por DON CURZIO NITOGLIA
Su
naturaleza y definición
El entero “mundo” (1), no en cuanto criatura física
de Dios, sino en el sentido moral y peyorativo (aquellos que viven según el
espíritu mundano o carnal, opuesto al espíritu angélico o divino), está
sometido al diablo, por el dilema “o Dios o el Yo”, “o la verdad o la mentira”.
Satanás es, por ello, llamado también “el príncipe
de este mundo” (Jn., XII, 31; XIV, 30), “el dios de este mundo” (2 Cor., IV,
4). El reino de Satanás se opone al de Dios (Mt., XII, 26). Satanás expulsa del
corazón del hombre el buen grano de la palabra de Dios para sustituirlo por la
cizaña o falso grano del error (Mc., IV, 15). Su intención es “cegar las mentes
de aquellos que todavía no creen, para que no puedan ser iluminados por el
Evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor., IV, 4). El mundo de Satanás combate
en el tiempo contra el Reino de Dios, pero Jesús al final vencerá y derrotará
definitivamente a Satanás y conquistará el mundo (Jn., XVI, 33).
«Hasta el fin del mundo habrá oposición entre los
“hijos de Dios” y los “hijos del diablo” (Jn., VIII, 44), los cuales realizan
las “obras del diablo” (Act., XIII, 10), que se resumen en la impostura o
seducción (Jn., VIII, 44; 1 Tim., IV, 2; Apoc., XII, 9), con la cual a la
verdad y a la justicia se sustituyen el error y el pecado (Rom., I, 25; Sant.,
V, 19)» (2).
Genéricamente, el satanismo es el estado de aquello
que es satánico, es decir, sometido e incluso consagrado a Satanás. El
satanismo está enteramente penetrado e impregnado del espíritu de Satanás,
adversario de Dios y del hombre.
De manera específica, el término satanismo
asume tres significados:
1º) el imperio
de Satanás sobre el mundo;
2º) el culto
rendido a Satanás;
3º) la
imitación de su rebelión contra Dios.
Es necesario estudiarlos a los tres para comprender
bien el significado del concepto de satanismo y su relación con la modernidad y
la posmodernidad.
1º) El
imperio de Satanás sobre el mundo
Este dominio está revelado tanto en el Evangelio
como en San Pablo. Se realiza y se extiende mediante:
a)
el pecado
del hombre, contrario a la Voluntad de Dios;
b) el orgullo humano o egoísmo, opuesto a Dios
infinitamente Verdadero y Bueno (3);
c) la ley puramente exterior o farisaica, contraria
a la verdadera Fe interior vivificada por la Caridad.
El dominio de Satanás sobre el mundo, más que un imperio, representa casi un “cuerpo místico”, como lo describe San Gregorio Magno (Hom. 16 in Evang.; Moral., IV, 14): «Ciertamente el diablo es cabeza de todos los inicuos; y todos los inicuos son miembros de esta cabeza». Por ello, los Padres y los Doctores hablaron de una contra-iglesia, remitiéndose a la Revelación (Apoc., II, 9), que habla formal y explícitamente de la “sinagoga de Satanás”, la cual se opone a la Iglesia de Cristo.
El Reino de Cristo está en oposición radical con el
de Satanás; son contrarios como el sí y el no, el bien y el mal, la verdad y el
error, el ser y la nada. Su respectivo fin es el aniquilamiento del otro,
mediante un combate continuo y recíproco, que terminará solo con el fin del
mundo y el Juicio universal.
San Agustín nos habla de dos ciudades, una de Dios
y otra del diablo, que se fundan en dos amores opuestos: el Yo y Dios (De
civit. Dei, XIV, 18).
Pío XII enseñó que el satanismo más profundo y capilar es la apoteosis del
hombre, con la reducción de la religión a una cosa libre, y que, después de
haber derribado el cristianismo, aplica a la vida social y política las dos
falsas vías del colectivismo socialista y del individualismo liberal, las
cuales conducen a la humanidad al aniquilamiento, primero moral y luego físico
(Radiomensaje de Navidad, 24 diciembre 1952, nn. 12-30).
Setenta años después tocamos con la mano esta
terrible profecía, que lamentablemente se ha vuelto realidad.
