PUTIN Y LOS
JUDÍOS
Por FLAVIO MATEOS
“El régimen de Putin es un régimen
nacionalista cristiano, y el nacionalismo cristiano es una amenaza para los
judíos en todas partes”.
Jason Stanley, profesor de filosofía
en la Universidad de Yale, judío. (1)
Si bien abordamos
extensamente el tema del título, en relación con la Rusia de Putin y la
situación o influencia de los judíos en la misma, en nuestro libro “Fátima y
Rusia”, como también lo hemos hecho en otro artículo de nuestro blog, queremos dedicar
unas líneas, a partir de un interesante artículo (2), acerca de algo que viene
a mejorar la comprensión de un asunto que no admite infantiles simplificaciones,
maniqueísmo fotográfico o desinformación irresponsable.
Los actuales
acontecimientos, esto es, la guerra entre Rusia y la alianza globalista
anglo-yanqui-sionista, no vienen sino a demostrar que, pese a los
circunstanciales acuerdos tácticos, la agenda rusa no es la agenda sionista. La
agenda de Rusia no se llama Israel ni se llama Cristo Rey. Se llama simplemente
“Rusia”. Pero Dios puede y –para nosotros- está disponiendo las cosas para que
en el futuro la agenda rusa pase a llamarse “Agenda Fátima”, consagración papal
mediante (es decir, futura consagración de Rusia y sólo de Rusia al Corazón
Inmaculado de María).
Expresamos también de
entrada que si no se tiene una mirada formada en la teología católica, no se
podrá comprender a fondo el problema judío, y por ende la realidad que vivimos.
Hay diestros historiadores e investigadores revisionistas que han sabido entender ciertos aspectos del
asunto, y han realizado valiosos aportes historiográficos, en pro de la verdad
y contra la propaganda que se ha impuesto en todo el mundo. Sin embargo, en
general gran parte de ese revisionismo se encuentra muy limitado por la falta
de penetración que sólo la mirada católica puede ofrecer. En esto también, y
lejanos estamos de querer satisfacer una corrección política que deploramos
como pocos, debemos tener reservas con quienes siendo católicos, se autoproclaman
“nacional-socialistas”, porque la adición de una y otra condición juntas
conforman un muy grosero error. No se combate la corrección política mediante
el error, sino a través de la verdad. De modo tal que, para disponerse a
indagar a fondo la cuestión judía, pensamos que el lector debería sumergirse
con absoluta confianza en los escritos de los que consideramos los mejores
dilucidadores de este tema, a saber, el Padre Julio Meinvielle y el Padre Denis
Fahey. (3)
El llamado “Holocausto”
parece ser el super dogma mediante el cual un gobernante, de cualquier signo
que fuere, resulta aceptado en los círculos del poder. ¿Gobernantes solamente?
También los eclesiásticos, indudablemente. La mediática “crucifixión” de Mons.
Richard Williamson y el pilatesco “lavado de manos” de la FSSPX, cuando el
recordado asunto de la “entrevista de la televisión sueca” dio la vuelta al
mundo, lo prueban. Se trata del dogma en el cual todos debemos creer ciegamente,
excepto que queramos convertirnos en “ultras”, “trogloditas” o “negacionistas”.
O sea, irredimibles nazis.
Pues bien, Putin ha estado prestando apoyo al World Holocaust Foro y en Rusia se difunde generosamente la narrativa oficial acerca de ese hecho. ¿Por qué?
Digámoslo de una vez: no
se trata de una adhesión zalamera al poder judío, se trata de utilizar una
herramienta para alcanzar sus objetivos geopolíticos. Aunque sin dudas Putin
parece haber estado jugando con fuego, y puede que ahora que le han declarado
la guerra, ese fuego se le vuelva en contra.
Por
supuesto, no debe olvidarse que la obsesión antinazi de los rusos, se basa en
que su país fue invadido por Alemania, y la guerra los dejó con nada menos que veinticuatro
millones de muertos. Muertos reales y no imaginarios. (4)
Pero
esta historia viene de lejos.
