Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 6 de diciembre de 2025

¿QUÉ ES EL SATANISMO?

 


por DON CURZIO NITOGLIA

 

Su naturaleza y definición

El entero “mundo” (1), no en cuanto criatura física de Dios, sino en el sentido moral y peyorativo (aquellos que viven según el espíritu mundano o carnal, opuesto al espíritu angélico o divino), está sometido al diablo, por el dilema “o Dios o el Yo”, “o la verdad o la mentira”.

Satanás es, por ello, llamado también “el príncipe de este mundo” (Jn., XII, 31; XIV, 30), “el dios de este mundo” (2 Cor., IV, 4). El reino de Satanás se opone al de Dios (Mt., XII, 26). Satanás expulsa del corazón del hombre el buen grano de la palabra de Dios para sustituirlo por la cizaña o falso grano del error (Mc., IV, 15). Su intención es “cegar las mentes de aquellos que todavía no creen, para que no puedan ser iluminados por el Evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor., IV, 4). El mundo de Satanás combate en el tiempo contra el Reino de Dios, pero Jesús al final vencerá y derrotará definitivamente a Satanás y conquistará el mundo (Jn., XVI, 33).

«Hasta el fin del mundo habrá oposición entre los “hijos de Dios” y los “hijos del diablo” (Jn., VIII, 44), los cuales realizan las “obras del diablo” (Act., XIII, 10), que se resumen en la impostura o seducción (Jn., VIII, 44; 1 Tim., IV, 2; Apoc., XII, 9), con la cual a la verdad y a la justicia se sustituyen el error y el pecado (Rom., I, 25; Sant., V, 19)» (2).

Genéricamente, el satanismo es el estado de aquello que es satánico, es decir, sometido e incluso consagrado a Satanás. El satanismo está enteramente penetrado e impregnado del espíritu de Satanás, adversario de Dios y del hombre.

De manera específica, el término satanismo asume tres significados:

1º) el imperio de Satanás sobre el mundo;

2º) el culto rendido a Satanás;

3º) la imitación de su rebelión contra Dios.

Es necesario estudiarlos a los tres para comprender bien el significado del concepto de satanismo y su relación con la modernidad y la posmodernidad.

 

1º) El imperio de Satanás sobre el mundo

Este dominio está revelado tanto en el Evangelio como en San Pablo. Se realiza y se extiende mediante:

a)   el pecado del hombre, contrario a la Voluntad de Dios;

b) el orgullo humano o egoísmo, opuesto a Dios infinitamente Verdadero y Bueno (3);

c) la ley puramente exterior o farisaica, contraria a la verdadera Fe interior vivificada por la Caridad.

El dominio de Satanás sobre el mundo, más que un imperio, representa casi un “cuerpo místico”, como lo describe San Gregorio Magno (Hom. 16 in Evang.; Moral., IV, 14): «Ciertamente el diablo es cabeza de todos los inicuos; y todos los inicuos son miembros de esta cabeza». Por ello, los Padres y los Doctores hablaron de una contra-iglesia, remitiéndose a la Revelación (Apoc., II, 9), que habla formal y explícitamente de la “sinagoga de Satanás”, la cual se opone a la Iglesia de Cristo.

El Reino de Cristo está en oposición radical con el de Satanás; son contrarios como el sí y el no, el bien y el mal, la verdad y el error, el ser y la nada. Su respectivo fin es el aniquilamiento del otro, mediante un combate continuo y recíproco, que terminará solo con el fin del mundo y el Juicio universal.

San Agustín nos habla de dos ciudades, una de Dios y otra del diablo, que se fundan en dos amores opuestos: el Yo y Dios (De civit. Dei, XIV, 18).
Pío XII enseñó que el satanismo más profundo y capilar es la apoteosis del hombre, con la reducción de la religión a una cosa libre, y que, después de haber derribado el cristianismo, aplica a la vida social y política las dos falsas vías del colectivismo socialista y del individualismo liberal, las cuales conducen a la humanidad al aniquilamiento, primero moral y luego físico (Radiomensaje de Navidad, 24 diciembre 1952, nn. 12-30).

Setenta años después tocamos con la mano esta terrible profecía, que lamentablemente se ha vuelto realidad.