En Oriente, el comunismo colectivista y ateo (†
1991) y en Occidente el liberalismo individualista han casi aniquilado
moralmente la civilización europea y cristiana y ahora, el segundo, está
llevando al mundo entero hacia la destrucción física en Medio Oriente y en
Ucrania.
«Hoy, mediante la bondad puramente natural, el
príncipe de este mundo busca encadenar a los hombres para conservarlos más
seguramente bajo su dominio, es decir, lejos de la verdadera Iglesia de Cristo»
(4).
2º) El culto
de Satanás
Si se niega la existencia del diablo, se niega
también el culto que se le presta. Hoy la victoria más peligrosa de Satanás es
haber sacudido la Fe católica sobre su existencia real. No menos perniciosa es
la superstición opuesta; es decir, el culto prestado a Satanás como “divinidad”
malvada a la cual hay que conciliar y servir para obtener ventajas personales
(honores, riquezas y placeres).
Los gnósticos antiguos identificaban a Satanás con
la serpiente del paraíso terrenal (Ireneo, Adv. haer., I, 24; Tertuliano,
Praescr., 47), que es exaltado por haber reivindicado los “derechos del hombre”
y la “dignidad de la persona humana”, revelando a Adán la gnosis del bien y del
mal, enseñándole la rebelión contra los mandamientos de Dios.
Para los gnósticos cainitas (cf. Ireneo, ibid., I,
31), los verdaderos liberadores son los grandes rebeldes que se han alzado
contra Dios: Caín, Esaú, los habitantes de Sodoma y sobre todo Judas, que
habría liberado a la humanidad de Jesús.
Por tanto, no debe sorprender la reciente rehabilitación de la figura del
Iscariote hecha por el cine e incluso por algunos “neo-exégetas”.
Monseñor Antonino Romeo nos explica que «el culto
de Satanás se concentra en las misas negras […], que recuerdan fórmulas y ritos
masónicos. […] El escondido refugio del satanismo es ciertamente la masonería,
la cual hereda la fe y las costumbres del gnosticismo cainita» (5).
La masonería, inspirada por el judaísmo talmúdico,
es la contra-iglesia universal, que desde hace más de doscientos años planifica
los acontecimientos políticos, económicos y militares de los cuales dependen
los destinos de los pueblos. En la historia de la modernidad se constata «una
directriz constante, que tiende al ‘progreso’ incontrolable, a la religión de
la naturaleza, excluida toda religión o moral positiva. La lucha se conduce
sobre todo contra el catolicismo, caído el cual, el cristianismo no será más
que un símbolo o un recuerdo» (6).
Los principales y preferidos instrumentos de
Satanás son el judaísmo anticristiano (“vosotros que tenéis por padre al
diablo”, Jn., VIII, 42), el cual a su vez ha inspirado casi todas las sectas y
herejías anticristianas (7).
3º) La
rebelión satánica
Consiste en la afirmación heroica del Yo, defendido
en su absoluta integridad.
Monseñor Antonino Romeo escribía: «Incluso algunos teólogos católicos, para
adular la voluntad o la libertad humana que ya no refleja la divina, osan
acariciar el ‘riesgo del pecado’ […], en una postura de ‘riesgo’ mortal, que
tiene muchos contactos con el ‘titanismo’ contemporáneo» (8).
El marxismo, según el cual “Dios es el mal”, es una
de las formas modernas del satanismo revolucionario, así como lo son el
liberalismo y el nihilismo filosófico posmoderno, que pretenden destruir la
moral, el intelecto humano y el ser por participación, el cual remite al Ser
por esencia.
El diablo en
la Revelación: del Génesis al Apocalipsis
En el cielo aparece “una señal: un dragón rojo”
(Apocalipsis, XII, 3). El dragón figura al demonio y se conecta con el primer
libro de la Sagrada Escritura (Gen., III, 1), siendo el enemigo de la Iglesia
de Cristo y de María su Madre.
San Juan insiste en este paralelismo revelando la
lucha entre el dragón y la mujer y el hijo de la mujer. Como se ve, la Sagrada
Escritura comienza (Génesis) y termina (Apocalipsis) con la Revelación de la
Pasión y Compasión, drama en que los actores principales son Dios, María y el
diablo.
El Apocalipsis vuelve atrás y se refiere a la
primera rebelión de Lucifer, que arrastró a un tercio de los ángeles (simbolizados
por las estrellas, cf. Is., XXIV, 20; Job., XXXVIII, 7) en su revuelta contra
Dios.
