Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

lunes, 20 de junio de 2022

LA DIPLOMACIA VATICANA Y SU GRAN FRACASO ANTE LOS REPRESENTANTES DE LA SINAGOGA DE SATANÁS

  

LA DIPLOMACIA VATICANA Y SU GRAN FRACASO ANTE LOS REPRESENTANTES DE LA SINAGOGA DE SATANÁS

 

 


 

Por IGNACIO KILMOT

 

Desde León XIII con su catastrófico “Ralliement” en adelante, los papas de antes del Concilio, ejemplares en su Magisterio, en sus actos en pro de la Iglesia como las canonizaciones, promoción de las misiones y demás, han resultado increíblemente débiles y equívocos en su conducta práctica respecto de los enemigos de la Iglesia. Porque si bien siendo el Vaticano un Estado y por lo tanto con el deber de, en general, mantener relaciones cordiales con el resto de los Estados del mundo, sin embargo, las flaquezas devenidas de su manía diplomática no sólo no han evitado las persecuciones y las guerras sobre los católicos, sino que han mostrado sus limitaciones, sus fracasos y han hecho acrecer las fuerzas de los enemigos de la Iglesia, que podemos denominar la “Sinagoga de Satanás”. Quizás con una mentalidad “a la antigua”, faltos de perspicacia, mal asesorados, no han advertido esos papas que tras la Revolución francesa de 1789 y con la irrupción de la Masonería en el control de los Estados, además de la caída de las monarquías, la “Democracia” liberal sólo era una vistosa fachada para ocultar detrás a los mismos factores de poder que ocupaban los países dominados por el impío comunismo. He allí una razón –entre otras probables- para que ni Pío XI ni Pío XII hicieran la consagración de Rusia, como la había pedido la Virgen de Fátima.

Como empezamos diciendo, los intentos de refrenar las calamidades que trajo al mundo la era revolucionaria, fueron un fracaso absoluto. Benedicto XV había intentado infructuosamente, mediante la diplomacia, que se detuviese la Primera Guerra mundial. Ante la frustración, decidió entonces orar públicamente a la Virgen, para encomendarle el asunto. Días después la Virgen apareció en Fátima, prometiendo el próximo final de la guerra. Pío XII no consagró Rusia como debía, pero ante la Segunda Guerra mundial que se prolongaba, y a petición de los Obispos portugueses, consagró el mundo al Corazón Inmaculado, y la guerra fue acortada. Sin embargo, en ninguno de los dos casos llegó una verdadera y duradera paz.

Esa falta de visión del enemigo, visión que sí llegó a tener un papa santo como Pío X, explica, v.gr., que el papa Pío XII, que en 1942 había consagrado el mundo al Corazón Inmaculado de María para obtener la paz, escribiese varias veces en términos zalameros al Presidente Roosevelt, masón que supo de la maniobra de falsa bandera de Pearl Harbor para meter a los EE.UU. en la guerra; o que el 26 de agosto de 1947, le escribiese lo que sigue al Presidente de Estados Unidos Harry Salomon Truman, el asesino masón que dos años antes había hecho arrojar las bombas atómicas en Japón, quemando vivas a las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki:

Acabamos de recibir de su representante personal, el Sr. Myron Taylor, la carta de Su Excelencia del 6 de agosto, y nos apresuramos a expresar Nuestra satisfacción y gratitud por este reciente testimonio del deseo y la resolución de un pueblo grande y libre de dedicarse, con la confianza y la generosidad que lo caracterizan, a la noble tarea de consolidar los cimientos de esa paz que todos los pueblos de la tierra desean. Como su líder elegido, Su Excelencia se esfuerza por reunir y organizar la cooperación de todas las fuerzas y poderes capaces de ayudar en la realización de esta tarea. Nada más que Nosotros esperamos que estos esfuerzos tengan éxito, y para la feliz consecución de este objetivo comprometemos Nuestros recursos e imploramos fervientemente la ayuda de Dios.

