“Digámoslo
más claramente: con el pontificado de Bergoglio, vemos en acción el intento de
dar origen a una nueva religión que sustituya al catolicismo.
“En
esta perspectiva revolucionaria, hay un instrumento que juega un papel
particular: el sínodo. La ideología democrática, presentada como una forma
de misericordia, está al servicio del relativismo. Una vez adoptado el
principio democrático, ya no es posible proclamar una verdad absoluta.
Por ALDO MARIA VALLI
Enero 2024
Las
ediciones italianas Radio Spada publicaron recientemente un
libro de don Andrea Mancinella, sacerdote ordenado en 1983. Este libro se titula Golpe
nella Chiesa. Documenti e cronache sulla sovversione: slab prime macchinazioni
al Papato di transizione, dal Gruppo del Reno fino al presente [Golpe en la Iglesia. Documentos y crónicas
de la subversión: de las primeras maquinaciones al Papado de transición, del
Grupo del Rin a la actualidad]
Cabe
señalar que en 2009, la revista Courrier de Rome publicó
un libro de Don Mancinella titulado 1962 Révolution dans l’Eglise.
Brève chronique de l’occupation néo-moderniste de l’Eglise catholique. [1962 Revolución en la Iglesia. Breve
crónica de la ocupación neomodernista de la Iglesia católica]
El
epílogo del libro Golpe nella Chiesa es de Aldo Maria Valli y
se titula: Cómo me volví un indietrista [del neologismo
acuñado por el Papa Francisco, quien usa y abusa de él para designar a aquellos
que se mantienen fieles a la Tradición]. El periodista italiano ofrece allí un
testimonio personal y un análisis esclarecedor de la crisis actual. Presentamos
los extractos más significativos.
"Jorge
Mario Bergoglio tiene una enorme responsabilidad, y su pontificado pasará a la
historia como uno de los más funestos. Más adelante diré por qué este
pontificado es único. Pero primero debemos recordar que el Papa argentino no es
el único artífice de la debacle. Más bien, es el último eslabón (por el
momento) de una larga cadena.
“Atribuirle
a él toda la responsabilidad, afirmando eventualmente que no es Papa, es no
reconocer la realidad tal como es y refugiarse en la fantasía. Francisco
ciertamente marcó la pauta, pero la dirección a seguir se indicó mucho antes
que él.
“Yo mismo
abrí los ojos hace poco. El punto de inflexión decisivo se produjo en 2016,
tras la lectura de Amoris laetitia. Un documento que tuve que releer,
porque el modernismo sabe disfrazarse y, por tanto, el texto solo me provocó a
primera vista una vaga sensación de inquietud. Fue durante la segunda lectura
que la realidad saltó ante mis ojos: el Papa esencialmente estaba diciendo que
Dios tiene la obligación de perdonarnos y que nosotros tenemos el derecho a ser
perdonados.
“Para mí,
fue una época un poco complicada. Todavía trabajaba en TG1 [Telegiornale
1, nombre del noticiero de televisión del canal público Rai1], hablaba
del Papa casi todos los días ante millones de telespectadores y lo hacía, como
siempre, en calidad de periodista, sin dejar traslucir mis pensamientos.
“Pero mi
corazón y mi alma estaban en ebullición. El Papa justificaba el pecado y
proponía una idea distorsionada de la misericordia divina. En mi blog Duc
in altum expresé mis pensamientos: escribí que el Papa Francisco es un
relativista. Y mis pensamientos no pasaron desapercibidos. […]
“Cuando,
por ejemplo, en Amoris laetitia, emerge la tendencia a poner en el
centro no a Dios y su Verdad objetiva, sino al hombre con sus necesidades y los
condicionamientos a los que está sujeto, no se ayuda al hombre a ser más libre,
sino que se le ilusiona para que supuestamente lo sea.
“Cuando
se explica que lo importante no es tanto el contenido de la norma sino la forma
en que el individuo experimenta en conciencia una determinada situación, se
corre el riesgo de dejar el campo libre a la difusión del subjetivismo y el
relativismo. El hombre ya no escucha a Dios porque es consciente de que Dios es
la Verdad y que esta Verdad es objetivamente buena.
“Dios se
adapta a la subjetividad humana. Ya no existen los derechos de Dios y los
deberes del hombre, sino los derechos del hombre y los deberes de Dios. No
faltará quien se pregunte cuál es el problema con esto.
“Yo les
respondería que el problema radica en que se trata de una deformación de
nuestra fe católica. Y este no es el camino hacia la liberación, sino hacia la
esclavitud: porque en este camino, el hombre se vuelve irremediablemente
esclavo de sí mismo.
“El drama
de la modernidad reside en esta inversión. Y el drama de la Iglesia es haberse
apropiado de esta inversión aceptando las tesis modernistas. El hombre como
Dios. E incluso, su propio ídolo, es decir, el camino seguro para condenarse a la
esclavitud y, por tanto, a la miseria.
“Cuando
ya no hay libertad para seguir el verdadero bien, sino solo la libertad de
interpretar las circunstancias según las propias necesidades, y lo que es bueno
según una valoración subjetiva, simplemente no hay más libertad. Y si no hay
libertad, hay esclavitud. Y si hay esclavitud, no hay felicidad.
“Es
sorprendente que los hombres de Dios puedan considerar la ley divina, en su
objetividad y claridad, como un obstáculo en el camino que conduce a Dios,
cuando, por el contrario, la ley objetiva y clara es el único instrumento que
permite una elección responsable y, por tanto, una auténtica libertad. Sin
embargo, esto es lo que está sucediendo ante nuestros ojos. […]
"Se
podría objetar que la culpa y el castigo son categorías demasiado claras. Dios,
lejos de ser legislador y juez, a lo sumo puede ser un amigo que acompaña. De
esto se deriva el fin de los absolutos, así como el justificacionismo, que
se alimenta de conceptos vagos e indeterminados. Ya no se sabe cuál es el
espacio de la responsabilidad, y en lugar de un Dios misericordioso que perdona
a los que se convierten, se coloca a un Dios comprensivo que justifica siempre.
[…]
“Hoy me
hago la pregunta: como bautizado en la Iglesia católica, ¿cuál Dios es el que me
llama a ser testigo? ¿Un Dios indiscriminadamente comprensivo o un Dios
auténticamente misericordioso? ¿Un Dios que borra la culpa del hombre o un Dios
que la asume en Jesús, su mediador y redentor? ¿Un Dios que me ofrece un
consuelo superficial o un Dios que me libra del pecado? ¿Un Dios que por amor
se hizo hombre o un hombre que por presunción quiere hacerse Dios? […]
“Debemos tener paciencia y no cansarnos de mantener nuestra posición. Si el Señor nos envía esta prueba, es para nuestro mayor bien. Por eso, paradójicamente, pero no tanto, doy gracias al Papa argentino. Con él se desataron todos los nudos, se manifestaron todas las contradicciones. Ahora el panorama es claro y tenemos la oportunidad de elegir nuestro bando.