobre la muerte —que es la principal consecuencia del pecado—, por su Resurrección. Es una victoria personal de Cristo. ¿Puede decirse también que María obtuvo una doble victoria semejante? ¿No la obtiene únicamente por medio de su Hijo, como dice Juan Pablo II?

¡Pues bien!, hay que responder que la victoria de la Virgen es también una victoria personal. Esto es fácil de demostrar: la Virgen María, Madre de Dios, obtiene la victoria sobre el pecado por su Inmaculada Concepción y su impecabilidad; obtiene la victoria sobre la muerte —principal consecuencia del pecado— por su Asunción. ¡La victoria de la Virgen sobre el demonio es, pues, igualmente una victoria personal!

Esta doctrina es totalmente clásica, puesto que el Padre de Montfort, en su primer Método para decir el Rosario, en el 4.º Misterio glorioso, formuló así la ofrenda del Misterio: «Os ofrecemos, Señor Jesús, esta decimocuarta decena [entendida: del Rosario] en honor de la Concepción Inmaculada y de la Asunción en cuerpo y alma de vuestra santa Madre a los cielos…» (MR 4).

El Padre Grignion supo poner al alcance de los sencillos fieles esta verdad mariana tradicional en sus Métodos para rezar el Rosario con atención y devoción, es decir, con fruto.

Confrérie Marie Reine des Cœurs, FSSPX, N° 238, Diciembre 2025.

 

 

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