ECLESIOLOGÍA
COMPARADA
Por FR. PIERRE-MARIE O.P.
En Le Sel de la terre N° 1, verano
1992.
Desde San Agustín, el tema de las dos Ciudades,
para designar la Iglesia y la Contra-Iglesia, es bien conocido por los cristianos.
Este tema está desarrollado en particular por el Papa León XIII al comienzo de
su encíclica Humanum Genus sobre los francmasones:
“... el
género humano... se ha dividido en dos campos enemigos, los cuales no cesan de
combatir, uno por la verdad y por la virtud, el otro por todo lo que es
contrario a la virtud y a la verdad. El primero es el reino de Dios sobre la
tierra, a saber, la verdadera Iglesia de Jesucristo... El segundo es el reino
de Satanás.”
Pero, desde el Concilio Vaticano II, se desarrolla
una “nueva eclesiología”, que no es otra cosa que el plan de una nueva Iglesia.
Vamos a comparar entre sí los principales rasgos de
esas tres Iglesias: la Iglesia católica, la Iglesia conciliar y la
Contra-Iglesia.
1. LA
IGLESIA CATÓLICA
La doctrina de la Iglesia sobre sí misma no ha
cambiado desde hace 20 siglos; se encuentra un buen resumen en el esquema
preparatorio al Concilio Vaticano I [1]. Vamos a servirnos de este esquema para
recordar la doctrina tradicional de la Iglesia sobre sí misma. Hemos resumido
esta enseñanza en forma de cuadro, de manera de tener una visión sintética.
1. La naturaleza de la Iglesia.
En sus dos primeros capítulos, el esquema recuerda lo que es la Iglesia:
Ella es,
ante todo, el Cuerpo místico de Cristo. Cristo es cabeza de un organismo
espiritual, del cual uno se hace miembro por el bautismo. Los miembros están
unidos a la cabeza por las virtudes teologales. Finalmente, el Espíritu Santo
es el alma de este Cuerpo místico. Toda esta doctrina fue retomada y
magníficamente desarrollada por Pío XII en su encíclica Mystici Corporis.
Pero la
Iglesia es también una sociedad, fundada e instituida por Jesucristo.
“Porque la naturaleza de la Ley del Evangelio no es que los verdaderos
adoradores adoren cada uno separadamente al Padre en espíritu y en verdad, sin
ningún vínculo social, sino que nuestro Redentor quiso que su religión
estuviera tan íntimamente unida a la sociedad que instituía, que quedara
completamente mezclada y, por así decirlo, asumida en ella, y que no hubiera
ninguna religión de Cristo fuera de ella” [2].
2. Las notas[3] de la Iglesia.
Son bien conocidas, pues están enumeradas en el Símbolo de
Nicea-Constantinopla (Credo de la Misa). La Iglesia es una, santa, católica y
apostólica. Cada una de estas notas es una propiedad que pone de relieve, o
manifiesta, una de las cuatro causas[4] de la Iglesia:
- La unidad manifiesta la causa formal de la
Iglesia...
- La santidad [8] se relaciona con la causa
final (salvación de las almas).
- La catolicidad [9] con la causa material.
- La apostolicidad [10] con la causa eficiente
(Nuestro Señor y los Apóstoles que fundaron la Iglesia).
3. Otras propiedades de la Iglesia.
Además
de las notas, la Iglesia posee cierto número de propiedades, de las cuales he
aquí las principales:
En
cuanto sociedad, la Iglesia posee dos propiedades:
·
es legal, es decir, que ha recibido de su fundador una constitución y
una forma determinada: «si alguno dijere que la Iglesia no ha recibido de
Cristo Nuestro Señor ninguna forma de constitución definida e inmutable, sino
que, al igual que las demás sociedades humanas, ella ha sido o puede ser
sujeta, según los tiempos, a vicisitudes y a transformaciones, sea
anatema»[11].
·
es indefectible: «declaramos aún que la Iglesia de Cristo,
considerada en su existencia o su constitución, es una sociedad eterna e
indefectible, y que después de ella no hay que esperar en este mundo una
economía de salvación más plena y más perfecta...»[12].
La Iglesia está dotada
de un triple poder[13]: poder de orden (para santificar), de magisterio (para enseñar con
autoridad) y de gobierno (para
establecer leyes, juzgar y castigar). Este poder ha sido confiado por Nuestro
Señor a Pedro y a los Apóstoles, los cuales lo confiaron a hombres escogidos:
es pues jerárquico (por oposición a un poder democrático que reposaría
inicialmente en el conjunto del pueblo antes de ser delegado a algunos) y
monárquico (solo el Papa posee la plenitud del poder de jurisdicción, es decir,
de magisterio y de gobierno).
