Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

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viernes, 20 de junio de 2025

LA VIRGEN Y LOS COLORES DE NUESTRA BANDERA

 


 En un nuevo 20 de junio, día de nuestra bandera y aniversario de la muerte de su fundador, el Gral. Manuel Belgrano, vayan estas esclarecedoras notas. 

 

Siendo la Argentina, desde su cuna, un país eminentemente mariano, fruto de la herencia hispánica, resulta natural la vinculación que la historia nos muestra entre la Santísima Virgen, especialmente en su advocación de Nuestra Señora de Luján, y los colores azul y blanco de nuestra bandera.

    No existe ciertamente un documento, firmado por Belgrano, donde se declare expresamente que impuso a la bandera los colores marianos. Pero es un error creer que hace falta un documento tal, inédito y lleno de polvo, para demostrar esta verdad. Porque científicamente hay un amplio contexto documental y un ceñido substrato biográfico que autorizan con toda legitimidad a concluir que los colores nacionales derivan de los colores del manto de Nuestra Señora.

    Cuando Vicente Sierra se refiere a este tema, pese a ser un historiador de reconocida posición católica, se muestra hipercrítico; sin embargo, luego de haber expuesto diversas objeciones, concluye que los colores de nuestra bandera fueron tomados por los porteños de la bandera de los Borbones, concretamente de la de Carlos III, el cual había fundado la Orden de la Inmaculada Concepción a la que perteneció Belgrano.

    Los siguientes extractos de varios libros nos confirman en la conclusión anterior.

(Nota de la Redacción de la Revista Mikael)

«Cuando el rey Carlos III consagró España y las Indias a la Inmaculada en 1761, y proclamó a la Virgen principal Patrona de sus reinos; creó también la Orden Real de su nombre, cuyos caballeros recibían, como condecoración, el medallón esmaltado con la imagen azul y blanca de la Inmaculada, pendiente al cuello de una cinta de tres franjas: blanca en el medio, y azules a los costados.

El artículo 40 de los estatutos de la Orden, reformados en 1804, dice: Las insignias serán una banda de seda ancha dividida en tres franjas iguales, la del centro blanca y las dos laterales de color azul celestial»

(Aníbal Atilio Rottjer, «El General Manuel Belgrano», Ed. Don Bosco, 1970, p. 62).

    

«Mitre dijo que los colores nacionales blanco y azul celeste pudieron ser adoptados en señal de fidelidad al rey de España, Carlos IV, que usaba la banda celeste de la Orden de Carlos III, como puede verse en sus retratos al óleo... La cruz de esta orden es esmaltada de blanco y celeste, colores de la inmaculada Concepción de la Virgen, según el simbolismo de la Iglesia. El artículo IV de los estatutos de dicha orden, decretados en 1804, dice: “Las insignias... serán una banda de seda ancha dividida en tres fajas iguales, la del centro blanca, y las dos laterales de color azul celeste”. Augusto Fernández Díaz recuerda que, cuando el último ensayo de gobierno republicano en España, se quiso cambiar la bandera rojo y gualda por otra de tres franjas: rojo, gualda y morado, Miguel de Unamuno, entonces diputado, dijo: “... Bandera monárquica podrías acaso llamar a la celeste y blanca de los Borbones de la casa española, cuyos colores son también los de la República Argentina y los de la Purísima Concepción”».

(Vicente Sierra, «Historia de la Argentina», Ed. García Agustina, T. V., 2001. III, esp. I, p. 470).

    

«Si bien la escarapela azul y blanca no se usó en 1810, y sólo aparece al año siguiente, como distintivo de la Sociedad Patriótica; sus colores habían adquirido una especial significación, por haberlos usado los voluntarios que prepararon la Reconquista, y que, reunidos en Luján, combatieron luego en la Chacra de Perdriel. Las crónicas de Luján nos hablan del Real Pendón de la Villa de Nuestra Señora, bordado en 1790 por las monjas catalinas de Buenos Aires. En él había dos escudos: uno con las armas del Rey y otro con la imagen de la Pura y Limpia Concepción de María Santísima, singular patrona y fundadora de la villa.

El Cabildo de Luján entregó este estandarte a las tropas de Pueyrredón, como su mejor contribución para el servicio y la defensa de la patria.

Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando, como distintivo de reconocimiento, los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra blanca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una medía 36 centímetros, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján; los 300 soldados improvisados se lanzan al ataque contra 700 veteranos de Beresford, y mueren en la acción tres argentinos y veinte británicos.

Los dispersos se unen más tarde a las fuerzas de Liniers, y obtienen, días después, la victoria definitiva, que se atribuyó oficialmente a la intervención de la Virgen María, como consta en las actas del Cabildo de 1806.

Estos colores los conservaron los húsares de Pueyrredón en la Defensa, durante las jornadas de julio de 1807».

(Aníbal Rotjer, op. cit., pp.61.62).

    

«¡Soldados! Somos de ahora en adelante el Regimiento de la Virgen. Jurando nuestras banderas os parecerá que besáis su manto... Al que faltare a su palabra, Dios y la Virgen, por la Patria, se lo demanden».

(Proclama del Coronel Domingo French, pronunciada en Luján el 25 de septiembre de 1812 en P. Jorge María Salvaire, «Historia de Nuestra Señor de Luján» T. II., 1825, pp. 281-83).

    

«Carlos III, Carlos IV y Fernando VII vestían sobre el pecho la banda azul y blanca con el camafeo de la inmaculada, y el manto real lucía estos mismos colores, como puede observarse en los retratos que adornan los salones del Escorial y el palacio de Oriente en Madrid, donde se custodian también las condecoraciones con la cruz esmaltada en blanco y celeste.

Pueyrredón y Azcuénaga las usaron, como caballeros de esa Orden, y Belgrano, como congregante mariano en las universidades de Salamanca y de Valladolid. Ya hemos referido en otro lugar que Belgrano, al recibirse de abogado, juró “defender el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Patrona de las Españas”, y que, al ser nombrado secretario del Consulado, declaró en el acta fundamental de la institución que la ponía bajo la protección de Dios y elegía como Patrona a la Inmaculada Virgen María, cuyos colores, azul y blanco, colocó en el escudo que ostentaba el frente del edificio».

(Aníbal Rotjer, op. cit., pp.61.62).

    

«... al fundarse el Consulado en 1794, quiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de la dicha institución constaba de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones diversas de las que tuvo en 1794?

El Padre Salvaire no conocía estos curiosos datos y, sin embargo confirma nuestra opinión al afirmar que “con indecible emoción cuentan no pocos ancianos, que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria, los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto».

(Guillermo Furlong S.J., Belgrano. «El Santo de la espada y de la pluma». Club de Lectores, Bs. As., 1974, pp. 55-59).

    

«Al emprender la marcha (hacia el Paraguay) pasa (Belgrano) por la Villa de Nuestra Señora de Luján donde se detiene para satisfacer el deseo que le anima de poner su nueva carrera y las grandes empresas que idea en su mente, bajo la protección de la milagrosa Virgen de Luján. Manda, al efecto, celebrar en ese Santuario una solemne misa en honor de la Virgen, a la que asiste personalmente, a la cabeza del Ejército de su mando, y robusteciendo su corazón con el cumplimiento de este acto religioso, prosigue lleno de fe y de esperanza el camino que le trazara el deber y el honor».

(P. Jorge María Salvaire, op. cit., pp. 262-263).

    

«José Lino Gamboa, antiguo cabildante de Luján, juntamente con Carlos Belgrano, hermano del General, afirmó que: “Al dar Belgrano los colores celeste y blanco a la bandera patria, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, honrar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto por haberse amparado a su Santuario de Luján”».

(José Manuel Eizaguirre, «La bandera argentina», Peuser, Bs., As., 1900, p. 43).

    

«El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján de quien era ferviente devoto”.

Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores».

(Aníbal Atilio Buttier, op. cit., p. 63).

* En «Mikael, Revista del Seminario de Paraná», año 8, n°23, Primer cuatrimestre de 1976, pp.103-108.

https://blogdeciamosayer.blogspot.com/2025/06/la-virgen-y-los-colores-de-nuestra.html

 

sábado, 12 de agosto de 2023

"LA VIRGEN Y LOS COLORES DE NUESTRA BANDERA"

 


Reproducimos a continuación un artículo publicado en la revista Mikael, órgano oficial del Seminario Arquidiocesano de Paraná. La revista apareció entre 1973 y 1983. La nota corresponde al número 23, del Segundo Cuatrimestre de 1980.

Los destacados en negrita son del artículo original. Hemos añadido algunas imágenes, de las que la nota original carecía.

