Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

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sábado, 22 de marzo de 2025

VERITAS FILIA TEMPORIS - LAS MENTIRAS DEL COVID

 



Por FERNANDO DEL PINO CALVO-SOTELO

 

18 de marzo de 2025

 

La verdad es hija del tiempo. Cinco años después del comienzo del covid, el relato oficial se desmorona. El abrumador peso de la evidencia científica y la publicación de informes oficiales revisionistas que desmontan el relato político-mediático hegemónico desde 2020 ha provocado que algunos medios españoles hayan entonado un meritorio, aunque insuficiente mea culpa. Uno de ellos reconoce que «lo que eran fake news de algunos de aquellos etiquetados como negacionistas ahora está alineado con los hechos probados», y propone que, en adelante, «deberíamos escuchar otras voces, aunque no concuerden con la narrativa del Estado, de los medios, de los verificadores de información (…) ni con nuestra más arraigada ideología» (elocuente, esto último, ¿no?) [1].

En otros países ha ocurrido algo similar. Recientemente, uno de los periodistas del New York Times titulaba así su artículo: “Nos engañaron de mala manera”[2]. Otro arrepentido del británico The Times reconocía que ya no cree «que los confinamientos salvaran una sola vida, y de hecho posiblemente causaron la muerte de muchas personas». Tras pedir que la próxima vez «conservemos nuestro espíritu crítico y no menospreciemos como parias a aquellos que discrepan del relato oficialmente aprobado», termina con una reflexión: «Debemos recordar que cuanto mayor sea el consenso, más dudas debemos tener sobre el mismo»[3]. Amén.

En realidad, eran los políticos, la UE, los medios de comunicación, los payasos fact-checkers y parte del estamento médico, es decir, el contubernio político-mediático-farmacéutico, los negacionistas que propagaban bulos sin cesar.

El origen del Covid: un escape de laboratorio

El primer bulo del establishment fue el supuesto origen zoonótico del covid con aquel inventado pangolín que aún sobrevive en el bosque escapando de sus perseguidores, como Rambo. El sentido común nos hacía preguntarnos hace ya dos años cuál era la probabilidad a priori de que, de todos los lugares habitados del planeta, el virus emergiera precisamente en una ciudad donde existían laboratorios que estaban trabajando precisamente con ese tipo de coronavirus.

Hoy ninguna fuente seria cuestiona que la pandemia fue con toda probabilidad causada por un escape de un laboratorio biológico en Wuhan que las autoridades chinas y los EEUU ocultaron con la ayuda de la corrupta OMS mientras China exportaba el virus al resto del mundo. El interés de EEUU era doble: los científicos y las instituciones norteamericanas que habían financiado la investigación del coronavirus en Wuhan querían borrar sus huellas, y el Deep State quería debilitar la posibilidad de reelección de Trump, que defendía la teoría del escape biológico.

La verdad ―que fue censurada― era conocida o al menos sospechada desde 2020, pero fue ocultada al gran público. Los servicios de inteligencia alemanes otorgaron desde un principio una probabilidad de hasta el 95% de que el virus proviniera del laboratorio chino, pero la ex canciller Merkel decidió mantener el informe en secreto[4]. Del mismo modo, el exdirector del Mi6 presentó al gobierno británico un informe clasificado en el que declaraba que «no existe ninguna duda razonable de que el covid-19 ha sido diseñado en el Instituto de Virología de Wuhan», pero el establishment lo enterró[5].

Las controladísimas revistas médicas contribuyeron a tal ocultación, con una excepción. En 2021 el British Medical Journal publicó que «la supresión de la teoría de la fuga de laboratorio no se basa en ninguna evaluación clara de la ciencia», y que se había producido «a pesar de que no existen pruebas de la explicación alternativa, esto es, de la propagación natural de los animales a los seres humanos». El BMJ terminaba criticando que no se investigara el «verosímil» escape de laboratorio como origen del covid[6].

En 2022 el Senado norteamericano publicó un profuso informe científico llegando a las mismas conclusiones, que fueron corroboradas meses después por el director del FBI cuando reconoció que «muy probablemente» el origen del covid era artificial[7]. Finalmente, en noviembre de 2024 el Congreso de EEUU llegó a la misma conclusión con un relevante informe que cuestionó casi todas las medidas tomadas para combatir la pandemia[8].

