Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María
martes, 10 de diciembre de 2024
domingo, 3 de noviembre de 2024
domingo, 27 de octubre de 2024
viernes, 24 de noviembre de 2023
20 DE NOVIEMBRE
“20 de noviembre
es una fecha especial. Especial para nosotros, que no nos emborrachamos en
festejos electoralistas como otros lo están haciendo, para luego llorar.
Nosotros estamos aquí como siempre estuvimos y esta fecha tiene un componente
hispánico. Dios ha querido unir la Hispanidad entre Argentina y España en este
día. 20 de noviembre, aquí donde conmemoramos la defensa de la Soberanía
Nacional y 20 de noviembre en España, donde se conmemora la muerte de José
Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española y de Francisco Franco,
Caudillo de España y Caballero Cristiano. Debemos seguir en la lucha, pese a
las circunstancias. Debemos seguir siendo FIRMES y DIGNOS, porque esta lucha
que llevamos adelante es la causa de Dios. Lo nuestro es una lucha pura, una
lucha absolutamente desinteresada por la Verdad, por el Bien, por la Belleza, y
por los valores que nos han unido. Nuestra lucha es la de siempre: Dios, la
Patria, la Familia. ¡Resistir para Reconquistar! ¡Viva la Patria! ¡Viva Cristo
Rey!”
sábado, 18 de noviembre de 2023
DEFINICIÓN DE NACIONALISMO
NOTA AGENDA FÁTIMA: Cambiando lo que haya que
cambiar, los principios son los mismos para el Nacionalismo Argentino o
Nacionalismo Católico.
Por PHILIPPE
PLONCARD D’ASSAC
El nacionalismo se define
como el conjunto de principios que históricamente han constituido
a la nación y le permiten permanecer incorrupta en sus características
nacionales que la hacen lo que es. Por
lo tanto, el nacionalismo se opone a cualquier cosa que tienda a deshacer la
nación.
Se opone así a ideologías que la niegan, como la
demoplutocracia que, bajo la influencia de lobbys filosóficos y bíblicos,
tienden a cuestionarla en cada elección, defendiendo a la vez un separatismo y
un globalismo que no puede construirse sólo sobre las ruinas de la naciones.
Esto es lo que Adam Weishaupt, judío asquenazí,
nacido el 6 de febrero de 1748 en Ingolstadt (Alemania), convertido al
catolicismo y luego convertido a la masonería, fundador de los
Illuminati de Baviera, había comprendido
perfectamente mientras luchaba contra el surgimiento del nacionalismo.
Designó como oponentes de su internacionalismo
masónico –la República Universal– que
ellos anunciaban, a aquellos a quienes llamó en sus términos, los nacionalistas o “partidarios
del amor nacional”.
Los opuso a los partidarios del “Amor
General”, los antepasados de nuestros
globalistas de hoy, de los cuales él era uno.
¡No es porque los jacobinos pidieran “defender
la nación en peligro” que debemos tomarlos por “nacionalistas”!
La Nación que defendían no era la misma, sino una
Nación abstracta resultante de la visión ideológica internacionalista de
la Ilustración, que desembocó en la República
Universal.
Hasta el punto de que Anacharsis Kloots, nacido en
una rica familia judía holandesa, se convirtió en prusiano, uno de los
principales agitadores revolucionarios extranjeros en Francia, fue nombrado
ciudadano francés por la Convención tras la publicación de su libro ¡La
República Universal! La lógica revolucionaria ya se
volvió hacia los partidarios extranjeros del internacionalismo opuestos a la
Nación.
Así, la Nación ideológica de
los jacobinos no sólo ya no tiene nada que ver con
la defensa de la Nación Patrimonio, sino que se
opone a ella y tiende a destruirla.
-*-
A diferencia del Patriotismo, que
se centra en defender la integridad del suelo nacional en caso de invasión
durante una guerra, el Nacionalismo se centra en defender
el patrimonio intelectual, moral, político, religioso y artístico, que
define el genio nacional y hace que una nación sea diferente de cualquier otra,
así como un individuo es diferente de cualquier otro, con personalidad propia.
Estos dos conceptos deberían ser
complementarios pero pueden conducir a actitudes opuestas en caso
de guerra ideológica como durante la Segunda Guerra
Mundial:
-Quienes sólo vieron la invasión física del
territorio se unieron a De Gaulle bajo el control de las democracias
anglosajonas y de los lobbies que habían empujado a la Tercera República a
declarar la guerra a Alemania, sin estar preparada para ello.
– Los que entendieron que, si Francia había sido
invadida físicamente, era porque otra invasión, esta intelectual, la había
desarmado y que antes de cualquier reconquista era necesario eliminar los
falsos principios que habían debilitado a los responsables de la declaración de
guerra.
Éste fue el origen de la guerra civil
franco-francesa de 1940-1945, que las grandes democracias anglosajonas que
trabajaban en nombre de la plutocracia cosmopolita globalista utilizaron para
debilitarnos utilizando como señuelo el patriotismo fachada de un De
Gaulle. Cf. Capítulo
VII – Documentos para la Historia,
sobre la mentira gaullista.
Este drama franco-francés culminaría con la
carnicería de la Liberación-Depuración organizada
por los gaullocomunistas que, bajo una fachada de " patriotismo ",
liquidarían a los cuadros nacionalistas de la Revolución
Nacional y los devolverían al poder en las furgonetas de los
extranjeros, los responsables de la debacle de 1940, los comunistas y los lobbies
que habían desarmado a Francia.
Hoy estamos sufriendo todas las consecuencias.
El nacionalismo tampoco debe
confundirse con el separatismo.
