EEUU EN LA ENCRUCIJADA
Por FERNANDO DEL PINO CALVO-SOTELO
23 de octubre de
2024
Para
comprender el carácter trascendental de las próximas elecciones en EEUU
conviene leer despacio el extraordinario discurso de despedida que el
presidente Eisenhower pronunció desde el Despacho Oval el 17 de enero de 1961,
tres días antes de abandonar con evidente alivio la Casa Blanca.
Elegido en
1952 y reelegido en 1956 por mayorías abrumadoras, Eisenhower fue uno de los
presidentes más íntegros y capaces del s. XX. Su experiencia como militar de
prestigio y comandante en jefe de los ejércitos aliados en Europa en la 2ª
Guerra Mundial le llevó a detestar el horror de la guerra, rehuyendo guerras
innecesarias (como es hoy la de Ucrania) y evitando la confrontación con la
Unión Soviética mediante una mezcla de diplomacia firme y ostentación de fuerza
(si vis pacem, para bellum). También era una persona de profundas
convicciones cristianas, algo natural cuando en aquella época el 90% de los
norteamericanos creía en la divinidad de Cristo[1].
El discurso
de despedida de Eisenhower es el más famoso de la historia de EEUU y tiene un
carácter casi profético que ayuda a comprender lo que está ocurriendo hoy,
aunque las circunstancias hayan cambiado mucho. En efecto, en 1960 Estados
Unidos tenía una apabullante hegemonía económica (su PIB suponía el 40% del PIB
mundial frente al 25% de hoy) y un enorme poderío militar que podía proyectar
en cualquier lugar del mundo: su Armada contaba con 24 portaviones y 223
destructores frente a los 11 y 62 de hoy, respectivamente[2]. Asimismo, gracias
en gran medida a su religiosidad cristiana (aspecto que tiende a olvidarse)
EEUU también gozaba de una salud social envidiable, con un índice de divorcios,
nacimientos fuera del matrimonio y abortos inferior en orden de magnitud a los
actuales y una tasa de criminalidad tan baja que se multiplicaría por tres en
los siguientes 30 años. Los hogares estables formados por un matrimonio con
hijos suponían el 44% del total (frente al 18% de hoy en día[3]) y era el país
número 20 con mayor esperanza de vida (hoy ocupa el puesto 40)[4].
Pues bien,
aquella fría noche del 17 de enero de 1961 Eisenhower quiso trasladar a sus
conciudadanos un mensaje al que el presidente saliente concedió mucha
importancia, no en balde había comenzado meses atrás a trabajar en los más de
veinte borradores que escribiría. No fue un discurso mitinero de elogio de sí
mismo, sino un testamento político de una profundidad inhabitual, a pesar de lo
cual no necesitó de más de 15 minutos, como marcaba la tradición (frente a los
50 minutos de autobombo que invirtió el narcisista Obama).
El papel de
EEUU en el mundo
El primer
mensaje de Eisenhower tuvo que ver con el papel futuro que EEUU debía jugar en
el mundo, y sobre todo con su misión moral. Así, quiso advertir a sus
conciudadanos que el prestigio y liderazgo de EEUU dependía «no sólo de su
inigualado progreso material o poder militar, sino de cómo utilizara su poder
en el interés de la paz mundial», previniendo que «el error atribuido a la
arrogancia» infligiría a EEUU un grave daño dentro del país y también en su
papel en el mundo. Por el contrario, el presidente norteamericano hablaba de
cómo este mundo «nuestro», compartido por todos, «debía evitar convertirse en
una comunidad de miedos y odios y ser, en cambio, una confederación de
confianza mutua y respeto, una confederación de iguales en la que los más
débiles acudan a la mesa de conferencias con la misma confianza que nosotros
[los EEUU]»[5].
Hoy sabemos
que esta advertencia y este deseo cayeron en saco roto, pues el anillo de poder
corrompe a los gobiernos y a los pueblos tanto como al individuo que lo porta.
Así, tras su indudable victoria en la Guerra Fría, EEUU nunca pretendió crear
una confederación de iguales basada en el respeto mutuo y en un liderazgo
moral, sino que aprovechó su hegemonía para imponer por medio de las armas y
del poder del dólar un sistema internacional asimétrico, miope en la defensa
cortoplacista de los intereses económicos estadounidenses e injusto en la
aplicación de un solo principio: «las reglas son para ti, no para mí». Quién
iba a decirnos a quienes vivimos con inenarrable alegría la caída del comunismo
soviético que la ausencia de un contrapoder, lejos de contribuir a la paz del
mundo, envolvería la política exterior de EEUU en un manto de arrogancia y
transformaría al Departamento de Estado en una fábrica de conflictos que
aseguraran un estado de guerra permanente.
Eisenhower,
por cierto, dejó claro que la Guerra Fría no era un enfrentamiento contra un
país (la Unión Soviética o Rusia), sino contra una ideología, «hostil, global
en su alcance, atea en su carácter, despiadada en su propósito e insidiosa [o
sea, maliciosa con apariencias inofensivas] en su método[6]», una de las
mejores definiciones del comunismo nunca hecha. Conviene rescatar esta
distinción hoy con la guerra de Ucrania, pues la propaganda occidental ha
pretendido hacer creer a la población que nos encontrábamos ante una nueva
agresión “soviética” nostálgica del imperio, una patraña absurda para
cualquiera que se detenga a pensar un minuto (una minoría), pero eficaz en la
psique inercial de quienes vivimos la Guerra Fría desde el lado libre del Muro.
