Continuando con este tema que ya habíamos tratado en
esta entrada de nuestro blog:
https://agendafatima.blogspot.com/2022/04/putin-y-los-judios.html
y en esta otra:
https://agendafatima.blogspot.com/2023/06/siempre-ellos.html
haremos ahora unos breves comentarios, respecto de una
conferencia de Pierre Hillard que
aparece en internet, en el canal Verbum Fidelis de Youtube, bajo el título
original de Le Mondialisme contre
l’Eglise (subtitulado en portugués con el título Globalismo contra a Igreja católica). El intelectual francés es
presentado por un sacerdote de la FSSPX de Francia, Jean-Pierre Boubee. Vale
recordar que la FSSPX se ha posicionado en sus sitios web en favor de Ucrania y
contra Rusia.
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Minuto 54’ de la conferencia. En 1999, cuando Putin
era primer ministro de Yeltsin, hay una lucha entre dos facciones de judíos,
Putin se pone del lado de los Lubavitch.
Ese tema complejo –como muchos otros de que habla
Hillard- lo abordamos en nuestro libro Fátima
y Rusia. Es claro que no hay país del mundo donde los judíos no tengan
injerencia en la economía. Esto ha pasado hasta en los reinados católicos. Nada
nuevo, tampoco.
Pero vamos al punto clave de la conferencia.
Afirma Hillard -sin aportar pruebas- que “la espina
dorsal de la economía rusa está esencialmente en manos de los Lubavitch, que
son los tradicionalistas de los judíos (anti woke, lgbt, etc).” Y agrega:
“Quien paga, manda”. Es decir que “Cuando Putin habla contra el wokismo, contra
LGBT y demás, no hace más que transmitir la moral de los Lubavitch”.
De manera tal que Putin sólo sería un empleado
–jerárquico, sin dudas, pero empleado al fin- de los Lubavitch, algo así como
es Milei en Argentina. Una marioneta de un ventrílocuo, o poco más.
Si quien paga manda, preguntamos entonces, ¿los
Lubavitch mandaron construir, reconstruir y restaurar un promedio de tres
iglesias por día desde que asumió Putin por primera vez el gobierno? ¿Ellos
sembraron Rusia a lo ancho y alto de imágenes de Cristo y la Virgen? ¿Ellos
fomentaron y promovieron los miles de monasterios cristianos ortodoxos que se
extienden por toda Rusia? ¿Les infundieron a las Fuerzas Armadas una
vinculación espiritual cristiana? ¿O no será más bien que Putin se sirve de los
Lubavitch para los intereses de Rusia? Pero Hillard no se plantea nada de esto,
parece que en Rusia ni hubiese habido una transformación impresionante en los
últimos 25 años. El pueblo ruso sería un zoquete burlado por un tirano que poco
se diferencia de Zelenski.
(Agregamos ahora, 24 de noviembre de 2024 y ya muy avanzada la guerra, que los Lubavitch con los judíos del mundo entero se han posicionado en favor de Ucrania y contra Rusia. Probablemente Hillard dirá que es una simulación).
Añadamos que los Lubavitch como buenos judíos que son,
podrán querer ser tradicionales entre ellos, pero a los goym los judíos les
insuflan siempre la corrupción de costumbres, moral y pensamiento. Y los rusos son para ellos goym. ¿Para
qué los iban a fortalecer en su moral y en su nacionalismo?
A continuación dice el intelectual francés que “La
Rusia de Putin implementa un modelo que corresponde exactamente al mundo
occidental. Digitalización del país en curso, rublo digital, proyecto de
cartera de identidad digital”, etc. Nos parece un comentario demasiado ingenuo.
Si bien puede no ser agradable ese avance, ¿qué querría Hillard que hiciese
Rusia, mientras Occidente adopta esas medidas? Si Rusia ha de tener intercambio
con el mundo entero, no puede quedarse en una tecnología obsoleta que sería
ultrapasada por el resto del mundo. El super desarrollo tecnológico es un mal
que ya no puede detenerse y volver atrás. Rusia no puede dar ventajas. El mundo
ya está globalizado, lamentablemente. Ahora, que esas medidas pueden usarse
para el bien o para el mal, dependiendo de quién gobierne, es otro tema. Pero
pretender que Rusia se cierre a ese adelanto y pensar que pudiese subsistir
ante la ventaja tecnológica de Occidente es ridículo.