A pesar de ello, algunos «expertos» continúan congelados en la versión oficial y asustan con la posibilidad de que recurra una epidemia de parecidas proporciones. Si ocurriera, sería la primera pandemia natural importante desde hace un siglo, pues el covid, repito, no fue una epidemia de origen natural, sino un accidente biológico causado por un escape de laboratorio. En otras palabras, el covid fue el Chernóbil de las armas biológicas.

domingo, 3 de noviembre de 2024

EE.UU. EN LA ENCRUCIJADA

 


EEUU EN LA ENCRUCIJADA

 

Por FERNANDO DEL PINO CALVO-SOTELO

23 de octubre de 2024

 

Para comprender el carácter trascendental de las próximas elecciones en EEUU conviene leer despacio el extraordinario discurso de despedida que el presidente Eisenhower pronunció desde el Despacho Oval el 17 de enero de 1961, tres días antes de abandonar con evidente alivio la Casa Blanca.

Elegido en 1952 y reelegido en 1956 por mayorías abrumadoras, Eisenhower fue uno de los presidentes más íntegros y capaces del s. XX. Su experiencia como militar de prestigio y comandante en jefe de los ejércitos aliados en Europa en la 2ª Guerra Mundial le llevó a detestar el horror de la guerra, rehuyendo guerras innecesarias (como es hoy la de Ucrania) y evitando la confrontación con la Unión Soviética mediante una mezcla de diplomacia firme y ostentación de fuerza (si vis pacem, para bellum). También era una persona de profundas convicciones cristianas, algo natural cuando en aquella época el 90% de los norteamericanos creía en la divinidad de Cristo[1].

El discurso de despedida de Eisenhower es el más famoso de la historia de EEUU y tiene un carácter casi profético que ayuda a comprender lo que está ocurriendo hoy, aunque las circunstancias hayan cambiado mucho. En efecto, en 1960 Estados Unidos tenía una apabullante hegemonía económica (su PIB suponía el 40% del PIB mundial frente al 25% de hoy) y un enorme poderío militar que podía proyectar en cualquier lugar del mundo: su Armada contaba con 24 portaviones y 223 destructores frente a los 11 y 62 de hoy, respectivamente[2]. Asimismo, gracias en gran medida a su religiosidad cristiana (aspecto que tiende a olvidarse) EEUU también gozaba de una salud social envidiable, con un índice de divorcios, nacimientos fuera del matrimonio y abortos inferior en orden de magnitud a los actuales y una tasa de criminalidad tan baja que se multiplicaría por tres en los siguientes 30 años. Los hogares estables formados por un matrimonio con hijos suponían el 44% del total (frente al 18% de hoy en día[3]) y era el país número 20 con mayor esperanza de vida (hoy ocupa el puesto 40)[4].

Pues bien, aquella fría noche del 17 de enero de 1961 Eisenhower quiso trasladar a sus conciudadanos un mensaje al que el presidente saliente concedió mucha importancia, no en balde había comenzado meses atrás a trabajar en los más de veinte borradores que escribiría. No fue un discurso mitinero de elogio de sí mismo, sino un testamento político de una profundidad inhabitual, a pesar de lo cual no necesitó de más de 15 minutos, como marcaba la tradición (frente a los 50 minutos de autobombo que invirtió el narcisista Obama).

El papel de EEUU en el mundo

El primer mensaje de Eisenhower tuvo que ver con el papel futuro que EEUU debía jugar en el mundo, y sobre todo con su misión moral. Así, quiso advertir a sus conciudadanos que el prestigio y liderazgo de EEUU dependía «no sólo de su inigualado progreso material o poder militar, sino de cómo utilizara su poder en el interés de la paz mundial», previniendo que «el error atribuido a la arrogancia» infligiría a EEUU un grave daño dentro del país y también en su papel en el mundo. Por el contrario, el presidente norteamericano hablaba de cómo este mundo «nuestro», compartido por todos, «debía evitar convertirse en una comunidad de miedos y odios y ser, en cambio, una confederación de confianza mutua y respeto, una confederación de iguales en la que los más débiles acudan a la mesa de conferencias con la misma confianza que nosotros [los EEUU]»[5].

Hoy sabemos que esta advertencia y este deseo cayeron en saco roto, pues el anillo de poder corrompe a los gobiernos y a los pueblos tanto como al individuo que lo porta. Así, tras su indudable victoria en la Guerra Fría, EEUU nunca pretendió crear una confederación de iguales basada en el respeto mutuo y en un liderazgo moral, sino que aprovechó su hegemonía para imponer por medio de las armas y del poder del dólar un sistema internacional asimétrico, miope en la defensa cortoplacista de los intereses económicos estadounidenses e injusto en la aplicación de un solo principio: «las reglas son para ti, no para mí». Quién iba a decirnos a quienes vivimos con inenarrable alegría la caída del comunismo soviético que la ausencia de un contrapoder, lejos de contribuir a la paz del mundo, envolvería la política exterior de EEUU en un manto de arrogancia y transformaría al Departamento de Estado en una fábrica de conflictos que aseguraran un estado de guerra permanente.

