Carta
consternada a los ucranianos: “El interés de la OTAN no es vuestra libertad,
sino la del orgullo LGBT”
AR.-
Queridos ucranianos: El sueño de libertad, el futuro promisorio que las
democracias liberales os ofrecían, se ha visto súbitamente esfumado por las
tropas rusas del tirano Putin. Bien que lo lamento, al igual que vuestro
presidente Zelensky, que se las prometía muy feliz implementando en Ucrania las
deliciosas recetas ideológicas que han hecho de Occidente un paraíso de la
diversidad en sus más variopintas y jacarandosas formas. Luego las detallaremos.
De
entrada pasaré por alto el placentero paseo militar de las tropas tiránicas
rusas hasta la capital del país, que empequeñece la mítica “guerra relámpago”
de los alemanes en la II guerra mundial. A pocos analistas españoles parece
haberles sorprendido la sorprendente comodidad con la que el ejército ruso ha
atravesado vuestro país, sin resistencia alguna, con la facilidad de un
cuchillo cortando una tarrina de mantequilla caliente, lo que de forma
maledicente podría atribuirse a la cobardía de vuestros soldados. No seré yo
quien sostenga tal cosa. Creo que a los militares ucranianos les ha faltado ese
idilio con la libertad que Zerensky os propone, y simplemente no han querido
combatir a sus hermanos rusos. O al menos oponerles algo de resistencia.
Y
bien que lo siento. A partir de ahora os privaréis de disfrutar, como el resto
de la llamada Europa libre, de esa multiplicidad cultural y étnica de la que se
enorgullecen nuestros líderes y que marcan distancias con Rusia, todavía
apegada a su rancia y casposa tradición cristiana enemiga del vanguardismo y su
inquebrantable vocación de progreso. Lacera mi espíritu que el malvado Putin
cierre las puertas de Kiev al “gay friendly”, a la venturosa “diversidad”, a la
legión del ejército LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales) y demás
gentes de sexualidad indefinida o no catalogada. El interés de la OTAN, por
encima de todas las cosas, es la libertad del orgullo LGBT, base y simiente de
la vuestra.
Y
no solo os privará Putin de las carnestolendas de las fiestas gays, sino que
también se obstina en poner coto a las acechanzas de las feministas, que allí
son encarceladas cuando rebasan ciertos límites que en esta parte de Europa,
sin embargo, reconocemos como sus derechos. Por ejemplo, meter en la cárcel a sus
parejas luego de una denuncia falsa.
Gracias
también a Putin, tampoco disfrutaréis de todo el esplendor de la
multiculturalidad en sus más prolíficas formas. Con lo moderno que resultaría
impregnar el aire denso de vuestras ciudades de los olores de los puestos
de fritangas andinocaribeñas, los restaurantes chinos y los kebabs pakistaníes
y turcos.
Mi
consternación va en aumento cuando pienso en vosotros, en cómo podréis vivir
sin esos bienhechores globalistas que están inoculando a las sociedades occidentales
sus mejores enseñanzas, que apuntan directamente a la demolición de los valores
caducos en los que se asientan, expresamente la familia, con el agravante
además del desorden moral que conllevan los contravalores cristianos.
Debo
condenar y condeno la pretensión de Putin de que, en tanto hijos de la misma
Madre Rusia, viváis conforme a los principios de las leyes naturales y que
deteste lo que él llama, insidiosamente, “la nauseabunda decadencia y el
libertinaje de las pervertidas naciones europeas, gobernadas por títeres
masónicos”.
Lamento
que Putin os prive de nuestro modelo divertido de vida y que os impida legislar
en favor del sacrosanto derecho de un niño de 4 años a cambiar de sexo sin el
consentimiento de sus padres. También que se prive a las mujeres ucranianas de
las prerrogativas legales que tienen sus pares europeas, cuyo testimonio,
aunque sea falso, es suficiente para que un hombre inocente sea detenido y
encarcelado. ¿Qué derecho tiene Putin a impedir que millones de niños
ucranianos sean abortados o diseccionados vivos, almacenados y vendidos en
piezas para alimentar a la industria farmacéutica? ¿Con qué autoridad puede
impedirse el polisexismo en el sistema educativo ucraniano y que, como en los
países libres de Europa, se pueda criminalizar al docente que sostenga la
existencia de solo dos sexos? ¿Qué grado de lenidad moral es necesaria para
impedir a la Unión Europea el objetivo democrático de destruir el núcleo
de la unidad familiar en Ucrania y el fomento de la eugenesia; o lo que es lo
mismo, la pseudociencia hecha ley?
En
esta hora difícil, yo también me sumo a la oleada de condenas contra Putin por
su inadmisible pretensión de un espacio de seguridad en territorio ucraniano.
Nada que ver con las desinteresadas invasiones norteamericanas, que han buscado
siempre el supremo interés de los pueblos invadidos, cuya prosperidad se hace
visible en Bagdad, en Damasco, en Trípoli, en Islamabad… Rechazo y condeno la
actitud de Rusia en contra de la “cultura de la nada”, de la libertad sin límite
y sin contenido, del escepticismo ensalzado como conquista intelectual. Lamento
dolorosamente que esta cultura de la nada no esté en condiciones de resistir el
asalto de 100.000 soldados henchidos de fe y temerosos de Dios. Rechazo y
condeno la defensa del acontecimiento cristiano por parte de Putin como única
salvación para Occidente, o la antidemocrática creencia de que solo una
decisiva resurrección del alma antigua de Europa, podrá ofrecer una solución
diversa a esta confrontación inevitable entre la humanidad y los que quieren
reducirla a escombros.