La “industria del
Holocausto” nació en verdad en Rusia. Ni bien finalizada la Segunda guerra
mundial, fueron los soviéticos (judíos soviéticos), mucho antes que los
occidentales, quienes lanzaron una narrativa acerca del “Holocausto”. La URSS
estimaba necesario deslegitimar a los pueblos del este europeo a los que quería
asimilar. Acusarlos de perpetrar un genocidio o “crímenes contra la humanidad”
era una manera propagandística de humillarlos y desarticular todo posible
nacionalismo antisoviético que les hiciera resistencia. La propaganda
incendiaria por parte de los judíos soviéticos resultó tan exagerada que en los
países occidentales, en principio, careció de publicidad. “Cuando Los
Angeles Times publicó algunas fotos rusas de Majdanek, por ejemplo, advirtió
a sus lectores que el material que estaba publicando podría ser
“propaganda”. En Gran Bretaña, el periodista judío de la BBC, Alexander
Werth, recordó más tarde que al principio estaba “continuamente frustrado por
la falta de voluntad de su editor para publicar sus historias de horror y
atrocidades.”(5) Con el impulso del propagandista judío soviético Ilya
Ehrenburg, la narrativa del Holocausto se difundió internacionalmente como
parte de una campaña de financiación, con el aporte de figuras como Solomon
Mikhoel (presidente del Comité Antifascista Judío de la URSS) y el periodista
Vasily Grossman. Pero poco después, en 1948, la política narrativa en la URSS cambió. Mikhoel fue marginado,
Grossman asesinado. El Comité Antifascista Judío fue disuelto a fines de ese
año. Se había iniciado una competencia contra el Judaísmo internacional, que no
podía tolerar una comparación en la victimización sufrida en la Segunda guerra
mundial. La etapa antijudía de Stalin había comenzado (luego de los servicios
que los judíos bolcheviques le habían prestado durante largos años, a través de
la Cheka y con el devastador Holodomor en Ucrania). El aparato propagandístico
de Occidente comenzaba a funcionar a pleno a favor de una nueva propaganda. Por
entonces ya se había fundado el “Estado de Israel”.
Entonces ocurrió en Polonia
algo interesante: “En el verano de 1949, la narrativa del Holocausto volvió a
surgir como tema de controversia política, esta vez en Polonia. El
embajador soviético escribió a Moscú en julio quejándose de que el 37 % de los
funcionarios del Ministerio de Seguridad Pública de Polonia eran judíos en un
país donde los judíos constituían menos del 1 % de la población. Jakub Berman,
uno de los líderes judíos del país y antiguo asociado del propagandista del
Holocausto Solomon Mikhoels, intentó a toda prisa calmar la situación
ofreciendo un trato extraño: la afirmación de que seis millones de personas
habían muerto en “el Holocausto” pero que este total involucró a tres millones
de judíos y tres millones de no judíos. Con esta
táctica, ofreciendo una recompensa compartida de los esfuerzos de propaganda
judía, Berman se ganó algo de tiempo y logró evitar las purgas antijudías más
severas asociadas con la “ Trama del doctor ”, el último intento
de Stalin de frenar la influencia judía en la Unión Soviética. La
narrativa del Holocausto, como una historia de víctimas judías especiales,
quedó inactiva en Rusia durante medio siglo.”(6)
Llegamos al 31 de diciembre
de 1999. Desde que arribó al gobierno, Putin se dio cuenta que sólo se podía
gobernar exitosamente un país vastísimo y complejo como Rusia en base a la
estabilidad política, el desarrollo económico, las tradiciones que mantuviesen
la unidad nacional, y la hipótesis de conflicto propia de un imperio, que sabe
que geopolíticamente tiene enemigos que nunca descansan. La OTAN se ha mostrado
siempre hostil y particularmente ha intentado usar a los países vecinos de
Rusia, exacerbando su nacionalismo anti-ruso, para provocar la
desestabilización dentro del gigante euroasiático. Es ahí cuando Putin vuelve a
traer la narrativa del Holocausto a la palestra, para sacar beneficios de la
propaganda judía en beneficio de las también víctimas rusas, a fin de
contrarrestar toda posible propaganda anti-rusa de los nacionalismos vecinos.