Eisenhower, por cierto, dejó claro que la Guerra Fría no era un enfrentamiento contra un país (la Unión Soviética o Rusia), sino contra una ideología, «hostil, global en su alcance, atea en su carácter, despiadada en su propósito e insidiosa [o sea, maliciosa con apariencias inofensivas] en su método[6]», una de las mejores definiciones del comunismo nunca hecha. Conviene rescatar esta distinción hoy con la guerra de Ucrania, pues la propaganda occidental ha pretendido hacer creer a la población que nos encontrábamos ante una nueva agresión “soviética” nostálgica del imperio, una patraña absurda para cualquiera que se detenga a pensar un minuto (una minoría), pero eficaz en la psique inercial de quienes vivimos la Guerra Fría desde el lado libre del Muro.

La amenaza desde el interior de EEUU

Sin embargo, la preocupación máxima de Eisenhower tenía que ver con el creciente poder que el complejo militar-industrial estaba alcanzando dentro del propio EEUU, algo que, como militar de gran experiencia, era capaz de vislumbrar con mayor claridad que la mayor parte de los observadores de su época. De ahí proviene su famosísima advertencia, escrita con la precisión de un cirujano. Lean, por favor, despacio: «Debemos protegernos contra la adquisición por parte del complejo militar-industrial de una influencia injustificada, ya sea buscada o no, pues existe hoy y persistirá en el futuro la posibilidad de un aumento inapropiado y desastroso de su poder. No podemos permitir que el peso de esta combinación ponga nunca en peligro nuestras libertades y nuestros procesos democráticos, y no debemos dar nada por sentado[7]».

Así, concluye Eisenhower, la única defensa contra el incipiente poder «de un establishment militar y de una enorme industria armamentística que son nuevos en la historia de EEUU» es una «ciudadanía alerta e informada[8]».

Hoy sabemos que esta seria advertencia también cayó en saco roto, pues la ciudadanía ni está alerta ni está informada, y quienes advierten sobre la realidad son condenados al ostracismo por defender «teorías conspiratorias», esa eficaz difamación generalmente destinada a ocultar la verdad, aunque ésta quede demostrada a posteriori. De hecho, quizá el mayor obstáculo al que se enfrenta la población para comprender el estado de las cosas no es sólo su ignorancia de los hechos, promovida por la corrupción moral de los medios de comunicación, sino ante todo la imposibilidad de creer en la existencia del mal, algo que los yonquis del poder aprovechan continuamente.

El complejo militar-industrial norteamericano o Deep State, que incluye a la industria armamentística, al Pentágono, a las agencias de inteligencia y al Departamento del Estado, es hoy más poderoso que nunca. A todos ellos les une una misma ambición de poder y dinero, y todos dependen de un estado de guerra perpetua facilitada por la política belicista del Departamento de Estado. En EEUU esta situación de guerra perpetua (o de sucesión de conflictos sin solución de continuidad) se sostiene con el argumento de la defensa del «interés nacional» y bajo la hipócrita coartada de la defensa de «valores occidentales», que curiosamente jamás incluyen el bien o la verdad, sino que se limitan exclusivamente a una supuesta diosa democracia y a un sucedáneo de la libertad, la misma que dicha «democracia» nos está robando subrepticiamente desde hace décadas.

Por otro lado, Eisenhower también advirtió a sus ciudadanos sobre la posibilidad de que los científicos fueran corrompidos por el acaparamiento del dinero público en la financiación de proyectos científicos. En este sentido, alertaba «del peligro de que la política se convirtiera en cautiva de una élite científica-tecnológica[9]». La pertinaz estafa del cambio climático y la dictadura sanitaria impuesta bajo la coartada del covid son claros ejemplos del carácter visionario del expresidente.

