Por PADRE LEONARDO CASTELLANI
“Es para llorar el espectáculo que presenta
el país, mirado espiritualmente. El liberalismo ha suministrado a la pobre
gente –no a toda, sino a la que no ama bastante la verdad- una religión y una
moral de repuesto, sustitutivas de las verdaderas; un simulacro vano de las
cosas, envuelto a veces en palabras sacras.
¡Qué es
ver a tanto pobre diablo haciendo de un partido político un absoluto y poniendo
su salvación en un nombre que no es el de Cristo –aun cuando el nombre de
Cristo está allí también, de adorno o de señuelo-! Se pagan de palabras vacías,
vomitan fórmulas bombásticas, se enardecen por ideales utópicos, arreglan la
nación o el mundo con cuatro arbitrios pueriles, engullen como dogmas o como
hechos las mentiras de los diarios; y discuten, pelean, se denigran o se
aborrecen de balde, por cosas más vanas que el humo…Una vida artificial,
discorde con la realidad, les devora la vida.
Claro que
en los truchimanes que arman todo el tinglado –y viven de eso- el caso no es
tan simple: ellos saben que detrás de su “fe democrática” y su “moral cívica”
se esconde –para ellos solos- el poder y el dinero; sobre todo el dinero. ¡Oh
el dinero, el gran ideal nacional de los argentinos! “Hacer” mucho dinero
rápidamente y por cualquier medio es la Manzana de la Vida: la Serpiente no
necesita aquí gastarse mucho. Pero por lo mismo donde pecan, por ahí perecen.
De mentiroso a ladrón no hay más que un paso; y de eso a todos los otros
vicios, e incluso crímenes, medio paso. Pueblo de mentirosos y ladrones, bonita
ejecutoria vamos a ganar en el mundo si seguimos por estos caminos. “Criadores
de vacas y cazadores de pesos”, ya nos llamó Unamuno.
Dios los
ha entregado al torbellino de sus vanas cogitaciones “porque no amaron la
caridad de la verdad” –dice S. Pablo-. La verdad aquí es una mercadería
despreciada; tanto que ni gratis la quieren y aun pagan para que los engañen.
El mismo día dieron en Buenos Aires sendas conferencias un estudioso argentino
que es un verdadero doctor sacro, ducho en la ciencia de la salvación y que
habla “como los propios ángeles”, o poco menos, y Lanza del Vasto. El argentino
que tiene realmente algo que decir a su gente –y para eso ha sido mandado aquí
por Dios- tuvo doce oyentes; el diletante extranjero tuvo una muchedumbre, que
acudió solícita, propio como los monos cuando les agitan delante un trapo con
colorinches. Desdichado el pueblo que no reconoce a sus maestros; y más
desdichado el que mata a sus profetas. Pero los maestros y los profetas son
ahora los politiqueros (…)
El
politiquero desea que le guarden “lealtad”, a él, incluso por encima de los
propios hijos: del carnaval electoral y todos sus desdichados adminículos
quiere hacer un Absoluto. Ese es su negocio. (…) Y es que en el fondo existe
detrás de la mafia de marras una cosa más grave, que no existió en la
antigüedad; y es esa herejía que mencionamos. ¡Qué diferente es la “democracia”
de Aristóteles de la “democracia” de estas tierras! Las “ideologías” han ingresado
a las facciones políticas –que teóricamente deberían tratar de los medios y no
de los fines- dividiendo a los hombres en lo profundo, dando un cariz religioso
a la “contienda cívica” e incubando verdaderas guerras civiles latentes –y no
latentes- en todas las naciones; que tienen el implacable rigor de las guerras
religiosas (…)
Un cura electoralero me inspira más repulsión
que un cura concubinario; será que yo no sirvo para esto. Y todavía, si Dios no
nos detiene, el clero argentino va a ayudar al tercer triunfo del liberalismo y
la masonería en la Argentina –después del cual no se sabe lo que viene. (…)
No hay que engañarse: en el mundo actual no
hay más que dos partidos. El uno, que se puede llamar la Revolución, tiende con
fuerza gigantesca a la destrucción de todo el orden antiguo y heredado, para
alzar sobre sus ruinas un nuevo mundo paradisíaco y una torre que llegue al
cielo; y por cierto que no carece para esa construcción futura de fórmulas,
arbitrios y esquemas mágicos; tiene todos los planos, que son de lo más
delicioso del mundo. El otro, que se puede llamar la Tradición, tendido a
seguir el consejo del APOKALYPSIS: “conserva todas las cosas que has
recibido, aunque sean cosas humanas y perecederas”.
Si no
fuera pecado alegrarse del mal ajeno –y más del mal de la Patria, que es mal de
todos- una risa inextinguible como la de los dioses agitaría a todo hombre
cuerdo ante el espectáculo del carnaval político con sus disfraces, oropeles,
patrañas y gritos destemplados: en lo que ha ido a parar la famosa
“democracia”, que como elissir d’amore, panacea de
todos los males y “religión del porvenir” nos vendieron el siglo pasado, puesto
que los argentinos estamos patinando todavía en el siglo de Fernando VII con
música de Donizetti. Había un error religioso, una herejía, en el fondo de ese
sistema halagüeño, el cual enseguida denunciaron los pensadores; error que
lógicamente se ha desarrollado en diversas absurdidades e inmoralidades; para
ver lo cual ya no es necesario ser gran pensador. Y hay gente que se ha vuelto
pensadora por fuerza…en las cárceles de la Libertad.”
(Dinámica
Social, Buenos Aires, Nº 85-86, noviembre-diciembre de 1957).