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martes, 1 de marzo de 2022

CARTA CONSTERNADA A LOS UCRANIANOS: “EL INTERÉS DE LA OTAN NO ES VUESTRA LIBERTAD, SINO LA DEL ORGULLO LGBT”

 

Carta consternada a los ucranianos: “El interés de la OTAN no es vuestra libertad, sino la del orgullo LGBT”

  

                      Militante de Femen durante una protesta frente al Parlamento en Kiev.

 

Fuente: https://www.alertadigital.com/2022/02/25/carta-consternada-a-los-ucranianos-el-interes-de-la-otan-no-es-vuestra-libertad-sino-la-del-orgullo-lgbt/

 

AR.- Queridos ucranianos: El sueño de libertad, el futuro promisorio que las democracias liberales os ofrecían, se ha visto súbitamente esfumado por las tropas rusas del tirano Putin. Bien que lo lamento, al igual que vuestro presidente Zelensky, que se las prometía muy feliz implementando en Ucrania las deliciosas recetas ideológicas que han hecho de Occidente un paraíso de la diversidad en sus más variopintas y jacarandosas formas. Luego las detallaremos.

De entrada pasaré por alto el placentero paseo militar de las tropas tiránicas rusas hasta la capital del país, que empequeñece la mítica “guerra relámpago” de los alemanes en la II guerra mundial. A pocos analistas españoles parece haberles sorprendido la sorprendente comodidad con la que el ejército ruso ha atravesado vuestro país, sin resistencia alguna, con la facilidad de un cuchillo cortando una tarrina de mantequilla caliente, lo que de forma maledicente podría atribuirse a la cobardía de vuestros soldados. No seré yo quien sostenga tal cosa. Creo que a los militares ucranianos les ha faltado ese idilio con la libertad que Zerensky os propone, y simplemente no han querido combatir a sus hermanos rusos. O al menos oponerles algo de resistencia.

Y bien que lo siento. A partir de ahora os privaréis de disfrutar, como el resto de la llamada Europa libre, de esa multiplicidad cultural y étnica de la que se enorgullecen nuestros líderes y que marcan distancias con Rusia, todavía apegada a su rancia y casposa tradición cristiana enemiga del vanguardismo y su inquebrantable vocación de progreso. Lacera mi espíritu que el malvado Putin cierre las puertas de Kiev al “gay friendly”, a la venturosa “diversidad”, a la legión del ejército LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales) y demás gentes de sexualidad indefinida o no catalogada. El interés de la OTAN, por encima de todas las cosas, es la libertad del orgullo LGBT, base y simiente de la vuestra.

Y no solo os privará Putin de las carnestolendas de las fiestas gays, sino que también se obstina en poner coto a las acechanzas de las feministas, que allí son encarceladas cuando rebasan ciertos límites que en esta parte de Europa, sin embargo, reconocemos como sus derechos. Por ejemplo, meter en la cárcel a sus parejas luego de una denuncia falsa.

Gracias también a Putin, tampoco disfrutaréis de todo el esplendor de la multiculturalidad en sus más prolíficas formas. Con lo moderno que resultaría impregnar el aire denso de vuestras ciudades de los olores de los puestos de fritangas andinocaribeñas, los restaurantes chinos y los kebabs pakistaníes y turcos.

Mi consternación va en aumento cuando pienso en vosotros, en cómo podréis vivir sin esos bienhechores globalistas que están inoculando a las sociedades occidentales sus mejores enseñanzas, que apuntan directamente a la demolición de los valores caducos en los que se asientan, expresamente la familia, con el agravante además del desorden moral que conllevan los contravalores cristianos.

Debo condenar y condeno la pretensión de Putin de que, en tanto hijos de la misma Madre Rusia, viváis conforme a los principios de las leyes naturales y que deteste lo que él llama, insidiosamente, “la nauseabunda decadencia y el libertinaje de las pervertidas naciones europeas, gobernadas por títeres masónicos”.

Lamento que Putin os prive de nuestro modelo divertido de vida y que os impida legislar en favor del sacrosanto derecho de un niño de 4 años a cambiar de sexo sin el consentimiento de sus padres. También que se prive a las mujeres ucranianas de las prerrogativas legales que tienen sus pares europeas, cuyo testimonio, aunque sea falso, es suficiente para que un hombre inocente sea detenido y encarcelado. ¿Qué derecho tiene Putin a impedir que millones de niños ucranianos sean abortados o diseccionados vivos, almacenados y vendidos en piezas para alimentar a la industria farmacéutica? ¿Con qué autoridad puede impedirse el polisexismo en el sistema educativo ucraniano y que, como en los países libres de Europa, se pueda criminalizar al docente que sostenga la existencia de solo dos sexos? ¿Qué grado de lenidad moral es necesaria para impedir a la Unión Europea el objetivo democrático  de destruir el núcleo de la unidad familiar en Ucrania y el fomento de la eugenesia; o lo que es lo mismo, la pseudociencia hecha ley?

En esta hora difícil, yo también me sumo a la oleada de condenas contra Putin por su inadmisible pretensión de un espacio de seguridad en territorio ucraniano. Nada que ver con las desinteresadas invasiones norteamericanas, que han buscado siempre el supremo interés de los pueblos invadidos, cuya prosperidad se hace visible en Bagdad, en Damasco, en Trípoli, en Islamabad… Rechazo y condeno la actitud de Rusia en contra de la “cultura de la nada”, de la libertad sin límite y sin contenido, del escepticismo ensalzado como conquista intelectual. Lamento dolorosamente que esta cultura de la nada no esté en condiciones de resistir el asalto de 100.000 soldados henchidos de fe y temerosos de Dios. Rechazo y condeno la defensa del acontecimiento cristiano por parte de Putin como única salvación para Occidente, o la antidemocrática creencia de que solo una decisiva resurrección del alma antigua de Europa, podrá ofrecer una solución diversa a esta confrontación inevitable entre la humanidad y los que quieren reducirla a escombros.

 

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