Finalmente, Eisenhower previno a sus conciudadanos sobre la necesidad de «resistir el impulso de vivir sólo para hoy, despilfarrando los preciosos recursos del mañana por nuestra propia conveniencia (…), hipotecando los activos materiales de nuestros nietos». Esta advertencia también cayó en saco roto: en 1960, EEUU no tenía déficit y su deuda pública era inferior al 60% del PIB. Hoy tiene un déficit (creciente) del 6% sobre PIB y una deuda pública superior al 120%, cifras que reflejan el precio de la descarada compra de votos que implica el sufragio universal y su consecuencia natural, ese fraude llamado ampulosamente Estado de Bienestar, en el que siempre hay más promesas que dinero.

Las elecciones del 2024

Y ahora se preguntarán: ¿qué tiene que ver un discurso de hace más de 60 años con las elecciones que se celebrarán dentro de un par de semanas? La respuesta es: todo. En efecto, en las siguientes elecciones la cuestión de fondo es si EEUU acotará o no el poder incontrolado del Deep State y sus consecuencias directas, como es el impresionante deterioro de la libertad personal y, en particular, de la libertad de expresión (su némesis), y la existencia de un estado de permanente conflicto que impide un orden internacional más equilibrado y justo compatible con un mundo multipolar que mantenga contrapoderes y evite la mera sustitución de un poder hegemónico (EEUU) por otro (China).

En el siguiente artículo realizaremos un obligado pronóstico sobre el resultado de estas elecciones y exploraremos hasta qué punto suponen una confrontación entre dos conceptos de democracia. Uno está basado en la libertad de expresión y en la limitación del poder del complejo militar-industrial y la élite científica-tecnológica sobre cuya amenaza nos advirtió el presidente Eisenhower. El otro defiende una mezcla de plutocracia y oligarquía de una élite mesiánica que esconde, tras unos cínicos ideales, una voluntad de poder absoluto y una soberbia descomunal.

[1] INTRODUCTION (eisenhowerlibrary.gov)
[2] US Ship Force Levels (navy.mil)
[3] How have American households changed over time? (usafacts.org)
[4] Living Longer: Historical and Projected Life Expectancy in the United States, 1960 to 2060 (census.gov)
5] President Dwight D. Eisenhower’s Farewell Address (1961) | National Archives
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid.
[9] Ibid.

https://www.fpcs.es/eeuu-en-la-encrucijada/

 

jueves, 19 de octubre de 2023

LAUDATE DEUM O EL NUEVO DOGMA CLIMÁTICO

 


Por FERNANDO DEL PINO CALVO-SOTELO

 

Tras quince años estudiando y escribiendo sobre el cambio climático (antes, calentamiento global), he llegado a varias conclusiones. Primero, la ciencia actual no es aún capaz de comprender los entresijos del clima, un sistema multifactorial, no lineal, complejo y caótico, por lo que la demonización del CO2 y las afirmaciones y atribuciones rotundas no son más que propaganda pseudocientífica. Segundo, económicamente estamos ante la mayor estafa de la Historia y, políticamente, ante un intento de subvertir el orden político-económico occidental mediante el miedo a unos apocalipsis inventados. Tercero, más allá de esta agenda de poder subyace una ideología anti humanista y ferozmente anticristiana. De ahí mi pesar al leer la exhortación apostólica Laudate Deum del papa Francisco sobre una “crisis climática” completamente inexistente donde se asegura que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11). ¿Qué es este documento magisterial de la Iglesia Católica, a la que pertenezco?

Laudate Deum es un breve texto complementario de la encíclica Laudato Si, publicada en 2015, sobre la que escribí un capítulo en el libro-comentario de la Biblioteca de Autores Cristianos en el que participaron varios cardenales (entre ellos, Müller), obispos y sacerdotes[1]. En aquel capítulo, que titulé La Sombra de Galileo por razones obvias, no oculté mi inquietud por varios aspectos de la encíclica. Pues bien, si Laudato Si me produjo una viva inquietud, la lectura de Laudate Deum me ha causado una gran alarma.

La exhortación prácticamente no habla de Dios: de 73 puntos, sólo se le menciona en siete, y las escasas cinco citas bíblicas parecen introducidas con calzador. De hecho, podría decirse que se trata de una exhortación política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a un informe de la ONU que a un documento magisterial de la Iglesia. Asimismo, de las 44 citas a pie de página, 27 corresponden al papa Francisco citándose a sí mismo y 9 a fuentes científicas, casi todas de la agencia climática de la ONU (IPCC). De hecho, más allá de una referencia a un discurso de Pablo VI sacado de contexto, no hay citas de Magisterio precedente.

Finalmente, se trata de un texto repleto de discutibles detalles técnicos que toma partido en controversias científicas, repite de forma acrítica los eslóganes y letanías catastrofistas de los profetas de calamidades y puede generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. Por ello, como hijo de la Iglesia, con lealtad filial y, por eso precisamente, con obediencia a la verdad, me siento obligado a realizar una serie de consideraciones.

