TRANSCRIPCIÓN DE LA
PREGUNTA Y RESPUESTA DE PUTIN:
PERIODISTA
RUSO:
Gracias, señor presidente, por darme la palabra. Mi pregunta es directa. ¿Por
qué, a pesar de las numerosas provocaciones de Occidente, ya se trate de
sanciones económicas, de discursos hostiles o de actos militares indirectos,
Rusia no responde de manera más firme, más frontal? Aun cuando dispone de todos
los medios para imponer el respeto e incluso obligar a Occidente a revisar su
posición, ¿es una estrategia, una contención o algo más?
VLADIMIR
PUTIN: Gracias por esta pregunta. Es legítima y pienso que resuena
en muchas personas en Rusia y más allá. Lo que usted plantea aquí es en
realidad la cuestión de la elección entre la fuerza inmediata y la estrategia a
largo plazo, entre el instinto de reacción y el dominio de sí mismo.
Vea usted, Rusia no es un
país joven. No es una potencia nacida de un golpe de fuerza o de un accidente
de la historia. Es la heredera de mil años de civilización, de pruebas, de
victorias y de renacimiento. Hemos visto nacer y derrumbarse imperios. Hemos
sobrevivido a invasiones, a revoluciones, a guerras mundiales, a bloqueos, a
intentos de cerco y siempre seguimos aquí. Eso no es fruto de una postura
agresiva. Es fruto de nuestra capacidad de observar, de analizar, de esperar y
de actuar en el momento justo.
Sí, disponemos de los
medios necesarios —sean militares, económicos, energéticos o tecnológicos— para
responder de manera frontal a cualquier intento de provocación o de presión.
Sí, hemos modernizado nuestras fuerzas armadas. Sí, hemos reforzado nuestra
soberanía económica. Y sí, hemos forjado alianzas sólidas con naciones que
respetan el derecho internacional y los principios de la multipolaridad.
Pero precisamente porque
tenemos estos medios, no necesitamos exhibirlos en todo momento como una
amenaza. En la historia, los mayores errores los han cometido aquellos que
confundieron poder con impulsividad.
Responder a cada provocación
con una reacción inmediata es entrar en una espiral de conflicto que no
aprovecha a nadie, salvo quizá a aquellos que viven del desorden. Y Rusia, lo
digo firmemente, no se dejará arrastrar a esa espiral. Tenemos otras
ambiciones, otras responsabilidades. Amamos el mundo.
Esto puede sorprender,
viniendo de la boca de un presidente que ciertos medios occidentales describen
como frío, estratégico, incluso autoritario. Pero lo repito: amamos el mundo,
amamos la paz. Respetamos a los pueblos, sus tradiciones, sus derechos a elegir
su camino. No creemos en la uniformidad impuesta por una sola potencia o un
solo modelo cultural. El orden internacional no debe ser el del más fuerte,
sino el del más justo.
Miren lo que ocurre bajo
el pretexto de la democracia. Algunos Estados buscan imponer sus intereses,
derrocar gobiernos, instrumentalizar conflictos regionales, desencadenar
guerras comerciales o monetarias. Y cuando un país como Rusia dice simplemente:
“No, no entraremos en esa lógica”, entonces se lo sanciona, se lo aísla, se lo
demoniza. Pero no cederemos, porque nuestra fuerza está en nuestra calma, en
nuestra memoria histórica y en nuestra visión del futuro.
Quiero dirigirme aquí no
solo a los dirigentes políticos, sino a los pueblos mismos: rusos, europeos,
americanos, africanos, asiáticos. Rusia no es su enemiga. Rusia es una gran
nación que quiere cooperar, que quiere intercambiar, que quiere dialogar en pie
de igualdad. Pero Rusia nunca se someterá a un dictado, jamás.
Y para volver a su
pregunta: ¿por qué no respondemos directamente, más firmemente, a las
provocaciones? Porque sabemos que el tiempo juega a favor de aquellos que
construyen, no de aquellos que destruyen. Porque las alianzas de circunstancia,
fundadas en el miedo o el chantaje, siempre terminan por disolverse, mientras
que las asociaciones fundadas en el respeto mutuo duran generaciones.
Somos pacientes, pero eso
no significa que seamos pasivos. Nos preparamos, consolidamos nuestras
posiciones, desarrollamos nuestras infraestructuras, invertimos en la ciencia,
la educación, la cultura, la defensa. Y si llega la hora, si nuestros intereses
fundamentales son amenazados de manera directa e irreversible, entonces nuestra
respuesta estará a la altura. Será clara, estratégica, legítima e incontestable.
Pero hasta esa hora,
continuaremos tendiendo la mano a aquellos que quieren construir un mundo
multipolar, equilibrado, respetuoso de los pueblos y de las naciones.
Continuaremos amando a nuestros aliados, apoyando a aquellos que resisten a la
arrogancia, prestando oído a las voces ahogadas por el ruido de los poderosos.
Porque, en el fondo, esa es la grandeza: no destruirlo todo para probar que uno
es fuerte, sino construir, proteger e inspirar sin jamás renunciar a lo que
somos.
Rusia está tranquila, es
fuerte y está lista.