Varios años,
después de la primera Guerra Mundial, estando en Roma, fue invitado, el
Canónigo mexicano de Querétaro, Don Pedro Vera y Zuria, para sumarse a la
Comisión Pontificia, que partía a una aldea de Alemania. Se trataba de fallar
científicamente sobre la estigmatizada famosa. La Comisión fue seleccionada en
el Vaticano, y llevaba eminentes personalidades de varias naciones. Llegaron a presencia
de Teresa Neumann un viernes. Aquel viernes había caído en éxtasis. El Canónigo
queretano, con las grandes eminencias, contemplaba, aquella carne congelada y
fresca, que presenciaba lejanos vaticinios y visiones maravillosas.
Teresa Neumann,
en éxtasis lloraba lágrimas de sangre.
La Comisión
Pontificia, bajo la presión de la obediencia, obligaba a Teresa a que dijera,
en el éxtasis, lo que veía de las naciones.
Le preguntaban en
francés. Ella respondía con un exquisito acento parisino.
-Francia será
abatida de nuevo...
Los alemanes se
interesaban, también por sus designios. Les contestaba en alemán, hablándoles
de Dunquerque y de la Derrota... Alemania perderá la guerra... Después volverá
a Dios...
El futuro
arzobispo de Puebla, sintió la llama de su Patria.
Su vocecilla de
mexicano castizo, le preguntaba en el éxtasis:
-Teresita... no
has dicho nada de mi Patria. ¿Qué será de México?
La vidente
estigmatizada, cambió en risueñas complacencias, su rostro dramático, al oír el
nombre de México. Aquel castellano de la vidente de Kennersreuth, le supo a
Cielo, al futuro Obispo de Puebla:
-"MÉXICO,
SERÁ UNA DE LAS NACIONES MENOS CASTIGADAS, PORQUE ESTA DEBAJO DEL MANTO Y DE LA
MANO DIRECTA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE".
Del libro
“1960... y el fin del mundo”, de Ricardo
Rasines Uriarte.