El poder de magisterio
posee además una propiedad especial, el privilegio de la infalibilidad[14], bajo ciertas condiciones[15]. Esta propiedad,
lejos de jugar a favor de los textos conciliares, juega en su contra, pues
(dice el esquema): «ha sido conferida para que la palabra de Dios, escrita o
transmitida, sea afirmada y guardada entera en la universal Iglesia de Cristo,
y exenta de las corrupciones de la novedad y del cambio». La infalibilidad de
la Iglesia no se ha manifestado en el Concilio, sino más bien en la reacción
del pueblo cristiano que ha rechazado esos errores.
En el cuadro [ver
debajo], el poder ha sido indicado por encima de la nota de apostolicidad,
porque el poder viene de los Apóstoles, y frente a la nota de unidad, porque el
triple poder es necesario para mantener la triple unidad de la Iglesia (unidad
de fe, de culto y de gobierno).
La Iglesia es además visible[16]. Lo que es visible en la
Iglesia son sus notas y particularmente la nota de unidad, con el triple poder
que sirve para mantenerla.
En relación con su
causa final, la Iglesia posee la propiedad de ser necesaria para la salvación.
El esquema insiste en ello en dos largos capítulos[17], de los cuales he aquí
un extracto: «Ella es absolutamente necesaria, y no solamente en virtud del
precepto del Señor ordenando a todas las naciones entrar en ella, sino también
necesaria como medio, puesto que, en el orden de la salvación querido por la
Providencia, la comunicación del Espíritu Santo, la participación en la verdad
y en la vida no se obtienen sino en la Iglesia y por la Iglesia cuya cabeza es
Cristo».
Finalmente, en relación
con el Estado, se atribuyen a la Iglesia dos propiedades principales:
· es una
sociedad perfecta, es decir, que posee de derecho todos los medios
necesarios para su fin[18].
· es suprema,
es decir, que tiene cierta preeminencia sobre el Estado, pues su fin es más
alto.
«Si
alguno dijere que la Iglesia no es una sociedad perfecta, sino un simple
agrupamiento; o bien que ella se encuentra incluida en la sociedad civil o en
el Estado hasta el punto de estar sometida al poder secular, sea anatema»[19].
2. LA
IGLESIA CONCILIAR
Puede parecer extraño hablar de nueva eclesiología,
como si la Iglesia pudiera cambiar de doctrina sobre sí misma... Y, sin
embargo, si se lee la Constitución Apostólica del Papa Juan Pablo II por la
cual publicó el nuevo Código de Derecho Canónico, se leen allí estas líneas
asombrosas:
«Lo que constituye
la novedad [20] esencial del Concilio
Vaticano II, en la continuidad con la tradición legislativa de la Iglesia,
sobre todo en lo que concierne a la eclesiología, constituye igualmente la
novedad [21] del nuevo Código».[22]
La expresión «continuidad con la tradición
legislativa» es del todo impropia en este contexto, pues es inaudito que la
Iglesia admita una nueva eclesiología. Desgraciadamente el Santo Padre es
habitual en este género de contradicción. Asimismo, sin turbarse, continúa
describiéndonos los puntos esenciales de esta nueva eclesiología:
«Entre los
elementos que caracterizan la imagen real y auténtica de la Iglesia, debemos
poner de relieve sobre todo los siguientes: la doctrina según la cual la
Iglesia se presenta como el Pueblo de Dios[23] (cf. Const. Lumen gentium,
2) y la autoridad jerárquica como
servicio (cf. ibid, 3); la doctrina que muestra la Iglesia como una comunión y
que, por consiguiente, indica qué clases de relaciones deben existir entre las
Iglesias particulares y la Iglesia universal y entre la colegialidad y la
primacía; la doctrina según la cual todos los miembros del Pueblo de Dios, cada
uno según su modalidad, participan en la triple función de Cristo: las
funciones sacerdotal, profética y real. A esta doctrina se une aquella
concerniente a los deberes y a los derechos de los fieles y en particular de
los laicos; y finalmente (last but
not least[24]) el compromiso de la
Iglesia en el ecumenismo.»