Demasiado a menudo denominados con el mismo nombre
por el mundo político-mediático, los separatismos de los países de nuestro
antiguo imperio, así como de Córcega, Bretaña, el País Vasco, etc., son
alimentados por el globalismo para debilitarnos e imponernos mejor sus “diktats”
políticos y económicos.
El pseudo “derecho de los pueblos a la
autodeterminación” es sólo una máquina de guerra destinada a generar
ambiciones separatistas en beneficio del globalismo para debilitar a la nación.
Éste es el objetivo de la
Regionalización, preludio a la creación de una Europa supranacional de
las regiones, impuesta por los distintos gobiernos franceses,
tanto de izquierda como de derecha gaulloliberal, al servicio de un mundialismo
apátrida.
El resultado de este enfoque es que una nación
dividida en regiones será significativamente menos poderosa para oponerse a las
actividades globalistas, ya que la parte será menos fuerte que el todo.
En otras palabras: “La unión hace la
fuerza”.
Incapaz de gestionar el dinero de los franceses, el
Poder, a través del regionalismo, alivia su carga financiera transfiriéndola a
las regiones sin reducir los impuestos nacionales.
El ciudadano vuelve a ser engañado, pagando dos
veces por unos servicios cada vez más deteriorados.
Para comprender plenamente lo que
representa el nacionalismo francés y comprender las razones de
su surgimiento en su deseo de defender el patrimonio nacional, es necesario conocer:
– Las condiciones históricas de la aparición de
Francia como nación,
– Los principios que la constituyeron y en los que se basa,
– Las razones del surgimiento del nacionalismo francés a finales del siglo
XVIII.
Fuente:
https://nationalisme-francais.com/definition-du-nationalisme.html
HERENCIA Y HEREDEROS. LA FIDELIDAD A LA PATRIA, SOSTÉN DE LAS NACIONES.
Por JEAN OUSSET
De su libro «Patria, Nación, Estado»
Hay
patrias (patrimonios) mediocres, sin grandes bienes materiales y espirituales;
con historia humilde, pasado oscuro: sin esplendor en las artes, la literatura
o la Filosofía; sin grandes jefes militares o políticos, etc. En resumen, una
herencia muy pobre. Pero, en cambio, una altiva nación ardientemente adherida a
este patrimonio, por pequeño que sea, valerosamente decidida a hacer rendir
ciento por uno a lo que los antepasados le han transmitido, así es como
empiezan los grandes destinos colectivos.
Dicho de
otro modo, hay patrias pobres, pero servidas, defendidas, explotadas por
naciones generosas. Es sin duda pensando en ellas que Tucídides escribió: «La
fuerza de la ciudad no está en sus murallas ni en sus navíos, sino en el
carácter de sus hombres.»
Debe
insistirse en el dualismo entre la noción de herencia y la noción de heredero,
dualismo indispensable para comprender las variedades de lo real en semejante
dominio. Hay herencias pobres, pero si el heredero es sabio y valiente, existe
la promesa de un gran porvenir.
Pero, por
desgracia, hay también magníficas herencias que Dios permite que caigan en
manos de herederos indignos. En este caso es cuando la Historia registra los
mayores desastres. Patrias hay a las que Dios ha colmado de ricas tierras,
ciudades y monumentos sagrados y profanos; que tienen un patrimonio rebosante
del oro puro de mil bienes humanos y divinos, de las obras maestras de la
literatura y de las artes; que patrocinan descubrimientos admirables y gozan de
innumerables testimonios de santos… Sin embargo, todo esto puede caer en manos
de una generación enervada, muelle; en manos de un rebaño de imbéciles o de
puercos encenagados en un oro que ya no pueden hacer fructificar. Tal es el
caso de todas las naciones que no han sido dignas de una patria magnífica, o,
si se prefiere, es el caso de una patria (patrimonio) admirable, pero
perjudicada y arruinada por una nación que perdió el sentido de su herencia.
Naciones que desperdician el patrimonio, que queman las reliquias de sus santos
y transportan al Panteón una turbamulta de imbéciles, perturbados y canallas.
En fin,
el último ejemplo posible de las relaciones entre el elemento patria y el
elemento nación es el caso de las patrias (patrimonios) olvidadas, que son como
una suntuosa herencia que, más o menos culpablemente, los herederos olvidaron y
abandonaron progresivamente. Un tesoro existe allí, pero los vivos se agitan
alrededor de él sin verlo, sin utilizarlo. Y, de pronto, alguien advierte el
valor de esas riquezas que se pisotean o se olvidan, y gracias a él los vivos
se sobresaltan y la nación vuelve a encontrar a la patria, haciéndose posible
otra vez un gran destino.
Esto es
lo que viene a decir Alphonse Daudet, en Cartas desde mi molino, cuando habla
de la restauración provenzal llevada a cabo por Federico Mistral: «Mientras
Mistral me decía sus versos en esta bella lengua, latina en más de sus tres
cuartas partes, que antaño hablaron las reinas y hoy sólo comprenden nuestros
pastores, yo admiraba interiormente a este hombre, y al pensar en el estado de
ruina en que encontró a su lengua materna y lo que él ha hecho de ella, me
figuraba a uno de esos viejos palacios de los príncipes de Baux, como los vemos
en los Alpilles : sin techos, sin balaustradas en las escalinatas, sin
cristales en las ventanas…» El patrimonio está puesto en pública subasta,
dispersado, despreciado. Los herederos lo pisotean sin apreciarlo, prestos a
abandonarlo. Pero he aquí que un buen día uno de sus hijos se enamora
profundamente de estas grandes cosas y se indigna al verlas profanadas.
«Rápidamente expulsa al ganado del patio principal…» Restituye cada cosa a su
sitio y le devuelve el esplendor, restaurando la patria.
