LA DIPLOMACIA VATICANA Y SU GRAN FRACASO ANTE
LOS REPRESENTANTES DE LA SINAGOGA DE SATANÁS
Por IGNACIO KILMOT
Desde
León XIII con su catastrófico “Ralliement” en adelante, los papas de antes del
Concilio, ejemplares en su Magisterio, en sus actos en pro de la Iglesia como
las canonizaciones, promoción de las misiones y demás, han resultado
increíblemente débiles y equívocos en su conducta práctica respecto de los
enemigos de la Iglesia. Porque si bien siendo el Vaticano un Estado y por lo
tanto con el deber de, en general, mantener relaciones cordiales con el resto
de los Estados del mundo, sin embargo, las flaquezas devenidas de su manía
diplomática no sólo no han evitado las persecuciones y las guerras sobre los
católicos, sino que han mostrado sus limitaciones, sus fracasos y han hecho acrecer
las fuerzas de los enemigos de la Iglesia, que podemos denominar la “Sinagoga
de Satanás”. Quizás con una mentalidad “a la antigua”, faltos de perspicacia,
mal asesorados, no han advertido esos papas que tras la Revolución francesa de
1789 y con la irrupción de la Masonería en el control de los Estados, además de
la caída de las monarquías, la “Democracia” liberal sólo era una vistosa
fachada para ocultar detrás a los mismos factores de poder que ocupaban los
países dominados por el impío comunismo. He allí una razón –entre otras
probables- para que ni Pío XI ni Pío XII hicieran la consagración de Rusia,
como la había pedido la Virgen de Fátima.
Como empezamos
diciendo, los intentos de refrenar las calamidades que trajo al mundo la era
revolucionaria, fueron un fracaso absoluto. Benedicto XV había intentado infructuosamente,
mediante la diplomacia, que se detuviese la Primera Guerra mundial. Ante la
frustración, decidió entonces orar públicamente a la Virgen, para encomendarle
el asunto. Días después la Virgen apareció en Fátima, prometiendo el próximo
final de la guerra. Pío XII no consagró Rusia como debía, pero ante la Segunda
Guerra mundial que se prolongaba, y a petición de los Obispos portugueses,
consagró el mundo al Corazón Inmaculado, y la guerra fue acortada. Sin embargo,
en ninguno de los dos casos llegó una verdadera y duradera paz.
Esa falta
de visión del enemigo, visión que sí llegó a tener un papa santo como Pío X,
explica, v.gr., que el papa Pío XII, que en 1942 había consagrado el mundo al
Corazón Inmaculado de María para obtener la paz, escribiese varias veces en
términos zalameros al Presidente Roosevelt, masón que supo de la maniobra de
falsa bandera de Pearl Harbor para meter a los EE.UU. en la guerra; o que el 26
de agosto de 1947, le escribiese lo que sigue al Presidente de Estados Unidos
Harry Salomon Truman, el asesino masón que dos años antes había hecho arrojar
las bombas atómicas en Japón, quemando vivas a las poblaciones civiles de
Hiroshima y Nagasaki:
“Acabamos de recibir de su representante personal, el Sr. Myron Taylor, la carta de Su Excelencia del 6 de agosto, y nos apresuramos a expresar Nuestra satisfacción y gratitud por este reciente testimonio del deseo y la resolución de un pueblo grande y libre de dedicarse, con la confianza y la generosidad que lo caracterizan, a la noble tarea de consolidar los cimientos de esa paz que todos los pueblos de la tierra desean. Como su líder elegido, Su Excelencia se esfuerza por reunir y organizar la cooperación de todas las fuerzas y poderes capaces de ayudar en la realización de esta tarea. Nada más que Nosotros esperamos que estos esfuerzos tengan éxito, y para la feliz consecución de este objetivo comprometemos Nuestros recursos e imploramos fervientemente la ayuda de Dios.