La amenaza
desde el interior de EEUU
Sin embargo,
la preocupación máxima de Eisenhower tenía que ver con el creciente poder que
el complejo militar-industrial estaba alcanzando dentro del propio EEUU, algo
que, como militar de gran experiencia, era capaz de vislumbrar con mayor
claridad que la mayor parte de los observadores de su época. De ahí proviene su
famosísima advertencia, escrita con la precisión de un cirujano. Lean, por
favor, despacio: «Debemos protegernos contra la adquisición por parte del
complejo militar-industrial de una influencia injustificada, ya sea buscada o
no, pues existe hoy y persistirá en el futuro la posibilidad de un aumento
inapropiado y desastroso de su poder. No podemos permitir que el peso de esta
combinación ponga nunca en peligro nuestras libertades y nuestros procesos
democráticos, y no debemos dar nada por sentado[7]».
Así,
concluye Eisenhower, la única defensa contra el incipiente poder «de un
establishment militar y de una enorme industria armamentística que son nuevos
en la historia de EEUU» es una «ciudadanía alerta e informada[8]».
Hoy sabemos
que esta seria advertencia también cayó en saco roto, pues la ciudadanía ni
está alerta ni está informada, y quienes advierten sobre la realidad son
condenados al ostracismo por defender «teorías conspiratorias», esa eficaz
difamación generalmente destinada a ocultar la verdad, aunque ésta quede
demostrada a posteriori. De hecho, quizá el mayor obstáculo al que se enfrenta
la población para comprender el estado de las cosas no es sólo su ignorancia de
los hechos, promovida por la corrupción moral de los medios de comunicación,
sino ante todo la imposibilidad de creer en la existencia del mal, algo que los
yonquis del poder aprovechan continuamente.
El complejo
militar-industrial norteamericano o Deep State, que incluye a la
industria armamentística, al Pentágono, a las agencias de inteligencia y al
Departamento del Estado, es hoy más poderoso que nunca. A todos ellos les une
una misma ambición de poder y dinero, y todos dependen de un estado de guerra
perpetua facilitada por la política belicista del Departamento de Estado. En
EEUU esta situación de guerra perpetua (o de sucesión de conflictos sin
solución de continuidad) se sostiene con el argumento de la defensa del «interés
nacional» y bajo la hipócrita coartada de la defensa de «valores occidentales»,
que curiosamente jamás incluyen el bien o la verdad, sino que se limitan
exclusivamente a una supuesta diosa democracia y a un sucedáneo de la libertad,
la misma que dicha «democracia» nos está robando subrepticiamente desde hace
décadas.
Por otro
lado, Eisenhower también advirtió a sus ciudadanos sobre la posibilidad de que
los científicos fueran corrompidos por el acaparamiento del dinero público en
la financiación de proyectos científicos. En este sentido, alertaba «del
peligro de que la política se convirtiera en cautiva de una élite
científica-tecnológica[9]». La pertinaz
estafa del cambio climático y la dictadura sanitaria impuesta bajo la coartada
del covid son claros ejemplos del carácter visionario del expresidente.
Finalmente,
Eisenhower previno a sus conciudadanos sobre la necesidad de «resistir el
impulso de vivir sólo para hoy, despilfarrando los preciosos recursos del
mañana por nuestra propia conveniencia (…), hipotecando los activos materiales
de nuestros nietos». Esta advertencia también cayó en saco roto: en 1960, EEUU
no tenía déficit y su deuda pública era inferior al 60% del PIB. Hoy tiene un
déficit (creciente) del 6% sobre PIB y una deuda pública superior al 120%,
cifras que reflejan el precio de la descarada compra de votos que implica el
sufragio universal y su consecuencia natural, ese fraude llamado ampulosamente
Estado de Bienestar, en el que siempre hay más promesas que dinero.
Las
elecciones del 2024
Y ahora se
preguntarán: ¿qué tiene que ver un discurso de hace más de 60 años con las
elecciones que se celebrarán dentro de un par de semanas? La respuesta es:
todo. En efecto, en las siguientes elecciones la cuestión de fondo es si EEUU
acotará o no el poder incontrolado del Deep State y sus
consecuencias directas, como es el impresionante deterioro de la libertad
personal y, en particular, de la libertad de expresión (su némesis), y la
existencia de un estado de permanente conflicto que impide un orden
internacional más equilibrado y justo compatible con un mundo multipolar que
mantenga contrapoderes y evite la mera sustitución de un poder hegemónico
(EEUU) por otro (China).
En el
siguiente artículo realizaremos un obligado pronóstico sobre el resultado de
estas elecciones y exploraremos hasta qué punto suponen una confrontación entre
dos conceptos de democracia. Uno está basado en la libertad de expresión y en
la limitación del poder del complejo militar-industrial y la élite
científica-tecnológica sobre cuya amenaza nos advirtió el presidente
Eisenhower. El otro defiende una mezcla de plutocracia y oligarquía de una
élite mesiánica que esconde, tras unos cínicos ideales, una voluntad de poder
absoluto y una soberbia descomunal.
[1] INTRODUCTION (eisenhowerlibrary.gov)
[2] US Ship Force Levels (navy.mil)
[3] How have American households changed
over time? (usafacts.org)
[4] Living Longer: Historical and
Projected Life Expectancy in the United States, 1960 to 2060 (census.gov)
5] President Dwight D. Eisenhower’s
Farewell Address (1961) | National Archives
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid.
[9] Ibid.
https://www.fpcs.es/eeuu-en-la-encrucijada/