Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María
lunes, 30 de diciembre de 2024
sábado, 12 de marzo de 2022
LA RUSIA DE PUTIN. LA TRADICIÓN CRISTIANA FRENTE A LA DECADENCIA OCCIDENTAL. ÚLTIMA PARTE
La Rusia de Putin. La
tradición cristiana frente a la decadencia occidental. Última parte
Multitudinaria procesión en Ekaterinburgo, en
homenaje al Zar y la familia real, víctimas del terror comunista.
Por PADRE
ALFREDO SÁENZ
Putin fue bien claro en su discurso en Valdai de septiembre de 2013:
“Hemos dejado atrás la ideología soviética, y en eso no habrá retorno.
Los que sostienen e idealizan el conservadorismo fundamental del pre-1917 de
Rusia, parecen estar igualmente lejos de la realidad,
como parecen también estarlo los sostenedores de un liberalismo extremo, estilo
occidental”. Afirma B. Alvarez en un artículo que titula: Rusia versus la decadencia occidental: “En esta nueva lucha Rusia parece haberse hecho con la bandera del
tradicionalismo cristiano y blandir los valores más conservadores frente a la
«decadencia» occidental”. Patrick Buchanan, columnista y político
republicano que ha sido consejero de tres presidentes norteamericanos, Nixon,
Ford y Reagan, habla de las verdaderas intenciones de Putin y de su intento de
adoptar la Ortodoxia como base fundamental de la cultura, la civilización y los
valores humanos que une a la gente no sólo de Rusia, sino también de Ucrania y
de Bielorusia. Rusia, sigue diciendo, como “la alternativa” a la
decadencia de Occidente. Este es el mensaje que Putin está mandando al mundo.
En la misma línea escribe Patrick Buchanan: “Con la muerte del marxismo-leninismo como creencia firme en los
países que solían ser repúblicas soviéticas, el mandatario ruso está
construyendo una nueva cadena que sirva para agrupar a todas estas naciones
frente (y contra) la decadencia de Occidente (tanto Europa como Estados Unidos)
a la que antepone un mundo tradicional cargado de valores cristianos que Rusia
estaría orgulloso de liderar”. Acorde con esta nueva visión del mundo “Rusia estaría de parte de Dios, mientras que el Occidente sería
Gomorra”, concluye. También el excomunista Whittaker Chambers, ya en
1964 comenzó a hablar de una “Tercera Roma” refiriéndose
a Moscú, como la nueva ciudad sagrada del cristianismo. Y no iba descaminado,
agrega, pues Vladímir Putin ha comenzado a hacer de Moscú algo así como un
centro de resistencia al hedonismo secular y a la revolución social que viene
de Occidente. “Putin está plantando su bandera (la rusa)
claramente en el lado del cristianismo más tradicional”, frente a la
revolución occidental que enarbola las banderas del sexo, el divorcio fácil, la
promiscuidad, la pornografía, la homosexualidad, el feminismo, el aborto, los
matrimonios homosexuales, la eutanasia y el suicidio asistido…
La autora y periodista Masha Sessen, una activista de los presuntos
derechos de los homosexuales y las minorías en Moscú, destaca que Putin se está situando frente a Occidente en una nueva Guerra Fría
en la que no hay carrera espacial sino cultural, social y moral, una
guerra donde Rusia, según el propio Putin, debe prevenir al mundo de caer en
el “caos más oscuro”.
Mientras el resto de las potencias avanzan en el mundo con una cultura
cada vez más alejada del tradicionalismo, escribe Alian C. Carrison, Secretario
Internacional del Congreso Mundial de la Familia,
Rusia defiende los valores cristianos. Tanto es así que, si durante la Guerra
Fría eran los comunistas de todo el mundo quienes viajaban a Rusia, ahora la
VIII reunión del Congreso Mundial de la Familia se celebrará en Moscú.
Hace poco, el 22 de septiembre de 2014, nuestro amigo Juan Manuel de
Prada escribía en el diario español ABC: “Quien piense que Rusia se va a
achantar porque le aprieten las clavijas con sanciones económicas,
probablemente piense en una Rusia desnaturalizada y sin dignidad, la Rusia del
dimisionario Gorbachov o del beodo Yeltsin… La Rusia renacida de aquellos
escombros, con las convalecencias de una nación que a punto estuvo de sucumbir,
vuelve a ser la Rusia sufriente que se contempla en
el rostro de Natasya Filipovna, la heroína de El Idiota de Dostoievski, que arroja al fuego con gesto desdeñoso los cien
mil rublos que la habrían sacado de la pobreza. En Guerra y Paz, Tolstoi observa que la riqueza y el poder y todo cuanto los hombres se afanan por conseguir sólo tienen para el ruso el valor
de poder desprenderse de ellos. Y no hay sino que recordar, para entender este
desasimiento de las cosas materiales que caracteriza al alma rusa, el
recibimiento que los moscovitas dispensaron a Napoleón, entregando a las llamas
su ciudad santa, desencadenando sobre sí y sobre su enemigo todos los horrores
imaginables. Entonces Napoleón exclamó: ‘¡Estos hombres son escitas!’. Y muchos
años después, en su retiro de Santa Elena, todavía espeluznado por la capacidad
infinita de sufrimiento de aquel pueblo que acabaría infligiéndole una derrota
aniquiladora, profetizaría que Rusia llegaría a dominar el mundo. Algunos
piensan que esa profecía se hizo realidad proterva con Stalin; otros anhelamos
que se haga realidad luminosa en la Tercera Roma que avistó Filoteo y que
Solovief definió como una «tercera fuerza» superadora de las dos fuerzas
sombrías que la han precedido: la unidad sin libertad del Islam y la libertad
sin unidad de la Europa neopagana”.