En Oriente, el comunismo colectivista y ateo († 1991) y en Occidente el liberalismo individualista han casi aniquilado moralmente la civilización europea y cristiana y ahora, el segundo, está llevando al mundo entero hacia la destrucción física en Medio Oriente y en Ucrania.

«Hoy, mediante la bondad puramente natural, el príncipe de este mundo busca encadenar a los hombres para conservarlos más seguramente bajo su dominio, es decir, lejos de la verdadera Iglesia de Cristo» (4).

 

2º) El culto de Satanás

Si se niega la existencia del diablo, se niega también el culto que se le presta. Hoy la victoria más peligrosa de Satanás es haber sacudido la Fe católica sobre su existencia real. No menos perniciosa es la superstición opuesta; es decir, el culto prestado a Satanás como “divinidad” malvada a la cual hay que conciliar y servir para obtener ventajas personales (honores, riquezas y placeres).

Los gnósticos antiguos identificaban a Satanás con la serpiente del paraíso terrenal (Ireneo, Adv. haer., I, 24; Tertuliano, Praescr., 47), que es exaltado por haber reivindicado los “derechos del hombre” y la “dignidad de la persona humana”, revelando a Adán la gnosis del bien y del mal, enseñándole la rebelión contra los mandamientos de Dios.

Para los gnósticos cainitas (cf. Ireneo, ibid., I, 31), los verdaderos liberadores son los grandes rebeldes que se han alzado contra Dios: Caín, Esaú, los habitantes de Sodoma y sobre todo Judas, que habría liberado a la humanidad de Jesús.
Por tanto, no debe sorprender la reciente rehabilitación de la figura del Iscariote hecha por el cine e incluso por algunos “neo-exégetas”.

Monseñor Antonino Romeo nos explica que «el culto de Satanás se concentra en las misas negras […], que recuerdan fórmulas y ritos masónicos. […] El escondido refugio del satanismo es ciertamente la masonería, la cual hereda la fe y las costumbres del gnosticismo cainita» (5).

La masonería, inspirada por el judaísmo talmúdico, es la contra-iglesia universal, que desde hace más de doscientos años planifica los acontecimientos políticos, económicos y militares de los cuales dependen los destinos de los pueblos. En la historia de la modernidad se constata «una directriz constante, que tiende al ‘progreso’ incontrolable, a la religión de la naturaleza, excluida toda religión o moral positiva. La lucha se conduce sobre todo contra el catolicismo, caído el cual, el cristianismo no será más que un símbolo o un recuerdo» (6).

Los principales y preferidos instrumentos de Satanás son el judaísmo anticristiano (“vosotros que tenéis por padre al diablo”, Jn., VIII, 42), el cual a su vez ha inspirado casi todas las sectas y herejías anticristianas (7).

 

3º) La rebelión satánica

Consiste en la afirmación heroica del Yo, defendido en su absoluta integridad.
Monseñor Antonino Romeo escribía: «Incluso algunos teólogos católicos, para adular la voluntad o la libertad humana que ya no refleja la divina, osan acariciar el ‘riesgo del pecado’ […], en una postura de ‘riesgo’ mortal, que tiene muchos contactos con el ‘titanismo’ contemporáneo» (8).

El marxismo, según el cual “Dios es el mal”, es una de las formas modernas del satanismo revolucionario, así como lo son el liberalismo y el nihilismo filosófico posmoderno, que pretenden destruir la moral, el intelecto humano y el ser por participación, el cual remite al Ser por esencia.

 

El diablo en la Revelación: del Génesis al Apocalipsis

En el cielo aparece “una señal: un dragón rojo” (Apocalipsis, XII, 3). El dragón figura al demonio y se conecta con el primer libro de la Sagrada Escritura (Gen., III, 1), siendo el enemigo de la Iglesia de Cristo y de María su Madre.

San Juan insiste en este paralelismo revelando la lucha entre el dragón y la mujer y el hijo de la mujer. Como se ve, la Sagrada Escritura comienza (Génesis) y termina (Apocalipsis) con la Revelación de la Pasión y Compasión, drama en que los actores principales son Dios, María y el diablo.