Tal es la
estrecha relación que une a la patria (patrimonio) con la nación. Sin apego a
su patria (patrimonio), las naciones se hunden, no tardan en dispersarse, y
hasta la misma patria desaparece en ruinas. Podemos decir, pues, que la
fidelidad a la patria es el sostén de las naciones. Y asimismo, que el amor y
el celo de una generación pueden bastar para restablecer el esplendor del
patrimonio heredado de los antepasados: la patria.
sábado, 28 de octubre de 2023
lunes, 25 de septiembre de 2023
MILEI: ÚLTIMO AVISO
Por ANTONIO CAPONNETTO
“Robot es un imbécil atorado de fichas, hijo de un
padre zurdo y una madre sin rosas”
Leopoldo Marechal
-Lo
primero que necesitan los pueblos, decía Genta, es Teología y Metafísica.
Cuando a esta sapiencialidad substancial se la reemplaza por la habilidad y la
crematística, los pueblos se corrompen, empezando por sus cabezas rectoras. O
casi a la inversa: el enseñoreamiento en los dirigentes de la mentalidad anti
teológica y anti metafísica, es el camino seguro para la degradación de las
sociedades. El arquetipo ya no será el sabio sino el exitoso; el dechado humano
no será el hombre contemplativo sino el hombre económico. La única ciencia
tenida por válida será la empiriométrica. El experimento y el cálculo se
convertirán en los factores legitimadores de todo saber.
-Viene a
cuento lo antedicho porque trascendió en estos días que el psicópata Milei dio
a conocer el nombre de quien dirigiría el Conicet, en el caso de que la ruleta
sufragista de las masas lo ungiera presidente. Se trata de Daniel Salamone[1], un veterinario que ha consagrado su
profesión a violentar el Orden Natural de modos escalofriantes,
circunscribiéndose por ahora al terreno de la zoología. La ingeniería genética,
la transferencia de embriones, la clonación de especies, la mixtura de
animales, el <constructo> artificial de novedosas variantes bestiales, la
mutación del sexo, de la configuración y reconfiguración de órganos, se han
convertido en su frankensteiana y lucrativa especialidad. “Una vaca podría
anidar un embrión de gaur o una chancha podría llevar un embrión de jabalí.
Incluso la oveja podría ser la madre sustituta de un muflón, con el que tiene
antepasado común”; mientras “la generación de cerdos transgénicos podrían
proveer de órganos para ser transplantados a seres humanos”[2]. Tal una primera carta de presentación de
la <Scienza Nuova> anarco liberal.
-No es su
única declaración de principios, agreguemos. Salamone ha sido interrogado
cientos de veces –por periodistas morbosos, es cierto- acerca de las
posibilidades de clonar seres humanos. Ha respondido con cautela, diciendo que,
por el momento, no lo cree técnicamente posible ni seguro; y que es consciente
de que la cuestión tiene sus connotaciones éticas que reconoce no manejar. Por
lo tanto, no sería necesario pensar ahora en clonar humanos, pero es solo “una
moratoria” que impone la evolución científica. “Yo creo que el trabajo y
los desarrollos hay que pensarlos en animales y no en humanos. Y la moratoria
de trabajar en humanos es necesaria. El proceso es extremadamente ineficiente y
médicamente es inseguro. Todavía sigue siendo inseguro, pero ciertos logros
como los de los superembriones de clonación, juntando varios, salen mucho más
sanos y con menos problemas […] La tecnología va progresando. Todo individuo
tiene derecho a tener su propio genómano, entonces es muy controvertido sin
tener la decisión de que nazca una persona y que no tenga derecho a tener su
propio genómano, que no haya sido por el azar sino que alguien haya decidido a
que sea idéntico a otra persona […]hay cuestiones éticas, que yo no
manejo”[3].
-En la
concepción tenebrosa de Salamone, la clonación es un derecho humano, aunque él
decide también que lo sea de las bestias, pues seguido se ufana de haber
convertido un toro en una vaca, una oveja en un símil o reproducido
coactivamente un yaguareté huidizo y poco anarcoide. La commedia è
finita, sin embargo (como baja el telón Pagliacci) cuando nuestro
clonador serial y futuro Taita Magno de la Ciencia Mileista, se expide sobre el
diseño de los futuros niños: “Si el inconveniente es no poder
concebir un hijo, en un futuro no tan lejano, es probable que se puedan obtener
gametos en el laboratorio a través de la tecnología que recién empieza a
utilizarse en animales”[4].
-Ya
tenemos localizada la fuente en la que abreva Milei su singular providismo.
Niños que no nazcan del modo natural, embriones que puedan diseñarse, embarazos
en seis cuotas de treinta días, eutanasia dolarizada, matrimonios a la carta,
poliamor a piacere, perros considerados hijos –literaliter– e hijos que
pueden nacer de una probeta o de un robot. Abortos plebiscitados y permitidos
directamente en caso de que entren en colisión las glandulas del locatario y la
locadora, antiguamente llamada madre. Y coronando tan derechista y
ultraconservadora cosmovisión, el derecho universal al coito pluriorificial
(incluyendo los <períodos de discernimiento> previstos en Amoris
laetitia), que tanto respeta y promueve nuestro Santo Padre. El programa
transhumanista, en suma, soñado por el judío sodomita Yuval Noah Harari. Eso
sí, a la argento. Así que no se sorprenda si usted encarga el diseño de una
Marilyn Monroe y le devuelven una Gorda Matosas.
-Lo primero que necesita un pueblo es
Teología y Metafísica. Su ausencia –aún o principalmente en quienes debieran
ser sus custodios- explica tristísimamente el porqué un personaje espeluznante
como Milei puede ser el candidato de los llamados “Pro-Vida”, de católicos
ilustrados, de conjeturales tradicionalistas, de blogueristas dados a <la
batalla cultural>, del vasto y pintoresco mundo bienpensante,
señorogordista, pañuelocelestista y afines. He aquí adónde nos condujo ese
vitalismo cuasi jainista, que aceptó someter a la tiranía del número el V
Mandamiento.