Si se buscan los orígenes de esta nueva
eclesiología, se los puede encontrar en el modernismo (Cf. la encíclica Pascendi
n.º 27 y ss.)[25] y en el protestantismo. A este respecto, he aquí un extracto
de la declaración de la Comisión mixta católica-luterana con ocasión del 500.º
aniversario del nacimiento de Lutero:
«Entre las ideas
del Concilio Vaticano II, donde se puede ver una acogida de las peticiones de
Lutero, se encuentran, por ejemplo:
·
La descripción de la Iglesia como “Pueblo de Dios”
·
La comprensión de los ministerios eclesiásticos
como servicios
·
El acento puesto sobre el sacerdocio de todos los
bautizados
·
El compromiso en favor del derecho de la persona a
la libertad en materia de religión.»[26]
Demos algunas explicaciones sobre el cuadro que sintetiza los diversos
aspectos de la nueva eclesiología:
1. La naturaleza de la Iglesia conciliar
La noción de Cuerpo místico de Cristo es reemplazada por la de Pueblo de
Dios. El Cardenal Ratzinger lo explica claramente en su libro Iglesia,
ecumenismo y política[27]. Después de haber explicado que los teólogos
alemanes comenzaron a criticar el concepto de Cuerpo místico en los años 30,
prosigue:
«Nos
preguntamos si la imagen del Cuerpo místico no constituía un punto de partida
demasiado restringido para la definición de las formas múltiples de pertenencia
a la Iglesia, desde entonces presentes en los meandros complicados de la
historia de la humanidad. La imagen del Cuerpo no ofrece más que una sola forma
de representación de la pertenencia, la de “miembro”. O se es miembro o no se
lo es, no hay término medio. Pero, se podía preguntar, ¿no sería precisamente
este punto de partida de la imagen un poco demasiado estrecho puesto que
existen evidentemente grados intermedios en la realidad? Se encontró entonces
el concepto de “Pueblo de Dios”, que, desde este punto de vista, es mucho más
amplio y flexible. La constitución Lumen
Gentium lo hizo precisamente suyo en esta acepción cuando describe la
relación de los cristianos no católicos con la Iglesia católica por el concepto
de “conexión”[28] (coniunctio)
y la de los no cristianos por la noción de “ordinación”[29] (ordinatio); en ambos casos, se apoya
en la idea de Pueblo de Dios (nn. 15 y 16).
Se puede así decir que, si el concepto de “Pueblo
de Dios” fue introducido por el Concilio, fue ante todo a modo de “puente
ecuménico”.»[30]
Por otra parte, la Iglesia de Cristo ya no es una
sociedad, pues, si ella subsiste[31] en la Iglesia católica, no le está
prohibido subsistir también en otros lugares. La Iglesia se presenta entonces
más bien como una comunión de sociedades o de Iglesias.
2. Las notas de la Iglesia conciliar
Su nota principal, que manifiesta su causa formal o
su esencia, y que reemplaza la nota de unidad, es el ecumenismo. La unidad de
fe, de culto y de sumisión es reemplazada por una comunión en el sentimiento
religioso a través de liturgias y cultos adaptados a las sensibilidades de cada
uno[32].
Por consiguiente, la nota de catolicidad desaparece
a su vez; ella es reemplazada por la creencia, pues todos los creyentes de
todas las religiones están unidos al “Pueblo de Dios”, y no solamente los
católicos. El 22/12/86 el Papa se dirigía así a los cardenales:
«La unidad
universal fundada sobre el acontecimiento de la creación y de la redención no
puede no dejar huella en la vida real de los hombres, incluso de aquellos que
pertenecen a religiones diferentes. Por eso el Concilio invitó a la Iglesia a
respetar las semillas del Verbo presentes en esas religiones (Ad gentes, 11) y afirma que todos los
que no han recibido todavía el Evangelio están “ordenados” a la unidad suprema
del único Pueblo de Dios, al cual pertenecen ya por la gracia de Dios y por el
don de la fe y del bautismo todos los cristianos con quienes los católicos “que
conservan la unidad de la comunión bajo el Sucesor de Pedro” saben que “están
unidos por múltiples razones” (cf. Lumen gentium, 15).
Es
precisamente el valor real y objetivo de esta “ordenación” a la unidad del
único Pueblo de Dios, a menudo escondida a nuestros ojos, lo que pudo ser
reconocido en la jornada de Asís; y, en la oración con los representantes
cristianos, es la profunda comunión que existe ya entre nosotros en Cristo y en
el Espíritu, viva y actuante, incluso si todavía es incompleta, la que tuvo una
de sus manifestaciones particulares.
El
acontecimiento de Asís puede así ser considerado como una ilustración visible,
una lección de cosas, una catequesis inteligible para todos de lo que presupone
y significa el compromiso ecuménico y el compromiso para el diálogo
interreligioso recomendado y promovido por el Concilio Vaticano II.»