Cuestionables afirmaciones científicas

Laudato Si afirmaba que “sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva” (LS 61) ni “definir las cuestiones científicas” (LS 188). En efecto, la Revelación divina “no implica en sí misma una teoría científica particular, [puesto que] la asistencia del Espíritu Santo en ningún caso se presta a garantizar explicaciones relativas a la constitución física de la realidad”[2] . Por eso, “la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas”[3]. Entonces, ¿cómo puede afirmar categóricamente Laudate Deum que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11)?

En efecto, la primera parte de la exhortación (n.1-19) realiza un elevado número de rotundas afirmaciones asumiendo un grado de certeza que no tienen ni los propios científicos. Por ejemplo, cuando dice que “sabemos” que cada vez que aumente la temperatura en 0,5°C aumentarán ciertos fenómenos extremos (n.5), da categoría de certeza a meras predicciones de modelos de ordenador que tienen un pobre historial de predicción y no están soportadas por la evidencia empírica.

Además, la exhortación se basa casi únicamente en el IPCC de la ONU, “una de las mayores fuentes de desinformación” de la “pseudociencia” del cambio climático, en palabras del Premio Nobel de Física del 2022, John Clauser[4]. Como he explicado en otros lugares, esta institución es uno de los principales símbolos de la corrupción de la ciencia, dominada por una agenda de poder globalista que tanto Laudato Si como su continuación parecen ignorar.

Laudate Deum trata de la “crisis climática” dando por sentado que tal cosa existe. Sin embargo, más de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de Física) se han unido a la Declaración del Clima Mundial, que niega la existencia de ninguna emergencia climática y denuncia la evidente injerencia de la política en la ciencia del clima[5] a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas, en abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum.

Por otro lado, al contrastar una “abrumadora mayoría” de científicos con el “ínfimo porcentaje de ellos que intenta negar esta evidencia” (¿desde cuándo la ciencia o la verdad se decide por mayoría?) la exhortación toma partido despreciando a los que cuestionan “la evidencia” (n.13). Idéntica actitud adoptó la Academia Pontificia de Ciencias cuando se negó a escuchar a la multitud de científicos escépticos antes de Laudato Si[6] a pesar de que la propia encíclica defendía que “la Iglesia debe escuchar y promover un debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones” (LS 61). No lo ha hecho. Claro está, la propia Laudato Si se contradecía al acusar de actitudes obstruccionistas a los que “niegan el problema” (LS 14).

Laudate Deum utiliza asimismo un lenguaje alarmista y sensacionalista extraño al rigor y serenidad al que nos tiene acostumbrado el Magisterio. Así, afirma que el mundo “se va desmoronando y quizá acercándose a un punto de quiebre” (n.2) y que “la posibilidad de llegar a un punto crítico es real (…). De allí no se regresa” (n.17). Sin embargo, incluso científicos alejados de toda sospecha reconocen que este supuesto punto de no retorno (tipping point) es especulativo o no existe[7]. En realidad, se trata de un arma propagandística destinada a generar un sentimiento de urgencia en la toma de medidas políticas. De hecho, dicho punto “de no retorno” se va retrasando conforme las fechas pasan y el apocalipsis no llega.

La exhortación afirma que “los signos de cambio climático están ahí” y que “nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos” (n. 5). Sin embargo, no podemos notar los signos de un cambio climático, que sigue escalas de tiempo de siglos o milenios, por lo que es inentendible que afirme que “basta una sola generación” (n.6) para constatar dichos cambios o considere “períodos largos” a “décadas” (n.8).

Así, Laudate Deum defiende que el aumento del nivel del mar “puede ser fácilmente percibido por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares” (n.6). En realidad, desde el mínimo de la última glaciación hace 20.000 años, el nivel de los mares ha aumentado cerca de 120 metros, pero en las últimas décadas aumenta entre 1-2 mm por año (según los mareógrafos) y unos 3mm al año (según los satélites)[8]. En cualquier caso, el propio IPCC estima un rango inferior de crecimiento de 10 cm de aquí al 2050 y un aumento “más incierto” para después[9], cifras irrisorias que no llevarán a nadie a trasladar sus hogares “en los próximos años”. Baste recordar que la primera predicción de que los mares iban a cubrir las Islas Maldivas data de 1988 y daba un plazo de 30 años para su desaparición bajo las aguas[10]. El plazo se cumplió; la predicción, no. Quizá por ello los grandes promotores de la ideología del cambio climático (Obama, etc.) han adquirido mansiones al borde mismo del mar.