Lo que se propone hacer es garantizar el establecimiento de una paz estable entre las naciones. Porque sería inútil prometer una larga vida a un edificio construido sobre arenas movedizas o sobre cimientos agrietados y desmoronados. Sabemos -y esta verdad se expresa una vez más en la carta de Su Excelencia- que los cimientos de una paz así sólo pueden ser sólidos si se apoyan en la base inconmovible de la fe en el único Dios verdadero, el Creador de todos los hombres. Es Él quien ha fijado necesariamente la meta de la vida humana; por lo tanto, es necesariamente de Él que el hombre tiene el derecho personal e inalienable de perseguir esta meta y de no ser impedido de alcanzarla. La sociedad civil también es de origen divino y la exige la propia naturaleza. Pero es posterior al hombre y fue concebido como un medio para defenderlo y asistirlo en el ejercicio legítimo de los derechos que Dios le ha concedido. Desde el momento en que el Estado, con exclusión de Dios, se convierte en la fuente de los derechos humanos, el hombre queda inmediatamente reducido a la condición de esclavo; no es más que una mercancía civil que debe ser explotada para los fines egoístas de un grupo que finalmente se encuentra en el poder. El orden de Dios es entonces derrocado, y la historia muestra claramente a quienes quieran leerla que la consecuencia inevitable del derrocamiento del orden entre los pueblos es la guerra. Por lo tanto, la tarea de los amigos de la paz es clara.

¿Se precipita Su Excelencia al esperar encontrar hombres en todo el mundo dispuestos a cooperar en tan loable empresa? Creemos que no. La verdad no ha perdido nada de su poder para unir a su causa las mentes más iluminadas y los corazones más nobles. Su ardor está alimentado por la llama de la justa libertad que lucha por abrirse paso a través de la injusticia y la falsedad. Pero aquellos que poseen la verdad deben hacer su deber de definirla claramente, cuando sus enemigos la distorsionan hábilmente. Deben estar orgullosos de defenderla y ser lo suficientemente generosos para regular el curso de sus vidas, nacionales y personales, a sus requerimientos. Esto requerirá, además, la rectificación de muchas aberraciones.

Las injusticias sociales, las injusticias raciales y los odios religiosos existen hoy en día entre los hombres y los grupos que afirman con orgullo formar parte de la civilización cristiana. Son un arma muy útil y a menudo eficaz en manos de quienes están decididos a destruir todo lo bueno que esta civilización ha aportado al hombre. Es el deber de todos los que aman sinceramente a la gran familia humana unirse para arrancar estas armas de manos hostiles. Es esta unión la que traerá la esperanza de que los enemigos de Dios y de los hombres libres no triunfen.

Seguramente, Su Excelencia y todos los defensores de los derechos humanos encontrarán una sincera y plena cooperación con la Iglesia de Dios. Fiel guardiana de la verdad eterna y madre amorosa de todos, desde su fundación hace casi dos mil años ha sido la campeona del individuo contra el despotismo, del trabajador contra la opresión, de la religión contra la persecución. Su misión divina le hace entrar a menudo en conflicto con los poderes del mal, que obtienen su fuerza sólo de la violencia física y de la brutalidad que les inspira, y sus líderes son enviados al exilio o a la cárcel, o mueren torturados. Esta es la historia de hoy. Pero la Iglesia no tiene miedo. No puede pactar con el enemigo declarado de Dios. Debe seguir enseñando el primer y más grande mandamiento a todo hombre: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas", y el segundo mandamiento similar: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Su mensaje invariable es que el hombre tiene deberes primero para con Dios y luego para con su prójimo; que el más fiel servidor de Dios es también el mejor servidor de su país; que el país que encadena la palabra de Dios dada a los hombres por medio de Jesucristo no promueve una paz duradera en el mundo. Trabajando con todos sus recursos para llevar a los hombres y a las naciones a una clara conciencia de sus deberes para con Dios, la Iglesia continuará, como siempre ha hecho, aportando la contribución más eficaz a la paz internacional y a la salvación eterna del hombre.

Nos complace que la carta de Su Excelencia nos haya dado la oportunidad de decir una palabra de aliento a todos los que están seriamente comprometidos en la tarea de consolidar la frágil estructura de la paz hasta que sus cimientos puedan ser puestos con mayor solidez y sabiduría. La generosa caridad que el pueblo estadounidense ha mostrado a los desafortunados y oprimidos de todas las partes del mundo, y que es verdaderamente digna de las mejores tradiciones cristianas, es un signo manifiesto de su ferviente deseo de ver establecidas la paz y la prosperidad universales.

