A
propósito de los festejos de algunos por el 25 aniversario de esta desdichada
declaración.
Editorial de Le Sel de la terre N° 35, Invierno 2000-2001
Dominus Jesus y los
elementos de Iglesia
En la declaración de la Congregación para
la Doctrina de la Fe Dominus
Jesus, del 6 de agosto de 2000, leemos lo siguiente:
Por la expresión subsistit in, el Concilio
Vaticano II quiso proclamar dos afirmaciones doctrinales: por una parte, que a
pesar de las divisiones entre cristianos, la Iglesia de Cristo continúa
existiendo en plenitud en la sola Iglesia católica; por otra parte, «que
numerosos elementos de santificación y de verdad subsisten fuera de sus
estructuras [1]», es decir, en las Iglesias y comunidades eclesiales que no
están todavía en plena comunión con la Iglesia católica (56).
El texto hace referencia a una nota (56)
que es la siguiente:
Contraria al significado auténtico del
texto conciliar es, pues, la interpretación que saca de la fórmula subsistit in la tesis de que la
única Iglesia de Cristo podría también subsistir en Iglesias y comunidades
eclesiales no católicas. «El Concilio había, por el contrario, escogido la
palabra subsistit
precisamente para poner de relieve que existe una sola “subsistencia” de la
verdadera Iglesia, mientras que, fuera de su conjunto visible, existen
solamente elementa ecclesiae
que – siendo elementos de la misma Iglesia – tienden y conducen hacia la
Iglesia católica.» (A propósito del libro Iglesia:
carisma y poder, del padre Leonardo Boff. Notificación de la
Congregación para la Doctrina de la Fe: AAS
77 [1985] 756-762.)
Estos textos no constituyen una enseñanza
nueva. Es incluso el nudo de la herejía conciliar sobre el ecumenismo [2].
Existen ciertamente en las comunidades
cristianas separadas de la Iglesia católica vestigios de la Iglesia católica:
por ejemplo, los protestantes han conservado la Sagrada Escritura (a menudo más
o menos alterada), los cismáticos orientales (falsamente llamados «ortodoxos»)
han conservado los sacramentos, etc.
La primera operación de la «nueva teología»
consistió en cambiar el vocabulario. Se intercambió la palabra «vestigios»
tradicionalmente utilizada para designar estas realidades, pero considerada
demasiado negativa porque hace pensar en «ruinas», por la expresión «elementos
de la Iglesia [3]».
Este cambio de vocabulario no es inocente.
La palabra «vestigio» expresaba una verdad importante, a saber, que la realidad
robada a la Iglesia católica por la comunidad cristiana deja de ser una
realidad viva, se convierte en una «ruina».
Es verdad que la Sagrada Escritura, leída en el sentido que conoce la Iglesia
católica, es santificante; es verdad que los sacramentos recibidos en comunión
con la Iglesia católica nos justifican, pero ya no es lo mismo cuando estas
realidades están incluidas en una falsa religión.
Por ejemplo, un bautismo recibido de un ministro protestante, suponiendo que sea válido, es de por sí un signo de que se acepta la herejía protestante. La participación activa en cualquier ceremonia religiosa de una comunidad herética o cismática es de por sí una marca de pertenencia a la herejía y al cisma: «La asistencia activa en las acciones litúrgicas comporta de por sí una cierta profesión de fe [4].»