Sobre este telón de fondo emerge la figura de Putin. Él está en el poder
desde el año 2001 y quizás lo esté hasta el 2024. La Constitución rusa se lo
permite. Dios así lo quiera.
¿No podríamos agregar a estas ideas, para concluir, el recuerdo de las
promesas de Nuestra Señora de Fátima según las cuales cuando Rusia fuera
consagrada por el Papa y los obispos del mundo, se convertiría, y así como
antes había propagado el mal por el mundo sería una fuente de bien
universal? ¡Ex Oriente lux!
P. Alfredo Sáenz, SJ
7 de Mayo de 2015
Originalmente publicado en el sitio Que no te la
cuenten
miércoles, 9 de marzo de 2022
LA RUSIA DE PUTIN, SIGNOS DE RESURRECCIÓN ESPIRITUAL. PARTE 3
La Rusia de Putin. Signos de resurrección espiritual. Parte III.
Por PADRE
ALFREDO SÁENZ
Rusia vive
un profundo renacer de la religión allí tradicional, la llamada Ortodoxia. Este
renacimiento parece un verdadero milagro luego de las más de siete décadas de
comunismo soviético en el curso del cual millones de cristianos, ortodoxos y
católicos han sido asesinados o apartados de practicar su religión. Actualmente
se asiste en Rusia a un admirable retorno, sobre todo a la liturgia. La Pascua
sigue siendo la más importante celebración de la Rusia moderna como lo prueban
las iglesias llenas de gente de todas condiciones que van allí a rezar y a
confesarse.
El mismo Putin, así como el Primer Ministro Dimitri Medvedev, en comunión con su pueblo asisten cada año al oficio pascual celebrado por el Patriarca en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú. Pero ello no es todo. Si bien es cierto que la Constitución rusa de 1993 parece mostrar cierto carácter laicista, semejante a las Constituciones de varios países de Europa, sin embargo Putin ha hecho lo posible por favorecer a la Iglesia Ortodoxa, apoyándose en su doctrina. El 19 de noviembre de 2010, hizo votar por la Duma, es decir, el Congreso Nacional, una ley por la que se autorizaba la devolución a la Iglesia de todos los bienes que le habían sido arrebatados por el Estado y las municipalidades, a partir del triunfo de la Revolución bolchevique. El 8 de febrero de 2012, prometió el otorgamiento de subvenciones por cerca de 80 millones de euros para financiar diversos proyectos de renovación de la Iglesia Ortodoxa. Incluso creemos haber leído que dispuso que hubiera capellanes en las Fuerzas Armadas. Agreguemos el coraje que exhibió al ordenar el traslado de los restos de la familia imperial, vilmente asesinada por orden de Lenin, a San Petersburgo, donde les hizo dar una digna sepultura, confesando y comulgando en dicho día.
sábado, 5 de marzo de 2022
¿QUÉ MISIÓN TIENE RUSIA EN LA HISTORIA?
¿QUÉ MISIÓN TIENE RUSIA EN LA HISTORIA?
Por FLAVIO MATEOS
(Capítulo del libro “Fátima y Rusia”, parte 2.)
“Para un gran
país, vivir no significa únicamente evitar la disolución y mantener el
equilibrio de su economía. Debe tomar también conciencia del fin que justifica
su existencia, comprender su misión en el mundo. Ahora bien, ¿Rusia tiene hoy
una misión?”[1]
IGOR CHAFARÉVITCH
“La nación,
miembro vivo de la Iglesia de Cristo, tiene una vocación particular designada
por la historia. Negarse a cumplirla es atraer sobre sí la ira de la
Providencia, que castiga los desvíos con las miserias engendradas por sus malas
acciones”.[2]
RUBÉN CALDERÓN BOUCHET
“Si las
energías espirituales de una nación se han agotado, ni las estructuras de
gobierno más perfectas ni el desarrollo industrial podrán salvarla: un árbol
con el interior podrido no puede mantenerse en pie”.[3]
ALEXANDER SOLZHENITSYN
“Hay países con misión, -escribió Juan Carlos
Goyeneche- con algo que decir al mundo. Hay naciones con energías ocultas que
pueden acrecentarse, como sucede con el bien, cuando algunos hombres despiertan
su vigor dormido para ponerlo al servicio de empresas altas y redentoras.