-Sí; sin teología y metafísica, y reducida
estultamente la vida política a la inserción democrática, se comprende
porqué todo ese vasto mundo aludido ya no le pide virtudes al gobernante, ni se
preocupa por la proyección pública de los vicios privados de los que se gloría,
ni descarta la hipótesis del mal menor ante tamaña flagrancia de iniquidad
mayor, ni aplica los principios básicos como que el bien se debe hacer
bien; el bien es por íntegra causa, el mal por cualquier defecto; una causa
buena mal defendida puede constituir ella misma una mala causa; o que sin el
acatamiento a la Causa Incausada que es Dios, toda causa termina fatalmente en
una claudicación. Algunos incluso, según nos
dicen, han llegado a pedirles a los católicos el voto a Milei, so pena de
convertirlos en responsables de los futuros abortos. Es preocupante que se
pueda argüir que alguien, excepto Dios, está investido de tamaña autoridad como
para emitir sobre nosotros juicios futuribles de condenación o de salvación. Y
aún sin teología ni metafísica, es preocupante que el ámbito de la
criminalística invierta los roles del victimario y de la víctima.
Como lo
habíamos previsto, tras nuestro artículo anterior sobre este obseso, junto a
las adhesiones no faltaron aquellos que nos reprocharon atacarlo a Milei y no a
los otros candidatos. Vamos a ser sutiles, pues sabemos que la inteligencia de
los objetores lo permite. Primero; si de nosotros dependiera, absolutamente
todos los candidatos deberían ser ahorcados en la Plaza Mayor. Segundo; si de
nosotros dependiera, el sistema democrático debería ser borrado de la faz de la
tierra. Avisamos que íbamos a ser sutiles.
Milei no
es peor que los otros. Pero es el único peor al que apoyan y quieren que
apoyemos los miembros de la supuesta <propia tropa>. De donde se sigue
que nunca fue tal sino tropilla confundida y errante. Y al final convergente
con el terreno enemigo, para seguir con el lenguaje castrense.
Si nos preguntan qué es lo que hay que hacer
entonces, diremos con la conciencia más que limpia, que ya lo hemos respondido
hasta la minucia en infinidad de ocasiones. Pero por lo pronto, hay que salvar
el honor de la Verdad y protagonizar acciones concretas y tenaces en pro del
Bien Común Completo de la patria. Si en cambio nos preguntan cuándo nos
rendiremos ante la democracia, nuestra respuesta está condensada en cinco
letras: ¡NUNCA!
[1] Cfr. https://www.infobae.com/salud/ciencia/2023/09/22/quien-es-daniel-salamone-el-cientifico-elegido-por-javier-milei-para-dirigir-el-conicet-si-llega-a-la-presidencia/
[2] Cfr. https://www.argenbio.org/actualidad/71-mas-novedades/mas-novedades-argentina/10815-Daniel-Salamone,-un-cient%C3%ADfico-tras-la-utop%C3%ADa-posible-de-salvar-especies-mediante-la-clonaci%C3%B3n
[3] Cfr. https://www.eldestapeweb.com/sociedad/clonacion-humana/la-clonacion-de-humanos-es-posible-los-riesgos-de-jugar-con-la-genetica-20233130555
[4] Cfr. https://www.lt10.com.ar/amp/noticia/83915–Para-la-ciencia-ya-es-posible-clonar-a-un-ser-humano&seccion=hoy
FUENTE:
https://jcmonedero.com/milei-ultimo-aviso-antonio-caponnetto/
martes, 5 de septiembre de 2023
MI LEY - [ANTONIO CAPONNETTO SOBRE MILEI]
Antonio Caponnetto es el principal referente del nacionalismo católico
argentino. Es, además, uno de mis Maestros. Eminencia intelectual, poeta,
historiador, filósofo, pedagogo. Un hombre sabio que ha vivido una vida
peligrosa, recta, humilde. Cristiana.
Aquí su opinión respecto de Milei: la suscribirían todos los grandes
referentes del nacionalismo católico argentino. Milei es un MAL ABSOLUTO, como
se desprende; no un “mal menor”.
Hace poco, Nicolás Márquez, youtuber –si se me perdona el feo
neologismo- de moda, dijo que la causa por la cual cierto sector conservador en
la Argentina no le presta adhesión a Milei es el “caponnettismo”. Su discípulo
Jordán Abud le respondió AQUÍ. Yo diría que gracias al
“caponnettismo” un puñado de argentinos aún custodian la Verdad y conservan la
coherencia.
Nos consta que Antonio no se encuentra en el mejor momento para escribir
y, sin perjuicio, lo ha hecho, refrendando su proverbial cortesía. Gracias,
querido Antonio, muchas gracias. Gracias por este escrito, y, sobre todo, por
todo tu magisterio.
Que los exitistas sigan creyendo en el recuento de votos, en el azar
democrático y en las disidencias controladas: nosotros estamos con Dios. Que no
se plebiscita. Y eso basta.