La nota de apostolicidad es reemplazada por la nota
conciliar[33], el Concilio siendo presentado como un “nuevo Pentecostés”. Esto
es perfectamente conforme con el modernismo: en efecto, los modernistas piensan
que la Iglesia no fue fundada inmediatamente por Jesucristo, sino que los
dogmas, los sacramentos y la constitución de la Iglesia salieron poco a poco de
la conciencia de los cristianos. Así, la Iglesia “de este final del segundo
milenio” debe también salir de la conciencia del pueblo cristiano, y esto es lo
que se realizó en el Concilio.
Finalmente, la nota de santidad es reemplazada por
la de humanismo:
«El humanismo
laico y profano finalmente apareció en su terrible estatura y, en cierto
sentido, desafió al Concilio.
La religión
del Dios que se hizo hombre se encontró con la religión (pues lo es) del hombre
que se hace Dios.
¿Qué
ocurrió? ¿Un choque, una lucha, un anatema? Eso podía ocurrir; pero no ocurrió.
La vieja historia del Samaritano fue el modelo de la espiritualidad del
Concilio. Una simpatía sin límites lo invadió por entero. El descubrimiento de
las necesidades humanas (y ellas son tanto más grandes cuanto más grande se
hace el hijo de la tierra) absorbió la atención de nuestro Sínodo.
Reconocedle
al menos este mérito, vosotros humanistas modernos, que renunciáis a la
trascendencia de las cosas supremas, y sabed reconocer nuestro nuevo humanismo:
nosotros también, nosotros más que cualquiera, tenemos el culto del hombre»[34].
3. Las otras propiedades de la Iglesia conciliar
La autoridad ya no es presentada como jerárquica y
dotada de un verdadero poder. Desde ahora todos los fieles participan en el
triple poder de Cristo: la autoridad se presenta ahora como un servicio
encargado de desarrollar el sentimiento religioso de los fieles (el sucedáneo
de la fe), el cual debe traducirse en una liturgia inculturada, es decir,
adaptada a las sensibilidades y a las culturas.
Así pues, la autoridad ya no es el principio
encargado de mantener la triple unidad de la Iglesia, se convierte al contrario
en su principal fermento de autodestrucción.
Para intentar evitar la completa desagregación de
la Iglesia, la autoridad busca mantener una cierta comunión de los fieles. No
se trata ya de una comunión sobrenatural en la fe, la esperanza (la misma
oración) y la caridad (la obediencia a los mismos mandamientos de Dios y de la
Iglesia), sino de un agrupamiento detrás de la persona del Papa para defender
los mismos valores humanistas.
Finalmente, esta autoridad debe ejercerse de manera
colegial en todos los niveles. Lo cual no impide admitir en el seno de esos
colegios un cierto número de dirigentes carismáticos.
Frente al Estado, la Iglesia ya no reclama ser una
sociedad perfecta y suprema; todo lo que reclama es la libertad religiosa, no
para los solos católicos, sino para todos los creyentes. «¿Qué os pide esta Iglesia, después de dos mil años ya de vicisitudes de
toda clase en sus relaciones con vosotros, las potencias de la tierra, qué os
pide hoy? Os lo ha dicho en uno de los textos mayores de este Concilio: no os
pide más que la libertad».[35]
En su esencia, la Iglesia ya no es considerada como
habiendo recibido una constitución indefectible de parte de Cristo. Ella debe
desde ahora ser considerada como viviente[36].
Finalmente, la Iglesia conciliar es cada vez más
invisible a fuerza de fundirse en el mundo, y ella ya no es necesaria, a partir
del momento en que «el Espíritu de Cristo
no rehúsa servirse de las iglesias y comunidades separadas como de medios de
salvación».[37]
3. LA
CONTRA-IGLESIA
Santo Tomás plantea el
fundamento teológico de un estudio de la Contra-Iglesia en la cuestión 8,
artículo 7 de la IIIa pars.
“Este artículo,
uno de los más importantes de toda la Doctrina sagrada, es absolutamente propio
de la Suma teológica.”[38]. Desgraciadamente pasa a menudo
desapercibido para los comentaristas.
Santo Tomás se pregunta si el demonio es la cabeza
de los malvados. Y responde afirmativamente. En otras palabras, los “malvados”
forman un “cuerpo místico” cuya cabeza es el diablo, como los “buenos” forman
el Cuerpo místico de la Iglesia, cuya cabeza es Cristo.