Entonces suceden los milagros; esos milagros históricos que equivalen a la
resurrección de un pueblo. A una oportunidad así nos estamos acercando; quizás
sea la última.”[4]
Habría que decir quizás que cada país o nación
tiene una misión específica o un sentido de su existencia, de cuyo cumplimiento
depende el seguir siendo nación o degradarse en mera factoría o “patio trasero”
de un imperialismo mercantil, en absoluta dependencia de otra nación que la
sojuzgue. Y esta misión va más allá de lo meramente material, puesto que la
vida de sus ciudadanos no se termina en esta tierra. “Ateniéndonos a una
vigorosa enseñanza de Pío XI, que en rigor procede de larga y tradicional data,
podríamos decir que las naciones y sus pueblos hallan su justificativo, y
garantizan su supervivencia, en el cumplimiento de su misión asignada por Dios”[5], lo cual se entronca con
aquello de Soloviev de que “la idea de una nación no es lo que ella piensa de
sí misma en el tiempo, sino lo que Dios piensa sobre ella en la eternidad”[6]. La gloria de un país está
en descubrir, asumir y cumplir esa misión recibida, luego de que tal ideal
reúna a sus integrantes en torno al cumplimiento de su destino. Ernesto Palacio
veía una trágica orfandad de ideal en las naciones hispánicas, originado
especialmente en la defección de las clases dirigentes españolas del siglo
XVIII. Eso ha puesto en peligro la existencia de estas naciones ya que han ido
perdiendo su identidad, por no conocer ya más su historia, y por lo tanto su
razón de ser, su arraigo en la Tradición que les ha dado origen. Ramiro de
Maeztu hablaba de ello en “Defensa de la Hispanidad”.
El Padre Castellani también afirmaba esta necesidad
imperiosa de toda nación:
“Toda nación
para existir decentemente debe tener una misión en el mundo, una idea
trascendental que realizar, llamada “el ideal nacional”, porque así como el
hombre no es fin de sí propio, tampoco las naciones”.[7]
En el caso de Rusia, pareciera que los rusos
siempre han sentido hondamente la necesidad de cumplir una misión trascendente,
pero nadie ha sabido definirla y llevarla a cabo hasta hoy[8],
salvo la “contra misión” o misión satánica de los comunistas, que nunca han
dudado de ello.
El Padre Osvaldo Lira sabía explicar muy bien la
relación entre ser y hacer de una nación, porque la identidad se manifiesta
haciendo, y si el país deja de hacer lo que debe, corre peligro de dejar de
ser, en tanto la nación es un ser accidental. En relación con Rusia hay un
carácter fundamental y necesariamente imperial. Así afirmaba Lira:
“Es evidente
que, para la nación considerada en su estricta razón formal, se ha de presentar
con mucha más urgencia que para los individuos la identidad indiscutible que,
en el plano dinámico de la operación, existe entre el ser y el hacer, ya que si
la persona individual llega a suspender toda manifestación de actividad intelectiva
o sensitiva, le queda por lo menos el recurso de refugiarse en su condición
fundamental de sustancia, la cual, a su vez, se encuentra asegurada
suficientemente por la persistencia en su seno de la actividad vegetativa. Para
la nación, en cambio, no existe ninguna posibilidad de optar, desde el momento
en que, contra lo que creyeron Hegel y Spengler, es una realidad de tipo moral,
no físico, y que, por consiguiente, se halla dotada de existencia puramente
accidental. El ser de la nación no viene a consistir, al fin de cuentas, más
que en la unidad que surge como fruto natural de la convergencia de los
entendimientos y voluntades –o, si se prefiere, de las almas- en torno a un
mismo ideal. Es ese carácter de accidente metafísico lo que le impone
precisamente la obligación de hallarse en continua actividad, porque si el acto
correlativo de la esencia sustancial es la existencia, el que corresponde al
accidente es la operación. Podemos mantener inactiva a nuestra esencia humana
por las condiciones entitativas de inmutabilidad y necesidad que la afectan,
como a todas las esencias; pero para una nación cualquiera, inactividad tiene
que sonar lo mismo que muerte, porque en ella la inactividad equivale pura y
simplemente a la inactualidad. Esto explica por qué a toda etapa de unificación
nacional ha de suceder siempre otra de aspiraciones imperiales”.[9]
LA RUSIA DE PUTIN. EL VALOR DE LA RELIGIÓN EN LA IDENTIDAD DE UNA NACIÓN. Partes 1 y 2
La Rusia de
Putin. El valor de la religión en la identidad de una Nación. Partes I y II.