En el min. 58 de la conferencia aparece el gran cuco de Duguin (sobre el que hemos
escrito varios artículos en nuestro blog). Dice Hillard –sin pruebas, desde ya-
que trabaja para el gobierno y literalmente dice esto: “No voy a dar el nombre del instituto donde él trabaja”. ¿Ah, sí, y
por qué no? Ese es el dato clave, puesto que nadie hasta ahora ha aportado una sola prueba de que Duguin sea el
asesor, el cerebro o que trabaje para el gobierno de Putin. Dice: “Hace
parte de un comité de gestión dentro de esa gestión”. De acuerdo: que lo
pruebe. ¿O sólo debemos creerlo porque él lo dice?
Sigue Hillard: “Establecí una ligazón entre el
programa de Putin y el programa de Duguin que mandé traducir: es exactamente el
mismo, excepto que Putin procura establecer lazos con China y Duguin no”. No
dice ni de qué trata el programa ni cómo lo obtuvo. Así es fácil acusar.
Habla del esoterismo de Duguin, algo ya sabido, pero NO
DICE dónde estaría el esoterismo de Putin, ya sea en su obra de gobierno, ya en
sus discursos y declaraciones. Nuevamente, de esto nos hemos ocupado
ampliamente en el libro citado y en este blog. Y este sería el tema clave:
porque si Putin es un falso cristiano que sostiene un mesianismo anti-romano
que quiere imponer al resto del mundo, entonces deberíamos estar enterados, y sus medidas de gobierno o sus discursos en
ningún momento nos dejan concluir eso. Pero Hillard lo deja todo envuelto
en el más profundo misterio. Él es el sabio que todo lo comprende, nosotros los
profanos que debemos confiar en su palabra.
Pero además, Hillard habla de la influencia gnóstico
cabalística que habría en la cúpula de Rusia, sin embargo no menciona –salvo el
archimalvado Duguin- a ningún otro intelectual que sea parte de ese
conglomerado intelectual que rodearía a Putin. ¿Dónde están esos ideólogos? ¿Quiénes
son? ¿Cuáles son sus obras, sus discursos? Nada.
Luego dice otra cosa falsa: “Vladimir Putin está a
favor de una mezcla de todas las religiones”. ¿Podría aportar pruebas? Nosotros
jamás escuchamos que hable de eso, sino más bien, como conservador liberal que
es, de respetar la diversidad de religiones que hay en Rusia, no por una
cuestión religiosa sino para mantener la unidad de la nación o al menos evitar
graves conflictos (no se olvide que en Rusia viven varios millones de
musulmanes). Incluso recientemente el patriarca ortodoxo ruso dijo que era
imposible el ecumenismo con Roma. Son irreductibles. Nada de mezcla.
Finalmente, Hillard no hace la menor mención al papel
que sí ha de tener Rusia en el mundo, a raíz de la mención de la Virgen de
Fátima. Está claro que hoy día sin la teología es difícil hacer un buen o
completo análisis político.
Hay muchas cosas cuestionables y malas influencias en
la élite rusa, sin dudas, pero si vamos a hacer acusaciones corresponde aportar
las pruebas, no basarse en el pasado solamente (Putin fue de la KGB por lo
tanto lo sigue siendo), y a partir de ahí definir el presente.
En definitiva, Hillard como historiador menciona velozmente
y de memoria muchísimos datos, pero no sabe reflexionar y asume que porque
antes las cosas fueron de tal manera, ahora tienen que seguir siendo así.
Simplifica y esquematiza una realidad muy compleja. Además de que no prueba
todo lo que afirma. Por eso su conferencia es muy floja, y más bien parece una
manera de que la realidad se adapte a sus esquemas previos, típico error de
ciertos intelectuales, incapaces de adaptarse a aquello que no estaba en sus libros
ni en sus teorías.
F. Mateos