Lo vemos en el caso de Ucrania, donde Rusia hace hincapié en el carácter de
“neonazis” de los nacionalistas que, aunque pretendan pelear por Ucrania, están
favoreciendo a la OTAN. Pero también esta narrativa del “Holocausto” le ha
servido para tener bajo control a los judíos rusos –los que conservaba a su
favor, pues una camarilla de oligarcas judíos habían sido expulsados o
encarcelados- y mantener buenos vínculos con Israel, en un juego de poder que
por mucho tiempo le dio sus frutos. ¿Y para qué le sirve a Rusia mantener
buenos vínculos con Israel? Hasta hace poco eso le sirvió para evitar que
Estados Unidos encontrara un apoyo fundamental en Medio Oriente contra Rusia,
donde ésta pisa fuerte a través de su aliado Siria (enemigo de Israel, no lo
olvidemos).
Pero la herramienta política
que ha significado la narrativa “holocáustica” no ha contentado a todos, y más
bien ha provocado disputas, porque de hecho Putin ha manipulado el relato en
favor de Rusia: “Si Putin está interesado en revivir la narrativa del
Holocausto en Rusia y exportarla a todo el mundo, debemos tener claro qué
narrativa del Holocausto prefiere Putin. Putin ha adoptado lo que
podríamos llamar el "modelo Berman", llamado así por Jakub Berman,
descrito anteriormente, que trató de apaciguar a Stalin con sus estimaciones de
muerte menos ambiciosas compartidas por igual entre judíos y soviéticos. En
otras palabras, Putin está interesado en la narrativa del Holocausto solo en
la medida en que pueda ser políticamente útil para el estado ruso. (…) Sin embargo, el “modelo Berman” de Putin sigue
siendo un punto conflictivo para los judíos. Mientras que los dos rabinos
más prominentes de Rusia “enfatizaron el aspecto de la tolerancia” del nuevo
museo [Museo Judío y Centro de Tolerancia], Putin se aseguró de que los
intereses rusos puedan continuar aprovechando la propaganda de las atrocidades
judías. En un discurso público, Putin sugirió que el museo pasara a
llamarse Museo Judío Ruso y Centro de Tolerancia. “Está
ubicado en Rusia, ¿verdad? Y lo hicimos posible juntos”. Sus
comentarios recordaron un incidente de 2012 en
el que las autoridades rusas reemplazaron una placa conmemorativa en
Rostov-on-Dom que afirmaba que 27.000 judíos fueron asesinados en un
desfiladero cercano (incluso Yad Vashem sugiere que esa cifra es una gran
exageración) con una placa que decía solo que "ciudadanos soviéticos"
habían sido asesinados en el área.”(7)
Rusia ha
estado los últimos años manteniendo ataques retóricos en base a esta narrativa
de su propia victimización contra la amenaza posible de Polonia, Letonia,
Lituania y Estonia, antiguos países de la URSS y actualmente parte de la OTAN,
y lo mismo hizo en acciones diplomáticas contra los países bálticos. Rusia ha
sostenido siempre su hipótesis de conflicto. Los actuales hechos en Ucrania
parecen estar dándole la razón. En el fondo siempre hubo una falsa paz con sus
vecinos.
Sin
embargo, Putin parece estar recogiendo casi nada, de su actitud “benevolente”
hacia los judíos, porque aquellos saben bien hasta qué punto eran aprovechados y
controlados para fortalecer los intereses de Rusia, y no exclusivamente los de
Israel, como pretendían los sionistas. “El enfoque de Rusia hacia los judíos ha
tenido resultados mediocres, incluso pobres, hasta el momento. Los
oligarcas judíos han estado abandonando el barco desde que comenzaron a sentir
el pellizco de las sanciones occidentales, lo que llevó a Putin a arremeter
contra una "quinta columna" de "escoria y traidores" que
serán escupidos "como un mosquito que accidentalmente voló a nuestras
bocas (…) Israel, que siempre busca tener su pastel y comérselo también,
actualmente busca una incómoda neutralidad entre EE. UU. y Rusia. Las
afirmaciones de Rusia de estar luchando contra el nazismo en Ucrania no han
provocado la más mínima respuesta de la comunidad judía internacional, mientras
que los ataques con misiles en Kiev, que provocaron daños en los monumentos
judíos, han provocado indignación (8). El mundo ha rechazado más o menos
la narrativa del Holocausto de Rusia o, peor aún para Putin, simplemente no le
importa” (9) Se pregunta el citado autor si finalmente Putin hará lo mismo que
Stalin, y lo duda. Pero parece que los acontecimientos están llevando a Putin a
tomar medidas que ya no permiten una vuelta atrás. Haga lo que haga, como hasta
ahora ha venido ocurriendo, Rusia nunca gozará de una legitimidad moral ante
Occidente.
