EL
COMPLOT MUNDIALISTA, por Philippe Ploncard d’Assac, Éditions de la Société de
Philosophie Politique, 2011.
Capítulo VI
- El Complot Mundialista
La
declaración de Roger Leray, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia durante el
Convento de 1968 (1), demuestra la persistencia y el empeño incansable del
complot mundialista: “Hace doscientos años, el caballero de Ramsay anunció la
República universal. Desde entonces, incansablemente, los masones del mundo
entero participan en su edificación”, recordaba. Hoy en día, los conjurados del
mundialismo lo proclaman abiertamente, como lo hizo el financiero judío
estadounidense Paul Warburg, quien afirmaba ante el Senado de los Estados
Unidos, el 17 de febrero de 1950:
“Tendremos un gobierno mundial, lo quiera o
no usted. La única cuestión es saber si será creado por conquista o por
consentimiento”.
Este tema
fue retomado veinte años más tarde por otro grande de las finanzas
cosmopolitas, el barón Edmond de Rothschild (2), declarando:
“El
cerrojo que debe saltar es la nación”.
He aquí
lo que se pretende imponernos con la Europa comunitaria supranacional, para
destruir las naciones europeas.
Esto bajo
el pretexto de constituir una fuerza capaz de oponerse a los intereses
estadounidenses, cuando en realidad ocurre todo lo contrario. Cuanto más se
destruyen las soberanías nacionales, menos resiste Europa comunitaria —que se
suponía debía tomar el relevo— a las órdenes de Washington, y más se compromete
en las guerras deseadas por el mundialismo cosmopolita, del cual los Estados
Unidos son el brazo armado.
Es
lamentable, en este contexto, que hombres que pretenden combatir el
cosmopolitismo, sueñen con una Europa-Nación basada en un regionalismo
folclórico.
No hacen
sino el juego del mundialismo y se comportan como “compañeros de ruta” del
mismo (3).
Esta
Europa supranacional no es más que un pretexto para hacer aceptar a los pueblos
de Europa su abandono de la soberanía.
Ya en
1976, el mundialista Jean Monnet, hombre de los estadounidenses, revelaba en
sus Memorias el objetivo perseguido:
“La
Comunidad misma —escribía— no es más que una etapa hacia las formas de
organización del mañana”.
Esta declaración
cobraba todo su sentido cuando la revista de la Gran Logia de Francia (4)
proclamaba:
“Los masones del Gran Oriente no son los
únicos que promueven la destrucción de las naciones; los de la Gran Logia de
Francia sostienen el mismo discurso”.
“La construcción de un espacio europeo no es,
para los masones, más que el precursor de un espacio universal, de una Patria
Tierra”.
Se ve así
que la utopía mundialista de la República universal no ha cesado de avanzar
desde los inicios de la llamada Revolución francesa.
De Ramsay
a Weishaupt, a Kloots, se llega a Monnet, a Rothschild, a Warburg, anunciando
un “gobierno mundial”, impuesto si es necesario “por la fuerza”.
Hoy, la
connivencia de un Nicolas Sarkozy con el mundialismo se revela en su discurso
ante la Asamblea General de la ONU en octubre de 2007:
“En
nombre de Francia, llamo a todos los Estados a reunirse para fundar un nuevo
orden mundial del siglo XXI” (5).
Y en la
carta de misión enviada el 27 de agosto de 2007 a su ministro de Asuntos Exteriores,
Bernard Kouchner, de origen judío como él, Nicolas Sarkozy escribía:
“Es en
definitiva hacia un ‘ministerio de la Mundialización’ que les pedimos hacer
evolucionar nuestra herramienta diplomática” (6).
Y en su
discurso del 16 de enero de 2009, Nicolas Sarkozy advertía amenazante:
“Avanzaremos juntos hacia ese Nuevo Orden
Mundial.
Y nadie, digo bien nadie, podrá oponérsele”.
¿Qué es
esto, sino la invocación a la mítica y mesiánica República universal?
¡Simplemente olvida que lo propio de las utopías es derrumbarse, pues llevan en
sí mismas los gérmenes de su autodestrucción!
1)
Humanisme, juillet 1969
(2)
Entreprise, 18.7.1970
(3) P. P. d'Assac. Enquête sur la Nouvelle-Droite et ses " Compagnons de route". Édit. Société de Philosophie Politique.
(4), Points de Vue Initiatiques, N°72, 1989.
(5) Id. Ant.
(6) La
Politique N° 77. Novembre 2007.
NOTA
AGENDA FÁTIMA: Si “lo que debe saltar
es la nación”, para que haya un gobierno mundial, se entiende perfectamente la
guerra contra Rusia, estado-nación que promueve un orden multipolar de naciones,
contra un orden mundial cosmopolita judío de una “República universal”. Entonces
es muy cierta la conclusión de Ploncard: “¿Qué es esto, sino la
invocación a la mítica y mesiánica República universal? ¡Simplemente olvida que
lo propio de las utopías es derrumbarse, pues llevan en sí mismas los gérmenes
de su autodestrucción!”. Simplemente, la utopía globalista no quiere
desaparecer y por ello quiere llevar a todo el mundo a la guerra.