El Apocalipsis vuelve atrás y se refiere a la primera rebelión de Lucifer, que arrastró a un tercio de los ángeles (simbolizados por las estrellas, cf. Is., XXIV, 20; Job., XXXVIII, 7) en su revuelta contra Dios.

En el Apocalipsis, que mira a los últimos tiempos, el dragón “con su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipita en la tierra” (XII, 4).

El color “rojo” del dragón indica su carácter sanguinario y “homicida desde el principio” (Jn., VIII, 44).

Comúnmente se interpreta este versículo en referencia a las persecuciones de los últimos tiempos, en las cuales el diablo logrará hacer apostatar a un gran número de cristianos.

“El dragón se pone delante de la mujer que está para dar a luz, para devorar a su hijo” (XII, 4). El diablo odia a María, a la Iglesia y a Jesús. Por lo tanto, querría destruirlos o devorarlos, si fuese posible, pero “Ella (María/Iglesia) da a luz un hijo varón, que debe gobernar a las Naciones con vara de hierro” (XII, 5).
El hijo “varón” representa a Jesús fuerte y poderoso. Él, como su Iglesia, deberá gobernar todas las Naciones hasta el fin del mundo con un cetro de hierro, es decir, con autoridad y poder.

Luego, el Libro sagrado retoma el tema de la primera batalla entre Lucifer y San Miguel en el Cielo (XII, vv. 7-8), que esta vez es aplicada principalmente a los últimos tiempos, mientras que en el v. 4 se refería a los tiempos iniciales y anunciaba los tiempos finales: “Siguió en el Cielo una gran batalla: Miguel con sus ángeles combatieron contra el dragón y sus secuaces, que no vencieron y perdieron su puesto en el Paraíso”. El combate desencadenado en los últimos tiempos por el demonio contra la Iglesia será semejante al de los primeros tiempos. El hecho de que Lucifer y sus seguidores “perdieran su puesto en el Cielo” se refiere al primer combate entre San Miguel y Lucifer. El Apocalipsis nos hace entender que la derrota de Satanás en los últimos tiempos será para él y los demás demonios como una nueva caída del Cielo y un nuevo encarcelamiento en el infierno.

El diablo no se da por vencido y “lanza contra la mujer un río de agua para ahogarla” (XII, v. 15). El río representa una enorme masa de tribulaciones y persecuciones. Pero “la tierra dio socorro a la mujer”, es decir, Dios salva a la mujer (la Iglesia y María) haciendo que la tierra trague las aguas del río o de las persecuciones.

 

La lucha de la anti-iglesia satánica contra la Iglesia de Cristo

Monseñor Henri Delassus expone la doctrina católica sobre la lucha entre Satanás y la Iglesia y, después de haberse servido de la Sagrada Escritura y de la Tradición, no desdeña hacer también una breve antología de las revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia. Ahora bien, estas no son un lugar teológico, pero “no deben ser despreciadas”. Me permito remitir al lector a ellas, como simples revelaciones privadas, para darle un poco de esperanza en estos tristísimos tiempos.

 

Las consideraciones de los Papas y de los teólogos sobre el complot de la contra-iglesia referidas por monseñor Delassus

Monseñor Delassus, en El problema de la hora presente (Lille, Desclée, 2 vols., 1904-1905; trad. it., 1907; 1.ª reed. Piacenza, Cristianità, 1977; 2.ª reed. Milán/Viterbo, Effedieffe, 2014-2015) escribe: “¿Adónde conduce el torbellino que transporta al género humano? ¿A los pies de Dios o a los pies de Satanás? […]. No es la primera vez que Satanás y los suyos se creen en vísperas del triunfo. […]. Nosotros estamos en la hora del combate más decisivo” (cit., vol. 2, p. 47).

Gregorio XVI —en su encíclica Mirari vos de 1832— aplicaba a nuestro tiempo moderno las palabras del Apocalipsis (cap. IX) sobre “el pozo del abismo ya abierto” (vol. 2, p. 48-49, 51), del cual salen los errores, las depravaciones y los demonios para tentar al hombre de la manera más cruel.

“La antítesis es entre Cristo o el Anticristo, y ella encierra el misterio del porvenir” (H. Delassus, cit., vol. 2, p. 52).