Publicamos esta nota en el Día de la Reconquista, hecho histórico que tanta relevancia tuvo en el establecimiento de los colores celeste y blanco como nuestros colores nacionales.

 

LA VIRGEN

Y LOS COLORES DE NUESTRA BANDERA

 

Siendo la Argentina, desde su cuna, un país eminentemente  mariano, fruto de la herencia hispánica, resulta natural la relación que la historia nos muestra entre la Santísima Virgen, especialmente en su advocación de Nuestra Señora de Luján, y los colores azul y blanco de nuestra bandera. No existe ciertamente un documento, firmado por Belgrano, donde se declare expresamente que impuso a la bandera los colores marianos. Pero es un error creer que hace falta un documento tal, inédito y lleno de polvo, para demostrar esta verdad. Porque científicamente hay un amplio contexto documental y un ceñido substrato biográfico que autorizan con toda legitimidad a concluir que los colores nacionales derivan de los colores del manto de Nuestra Señora. Cuando Vicente Sierra se refiere a este tema, pese a ser un historiador de reconocida posición católica, se muestra hipercrítico; sin embargo, luego de haber expuesto diversas objeciones, concluye que los colores de nuestra bandera fueron tomados por los porteños de la bandera de los Borbones, concretamente de la de Carlos III, el cual había fundado la Orden de la Inmaculada Concepción a la que perteneció Belgrano. Los siguientes extractos de varios libros, nos confirman en la conclusión anterior. (N. de la R.) 

 

"Cuando el rey Carlos III consagró España y las Indias a la Inmaculada en 1761, y proclamó a la Virgen principal Patrona de sus reinos, creó también la Orden Real de su nombre, cuyos caballeros recibían, como condecoración, el medallón esmaltado con la imagen azul y blanca de la Inmaculada, pendiente al cuello de una cinta de tres franjas: blanca en el medio, y azules a los costados. El artículo 40 de los estatutos de la Orden, reformados en 1804, dice: 

Las insignias serán una banda de seda ancha dividida en tres franjas iguales, la del centro blanca y las dos laterales de color azul celeste". 

(Aníbal Afilio Rottjer, El General Manuel Belgrano, Ed. Don Bosco, Bs. As., 1970, p. 62)

 

"Mitre dijo que los colores nacionales blanco y azul celeste
pudieron ser adoptados 'en señal de fidelidad al rey de España, Carlos IV, que usaba la banda celeste de la Orden de Carlos III, como puede verse en sus retratos al óleo... La cruz de esta orden es esmaltada de blanco y celeste, colores de la Inmaculada Concepción de la Virgen, según el simbolismo de la Iglesia'. El artículo IV de los estatutos de dicha orden, decretados en 1804, dice: 

'Las insignias... serán una banda de seda ancha dividida en tres fajas iguales, la del centro blanca, y las dos laterales de color azul celeste'. 

Augusto Fernández Díaz recuerda que, cuando en el último ensayo de gobierno republicano en España se acordó cambiar la bandera rojo y gualda por otra de tres franjas: rojo, gualda y morado, Miguel de Unamuno, entonces  diputado, dijo:

"Bandera monárquica podríais acaso llamar a la celeste y blanca de los Borbones de la casa española, cuyos colores son también los de la República Argentina y los de la Purísima Concepción"

(Vicente Sierra, Historia de la Argentina, Ed. Garriga Argentina, T. V, 1962, L. III , cap. II, p. 472)

 

"Si bien la escarapela azul y blanca no se usó en 1810, y sólo aparece al año siguiente, como distintivo de la Sociedad Patriótica, sus colores habían adquirido una especial significación, por haberlos usado los voluntarios que prepararon la Reconquista, y que, reunidos en Luján, combatieron luego en la Chacra de Perdriel. Las crónicas de Luján nos hablan del Real Pendón de la Villa de Nuestra Señora, bordado en 1760 por las monjas catalinas de Buenos Aires. En él había dos escudos: uno con las armas del rey y otro con la imagen de la Pura y Limpia Concepción de María Santísima, singular patrona y fundadora de la villa. El Cabildo de Luján entregó este estandarte a las tropas de Pueyrredón, como su mejor contribución para el servicio y la defensa de la patria. Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando, como distintivo de reconocimiento, los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra blanca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una medía 38 centímetros, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján, los 300 soldados improvisados se lanzan al ataque contra 700 veteranos de Beresford, y mueren en la acción tres argentinos y veinte británicos. Los dispersos se unen más tarde a las fuerzas de Liniers, y obtienen, días después, la victoria definitiva, que se atribuyó oficialmente a la intervención de la Virgen María, como consta en las actas del Cabildo de 1806. Estos colores los conservaron los húsares de Pueyrredón en la Defensa, durante las jornadas de julio de 1807". 