En el Apocalipsis, que mira a los últimos tiempos,
el dragón “con su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y
las precipita en la tierra” (XII, 4).
El color “rojo” del dragón indica su carácter
sanguinario y “homicida desde el principio” (Jn., VIII, 44).
Comúnmente se interpreta este versículo en
referencia a las persecuciones de los últimos tiempos, en las cuales el diablo
logrará hacer apostatar a un gran número de cristianos.
“El dragón se pone delante de la mujer que está
para dar a luz, para devorar a su hijo” (XII, 4). El diablo odia a María, a la
Iglesia y a Jesús. Por lo tanto, querría destruirlos o devorarlos, si fuese
posible, pero “Ella (María/Iglesia) da a luz un hijo varón, que debe gobernar a
las Naciones con vara de hierro” (XII, 5).
El hijo “varón” representa a Jesús fuerte y poderoso. Él, como su Iglesia,
deberá gobernar todas las Naciones hasta el fin del mundo con un cetro de
hierro, es decir, con autoridad y poder.
Luego, el Libro sagrado retoma el tema de
la primera batalla entre Lucifer y San Miguel en el Cielo (XII, vv. 7-8), que
esta vez es aplicada principalmente a los últimos tiempos, mientras que en el
v. 4 se refería a los tiempos iniciales y anunciaba los tiempos finales:
“Siguió en el Cielo una gran batalla: Miguel con sus ángeles combatieron contra
el dragón y sus secuaces, que no vencieron y perdieron su puesto en el
Paraíso”. El combate desencadenado en los últimos tiempos por el demonio contra
la Iglesia será semejante al de los primeros tiempos. El hecho de que Lucifer y
sus seguidores “perdieran su puesto en el Cielo” se refiere al primer combate
entre San Miguel y Lucifer. El Apocalipsis nos hace entender que la derrota de
Satanás en los últimos tiempos será para él y los demás demonios como una nueva
caída del Cielo y un nuevo encarcelamiento en el infierno.
El diablo no se da por vencido y “lanza
contra la mujer un río de agua para ahogarla” (XII, v. 15). El río representa
una enorme masa de tribulaciones y persecuciones. Pero “la tierra dio socorro a
la mujer”, es decir, Dios salva a la mujer (la Iglesia y María) haciendo que la
tierra trague las aguas del río o de las persecuciones.
La lucha de la anti-iglesia satánica contra
la Iglesia de Cristo
Monseñor Henri Delassus expone la doctrina
católica sobre la lucha entre Satanás y la Iglesia y, después de haberse
servido de la Sagrada Escritura y de la Tradición, no desdeña hacer también una
breve antología de las revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia. Ahora
bien, estas no son un lugar teológico, pero “no deben ser despreciadas”. Me
permito remitir al lector a ellas, como simples revelaciones privadas, para
darle un poco de esperanza en estos tristísimos tiempos.
Las consideraciones de los Papas y de los
teólogos sobre el complot de la contra-iglesia referidas por monseñor Delassus
Monseñor Delassus, en El problema de la hora presente
(Lille, Desclée, 2 vols., 1904-1905; trad. it., 1907; 1.ª reed. Piacenza, Cristianità,
1977; 2.ª reed. Milán/Viterbo, Effedieffe, 2014-2015) escribe: “¿Adónde conduce
el torbellino que transporta al género humano? ¿A los pies de Dios o a los pies
de Satanás? […]. No es la primera vez que Satanás y los suyos se creen en
vísperas del triunfo. […]. Nosotros estamos en la hora del combate más
decisivo” (cit., vol. 2, p. 47).
Gregorio XVI —en su encíclica Mirari vos de 1832— aplicaba a
nuestro tiempo moderno las palabras del Apocalipsis (cap. IX) sobre “el pozo
del abismo ya abierto” (vol. 2, p. 48-49, 51), del cual salen los errores, las
depravaciones y los demonios para tentar al hombre de la manera más cruel.
“La antítesis es entre Cristo o el
Anticristo, y ella encierra el misterio del porvenir” (H. Delassus, cit., vol.
2, p. 52).