BRUNO ACOSTA
NOTA DE AGENDA FÁTIMA:
Un amigo nos
anotició recientemente de que en una entrevista efectuada a un intelectual
brasileño, éste, hablando de la simpatía del Padre Castellani por el
milenarismo, y refiriéndose desdeñosamente a Antonio Caponnetto, deslizó que hay
que tener reservas contra todo seguidor del P. Castellani. Podemos inferir este
silogismo disparatado: 1) Todo argentino tradicionalista supuestamente es
castellaniano, 2) y como Castellani es milenarista, 3) luego todo argentino
afín a Castellani es milenarista. Absurdo. En el caso del allí referido
Caponnetto, sólo dos veces en su larguísima carrera intelectual y docente, se
refirió, y de rondón, al milenarismo, y siempre desde una posición adversa. Y
para que nadie nos acuse –porque hoy vuelan las rápidas sospechas y acusaciones-
de milenaristas, en más de una ocasión hemos refutado al milenarismo. Por caso,
cuando sobre ese y otros temas dejamos sentada nuestra discrepancia con el P. Castellani,
en el libro “Castellani y Lefebvre” de nuestra autoría. De manera tal que poner
la sospecha en todo seguidor de Castellani es un abuso y una injusticia. Y esto
sin hablar del trato desdeñoso, peyorativo que se le inflige a ese gigante de
la Fe (un genio, como le escuchamos decir de él a un obispo de la Tradición católica
nada sospechoso de modernismo, milenarismo o acuerdismo) que fue el Padre
Castellani.
F.M.
Por ANTONIO CAPONNETTO
“Pondré mi ley dentro de
ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. Jeremías, 31,33.
La Libertad Avanza. Los
católicos retroceden hasta la incongruencia y la doblez pocas veces vista. Y no
hablamos de los católicos de misa y olla –que con ambas cosas se salvan, quede
dicho- sino de los ilustrados, con sus latines y griegos que suelen escandir
pulidamente.
No importa que Milei sea
una excreción humana, ufanándose de sus vicios, nigromancias, brujerías y
degeneraciones por doquier. La respuesta será que no debemos pedir que gobierne
un santo o un héroe. La heterodoxia podrá ser desaprobada en el ámbito
religioso; en el resto manda la diosa praxeología, paradójicamente devenida en
la nueva e implacable ortodoxia.
Son tradicionalistas,
claro; de vetus ordo incluso, y bien por éso. Pero han aprendido rápido la
moderna lección de Maquiavelo: el príncipe tiene que aunar las cualidades del
zorro y del león, astucia y fuerza, habilidad y eficacia. Virtud y sabiduría al
arcón de los recuerdos medievales.
Mejor un pervertido que nos
asegure el bienestar, que un Monseñor Tiso, gobernante de Eslovaquia, muerto
mártir de Cristo por defender a su pueblo. Mejor un psicópata alucinado y
gnóstico al que le cierren las cuentas, que un Oliveira Salazar, mitad asceta,
mitad sabio, pero derrotado al final por el mundo.
Buenos gobernantes llenos
de pecados, los hubo en la historia. A veces con conciencia de tenerlos, otras
no. En ocasiones contritos, otras no. Pero que se inste a elegir a un
pervertido convicto y confeso, en nombre de la doble moral, separando la vida
privada de la pública, como si ningún correlato hubiera, éso ya linda la
justificación de la indecencia. Bien dice García Morente que la “publificación”
de la existencia, sin rendirle cuentas a la vida interior, es el sello nefasto
que caracteriza al demócrata.
La Libertad Avanza. Los
católicos reculan hasta la esquizofrenia. No importa que Milei se presente
explícitamente como aquel que “se arrodilla” - literaliter- ante
cabalistas, talmudistas, sinagogas y logias masónicas transnacionales. Quien se
ampare en estos argumentos será tenido por conspiracionista, y expulsado fuera
de las redes, donde todo es llanto y rechinar de led. En la política
juego que transitamos –según la retratara el insigne Gueydan de
Roussel- el testigo de la verdad vuelve al casillero número cero del ludo
democrático, y no tira más los dados hasta que no se arrepienta de su teoría
del complot.
No importa tampoco que, en
su batiburrillo de liberalismo y anarquismo, Milei explaye cada vez con mayor
minucia y convicción su ideario monstruosamente transhumanista, idolatrando la
amalgama siniestra de la robótica, la inteligencia artificial, el darwinismo, la
ingeniería genética, la tecnologización del sexo y la postverdad. Con
propuestas que incluyen, entre otras, la reducción de los embarazos a seis
meses, para aligerar “la carga” de las mujeres.
Quien recuerde estos
postulados –vistos y oídos y a disposición documentada de cualquiera- es un
purista, principista, poeta o cartujo. Un singular, como diría el “novelista”
Castellani ¡Afuera con estos soñadores! ¡Si Milei es pro vida, vamos! Empezando
por la vida de sus hijos caninos, para quienes toda pasión paternal es poca.
La Libertad Avanza. Los
católicos retrechan y recejan sin los antañones escrúpulos de la moral
evangélica. Nada de quedarse en la Nicomaquea comentada por Santo Tomás. Hay
que llegar a Max Weber con su taxonomía de las diversas éticas, a piacere del
consumidor. No importa que Milei haya sostenido que los culpables de delitos de
lesa humanidad no deben ser indultados sino cumplir con su pena, aceptando
incluso la expresión “delitos de lesa humanidad” impuesta por la guerra
semántica. Fantasías de nosotros, los aguafiestas del carnaval democrático.
Milei es el nuevo San Pedro Nolasco de los militares presos.
No importa que prometa
plebiscitar la ley del aborto, sometiendo así al poder de los guarismos
herodianos la legitimidad o ilegitimidad del genocidio embrionario. Y que
algunos de sus principales acólitos –tienen nombres y apellidos y cargos: los
conocemos muy bien- estén a favor de la legalización del infanticidio y lo
hayan aprobado. Milei, nos dicen, es “pañuelo celeste”. Somos nosotros los
daltónicos.
No importa que no crea en
la institución del matrimonio; que lo reduzca a un contrato entre miembros de
la sexualidad que se me antoje; que cada quien es libre de drogarse,
suicidarse, vender sus órganos, negociar con sus hijos o decidir el día en el
que muere. Que grite a los cuatro vientos su orfandad de padres vivos, a
quienes repudia con un odio crispado de torpor y de venganza incesante. Milei
–según sus prosélitos- está en contra del feminismo y de lgbteísmo. Y hasta va
a reemplazar la ESI por la pornografía, tal cual proclamó sin rubores uno de
sus alfiles y candidatos de primera línea. Toda una garantía.
