Monseñor
Carlo Maria Viganò
DECLARACIÓN sobre las recientes respuestas del
Dicasterio para la Doctrina de la Fe a Mons. José Negri, obispo de Santo
Amaro (Brasil)
Hæc est
autem scriptura, quæ digesta est: Mane, Thecel, Phares. Dan
5, 25
Cuando la
última declaración de Jorge Mario Bergoglio aún no ha terminado de escandalizar
a los fieles y de provocar división entre los pastores, llega una nueva, del
mismo signo, que abre otra herida en el maltrecho cuerpo de la Iglesia.
Recientemente
publicadas, con fecha de 31 de octubre de 2023, están las Respuestas a algunas preguntas de S.E. Monseñor José Negri, Obispo de
Santo Amaro, en Brasil, sobre la participación en el sacramento
del bautismo y del matrimonio
de transexuales y homoafectivos. Más allá de la hipócrita definición de
"personas homoafectivas" -como si se pudiera separar la identidad
homosexual del ejercicio intrínsecamente pecaminoso de la sexualidad contra
natura que la define-, este documento representa un nuevo alejamiento de la
doctrina católica, no sólo por las preguntas que acepta responder, no tanto por
las respuestas que formula, sino también y sobre todo por los efectos que su
interpretación mediática tendrá sobre los fieles; una interpretación
significativamente coherente con el llamado método inductivo teorizado por el
propio Bergoglio en otro documento sobre el estudio de la Sagrada Teología.
Según esta teoría -condenada por Pío XII- es necesario "partir de los
diversos contextos y situaciones concretas en que se encuentran las personas,
dejándose interpelar seriamente por la realidad, para llegar a ser un
discernimiento de los signos de los tiempos". No es casualidad que
todos los medios de comunicación, a fecha de ayer, titulen 'El Vaticano se abre
a trans y gays', 'Sí a los divorciados como padrinos', 'Los trans podrán
bautizarse, punto de inflexión del Vaticano'.
El documento del Dicasterio presidido por Tucho Fernández -autor de Amoris lætitia y Sáname con la boca, el arte de besar (sic)- no está motivado, evidentemente, por el celo pastoral por las almas de quienes viven en estado habitual y público de pecado mortal para que se arrepientan y conviertan, sino por el deseo de normalizar su comportamiento, eliminando la sodomía de los pecados que claman venganza a los ojos de Dios, o dejando su condena a la teoría, y admitiendo de hecho a quienes la practican no sólo a los sacramentos, sino también a aquellas funciones -como padrino de Bautismo y Confirmación o padrino de bodas- de las que la Iglesia siempre ha excluido a aquellos cuya conducta contradice públicamente las enseñanzas de Nuestro Señor. Una función que, en el papel de padrino, se hace especialmente eminente. Descartamos, por tanto, cualquier posible excusa basada en una supuesta mala interpretación de las palabras de Bergoglio, entre otras cosas porque el precedente del "¿Quién soy yo para juzgar?" que le valió la portada de la revista LGBTQ The Advocate ya había demostrado ser desastroso en sus efectos. Efectos pretendidos entonces, reiterados con repetidas declaraciones y entrevistas, confirmados con el último documento vaticano.
"Abrir
las puertas un poco más" es, en efecto, la estrategia de Bergoglio.
Quienes afirman que estas declaraciones inéditas son fruto de la improvisación
y que no tienen repercusión en el cuerpo eclesial se equivocan o tienen mala
fe. Parten de lejos -en este caso del 7 de diciembre de 2014-
y demuestran una planificación metódica, una intención maliciosa y una
obstinada voluntad de dañar a las almas, desprestigiar a la Iglesia y ofender a
la Majestad de Dios.
El ataque
a la familia tradicional y el aval abierto a las uniones y conductas
pecaminosas de concubinos, adúlteros, homosexuales y transexuales arranca del
Sínodo sobre la Familia, ensayo del actual Sínodo sobre la Sinodalidad. Fue
con motivo de esa asamblea cuando Bergoglio quiso conceder una entrevista al
diario argentino La Nación,
anticipando los movimientos que hoy le vemos hacer y que ninguno de los dubia
del cardenal ha conseguido evitar.
Dice
Bergoglio:
¿Qué
hacemos con ellos [los divorciados vueltos a casar], qué puerta se puede abrir?