San Pío X —en su primera encíclica E supremi apostolatus cathedra
de 1904— se pregunta si el Anticristo no estará ya en medio de nosotros, dado
el carácter antropólatra de la modernidad filosófica y del modernismo
teológico; como enseñaron también San Ireneo, San Ambrosio, San Agustín, San
Gregorio Magno, Teodoreto, San Juan Damasceno, San Anselmo, Ruperto de Deutz,
San Beda el Venerable (cf. Cornelius a Lapide, Comm. in Sacram Scripturam, tomo XII, In Apocalypsim, ed. Vives, p.
178).
Actualmente —constata amargamente Delassus—
nos hallamos “en un estado de anticristianismo, que es el estado en el que el
Anticristo final debe encontrar al mundo para ser aceptado por él” (cit., vol.
2, p. 59). Luego comenta sabiamente que nadie conoce la fecha precisa de su
advenimiento, pero que, según el Evangelio (Lc 12, 54), si vemos las nubes
acumularse sobre nosotros, deducimos que la lluvia muy probablemente está
cercana (cit., vol. 2, p. 61).
Pío IX escribió que, en las condiciones en
que se encuentra la humanidad en el mundo moderno, “los hombres ya no pueden
ser salvados por las causas segundas, o sea por las criaturas, sino por la
Causa primera que es Dios, puesto que la lucha es tan grande que sólo Él puede
vencer a sus enemigos” (cit., vol. 2, p. 62).
León XIII —en la encíclica Praeclara (20 de junio de
1894)— enseñó: “Vemos en el porvenir lejano un nuevo orden de cosas: la
solución cristiana de la cuestión social, el fin del cisma luterano y bizantino
que han desgarrado Europa, y la luz del Evangelio que ilumina a todos los
pueblos”.
Las principales revelaciones privadas
referidas por Delassus
En La
conjuration antichrétienne (Lille, Desclée, 3 vols., 1910, pp.
852-891, 914-927) Delassus cita las revelaciones privadas (aprobadas por la
Iglesia) de la Beata Catalina Emmerich, de Ana María Taigi, de Santa Brígida,
de Santa Hildegarda, de Santa Catalina de Siena, de la Beata Catalina de
Racconigi, de San Luis María Grignion de Montfort…
CATALINA EMMERICH (La
conjuration antichrétienne, cit., vol. 3, pp. 867-878) veía a la
masonería desencadenada en el intento de destruir la Iglesia mediante el
naturalismo teórico y práctico, con la corrupción de las ideas y de las
costumbres, y la veía en relación con la venida del Anticristo. Especialmente
Roma y el Vaticano eran atacados por los espíritus del mal y por sus secuaces;
el Papa, rodeado de traidores, estaba muy triste, sin embargo, junto a la trama
del maligno, Roma estaba siempre atravesada por una corriente de luz y de
gracia.
La Beata Emmerich habla de un “hombre negro
o tenebroso” que trabaja alrededor de la basílica de San Pedro para arruinar a
los fieles y a los Pastores, y tuvo también la gracia de ser conducida en
espíritu por el papa León XII para ayudarle a tomar las decisiones justas.
Una misión análoga tuvo MARIE MOREL junto al papa
Gregorio XVI y el papa Pío IX (cit., vol. 3, pp. 878-879).
Sin embargo, la Emmerich narra también sus
visiones de restauración y de triunfo de la Iglesia y de su jerarquía, que
había sido antes como desfigurada por las turbias maniobras de la secta
infernal, entre cuyas filas veía también sacerdotes (cit., vol. 3, pp.
880-883).
Los buenos defensores de la Iglesia
combatían también, pero sin método, como si ignoraran la gravedad de la
situación (cit., vol. 3, p. 885).
La Beata ANA MARIA TAIGI (cit., vol. 3°, pp.
886-890) tuvo las mismas visiones, y especialmente vio el juego de los
sectarios para engañar a los cardenales bajo el papa Gregorio XVI, con el fin
de destruir el Papado reemplazándolo por una “nueva iglesia de las tinieblas”,
derribando los dogmas y uniendo sincretísticamente todas las creencias
religiosas. Ella incluso vio a San
Pedro elegir a su sucesor después de la derrota de la secta infernal que
había tramado la obra de demolición de la Iglesia. La mayor parte del clero
estaba seducida por las tinieblas. Sin embargo, gracias al auxilio de María
Santísima, la Iglesia habría de prevalecer contra ellas.