Por PADRE
ALFREDO SÁENZ
Antes de
entrar en el tema, algunas palabras muy sintéticas sobre la historia de Rusia,
ya que no suele ser demasiado conocida. Los orígenes del cristianismo en dicha
nación se remontan al año 988 y coinciden con el bautismo del príncipe
Vladímir, acontecido en Constantinopla, al que siguió la evangelización del
principado de Rus’ con sede en Kiev. Todo ello aconteció antes de la separación
de Roma. Dicho nuevo reino comprendería, con el tiempo, un amplio espacio
geográfico, hoy ocupado por Rusia, Ucrania y Bielorrusia, primera forma
política organizada de las tribus eslavas orientales que adhirieron al
cristianismo, constituyéndose así el pueblo ruso. La escritura rusa, que
representa el quicio fundamental de una cultura, fue allí introducida por la
difusión del cristianismo entre las tribus eslavas a través de la creación de
los caracteres cirílicos. Ello, gracias a dos grandes santos, Cirilo y Metodio.
Tiempo más
adelante aconteció la invasión de los mogoles, que cubrieron el mapa de la
vieja Rus’. El pueblo ruso, un pueblo entonces acosado, encontró su sostén en
la Iglesia. En ese período, el centro religioso y político fue transferido de
Kiev a Vladímir en 1299 y luego a Moscú en 1322. Durante esos años los
príncipes se fueron capacitando para enfrentar a los mogoles, y bajo el mando
del príncipe Dimitri Donskoi, vencieron definitivamente al ejército mogol en la
batalla de Kulikovo.
En 1453
Constantinopla, a la que adhería la Iglesia rusa, fue conquistada por el
Imperio Otomano. El principado de Moscú, que no cayó en poder de los turcos,
realzó la importancia de esta ciudad que fue llamada Tercera Roma y
Constantinopla. Los zares consideraron a Rusia el heredero legítimo del Imperio
Romano de Oriente.
Bajo el
gobierno de Pedro el Grande y de Catalina la Grande, la Iglesia ortodoxa se vio
subordinada al ámbito político. Tras la caída del último zar, Nicolás II, el
bolchevismo llevó adelante una gigantesca obra de laicización del pueblo ruso.
1. LA FIGURA DE PUTIN
Vladímir
Putin nació en “Leningrado”, la antigua San Petersburgo, el 7 de octubre de
1952, en el seno de una familia muy modesta, su madre lo hizo bautizar en
la catedral de la Transfiguración de aquella ciudad, y ello en el mayor
secreto. El padre era militante del Partido Comunista. Sólo en 1996 Vladímir se enterará de que había sido
bautizado. Toda su juventud se desarrolló en Leningrado. En
esos años sintió deseos de servir a su país en el campo de la información, más
concretamente, en la KGB. En Leningrado funcionaba una de las más prestigiosas
universidades soviéticas, donde estudió Derecho. Ya miembro de la KGB fue
enviado en 1985 a Dresde, en Alemania del Este.
Tal destino
sería providencial porque le dio ocasión de asistir, en 1989, a los graves
acontecimientos que conmovieron a Alemania del Este. La KGB no sabía cómo
enfrentar la situación, esperando de Moscú instrucciones que nunca llegaron.
Pronto vendría la disolución del Pacto de Varsovia y el naufragio de la Unión
Soviética. “Con este asunto de ‘Moscú no responde’, tuve la sensación de que
el país no existía más. Había desaparecido. Era claro que la Unión Soviética
había entrado en agonía, en su fase terminal”, dirá Putin en el
2000. En enero de 1990, sin esperar el hundimiento de un sistema que ya se
mostraba inevitable, dejó el servicio activo de la KGB y volvió a Leningrado
para acabar su tesis de doctorado.
¿Qué haría
entonces en el campo político? Se le ocurrió ofrecerse a Boris Yeltsin, de
quien fue colaborador directo, pero éste renunció el 31 de diciembre. Dicha
circunstancia colocó a Vladímir Putin a la cabeza del Estado, antes de ser elegido triunfalmente, unos meses después, en marzo
de 2000, presidente de la Federación de Rusia. Extraordinario
ascenso de alguien que nunca quiso “hacer carrera”, y del que Solzhenitsyn diría, después de haberlo encontrado en
septiembre de 2000: “Tiene un espíritu penetrante,
comprende pronto y no tiene ninguna sed personal de poder. El Presidente
comprende todas las enormes dificultades que ha heredado. Hay que destacar su
extraordinaria prudencia y su juicio equilibrado”. Por lo que puede
preverse, tomaría otros caminos que los preferidos por las democracias
occidentales.
“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”
“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL” Por FLAVIO MATEOS El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...