Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

martes, 19 de abril de 2022

PUTIN Y LOS JUDÍOS

 

PUTIN Y LOS JUDÍOS

 

 


 

Por FLAVIO MATEOS

 

 

“El régimen de Putin es un régimen nacionalista cristiano, y el nacionalismo cristiano es una amenaza para los judíos en todas partes”.

Jason Stanley, profesor de filosofía en la Universidad de Yale, judío. (1)

 

 

Si bien abordamos extensamente el tema del título, en relación con la Rusia de Putin y la situación o influencia de los judíos en la misma, en nuestro libro “Fátima y Rusia”, como también lo hemos hecho en otro artículo de nuestro blog, queremos dedicar unas líneas, a partir de un interesante artículo (2), acerca de algo que viene a mejorar la comprensión de un asunto que no admite infantiles simplificaciones, maniqueísmo fotográfico o desinformación irresponsable.

Los actuales acontecimientos, esto es, la guerra entre Rusia y la alianza globalista anglo-yanqui-sionista, no vienen sino a demostrar que, pese a los circunstanciales acuerdos tácticos, la agenda rusa no es la agenda sionista. La agenda de Rusia no se llama Israel ni se llama Cristo Rey. Se llama simplemente “Rusia”. Pero Dios puede y –para nosotros- está disponiendo las cosas para que en el futuro la agenda rusa pase a llamarse “Agenda Fátima”, consagración papal mediante (es decir, futura consagración de Rusia y sólo de Rusia al Corazón Inmaculado de María).

Expresamos también de entrada que si no se tiene una mirada formada en la teología católica, no se podrá comprender a fondo el problema judío, y por ende la realidad que vivimos. Hay diestros historiadores e investigadores revisionistas  que han sabido entender ciertos aspectos del asunto, y han realizado valiosos aportes historiográficos, en pro de la verdad y contra la propaganda que se ha impuesto en todo el mundo. Sin embargo, en general gran parte de ese revisionismo se encuentra muy limitado por la falta de penetración que sólo la mirada católica puede ofrecer. En esto también, y lejanos estamos de querer satisfacer una corrección política que deploramos como pocos, debemos tener reservas con quienes siendo católicos, se autoproclaman “nacional-socialistas”, porque la adición de una y otra condición juntas conforman un muy grosero error. No se combate la corrección política mediante el error, sino a través de la verdad. De modo tal que, para disponerse a indagar a fondo la cuestión judía, pensamos que el lector debería sumergirse con absoluta confianza en los escritos de los que consideramos los mejores dilucidadores de este tema, a saber, el Padre Julio Meinvielle y el Padre Denis Fahey. (3)  

El llamado “Holocausto” parece ser el super dogma mediante el cual un gobernante, de cualquier signo que fuere, resulta aceptado en los círculos del poder. ¿Gobernantes solamente? También los eclesiásticos, indudablemente. La mediática “crucifixión” de Mons. Richard Williamson y el pilatesco “lavado de manos” de la FSSPX, cuando el recordado asunto de la “entrevista de la televisión sueca” dio la vuelta al mundo, lo prueban. Se trata del dogma en el cual todos debemos creer ciegamente, excepto que queramos convertirnos en “ultras”, “trogloditas” o “negacionistas”. O sea, irredimibles nazis.

Pues bien, Putin ha estado prestando apoyo al World Holocaust Foro y en Rusia se difunde generosamente la narrativa oficial acerca de ese hecho. ¿Por qué?

Digámoslo de una vez: no se trata de una adhesión zalamera al poder judío, se trata de utilizar una herramienta para alcanzar sus objetivos geopolíticos. Aunque sin dudas Putin parece haber estado jugando con fuego, y puede que ahora que le han declarado la guerra, ese fuego se le vuelva en contra.

Por supuesto, no debe olvidarse que la obsesión antinazi de los rusos, se basa en que su país fue invadido por Alemania, y la guerra los dejó con nada menos que veinticuatro millones de muertos. Muertos reales y no imaginarios. (4) 

Pero esta historia viene de lejos.

