Por CONSTANTINUS
Solución final del problema palestino y reconstrucción del tercer Templo
En concomitancia con la solución final de la
cuestión palestina, llevada adelante —desde 1948— por el ejército israelí y
llegada a su meta en estos días en la Franja de Gaza (octubre/diciembre de
2025), los jerarcas del sionismo actual comienzan a hablar ya explícitamente de
la reconstrucción del tercer Templo de Jerusalén y del advenimiento de su
“mesías”, después de haber destruido la mezquita de Omar.
Además, se muestran en fotografías junto a una
novilla roja (llegada a Tierra Santa, hace algunos meses, desde un rancho
estadounidense de integralistas fundamentalistas protestantes) sin ninguna
imperfección, que según la lectura talmúdica del Antiguo Testamento sería la conditio
sine qua non para reedificar el Templo y para ofrecer el sacrificio al
“mesías” próximamente venidero, que según la teología católica es el
Anticristo.
El Estado de Israel está en peligro, según los
historiadores israelíes más avisados
Sin embargo, el profesor israelí Isaac Rabkin
observa con razón: «El Estado de Israel está en peligro […]. Aquello que se
presentaba como un refugio, incluso el refugio por excelencia, se habría
convertido en el lugar más peligroso para los judíos. Son cada vez más
numerosos los israelíes que se sienten atrapados en una “trampa sanguinaria”.
[…] Y crece el número de quienes expresan dudas acerca de la supervivencia de
un Estado de Israel creado en Oriente Medio, en esa “zona peligrosa” […]. Los
teóricos del antisionismo rabínico sostienen […] que la shoah es solo el inicio
de un largo proceso de destrucción, que la existencia del Estado de Israel no
hace sino agravar. […] Concentrar [alrededor de ocho/nueve, n. del a.] millones
de judíos en un lugar tan peligroso roza la locura suicida». (Una amenaza
interna. Historia de la oposición judía al sionismo, Verona, Ombre corte, 2005,
p. 211).
El Templo de Jerusalén y su historia
El primer Templo fue proyectado por el rey David,
pero fue realizado por su hijo Salomón alrededor del año 1000 antes de Cristo;
luego fue destruido en 586 a. C. por los babilonios y fue reconstruido por Ciro
(el rey de los persas, que liberó a los judíos de la cautividad babilónica, que
duró unos 70 años) en 516; finalmente, fue restaurado por orden de Herodes el
Grande a partir del 19 a. C. hasta pocos años antes de su destrucción en el 70.
Desde entonces hasta hoy los judíos ya no tienen Templo, Sacrificio ni
Sacerdocio. Por ello, buscan desesperadamente reconstruir el primero para
recuperar también los otros dos, que son los tres elementos constitutivos y
esenciales de toda religión, faltando los cuales la religión cesa.
Ahora bien, admitido y no concedido que puedan
lograr reconstruir el Templo sobre las ruinas de la Mezquita de Omar, parece
muy improbable que puedan reconstruir la línea genética de la descendencia
aronítica de los sacerdotes y que puedan identificar el lugar exacto del Sancta
Sanctorum, que puede ser pisado una sola vez al año por el Sumo Sacerdote,
cuya ubicación ya no es rastreable después de la destrucción del Templo en el
70 y de los planos del mismo.
Donald Trump y Ciro el Grande
Donald Trump, el 14 de mayo de 2018, decidió
trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, la cual es
presentada por el presidente estadounidense ya no como ciudad
internacionalizada, sino como capital del solo Estado de Israel y de los
israelíes, excluyendo así a los palestinos (cristianos e islámicos), que son
“un pueblo sin Estado” y dentro de poco sin siquiera el poco de tierra (solo el
22 % de Palestina) que aún les queda en la Franja de Gaza y en Cisjordania.
Además, el Mikdash Education Center ha hecho acuñar recientemente una
medalla con los rostros de Trump y de Ciro el Grande, el antiguo rey de Persia
(558-529 a. C.), que permitió el retorno de los judíos a la patria en el año
539, después de que Nabucodonosor II, el rey babilonio (605-562 a. C.), hubiera
conquistado y destruido Jerusalén con el primer Templo en 587/586, deportando a
sus habitantes a Babilonia.