Hay una preocupación pastoral: ¿entonces vamos y les damos la comunión? No es
una solución darles la comunión. Eso solo no es la solución, la solución es la
integración. No están excomulgados. Pero no pueden ser padrinos de bautismo, no
pueden leer las lecturas en misa, no pueden repartir la comunión, no pueden dar
catequesis, no pueden hacer siete cosas, ahí tengo la lista. Si cuento esto,
¡parecería que están excomulgados de facto! Entonces, abran un poco más las
puertas. ¿Por qué no pueden ser padrinos? "No, mira, ¿qué testimonio le
van a dar a su ahijado?". El testimonio de un hombre y una mujer que
dicen: "Mira, querida, me equivoqué, cometí un
desliz en este punto, pero creo que el Señor me ama, quiero seguir a Dios, el
pecado no me ha vencido, sigo adelante". Pero, ¿qué clase de testimonio
cristiano es éste? O si llega uno de estos sinvergüenzas políticos que tenemos,
corrupto, a hacer de padrino, y se casa regularmente por la Iglesia, ¿lo
acepta? ¿Y qué testimonio le da a su ahijado? ¿Testimonio de corrupción? fuente
Estas
palabras, tan molestas en la forma como engañosas en el fondo, encapsulan
el proyecto subversivo de Bergoglio, que encuentra oportuna confirmación en el
último documento del Dicasterio vaticano que ha sustituido en nombre y
funciones a la ya comprometida Congregación para la Doctrina de la Fe; al
frente de la cual ha sido nombrado un individuo que no oculta su total y
absoluta identidad de puntos de vista con el jesuita argentino, especialmente
en el tema de la sodomía.
La
especificidad de los argumentos delata la absoluta irreconciliabilidad entre lo
que enseña el Magisterio católico y lo que Bergoglio quiere lograr, en
ejecución de las órdenes que le dieron quienes lo hicieron elegir. No olvidemos
que entre los resultados a conseguir con la destitución de Benedicto XVI y la
promoción de una "primavera de la Iglesia", los correos electrónicos
de John Podesta enumeraban precisamente un cambio en la Moral con la
introducción de la "igualdad de género", eufemismo hipócrita tras el
que la Agenda 2030 esconde la normalización del transexualismo, la sodomía y la
pederastia, así como la destrucción mediante el divorcio de la familia natural
compuesta por un hombre y una mujer.
Esto
bastaría, a los ojos de una persona honesta y recta, para evitar con el mayor
cuidado cualquier mínima variación -aunque sólo fuera disciplinaria- sobre
estas cuestiones que deberían ver a la Iglesia católica y al mundo globalista
en posiciones diametralmente opuestas e irreconciliables. Por lo tanto,
si un "papa" -expresión del progresismo más exasperado y apreciado
como tal por los enemigos históricos de la Iglesia- decide abrir la ventana de
Overton sobre la condena de la sodomía, el concubinato y el transexualismo, lo
hace no sólo con razón, sino con el único propósito de contradecir abiertamente
el Magisterio y subvertir la misión de la Jerarquía en su esencia.
Este
"abrir un poco más las puertas", porque según Bergoglio "la
solución es la integración", es una declaración de intenciones de hace
nueve años que hoy encuentra oportuna realización, ante el silencio atónito del
Sagrado Colegio y de los Obispos, es más, con su sustancial aprobación. Porque
es fácil contentar a los poderosos de la tierra, a los que maniobran con los
gobiernos e incluso con los jefes de la Jerarquía para conseguir sus fines
criminales. Mucho menos fácil es afrontar con Fe y valentía el bonum
certamen que la Iglesia siempre ha combatido contra el Príncipe de este mundo,
afirmar con orgullo el Evangelio de Cristo y afrontar el martirio por defender
lo que Él ha ordenado enseñar fielmente a Sus Pastores.
Un
análisis serio del documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe no puede
ni debe limitarse a la refutación de cada una de las proposiciones heréticas,
porque eso acabaría por complacer el método tortuoso con el que fueron
concebidas y redactadas: por el contrario, es necesario considerar los efectos
inmediatos y a largo plazo, teniendo en cuenta cómo se sitúan las Respuestas en
relación con otras declaraciones anteriores y, sobre todo, con la mens que las
orienta hacia una única dirección, muy clara e inequívoca. La
afirmación de Bergoglio en la entrevista con Elisabetta Piquè, "La
solución es la integración", es reveladora de esta mens voluntarista y
subversiva, que hace a su autor no sólo gravemente responsable ante Dios de las
ofensas y pecados que causa y de la condenación eterna a la que condena a
quienes los cometen, sino que muestra la indignidad y hostilidad del jesuita
argentino para desempeñar el cargo de Romano Pontífice y Pastor universal del
rebaño del Señor.