No habrá ESI, ni gremios
maricas, ni ministerios de mujeres ni Inadis. Y todo esto por una única y
última ratio: que son gastos para el Estado, incompatibles con el minarquismo.
Privadamente, cada quien podrá hacer de su pandero un búcaro o de sus pompis
unos tiestos con legumbres y hortalizas. ¿Contranatura, aberración, vicio
nefando, enfermedad, protervia? Nada de eso. Ha llegado la hora del proyecto
personal de vida, como una nueva hora de la espada lugoniana. Pero esta vez con
admitidas resonancias freudianas. Somos nosotros los que no sabemos nada de
tácticas y de estrategias electorales. Por suerte una gavilla de youtubers nos
desasnan. Como a Alcibíades o a Cratilo, a ellos les ha dicho el número de
“like” que son los más bellos del cyberespacio.
La Libertad Avanza. Los
católicos huyen y se repliegan a un universo en el que ya no existen las
condenas al liberalismo, ni las sentencias excomulgantes para los hermanos tres
puntos, ni las maldiciones contra los deicidas y la repulsa para los fariseos.
No importa que Milei tenga sus ídolos entre los rapiñadores de nuestras
Malvinas y los asesinos de nuestros soldados. Traer a colación este pequeño
detalle ahora, que está a punto de ganar la tómbola sufragista, es propio de
nacionalistas recalcitrantes. ¡A por ellos mis influencers!
No importa que el sujeto
abisal no sepa dirigirse al auditorio sin destruir la sintaxis, la gramática,
la prosodia, el buen gusto y la belleza idiomática. Que confunda el arte
retórico con el relincho y no pueda salir de la segunda palabra sin repetir sus
torpes muletillas. No habrá más lenguaje inclusivo. Coprolalia para todos. Ni
importa asimismo que sus gestos y sus exabruptos sean los propios de una bestia
frenética y un basilisco poseso. Tranquilos. Suprimirá el lenguaje inclusivo,
repetimos. ¿Entendieron pedazos de m...y manga de h.d.p., o les tengo
que meter a cada uno una patada en el c...?
¡Basta de violencia de
género! Es un gasto que el Estado no se puede permitir, mucho menos si lo vamos
a destruir violentamente. De ahora en más, el que quiera violencia de género
que se la costee por sí mismo. Como con las escuelas y los centros educativos.
Se acabó el monopolio estatal. Que cada quien adoctrine, ideologice y lave el
cerebro de sus hijos como se le dé la gana. En el respeto irrestricto al
proyecto de vida del otro, da lo mismo que una universidad de medicina esté
presidida por la doctora Rímolo, o que otra de Derecho la conduzca Justiniano.
Terminemos al fin. Milei no
es el fracaso del progresismo ni su vencedor en la supuesta batalla cultural.
Milei es el economicismo atroz, la cuantofrenia, la numerolatría, el
inmanentismo, el naturalismo, el laicismo, la moral de situación y el
consecuencialismo ético. El apatridismo de los cipayos decimonónicos y el
posmodernismo de los millennias. El cerebro binario, el chip para evolucionar y
la genitalidad tántrica para vivir zoológicamente satisfechos. Más progresista
no se consigue.
Por mucho que vayan con el
mejor manual casuístico bajo el sobaco, no habrá artilugio que pueda mitigar
las culpas graves del católico argentino que le entregue su voto a este
demente.
Somos conscientes de que
puede salir un despistado, creyendo que este ataque a Milei supone de parte
nuestra otra opción electoral. Por las dudas, que alguien le explique que somos
mucho peor de lo que suponen. Somos ultramontanamente antidemocráticos. La partidocracia
toda –entera, completa, redonda- nos da náuseas. Si nos centramos en Milei es
porque su nombre, hoy, es una sinécdoque; esto es una parte que se puede tomar
por el todo. En mejores palabras: una basura genérica que engloba y tipifica al
resto.
Y puede salir otro
espetándonos bravuconamente qué proponemos nosotros, entonces, ya que el
sistema es intrínsecamente perverso y no estamos dispuestos a cooperar con él.
Pues hemos tomado la precaución de escribir cuatro volúmenes para ello, amén de
un centenar de artículos. Y sobre todo, hemos tomado la precaución de vivir
setenta y dos años, gastados - según creemos con sencillez- en aprender y
enseñar la recta doctrina heredada de los maestros.
Dios nos hizo de barro,
pero su soplido nos infundió dignidad creatural. Dignidad que se conserva y se
cultiva en tanto obedezcamos y alabemos a Dios, privada y públicamente. Cuando
se prefiere volver a ser sólo barro y embarrarse, se peca contra Dios y su
Orden Creado.
Embarrarse no es ni medio
ni fin en política. Es inmoralidad, desesperación, estupidez y culpa. Es
cooperación activa con los hijos de las tinieblas. La libertad
anarco-libertaria puede avanzar cuanto quiera, secundada por sus cómplices
católicos y derechistas. Lo mismo el resto de la partidocracia regiminosa. Pero
a Jesucristo, la libertad genuina, pues es la Verdad Encarnada, no lo para
nadie.