La inscripción colocada en la medalla en hebreo,
árabe e inglés celebra a Trump como aquel que, según las aspiraciones del Nuevo
Sanedrín recreado en Israel, conducirá a la reconstrucción del Templo judío
sobre lo que ahora es la llamada Explanada de las Mezquitas, en el corazón de
Jerusalén.
El Mikdash Education Center es uno de los tantos grupos rabínicos que
promueven el proyecto de reedificación del Templo, que fue destruido en el año
70 d. C. por los romanos.
La curiosa conexión entre el presidente Trump y
Ciro el Grande encuentra explicación precisamente en esta analogía: así como
(Esdras, I, 2-3) Ciro hizo reconstruir el segundo Templo (después de que el
primero, el de Salomón, hubiera sido destruido por los babilonios en 586 a.
C.), del mismo modo se esperaba que el probable futuro presidente
estadounidense (bien conocido por sus simpatías filoisraelíes) pudiera
finalmente realizar el sueño de reedificar el Santuario destruido por Tito.
El paseo de Sharon por la explanada del Templo (28
de septiembre de 2000)
La reconstrucción del Templo, junto con la
pretensión sobre cada centímetro cuadrado de la Tierra de Israel (Eretz
Israel) y la necesidad de alejar a los goyim (los no judíos o los
“paganos”, tanto cristianos como musulmanes) de lo que quiere ser un Estado
étnico de solo judíos, fue impulsada por el paseo por la explanada del Templo
realizado el 28 de septiembre de 2000 por Ariel Sharon: fue un gesto simbólico
que afirmaba la necesidad de llegar lo antes posible a la reconstrucción del
Templo.
Los colonos israelíes invaden la mezquita de
Al-Aqsa (23 de julio de 2000)
Por ello, se comprende y se capta la relevancia
teológica de tal “paseo” de Sharon, al que siguió la “marcha nocturna” —el 23
de julio de 2000— de cientos de colonos israelíes, que invadieron la Mezquita
de Al-Aqsa, en la Explanada del Templo, acompañando dicha “marcha” con la
celebración de ritos litúrgicos judíos (que, en cambio, solo podrían ser
celebrados por sacerdotes genéticamente descendientes de Aarón y elegidos por
otros sacerdotes) en lo que era el espacio donde se alzaba el Templo y donde
únicamente podían ofrecerse los sacrificios a Dios en el Antiguo Testamento,
con el riesgo de pisotear el pavimento del Sancta Sanctorum, que solo
podía ser pisado por el Sumo Sacerdote una sola vez al año, como señal de la
voluntad de Israel de reconstruir el Templo después de hacer volar o derrumbar
(por las excavaciones “arqueológicas” realizadas bajo ella) la Mezquita de
Al-Aqsa y la Mezquita de Omar o Cúpula Dorada.
Los medios del mundo laico y occidental/atlántico
no comprendieron la relevancia teológica de tales acontecimientos o no
quisieron comprenderla. La discernieron, en cambio, muy bien los palestinos,
que como respuesta hicieron estallar la “Segunda Intifada”.
Además, la Knéset (el Parlamento israelí) el 19 de
julio de 2018 definió a Israel como “Estado/Nación del pueblo judío” y degradó
la lengua árabe (hablada por unos 2 millones de personas en Palestina) de
“lengua oficial” a “lengua de interés”; ya entonces comenzaba la cancelación de
los palestinos, que está teniendo ahora —octubre/diciembre de 2025— su
cumplimiento y término en la Franja de Gaza.
Finalmente, el 13 de febrero de 2002 medio millón
de israelíes marchó, en una manifestación organizada por los Fieles del Templo,
hasta las cercanías de la Explanada de las Mezquitas, jurando apoderarse de
toda Jerusalén.
El 28 de abril de 2017 la Unesco censuró las
“provocaciones continuas, que dificultan los actos de culto islámicos en el
sitio de las dos Mezquitas” (www.repubblica.it/esteri/2017/05/02/news).
Al mismo tiempo, en Israel existen desde hace años
asociaciones que trabajan, de manera práctica, por la “próxima” reconstrucción
del Templo. Una de las más activas y poderosas es la “Ateret Cohanim Yeshivà”,
una escuela rabínica que se ocupa de formar a los futuros sacerdotes del
Templo.