Inimicus
Ecclesiæ, dije en mi intervención sobre el vicio del consenso. Un
enemigo que actúa con coherencia y premeditación haciendo exactamente lo
contrario de lo que se espera del Vicario de Cristo y Sucesor del Príncipe de
los Apóstoles.
Hay que
enfrentarse a una dolorosa y terrible realidad: Bergoglio se postula como
hostil a los católicos fieles, al Magisterio -al que burla, condena y margina-
y cómplice de quienes contradicen abiertamente lo que la Iglesia enseña
inmutablemente desde hace dos mil años. No sólo eso: quiere llevar a los buenos
católicos -y con ellos a los pocos obispos y sacerdotes que aún profesan la Fe
en su integridad- a separarse de la secta que se ha infiltrado e invadido la
Iglesia, provocándolos con descarada arrogancia para que se sientan
escandalizados y ofendidos. La inclusividad que Bergoglio
inspira en su labor demoledora es exactamente lo contrario de lo que nos enseñó
nuestro Señor, que en la parábola de las bodas (Mateo 22, 1-14) no
deja lugar a dudas sobre la necesidad de revestirse del manto de la Gracia para
ser admitido. En ese pasaje evangélico, el Señor que encuentra a un
invitado sin manto lo hace atar por sus servidores y lo arroja a las tinieblas
exteriores, donde hay llanto y crujir de dientes (ibid., 13). Las palabras del
Salvador "Seréis mis amigos si hacéis lo que yo os mando", (Jn 15,
14) o "No entrará en el Reino de los Cielos el que diga "Señor, Señor",
sino el que haga la voluntad de mi Padre" (Mt 7, 21) no dan lugar a
equívocos, y el hecho de que un "Papa" se atreva a contradecirlas es
de una gravedad sin precedentes que no puede tolerarse de ningún modo, por el
bien de las almas y por la ofensa a Dios. Hoy
nos encontramos ante la paradoja de un autoproclamado 'maestro' de la Iglesia
-porque Bergoglio actúa como tal- que expulsa del banquete a los que llevan
atuendo nupcial y admite indiscriminadamente en él a todos los demás. Pero si
la 'Iglesia' de Bergoglio no quiere católicos, ¿cómo puede llamarse 'católica'?
Si quien ejerce su autoridad como 'papa' lo hace en contra de la autoridad de
Cristo, ¿cómo puede considerarse su vicario?
En la
National Gallery de Londres hay un espléndido cuadro de Rembrandt, realizado en
1636: El banquete de Baltasar, que retoma el relato del profeta Daniel (Dan 5).
El rey babilonio Baltasar, en pleno asedio del rey de Persia, Ciro el Grande,
había organizado un suntuoso banquete en la corte, utilizando para las libaciones
los vasos sagrados del Templo robados como botín a Nabucodonosor. En aquella
ocasión, delante de todos los invitados y dignatarios, apareció una mano que
escribió palabras incomprensibles en la pared de la sala real, delante del
candelabro (Dan 5:5). Fue Daniel quien interpretó aquellas oscuras palabras:
Mane, Tecel, Fares (Dan 5:25):
Mane: Dios ha contado tu reino y le ha puesto
fin.
Tecel: fuiste pesado en la balanza y fuiste
hallado falto.
Fares: tu reino ha sido dividido y entregado
a medos y persas (Dan 5:26-28).
Ante la
contemplación de la passio Ecclesiæ a manos de Bergoglio y sus cómplices,
podemos esperar y rezar para que quienes no han creído ante la acción
silenciosa del Bien, se conviertan ante la inquietante evidencia de lo que se
le opone. Antes de que sea demasiado tarde.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
9 de noviembre de 2023
Exsurgedomine.it//religionlavozlibre
https://religionlavozlibre.blogspot.com/2023/11/otra-declaracion-de-bergoglio-que.html