Sin embargo, no hay una simetría perfecta; en
efecto, Cristo ejerce una influencia interior sobre sus miembros (por la
gracia) al mismo tiempo que los gobierna exteriormente (por su Ley, por sus
ministros… es decir, por todo aquello que nos manifiesta su voluntad).
El demonio, por su parte, no puede penetrar en el
interior de la voluntad; él será cabeza únicamente en razón del gobierno
exterior.
¿Cómo gobierna? Llevando a los hombres a su fin, a
su objetivo que es la desobediencia a la Ley de Dios. “El fin que el demonio se
propone es apartar de Dios a la criatura racional; y esto tiene razón de fin, en tanto se lo busca bajo apariencia de
libertad. En la medida, entonces, en que los hombres, pecando, son llevados
a este fin, caen bajo el dominio y el gobierno del demonio. Y de allí se dice
su cabeza.”[39]
“¿No es
acaso al grito de ¡Viva la libertad! que se ha visto perpetrar todos los
atentados y todos los crímenes contra Dios, contra la Iglesia y contra toda
autoridad legítima que quería mandar en su nombre? ¡Cuán bueno
sería entregar esta doctrina de santo Tomás a la meditación de tantos espíritus
ingenuos que se persuaden de que no hay nada sino loable y excelente en este
grito convertido en grito de unión en la sociedad moderna! No es otro, en su
fondo último, que el grito de revuelta del gran enemigo de Dios y de los hombres:
y es lanzándolo a las multitudes como las reúne, en todo el universo, bajo el
estandarte de su rebelión. En la medida misma en que los hombres obedecen a
este grito, caen, nos ha dicho santo Tomás, bajo el dominio y el gobierno del
demonio.”[40]
1. Naturaleza de la Contra-Iglesia
Según esta doctrina de santo Tomás, se puede hablar
de cuerpo “místico” del diablo, con esta diferencia respecto a la Iglesia: que
este cuerpo no tiene alma.
Los miembros de este cuerpo no forman una sociedad,
sino una multitud de sectas y redes[41], a menudo en lucha unos contra otros,
pero que tienen en común el combatir contra la Iglesia y preparar el reino
terrenal de Satanás por medio del Anticristo.[42]
2. Las notas de la Contra-Iglesia
Desde el punto de vista de la causa formal, la
Contra-Iglesia se distingue sobre todo por su anticristianismo; ciertamente,
los grupos de los que se compone (comunismo, francmasonería, Islam…) estarán a
menudo en lucha unos contra otros, pero tienen en común esta voluntad de
destruir la Iglesia y así arruinar los planes de Nuestro Señor. Para llegar a
ello pasa por dos fases (solve et coagula)[43]; de ahí dos aspectos de
la nota correspondiente: una fase de
revolución, para destruir la sociedad cristiana, y una fase de conspiración
para preparar el reino del Anticristo.[44]
Actualmente, los más activos y los más visibles
entre los miembros de esta Contra-Iglesia son los miembros de la New Age.
La nota correspondiente a la causa material será entonces el signo de Acuario,
en el cual se reconocen los miembros de este movimiento.[45]
En cuanto a la causa eficiente, el diablo es el
iniciador de la Contra-Iglesia, y sus secuaces reciben de él poderes por el
rito de la iniciación, como lo explicó claramente René Guénon[46], quien estaba
bien situado para saberlo.
Finalmente, en lo que concierne a la causa final,
el demonio atrae a aquellos que influye prometiéndoles una falsa felicidad. A
los comunistas les prometerá la Sociedad sin clases, a los musulmanes un
paraíso sensual… El fin propuesto por el demonio a los miembros de la New
Age es una especie de fusión con la energía cósmica, transcripción moderna
del nirvana[47] oriental. La “espiritualidad” oriental está en gran parte
en el origen del movimiento.
3. Las otras propiedades de la Contra-Iglesia
La Contra-Iglesia está dirigida por Superiores
Desconocidos, ellos mismos sometidos a “Maestros Invisibles” que, a juzgar por
el testimonio de los Iniciados, son seres del más allá.[48]
La fe es reemplazada por la gnosis, el culto por
técnicas de “realización espiritual”[49], y la sumisión a la jerarquía es
reemplazada por una libertad frente a toda autoridad legítima, sobre todo la de
la Iglesia, contrabalanceada por una obediencia más o menos consciente a los
“maestros desconocidos” y obtenida por sugestión.
Finalmente, respecto al Estado, la Contra-Iglesia
está en alianza con el socialismo sinárquico, cuyos caminos prepara.