El lobby “calvinista/sionista americano”
Puede destacarse, con razón, la importancia del
papel desempeñado por el lobby judeo/americano, llamado inexactamente “cristiano/sionista”,
cuando debería denominarse con mayor precisión “protestante/sionista”, porque
está compuesto por unos 20/40 millones de protestantes evangélicos
estadounidenses, que se remiten casi exclusivamente a la historia de Israel del
Antiguo Testamento, sin prácticamente ninguna referencia a Jesucristo y al
Nuevo Testamento, a la Santísima Trinidad y a la divinidad de Cristo. Estos
consideran que es necesario hacer regresar a todos los judíos a Palestina para
que puedan reconstruir el tercer Templo y acelerar la segunda venida de Jesús.
Según algunos Padres de la Iglesia (san Ireneo de Lyon, san Hipólito Romano,
san Cirilo de Jerusalén, san Juan Damasceno), durante el Reino del Anticristo
final (antes de la Parusía), muy probablemente será reconstruido —pero solo en
parte— el Templo de Jerusalén; pero luego el Anticristo perseguirá también al
judaísmo rabínico, la parte inicial del Templo será destruida y entonces “Omnis
Israel salvabitur / Israel en masa se convertirá a Cristo” (Rom., XI, 26).
Tierra Santa bajo Roma (año 135), bajo los
cristianos (313) y bajo los musulmanes (635)
Los judíos, expulsados definitivamente de Palestina
por el emperador Adriano en el año 135 d. C., con la prohibición de regresar
bajo pena de muerte, en el siglo VII d. C. (al no existir ya el Imperio Romano
de Occidente) intentaron retomar Jerusalén y Judea, aprovechando la debilidad
del Imperio Romano de Oriente o Bizantino.
Ellos llamaron en su ayuda —y mal les fue— al rey
persa Cosroes II (590-628), rebelándose contra el emperador bizantino Heraclio
(610-641). El rey persa en 613 conquistó y destruyó Jerusalén, pero luego fue
derrotado en Nínive en 627 por el emperador bizantino Heraclio.
Los persas dañaron también las iglesias cristianas
de Jerusalén, incluidas las que se alzaban cerca de las ruinas del Templo. Además,
dieron “a los judíos la ocasión de apoderarse de la Ciudad Santa y de masacrar
a los cristianos. Los israelitas durante 15 años (hasta 628) pudieron
reinstalarse en Jerusalén, creando un gobierno autónomo bajo la dependencia de
Cosroes. […]. La toma de Jerusalén por parte de los persas fue posible también
gracias a la colaboración de un verdadero ejército judío de la Diáspora: una
milicia de unos 20 mil israelitas comandados por un jefe llamado Nehemías ben
Hushiel. Los primeros en pagar las consecuencias fueron los cristiano-romanos
de Jerusalén, que en los primeros días de la toma de la ciudad fueron víctimas
de una matanza indiscriminada, con decenas de miles de muertos y la profanación
de todas las iglesias. La venganza judía contra los cristianos fue terrible.
[…]. En el momento de la conquista y con el beneplácito inicial de Cosroes,
Nehemías tomó —de hecho— el dominio de la ciudad, mostrándose interesado en
reconstruir el Templo. El poder judío duró solo algunos años, hasta que la
contraofensiva bizantina restableció el dominio cristiano sobre Oriente Medio
en 628” (G. Marletta, La guerra del Templo. Escatología e historia del
conflicto de Oriente Medio, San Demetrio Corone, Edizioni Irfan, 2018, p.
51).
Jerusalén volvió a los cristianos, pero por pocos
años. En efecto, en 635 los musulmanes árabes la ocuparon y permanecieron allí
de manera estable, excepto en el período que va de 1096-1099 hasta 1187.
Los cristianos reconstruyeron y restauraron las iglesias
destruidas y dañadas; Heraclio expulsó a la población judía de Jerusalén y
prohibió nuevamente la entrada de los israelitas en la Ciudad Santa. A la
llegada de los árabes a Jerusalén, el patriarca católico de Jerusalén,
Sofronio, obtuvo la libertad de culto a cambio del pago de un impuesto
relativamente oneroso y también el compromiso de los musulmanes de defender a
los cristianos de la venganza de los judíos.