En segundo lugar, tampoco han aumentado sensiblemente los fenómenos extremos. En su Quinto Informe (AR5) el propio IPCC reconocía que “no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), ni evidencia respecto al signo de la tendencia de las inundaciones a nivel global (…), ni suficiente evidencia respecto a la tendencia observada en sequías a nivel global desde mediados del s. XX”[11]. Las series históricas avalan estas afirmaciones[12]. En su último informe (AR6), el IPCC ha intentado acentuar su alarmismo, pero sigue manteniendo, por ejemplo, su “baja confianza” en la atribución de sequías a la acción humana en la inmensa mayoría de las regiones del globo citando estudios que “muestran su desacuerdo con la atribución antrópica” de las mismas[13], al contrario de lo que hace Laudate Deum repetidas veces.

Esta exhortación menciona el típico alarmismo del “derretimiento de los polos” (n.16) aludiendo a un posible escenario de “total” derretimiento del hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida (n.5), aunque el propio párrafo del IPCC que cita Laudate Deum otorga a este escenario una “evidencia limitada” (el grado más bajo de evidencia), dato que la exhortación omite. En realidad, el hielo de Groenlandia (10% del total del planeta) es hoy superior a la media histórica[14] y parece que su ligera disminución en la década anterior se habría debido a causas naturales[15]. El hielo continental de la Antártida, reservorio del 90% del hielo del planeta, se mantiene bastante estable[16] al igual que el hielo flotante que rodea el continente antártico[17], que, tras su máximo de los últimos 40 años alcanzado en 2014, es hoy similar al que había en 1966[18]. La NASA estima que, como mucho, la Antártida está perdiendo un 0,0005% de hielo cada año[19] con lo que tardaría unos 200.000 años en derretirse, aunque con una temperatura media de -57°C y sin haber sufrido calentamiento alguno en los últimos 70 años[20] dudo que tengamos que preocuparnos. Finalmente, el hielo del Ártico supone menos de una milésima parte del hielo del planeta y además flota, por lo que su derretimiento no afectaría al nivel de los mares (principio de Arquímedes), mientras los glaciares, mencionados dos veces en esta exhortación, sólo suponen cuatro milésimas del hielo del planeta.

La exigencia de rigor del Magisterio

El rigor exigible a un documento magisterial no resulta compatible con afirmaciones imprecisas y carentes de toda evidencia factual. Es el caso de Laudate Deum cuando defiende que “millones de personas pierden su empleo debido al cambio climático” y que “el aumento del nivel del mar, las sequías y muchos otros fenómenos han dejado a mucha gente a la deriva” (n.10). En sentido opuesto, y sin aportar ningún dato, el documento defiende que la transición hacia formas renovables de energía es capaz de generar “innumerables puestos de trabajo”. Más bien ocurrirá lo contrario, pues las energías renovables son ineficientes, caras e intermitentes y encarecen enormemente la factura eléctrica al exigir una duplicación del sistema de generación con fuentes térmicas tradicionales para suplir las horas del día en que no sopla el viento y no luce el sol.

Aunque no deje de causar perplejidad la naturaleza político-científica de Laudate Deum, la misma forma atropellada de dar datos apunta a que este documento se ha realizado con precipitación y sin las debidas correcciones, probablemente por querer adelantarse a la próxima cumbre climática (COP 28) en noviembre. No sería la primera vez, pues el momento elegido para publicar Laudato Si fue pocos meses antes de la Cumbre del Clima de París.

Por ejemplo, Laudate Deum afirma que “la concentración de gases invernadero (…) se mantuvo estable hasta el s. XIX, por debajo de las 300 ppm” (n.11). No se trata de los gases invernadero en general, sino sólo del CO2 (el mayor gas de efecto invernadero, con gran diferencia, es el vapor de agua). En cuanto a su estabilidad, en los últimos 800.000 años y hasta 1960 osciló aproximadamente entre 180 y 300 ppm. Hoy es de alrededor de 400 ppm o sólo el 0,04% de la atmósfera (por eso se denomina gas residual), pero hace 500 millones de años se estima que era hasta 20 veces superior al nivel de hoy[21]. Otro ejemplo es que, tras afirmar que el calentamiento en el último medio siglo ha sido de 0,15 grados centígrados por década (¿cómo van a notarse lo cambios en una generación?), dice que “a este ritmo” en posible que en diez años suba 0,4 grados centígrados más (n.12). Asimismo, la afirmación de que las erupciones volcánicas suelen provocar calentamiento (n.14) resulta chocante, pues suelen provocar un enfriamiento de la atmósfera,[22] como lo es la acientífica alusión a “poblaciones arrasadas por maremotos” también causados, según Laudate Deum, por el calentamiento global y no por el movimiento de placas tectónicas (n.7).

