Por MONS. CARLO MARIA
VIGANÒ
"Francisco alimenta los impulsos
autonomistas
de las Iglesias nacionales en materia
doctrinal y moral".
Primero, Bergoglio favorece a la Conferencia Episcopal
Alemana en cuestiones que no están abiertas a discusión porque ya están
definidas por el Magisterio: el divorcio, la poligamia, la sodomía, el
sacerdocio femenino y el celibato.
Luego, con el Sínodo sobre la sinodalidad, alimentó el
afán de autonomía de las Iglesias nacionales en materia doctrinal y moral.
Y cuando empezó la lenta espiral subversiva, el
jesuita argentino envió a su Secretario de Estado una carta recordándoles hipócritamente
que la doctrina católica sobre la homosexualidad y el sacerdocio no estaba en
discusión. Aparte de organizar una serie de reuniones del episcopado alemán en
el Vaticano con los principales dicasterios romanos para verificar lo que es y
lo que no es inmutable en la enseñanza que acaba de reafirmar.
Esto es típico del peronismo luciferino: incitar a los
subordinados a tomar medidas -aparentemente "espontáneas" y
"venidas de abajo", pero en realidad hábilmente planificadas desde
arriba- para introducir desviaciones doctrinales, morales y litúrgicas
contrarias a la Fe católica.
Al mismo tiempo, les está enviando la "luz
verde" de que sus demandas serán aceptadas. Así, cuando los obispos
ultraprogresistas piden 100, Bergoglio ya ha decidido hacerse el mediador y
conceder 50, que es lo que quería desde el principio.
Bergoglio es el eje sobre el que gira todo el ataque a
la Iglesia de Cristo.
Esta es la estrategia maquiavélica y jesuita que está
en marcha en la hipócrita "negativa a aceptar el episcopado alemán"
de Francisco y el cardenal Parolin.
En política, llamamos a esto un "globo sonda"
diseñado para probar las reacciones de los oponentes: avanzamos lo peor, sólo
para retroceder a lo aparentemente menos peor, ¡pero siempre es lo peor!