La “industria del Holocausto” nació en verdad en Rusia. Ni bien finalizada la Segunda guerra mundial, fueron los soviéticos (judíos soviéticos), mucho antes que los occidentales, quienes lanzaron una narrativa acerca del “Holocausto”. La URSS estimaba necesario deslegitimar a los pueblos del este europeo a los que quería asimilar. Acusarlos de perpetrar un genocidio o “crímenes contra la humanidad” era una manera propagandística de humillarlos y desarticular todo posible nacionalismo antisoviético que les hiciera resistencia. La propaganda incendiaria por parte de los judíos soviéticos resultó tan exagerada que en los países occidentales, en principio, careció de publicidad. “Cuando Los Angeles Times publicó algunas fotos rusas de Majdanek, por ejemplo, advirtió a sus lectores que el material que estaba publicando podría ser “propaganda”. En Gran Bretaña, el periodista judío de la BBC, Alexander Werth, recordó más tarde que al principio estaba “continuamente frustrado por la falta de voluntad de su editor para publicar sus historias de horror y atrocidades.”(5) Con el impulso del propagandista judío soviético Ilya Ehrenburg, la narrativa del Holocausto se difundió internacionalmente como parte de una campaña de financiación, con el aporte de figuras como Solomon Mikhoel (presidente del Comité Antifascista Judío de la URSS) y el periodista Vasily Grossman. Pero poco después, en 1948, la política narrativa  en la URSS cambió. Mikhoel fue marginado, Grossman asesinado. El Comité Antifascista Judío fue disuelto a fines de ese año. Se había iniciado una competencia contra el Judaísmo internacional, que no podía tolerar una comparación en la victimización sufrida en la Segunda guerra mundial. La etapa antijudía de Stalin había comenzado (luego de los servicios que los judíos bolcheviques le habían prestado durante largos años, a través de la Cheka y con el devastador Holodomor en Ucrania). El aparato propagandístico de Occidente comenzaba a funcionar a pleno a favor de una nueva propaganda. Por entonces ya se había fundado el “Estado de Israel”.

Entonces ocurrió en Polonia algo interesante: “En el verano de 1949, la narrativa del Holocausto volvió a surgir como tema de controversia política, esta vez en Polonia. El embajador soviético escribió a Moscú en julio quejándose de que el 37 % de los funcionarios del Ministerio de Seguridad Pública de Polonia eran judíos en un país donde los judíos constituían menos del 1 % de la población. Jakub Berman, uno de los líderes judíos del país y antiguo asociado del propagandista del Holocausto Solomon Mikhoels, intentó a toda prisa calmar la situación ofreciendo un trato extraño: la afirmación de que seis millones de personas habían muerto en “el Holocausto” pero que este total involucró a tres millones de judíos y tres millones de no judíos. Con esta táctica, ofreciendo una recompensa compartida de los esfuerzos de propaganda judía, Berman se ganó algo de tiempo y logró evitar las purgas antijudías más severas asociadas con la “ Trama del doctor ”, el último intento de Stalin de frenar la influencia judía en la Unión Soviética. La narrativa del Holocausto, como una historia de víctimas judías especiales, quedó inactiva en Rusia durante medio siglo.”(6)

Llegamos al 31 de diciembre de 1999. Desde que arribó al gobierno, Putin se dio cuenta que sólo se podía gobernar exitosamente un país vastísimo y complejo como Rusia en base a la estabilidad política, el desarrollo económico, las tradiciones que mantuviesen la unidad nacional, y la hipótesis de conflicto propia de un imperio, que sabe que geopolíticamente tiene enemigos que nunca descansan. La OTAN se ha mostrado siempre hostil y particularmente ha intentado usar a los países vecinos de Rusia, exacerbando su nacionalismo anti-ruso, para provocar la desestabilización dentro del gigante euroasiático. Es ahí cuando Putin vuelve a traer la narrativa del Holocausto a la palestra, para sacar beneficios de la propaganda judía en beneficio de las también víctimas rusas, a fin de contrarrestar toda posible propaganda anti-rusa de los nacionalismos vecinos. Lo vemos en el caso de Ucrania, donde Rusia hace hincapié en el carácter de “neonazis” de los nacionalistas que, aunque pretendan pelear por Ucrania, están favoreciendo a la OTAN. Pero también esta narrativa del “Holocausto” le ha servido para tener bajo control a los judíos rusos –los que conservaba a su favor, pues una camarilla de oligarcas judíos habían sido expulsados o encarcelados- y mantener buenos vínculos con Israel, en un juego de poder que por mucho tiempo le dio sus frutos. ¿Y para qué le sirve a Rusia mantener buenos vínculos con Israel? Hasta hace poco eso le sirvió para evitar que Estados Unidos encontrara un apoyo fundamental en Medio Oriente contra Rusia, donde ésta pisa fuerte a través de su aliado Siria (enemigo de Israel, no lo olvidemos).