CONCLUSIÓN
Es necesario señalar, para terminar, que la nueva
eclesiología es una transición entre la Iglesia católica y la Contra-Iglesia:
- Se pasa de la unidad católica a la
conspiración de los hijos de Acuario por el ecumenismo de todos los
creyentes.
- Al reemplazar la fe por el sentimiento
religioso, y el bello culto católico por ceremonias insípidas, se deja a
los cristianos vulnerables frente a las falsas doctrinas y los métodos
espirituales de la Contra-Iglesia.
- Al no predicarse ya el ideal de santidad
sobrenatural, sino un humanismo terrenal, se prepara a los cristianos para
construir una sociedad socialista universal...
No es, pues, sorprendente encontrar vínculos
estrechos entre dirigentes de la Iglesia conciliar y el New Age[50].
Todas estas consideraciones no deben desanimarnos:
sabemos por la Revelación (cf. p. ej. el libro del Apocalipsis), y la Santísima Virgen María vino a recordárnoslo en
Fátima (“al fin mi Corazón Inmaculado
triunfará...”), que la Iglesia saldrá triunfante de estas luchas.
VERDADERA IGLESIA DE CRISTO
Jerárquica + Monárquica
PODER
UNIDAD
MAGISTERIO (Infalible) -----> FE → Visible
ORDEN ----------------------> CULTO → Necesaria
GOBIERNO ------------------> SUMISIÓN
N.S.J.C. + Apóstoles → salvación de las almas
APOSTOLICIDAD → SANTIDAD
1 CUERPO MÍSTICO DE CRISTO
2 SOCIEDAD (Legal, Indefectible)
/ESTADO
Perfecta, Suprema
CATOLICIDAD
NUEVA IGLESIA
AUTORIDAD
ECUMÉNICA
SERVICIOS
---------> SENTIMIENTO RELIGIOSO
---------> LITURGIA INCULTURADA
COLEGIALIDAD -----------> COMUNIÓN
VATICANO II → CULTO DEL HOMBRE
CONCILIAR → HUMANISTA
1 PUEBLO DE DIOS
2 COMUNIÓN (viviente)
/ESTADO
Libertad religiosa
CREYENTE
CONTRA-IGLESIA
PODER
ANTICRISTIANISMO
REVOLUCIÓN – CONSPIRACIÓN
“Maestros
desconocidos”, GNOSIS
Judeo-Masónicos... TÉCNICAS DE PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL
después… el Anticristo. LIBERTAD / TODA AUTORIDAD VIENE DE DIOS
LUCIFER y
sus secuaces → Fusión en el gran TODO
INICIACIÓN → FALSA FELICIDAD
1 CUERPO “MÍSTICO” DEL DIABLO
2 SECTAS Y REDES
/ESTADO Alianza con el SOCIALISMO SINÁRQUICO
HIJOS DE ACUARIO
NOTAS:
[1] Como el Concilio Vaticano I tuvo que
interrumpirse a causa de la invasión de Roma, el esquema no pudo ser votado en
su conjunto; sólo se tuvo tiempo de discutir y votar el capítulo relativo al
Papa. Puede encontrarse el texto de este esquema al final del segundo tomo de Solesmes sur l'Église (Ed.
Desclée), en las antiguas ediciones de La
Foi Catholique de Dumeige (Ed. de l'Orante, 1961) y al final del
libro del padre Clérissac (O.P.) Le
Mystère de l'Église (Ed. Téqui, 1921). Aunque no tenga la autoridad
de un texto conciliar, este esquema representa un buen resumen de la doctrina
tradicional, tal como la enseña el Magisterio ordinario de la Iglesia.
[2] Esquema del Vaticano I, capítulo 2.
[3] Así se llaman las propiedades de la
Iglesia que la hacen conocer y que permiten distinguirla fácilmente de las
falsas iglesias.
[4] La filosofía considera que la realidad
puede explicarse por cuatro causas: así, tal escultura de César se explica por
el escultor (causa eficiente), el mármol del cual está hecha (causa material),
la figura de César que representa (causa formal) y el fin para el cual fue
hecha, por ejemplo, la decoración de un edificio (causa final).
[5] La participación mínima es la recepción (o
al menos el deseo) del sacramento del bautismo. Por eso una persona que no está
bautizada no puede ser miembro de la Iglesia: “el que no renaciere del agua y
del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5).
