Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 18 de noviembre de 2023

HERENCIA Y HEREDEROS. LA FIDELIDAD A LA PATRIA, SOSTÉN DE LAS NACIONES.

 



Por JEAN OUSSET

De su libro «Patria, Nación, Estado»

 

Hay patrias (patrimonios) mediocres, sin grandes bienes materiales y espirituales; con historia humilde, pasado oscuro: sin esplendor en las artes, la literatura o la Filosofía; sin grandes jefes militares o políticos, etc. En resumen, una herencia muy pobre. Pero, en cambio, una altiva nación ardientemente adherida a este patrimonio, por pequeño que sea, valerosamente decidida a hacer rendir ciento por uno a lo que los antepasados le han transmitido, así es como empiezan los grandes destinos colectivos.

Dicho de otro modo, hay patrias pobres, pero servidas, defendidas, explotadas por naciones generosas. Es sin duda pensando en ellas que Tucídides escribió: «La fuerza de la ciudad no está en sus murallas ni en sus navíos, sino en el carácter de sus hombres.»

Debe insistirse en el dualismo entre la noción de herencia y la noción de heredero, dualismo indispensable para comprender las variedades de lo real en semejante dominio. Hay herencias pobres, pero si el heredero es sabio y valiente, existe la promesa de un gran porvenir.

Pero, por desgracia, hay también magníficas herencias que Dios permite que caigan en manos de herederos indignos. En este caso es cuando la Historia registra los mayores desastres. Patrias hay a las que Dios ha colmado de ricas tierras, ciudades y monumentos sagrados y profanos; que tienen un patrimonio rebosante del oro puro de mil bienes humanos y divinos, de las obras maestras de la literatura y de las artes; que patrocinan descubrimientos admirables y gozan de innumerables testimonios de santos… Sin embargo, todo esto puede caer en manos de una generación enervada, muelle; en manos de un rebaño de imbéciles o de puercos encenagados en un oro que ya no pueden hacer fructificar. Tal es el caso de todas las naciones que no han sido dignas de una patria magnífica, o, si se prefiere, es el caso de una patria (patrimonio) admirable, pero perjudicada y arruinada por una nación que perdió el sentido de su herencia. Naciones que desperdician el patrimonio, que queman las reliquias de sus santos y transportan al Panteón una turbamulta de imbéciles, perturbados y canallas.

En fin, el último ejemplo posible de las relaciones entre el elemento patria y el elemento nación es el caso de las patrias (patrimonios) olvidadas, que son como una suntuosa herencia que, más o menos culpablemente, los herederos olvidaron y abandonaron progresivamente. Un tesoro existe allí, pero los vivos se agitan alrededor de él sin verlo, sin utilizarlo. Y, de pronto, alguien advierte el valor de esas riquezas que se pisotean o se olvidan, y gracias a él los vivos se sobresaltan y la nación vuelve a encontrar a la patria, haciéndose posible otra vez un gran destino.

Esto es lo que viene a decir Alphonse Daudet, en Cartas desde mi molino, cuando habla de la restauración provenzal llevada a cabo por Federico Mistral: «Mientras Mistral me decía sus versos en esta bella lengua, latina en más de sus tres cuartas partes, que antaño hablaron las reinas y hoy sólo comprenden nuestros pastores, yo admiraba interiormente a este hombre, y al pensar en el estado de ruina en que encontró a su lengua materna y lo que él ha hecho de ella, me figuraba a uno de esos viejos palacios de los príncipes de Baux, como los vemos en los Alpilles : sin techos, sin balaustradas en las escalinatas, sin cristales en las ventanas…» El patrimonio está puesto en pública subasta, dispersado, despreciado. Los herederos lo pisotean sin apreciarlo, prestos a abandonarlo. Pero he aquí que un buen día uno de sus hijos se enamora profundamente de estas grandes cosas y se indigna al verlas profanadas. «Rápidamente expulsa al ganado del patio principal…» Restituye cada cosa a su sitio y le devuelve el esplendor, restaurando la patria.

Tal es la estrecha relación que une a la patria (patrimonio) con la nación. Sin apego a su patria (patrimonio), las naciones se hunden, no tardan en dispersarse, y hasta la misma patria desaparece en ruinas. Podemos decir, pues, que la fidelidad a la patria es el sostén de las naciones. Y asimismo, que el amor y el celo de una generación pueden bastar para restablecer el esplendor del patrimonio heredado de los antepasados: la patria.

 

Fuente:https://peregrinodeloabsoluto.wordpress.com/2023/11/10/herencia-y-herederos-la-fidelidad-a-la-patria-sosten-de-las-naciones/

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