Por FLAVIO MATEOS
“¡Viva la
Libertad, carajo!”
Javier Milei
Si un
mérito tiene el libertario que acaba de obtener el campeonato en las recientes
elecciones en Argentina, es que ha puesto de relieve, nuevamente, lo que
siempre subyace pero nadie quería explicitar. Porque todos los gobiernos ya
sean democráticos o militares desde hace más de cien años, se han conducido
bajo la mágica tríada revolucionaria llamada francesa. Y si es claro que el zurderío (peroncho en nuestros pagos) siempre
es el encargado de fortalecer la Egalité,
no debe ser descuidada la consigna de la Liberté.
De allí los cambios de dirección que se alternan en los diferentes gobiernos
democráticos. De la Fraternité se
encarga desde los años 1960, y hoy más que nunca, el Vaticano.
Así pues,
la Libertad avanzó y llegó al primer puesto en el podio de la magna justa
democrática. La Voz del Pueblo es sagrada. El Pueblo gritó también: “Libertad”.
Prestemos
atención a esta cuestión, que nos explica el “Petit catéchisme sur la Contre-Église, la Gnose et le Complot” (1):
Santo
Tomás de Aquino (1225-1274) explica que el ideal propuesto por el jefe de la
Contra-Iglesia, Satanás, es la “libertad”:
“Ahora
bien, es propio del gobernante conducir a los que gobierna a su propio fin. El
fin que el demonio se propone es apartar de Dios a la criatura racional: es por
eso que desde el principio intentó apartar al hombre de la obediencia al
precepto divino (Gen. 3); y esta aversión de Dios tiene razón de fin [de
objetivo] en tanto que se lo busca bajo pretexto de libertad, de acuerdo con las palabras de Jeremías (2,20): “Desde
antiguo quebrantaste el yugo, rompiste las coyundas; dijiste: no serviré”. Por
consiguiente, en cuanto que algunos son arrastrados a ese fin cuando pecan,
caen bajo el régimen y el gobierno del diablo. Y por este motivo se le llama
cabeza de los mismos (III, q.8, a.7) (2)
De manera
que se pregunta si los liberales están muy equivocados cuando quieren hacer entrar
el ideal de la Contra-Iglesia (la “libertad”) en el interior de la Iglesia, una
buena respuesta da el Padre Pègues (1866-1936):
¿No es al grito de Viva la libertad,
que se ha visto perpetrar todos los atentados y todos los crímenes contra Dios,
contra la Iglesia y contra toda autoridad legítima queriendo mandar en su
nombre? Sería muy bueno dar esta doctrina de Santo Tomás para la meditación de
tantos espíritus ingenuos que se persuaden que no hay nada que no sea loable y
excelente en ese grito devenido el grito de guerra en la sociedad moderna. No
es otra cosa, en el fondo, que el grito de revuelta del gran enemigo de Dios y
de los hombres: y es arrojándoselo a la cara a las multitudes como se las gana,
en todo el universo, bajo el estandarte de su rebelión. En la misma medida en
que los hombres obedecen a ese grito, ellos caen, nos dice santo Tomás, bajo el
imperio y el gobierno del demonio” (3)
Efectivamente,
creemos que la cita es muy pertinente, puesto que gracias al Liberalismo que ha
podrido toda una sociedad que se cree en su mayoría católica, es como ahora ha
llegado al gobierno un ultra liberal que al grito salvaje de “¡Viva la
Libertad, carajo!” (¿libertad para qué, habría que preguntarse? ¿Para quiénes?
¿Para los usureros? ¿Para los financistas? ¿Para la verdad y el error?), y se
renueva esa potestad diabólica, pero ahora renovada en su aspecto exterior, en
su aparente “independencia” de la “casta política”. Milei tendría que agradecer
mucho no sólo a la Masonería, sino a los Obispos argentinos, que con su
bicentenaria prédica liberal, hicieron posible que un pueblo digno se
convirtiera en una masa de “libertarios” o más bien de borregos “libertinos”,
que han visto en el hombre de la melena felina la encarnación del “Libertador”
(¡oh, San Martín, perdónanos!)
Como buen
liberal, Milei reivindica a los “próceres” liberales que contribuyeron a hacer
de una Argentina que continuaba a la España católica en América, de una
Argentina soberana que rechazaba los poderes hegemónicos que quisieron
imponernos su liberalismo masónico, en una republiqueta anglo-francesa-norteamericana
y ahora más que nunca, israelita. Recordemos algunas perlas del pensamiento de
aquellos liberales insignes:
“Si los
pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos
se han de morir, que se mueran: porque el Estado no tiene caridad, no tiene
alma. El mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios. De
manera que es útil sin necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que el
Estado deje morir al que no puede vivir por sus defectos? Los huérfanos son los
últimos seres de la sociedad, hijos de padres viciosos, no se les debe dar más
que de comer”
Domingo F. Sarmiento, Presidente de
la Nación, grado 33 de la Masonería. Discurso en el Senado de la Provincia de
Buenos Aires, 13-9-1859.
“La
victoria nos dará laureles, pero el laurel es planta estéril para América. Vale
más la espiga de la paz, que es de oro, no en la lengua del poeta, sino en la
lengua del economista. Ha pasado la época de los héroes; entramos hoy en la
edad del buen sentido. (...) La gloria es la plaga de nuestra América del Sud.
La guerra de la Independencia nos ha dejado la manía ridícula y aciaga del
heroísmo”.
Juan
Bautista Alberdi, político y prócer liberal, inspirador de la
Constitución. “Bases”.
“Los
sacerdotes son de baja extracción. Hay exceso, por lo que habrá que matarlos y
expatriarlos”.
D. F.
Sarmiento, tomo 9 de sus Obras Completas.
Estos son los próceres que
no dejaban de proclamar en alto la “Libertad”. Los que representa tan bien el “Himno
Nacional Argentino”: “Oíd mortales el
grito sagrado/Libertad, libertad, libertad”.
Tengo
para mí que el Diablo, en su campaña electoral para hacerle comer el fruto a
Eva, habrá lanzado varias veces este mismo grito seductor: “¡Viva la Libertad,
carajo!”.
Pero el
católico esclarecido sabe que cuando pide, en todo caso, la libertad, tiene una
razón de ser: “No reclamemos la libertad para ser libres, sino para servir
dignamente a quien debemos servir” (Gómez Dávila).
Así pues,
católicos que se dicen anti-sistema (y tradicionalistas) se arrojaron, en su argumentada desesperación, detrás del leoncito
liberal, con su diabólico grito.
Nosotros
queremos recordar, hoy más que nunca, que el grito del católico no puede ser otro,
sino éste: ¡VIVA CRISTO REY!
NOTAS:
(1)Dominicus, Petit
catéchisme sur la Contre-Église, la Gnose et le Complot, Éditions du Sel,
2014.
(2) Ibíd. Pág. 5.
(3).Ibíd.