Finalmente, la exhortación también alerta sobre “la deforestación en las selvas tropicales” (n.17) a pesar de que los datos desmienten todo alarmismo. La masa forestal del planeta parece haber aumentado en los últimos 40 años[23] en parte gracias al aumento de CO2, alimento por antonomasia de plantas y árboles, fuente de vida en el planeta que, lamentablemente, Laudate Deum (como hiciera Laudato Si) tilda de contaminante (n.9). El CO2, ¿contaminante? Esto es, en palabras de un científico, “un abuso del lenguaje, de la lógica y de la ciencia”.[24] En cuanto a los bosques “tropicales”, la deforestación es inferior al 0,5% anual[25] y en parte se debe al loable objetivo de abrir espacios para la agricultura.

El paradigma tecnocrático y la política en Laudate Deum

Tras los primeros 19 puntos realizando alarmistas afirmaciones que se limitan a hacer eco de la agenda climática de la ONU, la mayor parte de Laudate Deum (n.20–60) habla de política en dos partes diferentes.

La primera (n.20–33) menciona lo que la exhortación, en línea con Laudato Si, denomina “paradigma tecnocrático”, y previene acertadamente del peligro de un ser humano convertido en dios y ensoberbecido por su poder. Esta necesaria llamada de atención, sin embargo, queda eclipsada por su dificultad para comprender que precisamente el mayor exponente del paradigma tecnocrático lo tenemos en el IPCC de la ONU, en la Agenda 2030 y en las ateas élites globalistas de Davos. Cabe preguntarse a quién se refiere la exhortación cuando habla de “grandes poderes económicos” o de las “élites del poder”, si no son ésas.

En este sentido, creo que debería ser objeto de reflexión el paralelismo de ciertas posturas con la de personajes como Alexander King, fundador del Club de Roma y gran antinatalista del s. XX, cuando escribía que “el enemigo común de la humanidad es el hombre”, añadiendo: “Al buscar un nuevo enemigo que nos una hemos encontrado que la idea de la amenaza del calentamiento global (…) encajaría perfectamente” [26]. Lo mismo podría decirse de Maurice Strong, millonario canadiense y secretario general de la Conferencia de la ONU para el Medioambiente y Desarrollo en 1991, cuando afirmaba que “los actuales estilos de vida y los modelos de consumo de la clase media – incluyendo el elevado consumo de carne, el uso de combustibles fósiles, etc. – no son sostenibles”. Según James Dellingpole, lo que más interesaba a Strong era “la idea de un gobierno mundial dirigido por una élite autonombrada”, y muy pronto detectó que la mejor manera de lograrlo era “manipulando y explotando la preocupación internacional sobre el medio ambiente” [27]. Los intereses económicos de la agenda verde nunca se mencionan, al contrario que los de la industria de combustibles fósiles. Sin embargo, sólo en los primeros seis meses de 2023 se han superado los 360.000 millones de dólares en inversiones en energías renovables que dependen del mantenimiento del alarmismo climático.

La segunda parte (n. 34-60) se subdivide a su vez en tres epígrafes: unas reflexiones sobre política internacional, una somera historia de las cumbres del clima y unas propuestas para la cumbre del clima COP 28 que se celebrará dentro de un mes en Dubai y que, como hemos comentado, parece ser el motivo principal de esta exhortación. En este largo apartado, perteneciente al ámbito de la política y extraño al contenido de un documento magisterial, destacan tres puntos controvertidos. El primero es la sorprendente justificación de los grupos ecologistas “radicalizados” (n.58). El segundo es la insistencia en la creación de “organizaciones mundiales más eficaces (…) dotadas de autoridad real” (n. 35), lo que supondría la génesis de un gobierno mundial no muy distinto del promovido por las “élites del poder” de la ONU y Davos. El tercero es la propuesta de que la cumbre del clima COP28 “sea histórica” con “formas vinculantes de transición energética que sean eficientes, obligatorias y se puedan monitorear”, de modo que el proceso que se inicie sea “drástico e intenso” (n. 59). Primero, las energías renovables jamás podrán ser eficientes, por las leyes inexorables de la Física. Segundo, su obligatoriedad y su recomendado carácter drástico garantizan una pérdida de libertad y un desastre económico posiblemente sin precedentes.