Pero la herramienta política que ha significado la narrativa “holocáustica” no ha contentado a todos, y más bien ha provocado disputas, porque de hecho Putin ha manipulado el relato en favor de Rusia: “Si Putin está interesado en revivir la narrativa del Holocausto en Rusia y exportarla a todo el mundo, debemos tener claro qué narrativa del Holocausto prefiere Putin. Putin ha adoptado lo que podríamos llamar el "modelo Berman", llamado así por Jakub Berman, descrito anteriormente, que trató de apaciguar a Stalin con sus estimaciones de muerte menos ambiciosas compartidas por igual entre judíos y soviéticos. En otras palabras, Putin está interesado en la narrativa del Holocausto solo en la medida en que pueda ser políticamente útil para el estado ruso. (…) Sin embargo, el “modelo Berman” de Putin sigue siendo un punto conflictivo para los judíos. Mientras que los dos rabinos más prominentes de Rusia “enfatizaron el aspecto de la tolerancia” del nuevo museo [Museo Judío y Centro de Tolerancia], Putin se aseguró de que los intereses rusos puedan continuar aprovechando la propaganda de las atrocidades judías. En un discurso público, Putin sugirió que el museo pasara a llamarse Museo Judío Ruso y Centro de Tolerancia“Está ubicado en Rusia, ¿verdad? Y lo hicimos posible juntos”. Sus comentarios recordaron un incidente de 2012 en el que las autoridades rusas reemplazaron una placa conmemorativa en Rostov-on-Dom que afirmaba que 27.000 judíos fueron asesinados en un desfiladero cercano (incluso Yad Vashem sugiere que esa cifra es una gran exageración) con una placa que decía solo que "ciudadanos soviéticos" habían sido asesinados en el área.”(7)

Rusia ha estado los últimos años manteniendo ataques retóricos en base a esta narrativa de su propia victimización contra la amenaza posible de Polonia, Letonia, Lituania y Estonia, antiguos países de la URSS y actualmente parte de la OTAN, y lo mismo hizo en acciones diplomáticas contra los países bálticos. Rusia ha sostenido siempre su hipótesis de conflicto. Los actuales hechos en Ucrania parecen estar dándole la razón. En el fondo siempre hubo una falsa paz con sus vecinos.

Sin embargo, Putin parece estar recogiendo casi nada, de su actitud “benevolente” hacia los judíos, porque aquellos saben bien hasta qué punto eran aprovechados y controlados para fortalecer los intereses de Rusia, y no exclusivamente los de Israel, como pretendían los sionistas. “El enfoque de Rusia hacia los judíos ha tenido resultados mediocres, incluso pobres, hasta el momento. Los oligarcas judíos han estado abandonando el barco desde que comenzaron a sentir el pellizco de las sanciones occidentales, lo que llevó a Putin a arremeter contra una "quinta columna" de "escoria y traidores" que serán escupidos "como un mosquito que accidentalmente voló a nuestras bocas (…) Israel, que siempre busca tener su pastel y comérselo también, actualmente busca una incómoda neutralidad entre EE. UU. y Rusia. Las afirmaciones de Rusia de estar luchando contra el nazismo en Ucrania no han provocado la más mínima respuesta de la comunidad judía internacional, mientras que los ataques con misiles en Kiev, que provocaron daños en los monumentos judíos, han provocado indignación (8). El mundo ha rechazado más o menos la narrativa del Holocausto de Rusia o, peor aún para Putin, simplemente no le importa” (9) Se pregunta el citado autor si finalmente Putin hará lo mismo que Stalin, y lo duda. Pero parece que los acontecimientos están llevando a Putin a tomar medidas que ya no permiten una vuelta atrás. Haga lo que haga, como hasta ahora ha venido ocurriendo, Rusia nunca gozará de una legitimidad moral ante Occidente. 