[6] Está claro que en caso de conflicto entre
dos leyes, se debe obedecer a la ley superior. Nuestro Señor daba el ejemplo a
los fariseos al “violar” el sábado (ley divina) para socorrer al prójimo (ley
superior). Mons. Lefebvre, al ordenar obispos contra la orden del Papa para
socorrer a las almas, obedeció a una ley superior: prima lex salus animarum (la primera ley es la
salvación de las almas), ley que el mismo Papa recordó en el Nuevo Código. Es,
pues, absurdo decir que Mons. Lefebvre “rompió la unidad de la Iglesia”.
[7] Cf. Satis
Cognitum de León XIII, encíclica consagrada a la unidad de la
Iglesia.
[8] Propiedad que tiene la Iglesia de
santificar las almas, y que se ve en toda época por los milagros y la práctica
de las virtudes heroicas en los santos, la práctica de los consejos
evangélicos, la enseñanza de una moral intachable...
[9] Propiedad que tiene la Iglesia de poder extenderse
a todos los pueblos y a todas las categorías sociales, sin uniformar, es decir,
sin destruir las riquezas naturales legítimas.
[10] Propiedad que tiene la Iglesia de ser
gobernada por los sucesores legítimos de los Apóstoles en el episcopado. Tampoco
aquí se puede reprochar a los obispos ordenados por Mons. Lefebvre faltar a
esta nota: ellos son sucesores perfectamente legítimos de los Apóstoles, en la
medida en que su ordenación fue legítima y en que ejercen legítimamente sus
poderes. Cf. al respecto las justificaciones que aparecieron para explicar la
legitimidad de las consagraciones del 30/06/1988 a pesar de la orden contraria
del Papa, por ejemplo el excelente folleto del Courrier de Rome.
[11] Canon que acompaña al capítulo 3 del
esquema.
[12] Esquema, cap. 8.
[13] Esquema, cap. 10.
[14] Esquema, cap. 9.
[15] Juicio solemne (del Papa solo o de un
concilio) o Magisterio Ordinario Universal (para decirlo en breve: lo que el
Papa y los obispos han enseñado siempre y en todas partes como revelado por
Dios o unido a la Revelación). Las novedades del Vaticano II no entran en estas
condiciones: no hubo ningún juicio solemne en el Concilio, y las novedades del
Vaticano II evidentemente no pueden colocarse dentro de lo que la Iglesia ha
enseñado siempre y en todas partes. Solamente lo que en el Concilio no fue
nuevo podría entrar en el Magisterio Ordinario Universal.
[16] Cf. esquema, caps. 4 y 5.
[17] Cap. 6: “la Iglesia es una sociedad
absolutamente necesaria para obtener la salvación” y cap. 7: “Fuera de la
Iglesia no hay salvación”.
[18] La familia no es una sociedad perfecta,
porque el hombre no puede encontrar en su sola familia todo lo que necesita.
Sólo la sociedad civil y la Iglesia son sociedades perfectas, cada una en su
orden.
[19] Canon 10 del esquema; ver también el cap.
3.
[20] En cursiva en el texto.
[21] Idem.
[22] Lo que significa, claramente, que el nuevo
Código es la traducción en lenguaje canónico de la nueva eclesiología del
Vaticano II. Por lo demás, el Papa se expresaba más claramente un poco antes: “En cierto sentido, se podría incluso ver en
este Código un gran esfuerzo por traducir en lenguaje canónico esta misma
doctrina de la eclesiología conciliar”. Y eso basta para suscitar
desconfianza hacia este nuevo Código.
[23] Los subrayados son nuestros.
[24] El último pero no el menor (nota del
traductor).
[25] “¿Qué
es, pues, la Iglesia (para el modernista)? El fruto de la conciencia colectiva,
o sea, de la colección de las conciencias individuales... Así como la Iglesia
es una emanación vital de la conciencia colectiva, del mismo modo, a su vez, la
autoridad es un producto vital de la Iglesia.” Pascendi n.° 27. “La Iglesia y el Estado son extraños entre sí, en razón de la diversidad
de fines, espiritual para la Iglesia, temporal para el Estado... Por tanto,
separación de la Iglesia y del Estado...” ibid. n.° 28.
[26] Cf. Documentation catholique
3/07/1983, p. 694 ss.
[27] Fayard
1987 (p. 27 ss.).
[28] La palabra connexion significa que existe una cierta
“comunión imperfecta en Cristo” (nota del traductor).
[29] La palabra ordination significa que existe una cierta
“comunión aún más imperfecta en el mismo Dios o casi el mismo” (nota del
traductor).
[30] Se encuentran explicaciones semejantes en Des évêques disent la foi de l’Église
(Cerf 1978) bajo la pluma del Cardenal Gouyon, p. 315.