El califa Omar, al visitar la Ciudad Santa, decidió despejar la explanada del
Templo y construir allí la Mezquita de Al-Aqsa y la Cúpula Dorada o Mezquita de
Omar, edificadas por arquitectos de escuela bizantina, según la tradición
arquitectónica cristiano-oriental. Además, los califas musulmanes dieron a los
judíos permiso para regresar a Jerusalén y reconstituir allí una comunidad
religiosa judía. La relación entre islam y judaísmo fue en general más pacífica
que entre islam y cristianismo. Sin embargo, hasta el siglo XI hubo una cierta
tolerancia del islam también respecto de los cristianos de Tierra Santa, pero
con el ascenso al poder en Egipto del imán Al-Hakim, de la secta ismaelita,
comenzó una verdadera persecución anticristiana, que llevó a la destrucción de
la Basílica del Santo Sepulcro y, por consiguiente, a la reacción de la
Cristiandad (1095) con las famosas Cruzadas.
Las primeras iglesias cristianas comenzaron a ser edificadas en Jerusalén con la conversión de
Constantino al cristianismo (año 312). En el Monte del Templo (primer Templo,
1000 a. C.; segundo Templo, 516 a. C.) o Monte Moria —en el cual, según la
tradición, fue creado y murió Adán y donde Abraham, hacia el año 1900 a. C.,
estuvo a punto de sacrificar a Isaac; donde Adriano edificó el templo a Júpiter
Capitolino (132) y desde donde Mahoma habría “ascendido al cielo”— fue erigida
la iglesia del Santo Sepulcro de Cristo y dedicada oficialmente el 13 de
septiembre de 335, cerca del Gólgota donde Cristo fue crucificado. Con la
dominación musulmana (635), las iglesias cristianas, aun no siendo destruidas,
dejaron de ser edificadas. En la explanada del Templo y en las cercanías de la
iglesia del Santo Sepulcro fue edificada, hacia la mitad del siglo VII, la
Mezquita de Omar y luego, en 691-692, la Cúpula de la Roca en el centro de la
explanada. Fue precisamente el islam el que consintió la conservación de una
presencia judía en Jerusalén (cf. Vincent Lemire, Jerusalén. Historia de una ciudad-mundo desde los orígenes
hasta hoy, Turín, Einaudi, 2017, pp. 71-81).
Conclusión
Estos acontecimientos en Tierra Santa,
junto con lo que sucede entre Rusia y Ucrania, entre Tsáhal y el Líbano, nos
hacen pensar en lo que ocurrió en los tiempos del Diluvio Universal, cuando la
humanidad —en tiempos de Noé— dejó a Dios un solo modo para enderezarla: el
castigo de su Justicia; pero al mismo tiempo la Misericordia del Señor concedió
a los hombres un período considerable para hacer penitencia (unos 120 años
desde el anuncio del Diluvio, siete días desde el inicio del Diluvio hasta el
cierre del arca, cuarenta días y noches de lluvia ininterrumpida y 150 días
para el proceso de reabsorción del Diluvio).
Del mismo modo, hoy, un castigo mundial, anunciado también por el inminente
intento (anticrístico y apocalíptico) de reconstruir el tercer Templo, es el
único modo de acción que la humanidad ha dejado a Dios para que un gran número
de almas pueda aún salvarse del horror de condenarse por la eternidad. El
castigo de la Justicia divina deja siempre un espacio a la Misericordia: si el
hombre se arrepiente y acepta la Gracia de Dios, se salva; si persevera en el
mal y rechaza a Dios, se condena.
Es lo que sucederá dentro de no mucho, si
pensamos conforme a lo que enseña la “Maestra más desoída por el hombre: la
Historia Sagrada” y la ponemos en relación con el modo de vivir del hombre
contemporáneo.
El fuego de la ira de Dios, mediante las terribles armas recién probadas,
podría derramarse sobre nuestra cabeza.
Construyamos, por tanto, en el interior de
nuestra alma una “celda interior” (santa Catalina de Siena), una especie de
“arca” donde vivir ocultos junto al Señor, y unámonos a los pequeños oasis de
justos que viven en la presencia de Dios, en espera de que el Diluvio y el
azufre del Cielo hayan pasado.
¿Sería posible salir de este estado de cosas? Solo si volviéramos a Dios; pues
“nuestro ánimo es infeliz hasta que no descansa en el Señor” (san Agustín),
quien solo, siendo el Summum
Bonum, puede aliviar las angustias y los problemas del hombre;
entonces las cosas podrían encontrar una cierta solución.
Costantinus
https://www.sisinono.org/anno-2025/490-15-ottobre-2025.html