(Aníbal Atilio Rottjer, op. cit., pp. 61-62)

 

"¡Soldados! Somos de ahora en adelante el Regimiento de la Virgen. Jurando nuestras banderas os parecerá que besáis su manto... Al que faltare a su palabra, Dios y la Virgen, por la Patria, se lo demanden". 

(Proclama del Coronel Domingo French, pronunciada en Luján el 25 de septiembre de 1812; en P. Jorge María Salvaire, Historia de Nuestra Señora de Lujan, T. II, 1885, pp. 268 ss.). 

 

"Carlos III, Carlos IV y Fernando VII vestían sobre el pecho la banda azul y blanca con el camafeo de la Inmaculada, y el manto real lucía estos mismos colores, como puede observarse en los retratos que adornan los salones del Escorial y el palacio de Oriente en Madrid, donde se custodian también las condecoraciones con la cruz esmaltada en blanco y celeste. Pueyrredón y Azcuénaga los usaron, como caballeros de esa Orden, y Belgrano, como congregante mariano en las universidades de Salamanca y de Valladolid. Ya hemos referido en otro lugar que Belgrano, al recibirse de abogado, juró 'defender el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Patrona de las Españas', y que, al ser nombrado secretario del Consulado, declaró en el acta fundamental de la institución que la ponía 'bajo la protección de Dios' y elegía 'como Patrona a la Inmaculada Virgen María', cuyos colores, azul y blanco, colocó en el escudo que ostentaba el frente del edificio".

(Aníbal Atilio Rottjer, op. cit., pp. 62-63)

 

"...al fundarse el Consulado en 1794, quiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de la dicha Institución constaba de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones diversas de las que tuvo en 1794? 

El Padre Salvaire no conocía estos curiosos datos y, sin embargo, confirma nuestra opinión al afirmar que 'con indecible emoción cuentan no pocos ancianos, que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria, los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto' ".

(Guillermo Furlong S.J., Belgrano. El Santo de la espada y de la pluma, Club de Lectores, Bs. As., 1974, pp. 35-36)

 

"Al emprender la marcha (hacia el Paraguay) pasa (Belgrano) por la Villa de Nuestra Señora de Luján donde se detiene para satisfacer el deseo que le anima de poner su nueva carrera y las grandes empresas que idea en su mente, bajo la protección de la milagrosa Virgen de Luján. Manda, al efecto, celebrar en ese Santuario una solemne misa en honor de la Virgen a la que asiste personalmente, a la cabeza del Ejército de su mando, y robusteciendo su corazón con el cumplimiento de este acto religioso, prosigue lleno de fe y de esperanza el camino que le trazara el deber y el honor". 

(P. Jorge María Salvaire, op. cit., pp. 262-263)

 

"José Lino Gamboa, antiguo cabildante de Luján, juntamente con Carlos Belgrano, hermano del General, afirmó que: 

'Al dar Belgrano los colores celeste y blanco a la bandera patria, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, honrar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto por haberse amparado a su Santuario de Luján'". 

(José Manuel Eizaguirre, La bandera argentina, Peuser, Bs., As., 1900, p. 43)

 

"El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: 

Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján de quien era ferviente devoto. 

Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores". 

(Aníbal Atilio Rottjer, op. cit., p. 66)

 

Fuente:

https://heraldicaargentina.blogspot.com/2023/08/la-virgen-y-los-colores-de-nuestra.html


viernes, 9 de diciembre de 2022

LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN Y LA PATRIA

 


Por GABRIEL CAMILLI 

 

­"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles". Dogma proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.­

 Santa María, la Virgen, en esta solemnidad de su Purísima Concepción, tan arraigada en España e Iberoamérica es parte de nuestras raíces como nación. El 8 de diciembre es el Día de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, conocida también como la Purísima Concepción. Este día, fue incorporado a la nómina de feriados nacionales con la sanción de la ley 24.445 el 23 de diciembre de 1994 respetando nuestra tradición.­