Hoy los
judíos internacionalistas, los Rothschild, Soros, Kissinger, Schwab, la realeza
judeo-masónica de Inglaterra y los Países Bajos, el socialismo democrático que
gobierna en Estados Unidos, España, Francia, Italia, prácticamente la totalidad
de los organismos internacionales, el FMI, la OTAN y mismo la ONU, estrechan
fuerzas contra Rusia. ¿Acaso porque Rusia defiende los intereses sionistas, o
más bien porque ha tocado sus intereses?
Un nuevo
cortocircuito se produjo en la relación Rusia-Israel cuando este último país se sumó a los
que suspendieron a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Rusia respondió:
“Moscú arremetió el viernes contra el ministro de Relaciones Exteriores, Yair
Lapid, más de una semana después de que Israel se uniera a otros países para
suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU por su invasión de
Ucrania”, acusando al Ministro de RR.EE. de Israel de “anti-ruso” y convocando
al embajador en Rusia.(10)
Seguramente,
Putin va a tener que comprender que quien lanzó esta sentencia: “La estructura que debe saltar es la Nación”,
fue un judío, Edmond de
Rothschild (11), y Rusia ha cometido un pecado que ya no puede redimirse ni
siquiera apoyando la narrativa del Holocausto. El pecado de querer seguir
siendo una Nación, en un tiempo donde los globalistas preparan el gobierno
mundial del Anticristo.
Notas:
(1)
https://www.revistaverdad.com/2022/03/stanley-filosofo-judio-el-regimen-de.html
Este filósofo, ofendido, afirma también
que “Zelensky es judío y que gran parte de su familia fue
aniquilada en el Holocausto, y que Ucrania es el único país además de Israel
que ha tenido simultáneamente un primer ministro y un presidente que eran
judíos [Zelensky y el ex primer ministro Vlodymyr Groysman].
(2) https://www.unz.com/article/putins-holocaust-obsession/
(3) En Argentina también encontramos otros dos destacados
autores que han escrito con mucha agudeza y sentido católico acerca del tema:
el Padre Leonardo Castellani y Hugo Wast. En el resto del mundo queremos
destacar a Léon de Poncins, entre otros.
(4) En comparación, en Argentina se ha erigido una legendaria
cifra de 30.000 desaparecidos, sobre la cual todo un aparato de propaganda y
retribuciones económicas funciona con intención de “traumatizar” a un país que
debería culpabilizarse eternamente. Concluimos que es más lógica la actitud
reivindicativa rusa, basada en parte en verdaderas víctimas que defendían no un
régimen político, sino su patria.
(5)
Andrew Joyce,
artículo citado.
(6)
A. Joyce, art.
cit.
(7)
A. Joyce, art.
cit.
(8)
“En un país con
una gran población judía, con un presidente judío, el ataque tiene peso (…) El
presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, dijo que el ataque iba "más
allá de la humanidad" y también acusó a Occidente de no hacer lo
suficiente para evitar el asedio a su país. ¿De qué sirve decir 'nunca más'
durante 80 años, si el mundo permanece en silencio cuando cae una bomba en el
mismo sitio de Babi Yar? Hubo al menos 5 muertos. La historia se
repite...", escribió en Twitter. "Es
simbólico que [el presidente ruso Vladimir Putin] comience a atacar Kiev
bombardeando el sitio de Babi Yar, la mayor masacre nazi", dijo Sharansky
(Natan Sharansky, político israelí y portavoz del centro que gestiona el
monumento) https://www.bbc.com/mundo/noticias-60594998
(9)
A. Joyce, art.
cit.
(10)
https://www.enlacejudio.com/2022/04/16/rusia-critica-a-lapid-por-respaldar-su-suspension-del-cdhnu/
https://www.enlacejudio.com/2022/04/17/moscu-convoca-al-embajador-israeli-tras-ataque-antiruso-de-lapid/
(11)
Edmond de
Rothschild (1845-1934), “filántropo” israelita, miembro de la familia más
poderosa del mundo, que rige los destinos de Europa en los últimos tres siglos.
Entrerprise, 18 de julio 1870. Cit. por J. Bordiot, Le gouvernement invisible, Éditions Avalon,
Paris, 1987, pág. 121.