Fuente:
https://reverdad.blogspot.com/2023/09/antoniocaponnettosobremilei.html
CASTELLANI Y LEFEBVRE
PRÓLOGO ARGENTINO
(Prólogo al libro “Castellani y Lefebvre”,
fragmento)
Por FLAVIO MATEOS
“El llevó la Religión a la vida, -decía Roque
Raúl Aragón, acerca del Padre Castellani-, la metió en la vida, la metió en la
política, en la vida diaria, en las discusiones de todos los días, en los
personajes que todos conocíamos y veíamos y no sabíamos cómo tratar. Nos enseñó
a ver la vida desde la Religión, no dejarla a la Religión aparte para
sostenernos en ella en ciertas circunstancias, sino para transformar las cosas,
la experiencia, la vida de todos, la política... y hasta sentíamos una
sensación de la superioridad que da el catolicismo por pertenecer a los dueños
del mundo, a los herederos de Cristo, a los que llevan la verdad y la luz por
su misma naturaleza de cristianos”. Exactamente eso es lo que nos atrajo de
inmediato del Padre Castellani, cuando lo conocimos y nos atrapó su lectura, en
aquellas modestas ediciones de Dictio (quien esto escribe por entonces ni
siquiera era católico, y probablemente nuestro buen cura haya sido el primero o
segundo autor católico que haya leído, Deo gratias!).
Cuando apareció Castellani, hacía bastante
tiempo que la religión (esto es, el catolicismo) -a gusto de las élites
liberales que “organizaron” la nación en base a la Constitución yanqui, los
intereses ingleses y el laicismo masón francés- era una cosa “de mujeres”, algo
que para el hombre parecía medio vergonzante o que sólo se vivía con total
desenvoltura en la esfera privada. ¿No habla un tango de alguien cobardón que
confiesa que, para que su caída sea absoluta, “ya no me falta pa’ completar, más que ir a misa e
hincarme a rezar”? El “varón” era el compadrito suburbano que
encendía la cabeza juvenil de un Borges, el “doctor” que se aprovechaba de la
política mediante la “viveza criolla”, el que decía “yo anduve siempre en
amores, ¡qué me van a hablar de amor!”. “A llorar a la Iglesia”, se conminaba
al que tenía alguna queja que emitir. La religión era una cosa de mojigatos, o
de la “gente bien” que debía aparentar su buena conducta puertas afuera, era
una cláusula del contrato burgués. Los tiempos de los hirsutos caudillos, que
enarbolaban la bandera de “Religión o muerte” habían quedado en un pasado muy
remoto, en la época de la “barbarie” federal, en la “Edad Media del tirano
Rosas”. Sí, todo el mundo estaba bautizado, pero se era católico “de
cartelito”, inofensivamente, privadamente. Pero entonces apareció un personaje
fuera de serie, un cura fuera del molde: Leonardo Castellani, encabezando –sin
afán de liderazgo- toda una reacción católica y nacionalista que empezó con
mucho empuje, una generación de ilustres representantes de la Patria hispana,
católica, antiliberal, nacionalista, que comenzó en aquel tiempo (poco antes de
la irrupción de Castellani en la palestra) y se extendió durante al menos
cincuenta años de labor fecunda. He aquí algunos ilustres nombres: Ernesto
Palacio, Julio Irazusta, Rodolfo Irazusta, Ramón Doll, Carlos Ibarguren, Hugo
Wast, Bruno Jacovella, P. Julio Meinvielle, Jordán Bruno Genta, Héctor
Llambías, Enrique P. Osés, Juan Alfonso Carrizo, Francisco Luis Bernárdez,
Leopoldo Marechal, Fray Antonio Vallejo o.f.m., P. Juan R. Sepich, Ignacio B.
Anzoátegui, Walter Beveraggi Allende, Guido Soaje Ramos, Rubén Calderón
Bouchet, Alberto Falcionelli, P. Sánchez Abelenda, P. Octavio Derisi, P.
Virgilio Filippo, Federico Ibarguren, P. Aníbal Rottjer, Alberto Ezcurra
Medrano, Tomás Casares, Roque Raúl Aragón, Juan Carlos Goyeneche, Juan Carlos
P. Ballesteros, Ángel Miguel Salvat, Rafael Jijena Sánchez, Alberto Caturelli,
Carlos Sacheri, Ricardo Curutchet, Patricio Randle, Enrique Díaz Araujo, Aníbal
D’Angelo Rodríguez, Antonio Caponnetto, Víctor Eduardo Ordoñez, Santiago Roque
Alonso, y otros que ahora se nos escapan. Castellani produjo un sacudón para
afirmar y dar continuidad a esa corriente de pensamiento católico, y aunque la
patria “oficial” y la Iglesia “establecida” le dieran la espalda, la Argentina
profunda y real, contraria al evangelio masónico y democrático, supo
escucharlo. Lamentablemente la verdad expresada por los católicos no logró
penetrar en lo más hondo de una sociedad ya muy trabajada por el cáncer del
liberalismo, y luego por la abrumadora demagogia peronista, por el
sentimentalismo tanguero y del cine argentinos, y por supuesto, por la
educación “pública y laica”, o sea liberal-sarmientina y la universidad
marxistoide, que ya se había impuesto como reaseguro de hacer crecer
generaciones de tilingos y mariposones, de lánguidos oficinistas, de mediocres
y pusilánimes –eso sí, todos bautizados- que jamás discutirían si la patria era
para Cristo o para la Democracia. Algunos se animaban más y se volvían
comunistas de café (más tarde de bomba debajo de la mesa del café). En tanto
que el nacionalismo se fue diluyendo en la medida que influencias heterogéneas
desdibujaban el sentido cabal del combate por el reinado de Cristo. La política
separó a los católicos: los había maurrasianos, liberales, peronistas (y éstos
de derecha y de izquierda), antiperonistas, falangistas, fascistas, socialistas
nacionales, tradicionalistas (a lo De Maistre), carlistas, etc. El verdadero
combate del Reinado de Cristo apenas sería en cierta forma elaborado con la
obra más tarde del Padre Meinvielle y de Genta, en reacción al avance
anticatólico comunista. Castellani no se había adentrado demasiado en ese
terreno, por falta de una manera de pensar sistemática u orgánica
manifiestamente estructurada. La valiosa obra del Cardenal Pie, que había
desarrollado de forma excelente la doctrina católica de la Realeza de Cristo
(luego continuada en el pontificado de San Pío X), parece haber pasado bastante
desapercibida o desatendida entre nosotros. Así que faltó más difusión a todo
un cuerpo de doctrina común, para que no quedase todo en aprestos individuales
o capillismo inconducente (y claro, tampoco hubo un caudillo aglutinante, a lo
Maurras, mientras que del otro lado estaba el caudillo demagógico cuya sombra
penetraba hasta lo más recóndito de la patria). Por otra parte la Iglesia
jerárquica estaba lejos de escapar de la deletérea influencia liberal a la que
estuvo sometida desde los comienzos patrios; ninguno de los nombrados en el
listado anterior era obispo.