San Pío X —en su primera encíclica E supremi apostolatus cathedra de 1904— se pregunta si el Anticristo no estará ya en medio de nosotros, dado el carácter antropólatra de la modernidad filosófica y del modernismo teológico; como enseñaron también San Ireneo, San Ambrosio, San Agustín, San Gregorio Magno, Teodoreto, San Juan Damasceno, San Anselmo, Ruperto de Deutz, San Beda el Venerable (cf. Cornelius a Lapide, Comm. in Sacram Scripturam, tomo XII, In Apocalypsim, ed. Vives, p. 178).

Actualmente —constata amargamente Delassus— nos hallamos “en un estado de anticristianismo, que es el estado en el que el Anticristo final debe encontrar al mundo para ser aceptado por él” (cit., vol. 2, p. 59). Luego comenta sabiamente que nadie conoce la fecha precisa de su advenimiento, pero que, según el Evangelio (Lc 12, 54), si vemos las nubes acumularse sobre nosotros, deducimos que la lluvia muy probablemente está cercana (cit., vol. 2, p. 61).

Pío IX escribió que, en las condiciones en que se encuentra la humanidad en el mundo moderno, “los hombres ya no pueden ser salvados por las causas segundas, o sea por las criaturas, sino por la Causa primera que es Dios, puesto que la lucha es tan grande que sólo Él puede vencer a sus enemigos” (cit., vol. 2, p. 62).

León XIII —en la encíclica Praeclara (20 de junio de 1894)— enseñó: “Vemos en el porvenir lejano un nuevo orden de cosas: la solución cristiana de la cuestión social, el fin del cisma luterano y bizantino que han desgarrado Europa, y la luz del Evangelio que ilumina a todos los pueblos”.

 

Las principales revelaciones privadas referidas por Delassus

En La conjuration antichrétienne (Lille, Desclée, 3 vols., 1910, pp. 852-891, 914-927) Delassus cita las revelaciones privadas (aprobadas por la Iglesia) de la Beata Catalina Emmerich, de Ana María Taigi, de Santa Brígida, de Santa Hildegarda, de Santa Catalina de Siena, de la Beata Catalina de Racconigi, de San Luis María Grignion de Montfort…

CATALINA EMMERICH (La conjuration antichrétienne, cit., vol. 3, pp. 867-878) veía a la masonería desencadenada en el intento de destruir la Iglesia mediante el naturalismo teórico y práctico, con la corrupción de las ideas y de las costumbres, y la veía en relación con la venida del Anticristo. Especialmente Roma y el Vaticano eran atacados por los espíritus del mal y por sus secuaces; el Papa, rodeado de traidores, estaba muy triste, sin embargo, junto a la trama del maligno, Roma estaba siempre atravesada por una corriente de luz y de gracia.

La Beata Emmerich habla de un “hombre negro o tenebroso” que trabaja alrededor de la basílica de San Pedro para arruinar a los fieles y a los Pastores, y tuvo también la gracia de ser conducida en espíritu por el papa León XII para ayudarle a tomar las decisiones justas.

Una misión análoga tuvo MARIE MOREL junto al papa Gregorio XVI y el papa Pío IX (cit., vol. 3, pp. 878-879).

Sin embargo, la Emmerich narra también sus visiones de restauración y de triunfo de la Iglesia y de su jerarquía, que había sido antes como desfigurada por las turbias maniobras de la secta infernal, entre cuyas filas veía también sacerdotes (cit., vol. 3, pp. 880-883).

Los buenos defensores de la Iglesia combatían también, pero sin método, como si ignoraran la gravedad de la situación (cit., vol. 3, p. 885).

La Beata ANA MARIA TAIGI (cit., vol. 3°, pp. 886-890) tuvo las mismas visiones, y especialmente vio el juego de los sectarios para engañar a los cardenales bajo el papa Gregorio XVI, con el fin de destruir el Papado reemplazándolo por una “nueva iglesia de las tinieblas”, derribando los dogmas y uniendo sincretísticamente todas las creencias religiosas. Ella incluso vio a San Pedro elegir a su sucesor después de la derrota de la secta infernal que había tramado la obra de demolición de la Iglesia. La mayor parte del clero estaba seducida por las tinieblas. Sin embargo, gracias al auxilio de María Santísima, la Iglesia habría de prevalecer contra ellas.