Un papel decisivo, según CATALINA EMMERICH
(cit., vol. 3°, pp. 892-895), en la batalla contra la anti-iglesia lo habría
tenido San Miguel Arcángel,
precisamente cuando todo parecía perdido y, probablemente, cercano el reino del
Anticristo: un Papa severo, austero y santo se levantaría y reanimaría a los
fieles.
Delassus (cit., vol. 3°, pp. 914-927) cita a Santa
HILDEGARDA DE BINGEN (siglo XII); y además a Santa CATALINA DE SIENA
(siglo XIV), quien dejó escrito que “Dios purificará la santa Iglesia y
resucitará el espíritu de los cristianos con un medio que escapa a toda
previsión humana” (Bollandistas, Acta Sanctorum, 29 de abril); la Beata Catalina
de Racconigi (siglo XVI), San Luis María Grignion de Montfort, San
Leonardo de Porto Mauricio y la Venerable María de Ágreda (siglo
XVII), Elisabetta Canori Mora (siglo XVIII): todos vieron la lucha de la
“Sinagoga de Satanás” (Apoc., II, 9) contra la Iglesia de Cristo, la aparente
derrota de esta última y su triunfo en el momento en que todo parecía perdido.
Naturaleza
de las revelaciones privadas y su valor teológico
El padre Antonio Royo Marín enseña, junto
con todos los teólogos aprobados, que las revelaciones privadas “no entran en
el depósito de la fe. En efecto, nuestra fe se basa en la Revelación pública
contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición divino-apostólica bajo el
control y la vigilancia del Magisterio. Por lo tanto, las revelaciones
privadas, sea cual sea su importancia, no pertenecen a la fe católica. […].
Para los cristianos solo pueden constituir una piadosa creencia, a la que no
están obligados a dar un asentimiento de fe divina. Cuando la Iglesia aprueba
una revelación privada, declara simplemente que no contiene nada contrario a la
fe o a las costumbres. Sin embargo, sería reprobable contradecirla y
ridiculizarla después de este juicio eclesiástico” (Teología de la
perfección cristiana, Roma, Paulinas, 1960, pp. 1075-1076, n. 600-601) (9).
NOTAS:
1 – Io, I, 10; VI, 7; XV, 18; XVI, 20; XVII,
9-16; 1 Io., II, 16; V, 19; Mt., XVIII, 7; Gal., VI, 14.
2 – F. Spadafora (diretto da), Dizionario
biblico, Roma, Studium, 3a ed., 1963, p. 165.
3 – “Il diavolo non perseverò
nella verità perché la verità non era in lui” (Io., VIII,
44)
4 – A. Stolz, Teologia della mistica,
tr. it., Brescia, 1940, p. 66.
5 – Voce “Satanismo”, in
Enciclopedia Cattolica, Città del Vaticano, vol. X, 1953, col. 1958.
6 – A. Romeo, ibidem, col. 1959.
7 – Cfr. J. Meinvielle, De la cabala al
progresismo, Buenos Aires, 1970, II ed., EVI, Segni (Roma), 2013.
8 – A. Romeo, ivi.
9 – Cfr. S. Th., II-II, qq. 171-175;
S. Teresa d’Avila, Vita, capp. 25-30; Id., Castello interiore,
Mansione sesta; S. Giovanni della Croce, Salita al Monte Carmelo, lib. II,
capp. 21-30; R. Garrigou-Lagrange, Perfection chrétienne et contemplation,
Parigi, 1923, tomo II, pp. 536-562; A. Farges, Phénomenes mystiques,
Parigi, Bonne Presse, 1920, parte II; Benedetto XIV, De servorum Dei
beatificatione et beatorum canonizatione, Venezia, 1788, lib. IV, parte 1; J.
Ribet, La mystique divine, Parigi, Poussielgue, 1879, tomo II; A.
Poulain, Delle grazie d’orazione, tr. it., Torino, Marietti, 1926, capp.
20-23; A. Saudreau, L’etat mystique, Parigi, ed. II, 1921, capp. 17-21; A.
Tanquerey, Compendio di teologia ascetica e mistica, tr. it., Roma,
Desclée, IV ed., 1927, pp. 913-927, nn. 1490-1513.
https://doncurzionitoglia.wordpress.com/2025/11/02/che-cose-il-satanismo/