[31] Término introducido deliberadamente en el
Concilio, retomado por el nuevo Código y explicado admirablemente por el
Cardenal Willebrands (Doc. Cath.
3/01/88, p. 35 ss.).
[32] Incluida la Misa de san Pío V para los
“rezagados” (pues así es como los modernistas consideran a los
tradicionalistas) que aceptan unirse a esta comunión.
[33] Se recordará la famosa carta de Mons.
Benelli a Mons. Lefebvre del 25/06/1976, en la que escribía en nombre del papa
Pablo VI para pedir “la fidelidad verdadera a la Iglesia conciliar”.
[34] Pablo VI, discurso de clausura del
Concilio, 7/12/1965.
[35] Mensaje del Concilio a los gobernantes.
[36] Se sabe que el principal reproche hecho
por el Papa a Mons. Lefebvre es el de desconocer este carácter vivo de la
Iglesia.
[37] Vaticano II, Unitatis Redintegratio, 3.
[38] Esta cita y las siguientes están tomadas
del comentario del padre Pègues sobre este artículo.
[39] Santo Tomás, loc. cit.
[40] Padre Pègues. Pensemos en los defensores
de la libertad religiosa conciliar, que sirven así admirablemente al demonio.
[41] Término empleado por el New Age. Cf. el libro del padre
Jean Vernette (Le Nouvel Age,
Téqui 1990), p. 44.
[42] El Anticristo será la cabeza visible del
cuerpo místico del diablo, según santo Tomás III, q. 8, a. 8. No confundir al
Anticristo con los anticristos de los que habla san Juan y de los que habló
Mons. Lefebvre a propósito de las autoridades romanas: el Anticristo aparecerá
al fin de los tiempos, mientras que los anticristos ya están en acción desde la
edad apostólica.
[43] “Disolver y reconstruir”, expresión de los
alquimistas retomada por la masonería para designar las dos fases de su
proyecto.
[44] J.
Vernette, p. 14.
[45] Ibid.,
p. 11. Cf. también los
artículos y conferencias de Mons. Fellay [antes
de su defección y volverse un liberal de tomo y lomo, nota del blog] sobre
este tema: artículos en este número de Sel
de la Terre y en el número de Savoir
et Servir consagrado al New
Age, conferencias del 7/10/1988 y del 5/11/1989 en Riddes.
[46] Uno de los profetas de la gnosis
contemporánea. Explicó claramente el proceso de la iniciación, habiendo viajado
él mismo por diversas sectas iniciáticas.
[47] A pesar de ciertas apariencias, este
Nirvana no tiene nada que ver con el Cielo de los cristianos, sino que más bien
es su falsificación diabólica. De un lado, fusión con un “principio” impersonal
obtenida por las fuerzas de la naturaleza con desaparición de la vida personal;
del otro lado, unión por la visión beatífica y la caridad con la Santísima
Trinidad, obtenida por la gracia sobrenatural de Jesucristo, sin destrucción de
la personalidad humana.
[48] Escuchemos al masón O. Wirth: “Los Maestros —pues así los llaman los
iniciados— se envuelven en un misterio impenetrable; permanecen invisibles
detrás del espeso velo que nos separa del más allá... Sepamos escuchar la voz
de los Maestros, pues no piden sino instruirnos en el silencio y en el
recogimiento... Los verdaderos Maestros ya no son obreros que trabajan los
bloques y los ajustan en el lugar requerido en el gran edificio: sólo trabajan
en la plancha de trazar, es decir, intelectualmente, concibiendo lo que debe
construirse. Son las inteligencias constructivas del mundo, potencias efectivas
para los Iniciados, que entran en relación con los Superiores Desconocidos de
la tradición.” (La
Franc-Maçonnerie rendue intelligible à ses adeptes, Ed. Dervy,
París, 1986, tomo III, pp. 125-130). Un Apocalipsis
filosófico y hermético publicado en 1790 trata, entre otras cosas,
“de la transmutación de los metales y de la comunicación del hombre con seres
superiores e intermedios entre él y el gran arquitecto” (sic). No se podría ser
más claro.
[49] En la New
Age son técnicas de psicología transpersonal; cf. las conferencias
del p. Lorans en el Instituto San Pío X.
[50] Así, el Cardenal König. Cf. la conferencia
de Mons. Fellay [cuando aún osaba hablar de
estas cosas, nota del blog] sobre este tema (5/11/1989 en Riddes) y su
artículo en este número de Sel de
la Terre.
[51] II Tes. 2,8.