Hoy los judíos internacionalistas, los Rothschild, Soros, Kissinger, Schwab, la realeza judeo-masónica de Inglaterra y los Países Bajos, el socialismo democrático que gobierna en Estados Unidos, España, Francia, Italia, prácticamente la totalidad de los organismos internacionales, el FMI, la OTAN y mismo la ONU, estrechan fuerzas contra Rusia. ¿Acaso porque Rusia defiende los intereses sionistas, o más bien porque ha tocado sus intereses?

Un nuevo cortocircuito se produjo en la relación Rusia-Israel cuando este último país se sumó a los que suspendieron a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Rusia respondió: “Moscú arremetió el viernes contra el ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, más de una semana después de que Israel se uniera a otros países para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU por su invasión de Ucrania”, acusando al Ministro de RR.EE. de Israel de “anti-ruso” y convocando al embajador en Rusia.(10)

Seguramente, Putin va a tener que comprender que quien lanzó esta sentencia: La estructura que debe saltar es la Nación”, fue un judío, Edmond de Rothschild (11), y Rusia ha cometido un pecado que ya no puede redimirse ni siquiera apoyando la narrativa del Holocausto. El pecado de querer seguir siendo una Nación, en un tiempo donde los globalistas preparan el gobierno mundial del Anticristo.  

 

Notas:

(1)    https://www.revistaverdad.com/2022/03/stanley-filosofo-judio-el-regimen-de.html  Este filósofo, ofendido, afirma también que “Zelensky es judío y que gran parte de su familia fue aniquilada en el Holocausto, y que Ucrania es el único país además de Israel que ha tenido simultáneamente un primer ministro y un presidente que eran judíos [Zelensky y el ex primer ministro Vlodymyr Groysman]. 

(2)  https://www.unz.com/article/putins-holocaust-obsession/

(3)  En Argentina también encontramos otros dos destacados autores que han escrito con mucha agudeza y sentido católico acerca del tema: el Padre Leonardo Castellani y Hugo Wast. En el resto del mundo queremos destacar a Léon de Poncins, entre otros.

(4)  En comparación, en Argentina se ha erigido una legendaria cifra de 30.000 desaparecidos, sobre la cual todo un aparato de propaganda y retribuciones económicas funciona con intención de “traumatizar” a un país que debería culpabilizarse eternamente. Concluimos que es más lógica la actitud reivindicativa rusa, basada en parte en verdaderas víctimas que defendían no un régimen político, sino su patria.

(5)  Andrew Joyce, artículo citado.

(6)  A. Joyce, art. cit.

(7)  A. Joyce, art. cit.

(8) “En un país con una gran población judía, con un presidente judío, el ataque tiene peso (…) El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, dijo que el ataque iba "más allá de la humanidad" y también acusó a Occidente de no hacer lo suficiente para evitar el asedio a su país. ¿De qué sirve decir 'nunca más' durante 80 años, si el mundo permanece en silencio cuando cae una bomba en el mismo sitio de Babi Yar? Hubo al menos 5 muertos. La historia se repite...", escribió en Twitter.  "Es simbólico que [el presidente ruso Vladimir Putin] comience a atacar Kiev bombardeando el sitio de Babi Yar, la mayor masacre nazi", dijo Sharansky (Natan Sharansky, político israelí y portavoz del centro que gestiona el monumento) https://www.bbc.com/mundo/noticias-60594998

(9)  A. Joyce, art. cit.

(10)                     https://www.enlacejudio.com/2022/04/16/rusia-critica-a-lapid-por-respaldar-su-suspension-del-cdhnu/  https://www.enlacejudio.com/2022/04/17/moscu-convoca-al-embajador-israeli-tras-ataque-antiruso-de-lapid/

(11)                      Edmond de Rothschild (1845-1934), “filántropo” israelita, miembro de la familia más poderosa del mundo, que rige los destinos de Europa en los últimos tres siglos. Entrerprise, 18 de julio 1870. Cit. por J. Bordiot, Le gouvernement invisible, Éditions Avalon, Paris, 1987, pág. 121.

 

  

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