De manera tal que podemos decir con el
recordado Aníbal D´Ángelo Rodríguez, resumiendo lo anterior, lo siguiente: “Si
su obra literaria y filosófica sufre de una dispersión que él mismo se reprochó
–en el prólogo a «Las canciones de Militis», en su diálogo imaginario con San
Jerónimo–; su mérito esencial es haber forjado mentalmente a una generación
entera: la mía. Que esta generación –la famosa intermedia de los sociólogos– no
haya dado todos los frutos que pudieron esperarse, es cierto. Pero la
responsabilidad no es de Castellani. Como no es suya la culpa de que su obra no
haya alcanzado la madurez a la que pudo aspirar. Se le pueden aplicar las
palabras que él escribió sobre Lugones: «Si una parte de su vasta obra... está
tiznada de incurables defectos que la harán efímera, ello se explica en gran
proporción por las condiciones culturales de esta tierra, cortada hoy de su
tradición natural y en caótica “mutación” biológica...».
“Imperfecta, periodística, incompleta, es una
de las obras –la de Castellani– de mayor enjundia y de más vasta capacidad de
fructificar que se han producido en la Argentina del Siglo XX. Otros «juglares
del pensamiento» tienen más prensa y más premios internacionales pero son incapaces
de suscitar un modo coherente de pensar, inhábiles para alumbrar los ojos de
tantos argentinos como los que en Castellani encontraron la luz” (En «Revista
Cabildo», 2ª época – Año V, N°41 – marzo 1981).
Por su parte, Monseñor Marcel Lefebvre
apareció en el ruedo en medio del Concilio (el “super concilio Vaticano II”)
para rescatar la Tradición de la asfixia con que pretendía acabarla la tal
asamblea copada por los modernistas, y llevar así la Religión al campo de
batalla, contra la nueva política del “Diálogo interreligioso”. Cuando su
figura hizo irrupción pública, el liberalismo ya había ablandado al clero, la
iglesia cincuentista era una cosa femenil y pacifista que miraba las
estadísticas y los medios de prensa para reconocerse saludable y “apreciada”
por el mundo. El modelo del sacerdote lo daba Hollywood con las películas de
Bing Crosby (¡muy lejos de un Castellani o un Lefebvre, ciertamente!), un buen
administrador de su parroquia, organizador de la beneficencia y un simpático y
jovial hombre de mundo que estaba dispuesto a dialogar con éste. Del otro lado,
aparecía el balbuceante cura de película francesa, atormentado por las dudas
existenciales que hacían tambalear su tenebroso ministerio. Con Lefebvre el
sacerdote volvió a tener el lugar que le correspondía. El combate por el
Reinado de Cristo en las sociedades se renovó y nos enseñó a ver toda la vida
alrededor de esta consigna, la misma de San Pío X: “Instaurare
Omnia in Christo” (que el santo papa
había tomado del antes mencionado cardenal Pie). Inevitablemente tenía que
chocar con los neo- fariseos de Roma (de la nueva Roma, no de la Roma eterna).
Lefebvre, así como Castellani, resultó chocante para la burocracia eclesial
decidida a seguir la corriente impetuosa del mundo salido del triunfo aliado,
en la Segunda Guerra mundial.
Castellani
“veía pasar la vida desde la Verdad”, como decía el autor citado. Lefebvre
también. Y desde la Verdad vivían la vida, la auténtica vida que merece
vivirse. Había que “pensar la Iglesia” y “pensar la Patria”, pero a partir de
la herencia recibida, la Tradición. Luego, entregar lo contemplado y transmitir
lo recibido.
Pero no vamos a emprender en esta obra el
elogio de Castellani y Lefebvre, porque ya se han escrito
excelentes cosas tanto sobre uno como sobre otro (aquí un elogio de Castellani
de los mejores, por Calderón Bouchet: “Un autor sano, el más sano de los
escritores argentinos, con una salud auténtica y armoniosa y al mismo tiempo
original, lleno de esa franqueza varonil que hace que la más pura doctrina de
la Iglesia, al transitar los senderos de su espíritu, nos llegue perfumada con
el aroma de los campos santafecinos, tan bien recordados en sus nostalgias
camperas y tan presentes siempre en la ancha generosidad de su límpida mirada”). De
manera tal que este libro no es en sí un encomio, aunque incluye los elogios
necesarios y merecidos para estos dos grandes maestros a los que tanto debemos
agradecerles. Vaya pues nuestro pequeño homenaje. Y si ya hemos dedicado entre
otros a Mons. Lefebvre y al Padre Castellani nuestro reciente libro “Fátima y
Rusia”, es debido a que los comprendemos figuras indispensables en el combate
por Cristo Rey y por la Iglesia, testigos insobornables de la verdad.
“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”
“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL” Por FLAVIO MATEOS El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...