El inquietante trasfondo antropológico

El brevísimo contenido espiritual de Laudate Deum ocupa sólo 5 puntos de los 73 de la exhortación (n.61-65) y se limita fundamentalmente a extensas citas de Laudato Si con escaso texto nuevo, lo que refuerza la teoría de una exhortación escrita a toda prisa. Finalmente, los últimos puntos (66-73) son una breve mención a diversas cuestiones unida a una llamada a la cooperación internacional.

Lo más preocupante de Laudate Deum es que subyace una opinión negativa del ser humano, algo que aplaude el ecologismo radical. Por ejemplo, Leonardo Boff, sacerdote secularizado que defiende la “eco-teología de la liberación”, denomina la especie humana “un parásito, un cáncer de la Tierra”, acusando a las religiones “abrahámicas” de ser “las más violentas” hacia la “Madre Tierra”[28]. Pues bien, si Laudato Si denunciaba “los constantes desastres que el ser humano ocasiona” (LS 34), Laudate Deum va más allá al describir a los seres humanos como “seres altamente peligrosos” (n.28).

Pero el hombre no es una criatura más, sino la “única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo” (GS 24), por lo que resulta desconcertante que la exhortación pueda generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. “Las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas” (n. 15). En efecto, a algunas nos las comemos, como ellas se comen entre sí, y a otras las evitamos, como ellas se evitan entre sí, pero cuesta comprender que sean “compañeros de camino” del hombre hacia la vida eterna. La misma tónica tiene la afirmación sobre la “estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes” que, según Laudate Deum, ha constatado la pandemia (n.19).

Más preocupante es su afirmación de que “la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano (…), pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un antropocentrismo situado” (n.67). ¿Cosmovisión o Revelación? Y ese “pero hoy”, ¿qué significa exactamente? Finalmente, al afirmar que “Dios nos ha unido a todas sus criaturas” y que todo el mundo es una “zona de contacto” (n.66), cita un libro de Donna Haraway, autora que en esas mismas páginas se burla del Génesis, habla sin respeto de Dios y critica la “excepcionalidad humana” propuesta por el “monoteísmo judío y cristiano”[29].

Laudate Deum no contribuirá precisamente al prestigio del Magisterio de la Iglesia. Plagada de desiderata de carácter político y cuestionables afirmaciones científicas, defiende a las mismas “elites de poder” que denuncia y convierte a la Santa Sede en mero portavoz y propagandista de los intereses políticos de la ONU. Asimismo, en un mundo carente de Dios y saturado de propaganda climática, esta exhortación apenas habla de Dios y no para de repetir consignas climáticas. Entonces, ¿qué palabra da la Iglesia distinta a la del mundo? Aunque esto sea desafortunado, lo más preocupante es que plantea una opinión negativa del hombre y una falta de claridad sobre su papel superior en la Creación. Tampoco hay una sola referencia a la confianza en la Divina Providencia, o a Dios como Señor de la Historia, ni ofrece una luz de esperanza a un mundo cada vez más cubierto por las tinieblas.

Rezo para que la Iglesia descubra que detrás del resplandeciente y seductor manto de bondad con que se viste la desesperanzadora ideología ecologista climática se oculta una gran mentira, base de esa religión global que las élites del poder quieren introducir como un caballo de Troya en la Iglesia Católica[30].

 

[1] Loado Seas, mi Señor, BAC 2015, cap. XIII.
[2] San Juan Pablo II, Discurso con Ocasión del 350 Aniversario de la Publicación de Galileo, 9 mayo 1983.
[3] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (68)
[10] Threat to Islands, Canberra Times, Monday 26th September 1988
[11] IPCC Assessment Report 5, WG 1, Chapter 2.6, p. 214-220.
[13] IPCC Assessment Report 6, WG 1, Chapter 11.6.4
[24] R. M. Carter, Climate: the Counter Consensus, Stacey International 2010.
[26] Alexander King, The First Global Revolution, Club of Rome Report, 1993.
[27] James Dellingpole, Watermelons, 2011
[28] Citado en Juan Carlos Sanahuja, Poder global y Religión Universal, 2016
[29] Donna J. Haraway, When Species Meet, 2008, p. 205-249.

 

Fuente:

 

 

miércoles, 8 de marzo de 2023

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