La gran mayoría de los pueblos de la tierra, estamos seguros, comparten este deseo, incluso en los países donde la libertad de expresión está reprimida. Quiera Dios que sus fuerzas se unan en la realización de este deseo. No hay lugar para el desánimo o la disminución de sus esfuerzos. Bajo la Providencia benévola y misericordiosa de Dios, Padre de todos, lo que es bueno, santo y justo acabará triunfando.

Podemos asegurar a Su Excelencia que hemos recibido cordialmente al Sr. Myron Taylor, su representante personal, a su regreso a Roma, y que nos complace renovar la expresión de Nuestros buenos deseos para el pueblo de los Estados Unidos, para los miembros de su Gobierno, y en particular para su estimado Presidente.”[1]

Pío XII trata de constructor de la paz, defensor de los derechos humanos y amante de la justicia a uno de los agentes más siniestros de la Sinagoga de Satanás. Repetimos: se trata del hombre que hizo morir al instante cientos de miles de personas inocentes, allí en las ciudades más católicas del Japón. [2] ¿Imaginamos que habría dicho cosas semejantes en referencia a Josif Stalin? Decía el Papa en su carta que “Su misión divina [de la Iglesia] le hace entrar a menudo en conflicto con los poderes del mal, que obtienen su fuerza sólo de la violencia física y de la brutalidad que les inspira, y sus líderes son enviados al exilio o a la cárcel, o mueren torturados”. ¿Los poderes del mal obtienen su fuerza sólo de la violencia física y la brutalidad, o también mediante la hábil persuasión, el lavado de cerebros, la propaganda y la corrupción? ¿No eran los EE.UU. la otra cara de la misma moneda que la URSS? Pío IX había sido mucho más prudente, cuando escribía: “Lo que aflige a vuestro país y le impide merecer las bendiciones del Cielo, es la confusión de los principios. Diré la palabra y no la callaré: lo que más temo para vosotros no son esos miserables de la Comuna, verdaderos demonios escapados del infierno, es el liberalismo católico, ese sistema fatal que siempre sueña en conciliar dos cosas imposibles: la Iglesia y la Revolución. Lo he condenado ya, pero lo condenaría cuarenta veces más si fuera necesario. Sí, vuelvo a decirlo por el amor que os tengo; sí, ese juego de equilibrio es el que puede acabar por destruir la religión entre vosotros”[3].

El asesino Truman (democrático, eso sí) leería con una sarcástica sonrisa las palabras piadosas del Papa.

Tamaña ¿ingenuidad? ¿desinformación? demostraba Pío XII cuando el 22 de agosto de 1940 le decía en carta al Presidente Franklin Delano Roosevelt –otro siniestro masón pro-comunista, uno de los “grandes” que pocos años más tarde logró hacer bombardear la abadía de Monte Cassino- lo siguiente:

 “En Nuestra incesante búsqueda de esa paz que ya no será, como tantas veces en el pasado, un paréntesis de agotamiento entre dos fases de conflicto, sino más bien, por la gracia de Dios, una era dorada de concordia cristiana dedicada al mejoramiento espiritual y material de la humanidad, sentimos un claro consuelo al pensar que no estaremos sin el poderoso apoyo del Presidente de los Estados Unidos.”

Viendo esas sus actitudes no sorprende que Pío XII estuviese rodeado de liberales, modernistas y masones, que disfrazados de piadosos prelados estuviesen poniendo a punto la gran conspiración del Concilio Vaticano II. Las cartas estaban echadas.

Gracias a Dios, la Virgen no ha usado nunca lenguaje diplomático. “Sí sí, no no” ese es su lenguaje.

  

 



[1] Carta del papa Pio XII al presidente de los Estados Unidos, el señor Harry S. Truman, en respuesta al envío de un representante ante la Santa Sede. Castel Gandolfo, 26 de agosto de 1947. En este video Truman se refiere a la bomba atómica como “un gran logro científico”:

https://www.youtube.com/watch?v=IiEgCqEtzTQ

[2] ¿Cómo podemos sorprendernos que setenta años después el Arzobispo de Bs. As. reciba sonriente y con honores a un Jefe de Estado que poco tiempo atrás logró que se impusiera la ley del aborto en Argentina, un presidente promotor de las "leyes" LGBT etc.?

[3] Carta a los católicos de Francia, 18 de junio de 1871.

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