LA RAICES­

Las raíces de un pueblo están en suelo de la Patria y en la Historia de aquellos que hicieron de esa tierra una Patria. Las raíces de un pueblo están en la tradición, es decir en aquello que se transmite de generación en generación: la Fe, la lengua, la cultura, el heroísmo del pasado, el esfuerzo del trabajo, las costumbres, etc., todas aquellas cosas que nos marcan y nos distinguen con características propias y nos hacen ocupar un lugar propio en el concierto de las naciones. ¿Qué pasa si un árbol no tiene una tierra donde clavar sus raíces y no tiene agua que lo alimente? El árbol se seca, queda como una plantita raquítica. Lo mismo le pasa a la Nación que se desentiende, rechaza, olvida o niega sus raíces.

martes, 7 de diciembre de 2021

DE LA MILICIA DE LA INMACULADA A LA MILICIA DEL CORAZÓN INMACULADO

 

DE LA MILICIA DE LA INMACULADA A LA MILICIA DEL CORAZÓN INMACULADO

 


 “La fascinación por la lucha la entiende cualquier hombre que no ha sido esclavizado”.

G. K. Chesterton

 

En 1917, casi en el momento mismo de las apariciones de la Virgen en Fátima, en Roma el fraile polaco Maximiliano Kolbe comprendía cabalmente la magnitud de la guerra que se le hacía a la Iglesia: la Masonería desfilaba victoriosa en Roma, celebrando su segundo centenario y prometiendo, con su característica soberbia, erradicar a la Iglesia. Kolbe no se quedó de brazos cruzados. La Inmaculada le inspiró su Milicia, que fundó tres días después de la última aparición de Fátima. El padre Kolbe no tuvo conocimiento en su vida de estas apariciones, pero peleó en otro frente el mismo combate, hasta que dejó este mundo gloriosamente.

Han pasado más de cien años, y debemos comprender que la guerra contra los poderes del infierno está llegando a momentos decisivos. Ya no podemos quedarnos sin participar activamente en esta guerra, que nos han declarado bajo una máscara a los cristianos y a toda la humanidad, a toda la creación de Dios. No podemos seguir venerando a los santos sin pretender imitarlos, pensando que ellos hicieron lo que hicieron “porque eran santos y yo no”. Hay que seguir sus ejemplos. Debemos alistarnos en la Milicia de María. El triunfo de la Inmaculada debe ser nuestra sublime obsesión. La gloria de Dios mediante la salvación de las almas.

Todos los que practican, defienden y difunden la devoción al Inmaculado Corazón de María, forman parte de esta “Milicia del Corazón Inmaculado”. Nuestras armas más poderosas son el santo Sacrificio de la Misa y el santo Rosario. Nuestra esperanza se alimenta de la Palabra de Dios. Nuestra consigna, amor a la cruz y desprecio de la muerte. Nuestro grito de batalla: Cristo vence. Nuestra Reina es Ntra. Sra. del Rosario de Fátima, la que aplasta la cabeza de la serpiente. Entonces…

¡Basta de tibiezas! ¡Basta de dormir! La mayoría de los católicos, incluso los “esclarecidos”, todavía no entienden la importancia de Fátima. El clero mediocre –sea línea media o “tradi”- ya Dios no lo tolera más. O ser santos, o nada. Debemos pelear con coraje, constancia, sabiduría y prudencia, contra los dragones de esta “nueva era”. Oración, Sacramentos, sacramentales, penitencia, sacrificios, ayunos, predicación, caridad fraterna, buena formación doctrinal, amistad entre hermanos, organización para la defensa de las familias y los últimos bastiones cristianos, paciencia, vigilancia, resistencia al avance enemigo y contraataque espiritual. En definitiva, “vigilad y orad”, porque la hora es muy oscura y nos han declarado la guerra, una guerra donde nadie tiene derecho a dejar su puesto de combate. Esperemos el triunfo de la Iglesia: llegará. Creamos al Corazón Inmaculado, escuchemos el mensaje de Fátima.

 

En el mundo pasáis apreturas, pero tened confianza:

 Yo he vencido al mundo”

(Jn. XVI, 33)

 

Reinaré a pesar de Mis enemigos

(El Sagrado Corazón a Santa Margarita María en 1689)

 

Al fin mi Corazón Inmaculado triunfará

(La Sma. Virgen en Fátima, 13 de julio de 1917)



“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...