La Rusia de Putin. La
tradición cristiana frente a la decadencia occidental. Última parte
Multitudinaria procesión en Ekaterinburgo, en
homenaje al Zar y la familia real, víctimas del terror comunista.
Por PADRE
ALFREDO SÁENZ
Putin fue bien claro en su discurso en Valdai de septiembre de 2013:
“Hemos dejado atrás la ideología soviética, y en eso no habrá retorno.
Los que sostienen e idealizan el conservadorismo fundamental del pre-1917 de
Rusia, parecen estar igualmente lejos de la realidad,
como parecen también estarlo los sostenedores de un liberalismo extremo, estilo
occidental”. Afirma B. Alvarez en un artículo que titula: Rusia versus la decadencia occidental: “En esta nueva lucha Rusia parece haberse hecho con la bandera del
tradicionalismo cristiano y blandir los valores más conservadores frente a la
«decadencia» occidental”. Patrick Buchanan, columnista y político
republicano que ha sido consejero de tres presidentes norteamericanos, Nixon,
Ford y Reagan, habla de las verdaderas intenciones de Putin y de su intento de
adoptar la Ortodoxia como base fundamental de la cultura, la civilización y los
valores humanos que une a la gente no sólo de Rusia, sino también de Ucrania y
de Bielorusia. Rusia, sigue diciendo, como “la alternativa” a la
decadencia de Occidente. Este es el mensaje que Putin está mandando al mundo.
En la misma línea escribe Patrick Buchanan: “Con la muerte del marxismo-leninismo como creencia firme en los
países que solían ser repúblicas soviéticas, el mandatario ruso está
construyendo una nueva cadena que sirva para agrupar a todas estas naciones
frente (y contra) la decadencia de Occidente (tanto Europa como Estados Unidos)
a la que antepone un mundo tradicional cargado de valores cristianos que Rusia
estaría orgulloso de liderar”. Acorde con esta nueva visión del mundo “Rusia estaría de parte de Dios, mientras que el Occidente sería
Gomorra”, concluye. También el excomunista Whittaker Chambers, ya en
1964 comenzó a hablar de una “Tercera Roma” refiriéndose
a Moscú, como la nueva ciudad sagrada del cristianismo. Y no iba descaminado,
agrega, pues Vladímir Putin ha comenzado a hacer de Moscú algo así como un
centro de resistencia al hedonismo secular y a la revolución social que viene
de Occidente. “Putin está plantando su bandera (la rusa)
claramente en el lado del cristianismo más tradicional”, frente a la
revolución occidental que enarbola las banderas del sexo, el divorcio fácil, la
promiscuidad, la pornografía, la homosexualidad, el feminismo, el aborto, los
matrimonios homosexuales, la eutanasia y el suicidio asistido…
La autora y periodista Masha Sessen, una activista de los presuntos
derechos de los homosexuales y las minorías en Moscú, destaca que Putin se está situando frente a Occidente en una nueva Guerra Fría
en la que no hay carrera espacial sino cultural, social y moral, una
guerra donde Rusia, según el propio Putin, debe prevenir al mundo de caer en
el “caos más oscuro”.
Mientras el resto de las potencias avanzan en el mundo con una cultura
cada vez más alejada del tradicionalismo, escribe Alian C. Carrison, Secretario
Internacional del Congreso Mundial de la Familia,
Rusia defiende los valores cristianos. Tanto es así que, si durante la Guerra
Fría eran los comunistas de todo el mundo quienes viajaban a Rusia, ahora la
VIII reunión del Congreso Mundial de la Familia se celebrará en Moscú.
Hace poco, el 22 de septiembre de 2014, nuestro amigo Juan Manuel de
Prada escribía en el diario español ABC: “Quien piense que Rusia se va a
achantar porque le aprieten las clavijas con sanciones económicas,
probablemente piense en una Rusia desnaturalizada y sin dignidad, la Rusia del
dimisionario Gorbachov o del beodo Yeltsin… La Rusia renacida de aquellos
escombros, con las convalecencias de una nación que a punto estuvo de sucumbir,
vuelve a ser la Rusia sufriente que se contempla en
el rostro de Natasya Filipovna, la heroína de El Idiota de Dostoievski, que arroja al fuego con gesto desdeñoso los cien
mil rublos que la habrían sacado de la pobreza. En Guerra y Paz, Tolstoi observa que la riqueza y el poder y todo cuanto los hombres se afanan por conseguir sólo tienen para el ruso el valor
de poder desprenderse de ellos. Y no hay sino que recordar, para entender este
desasimiento de las cosas materiales que caracteriza al alma rusa, el
recibimiento que los moscovitas dispensaron a Napoleón, entregando a las llamas
su ciudad santa, desencadenando sobre sí y sobre su enemigo todos los horrores
imaginables. Entonces Napoleón exclamó: ‘¡Estos hombres son escitas!’. Y muchos
años después, en su retiro de Santa Elena, todavía espeluznado por la capacidad
infinita de sufrimiento de aquel pueblo que acabaría infligiéndole una derrota
aniquiladora, profetizaría que Rusia llegaría a dominar el mundo. Algunos
piensan que esa profecía se hizo realidad proterva con Stalin; otros anhelamos
que se haga realidad luminosa en la Tercera Roma que avistó Filoteo y que
Solovief definió como una «tercera fuerza» superadora de las dos fuerzas
sombrías que la han precedido: la unidad sin libertad del Islam y la libertad
sin unidad de la Europa neopagana”.
Sobre este telón de fondo emerge la figura de Putin. Él está en el poder
desde el año 2001 y quizás lo esté hasta el 2024. La Constitución rusa se lo
permite. Dios así lo quiera.
¿No podríamos agregar a estas ideas, para concluir, el recuerdo de las
promesas de Nuestra Señora de Fátima según las cuales cuando Rusia fuera
consagrada por el Papa y los obispos del mundo, se convertiría, y así como
antes había propagado el mal por el mundo sería una fuente de bien
universal? ¡Ex Oriente lux!
P. Alfredo Sáenz, SJ
7 de Mayo de 2015
Originalmente publicado en el sitio Que no te la
cuenten