Un papel decisivo, según CATALINA EMMERICH (cit., vol. 3°, pp. 892-895), en la batalla contra la anti-iglesia lo habría tenido San Miguel Arcángel, precisamente cuando todo parecía perdido y, probablemente, cercano el reino del Anticristo: un Papa severo, austero y santo se levantaría y reanimaría a los fieles.

Delassus (cit., vol. 3°, pp. 914-927) cita a Santa HILDEGARDA DE BINGEN (siglo XII); y además a Santa CATALINA DE SIENA (siglo XIV), quien dejó escrito que “Dios purificará la santa Iglesia y resucitará el espíritu de los cristianos con un medio que escapa a toda previsión humana” (Bollandistas, Acta Sanctorum, 29 de abril); la Beata Catalina de Racconigi (siglo XVI), San Luis María Grignion de Montfort, San Leonardo de Porto Mauricio y la Venerable María de Ágreda (siglo XVII), Elisabetta Canori Mora (siglo XVIII): todos vieron la lucha de la “Sinagoga de Satanás” (Apoc., II, 9) contra la Iglesia de Cristo, la aparente derrota de esta última y su triunfo en el momento en que todo parecía perdido.

 

Naturaleza de las revelaciones privadas y su valor teológico

El padre Antonio Royo Marín enseña, junto con todos los teólogos aprobados, que las revelaciones privadas “no entran en el depósito de la fe. En efecto, nuestra fe se basa en la Revelación pública contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición divino-apostólica bajo el control y la vigilancia del Magisterio. Por lo tanto, las revelaciones privadas, sea cual sea su importancia, no pertenecen a la fe católica. […]. Para los cristianos solo pueden constituir una piadosa creencia, a la que no están obligados a dar un asentimiento de fe divina. Cuando la Iglesia aprueba una revelación privada, declara simplemente que no contiene nada contrario a la fe o a las costumbres. Sin embargo, sería reprobable contradecirla y ridiculizarla después de este juicio eclesiástico” (Teología de la perfección cristiana, Roma, Paulinas, 1960, pp. 1075-1076, n. 600-601) (9).

 

NOTAS:

1 – Io, I, 10; VI, 7; XV, 18; XVI, 20; XVII, 9-16; 1 Io., II, 16; V, 19; Mt., XVIII, 7; Gal., VI, 14.
2 – F. Spadafora (diretto da), Dizionario biblico, Roma, Studium, 3a ed., 1963, p. 165.
3 – “Il diavolo non perseverò nella verità perché la verità non era in lui” (Io., VIII, 44)
4 – A. Stolz, Teologia della mistica, tr. it., Brescia, 1940, p. 66.
 
5 –   Voce “Satanismo”, in Enciclopedia Cattolica, Città del Vaticano, vol. X, 1953, col. 1958.
6 – A. Romeo, ibidem, col. 1959.
7 – Cfr. J. Meinvielle, De la cabala al progresismo, Buenos Aires, 1970, II ed., EVI, Segni (Roma), 2013.
8 – A. Romeo, ivi.
9 – Cfr. S. Th., II-II, qq. 171-175; S. Teresa d’Avila, Vita, capp. 25-30; Id., Castello interiore, Mansione sesta; S. Giovanni della Croce, Salita al Monte Carmelo, lib. II, capp. 21-30; R. Garrigou-Lagrange, Perfection chrétienne et contemplation, Parigi, 1923, tomo II, pp. 536-562; A. Farges, Phénomenes mystiques, Parigi, Bonne Presse, 1920, parte II; Benedetto XIV, De servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione, Venezia, 1788, lib. IV, parte 1; J. Ribet, La mystique divine, Parigi, Poussielgue, 1879, tomo II; A. Poulain, Delle grazie d’orazione, tr. it., Torino, Marietti, 1926, capp. 20-23; A. Saudreau, L’etat mystique, Parigi, ed. II, 1921, capp. 17-21; A. Tanquerey, Compendio di teologia ascetica e mistica, tr. it., Roma, Desclée, IV ed., 1927, pp. 913-927, nn. 1490-1513.

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