CONSAGRACIÓN DE RUSIA
AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Mons. Jean Michel Faure, SAJM
Mons. Tomás de Aquino, OSB
Mons. Richard N. Williamson
Mons. Gerardo Zendejas,
SAJM
11 de mayo de 2017, en Vienna, Virginia, Estados Unidos.
Santísima Madre de
Dios, Inmaculado Corazón de María, Trono de Misericordia, Trono de la Bondad,
Trono del Perdón, puerta segura por la cual las almas entran al Cielo; mira de
rodillas ante Ti a estos cuatro hijos de Mons. Lefebvre, cuatro obispos tratando
de hacer lo que pueden para ayudarte a obtener del Papa y los Obispos de la
única verdadera Iglesia de tu Divino Hijo, la Consagración de Rusia a tu
Corazón Dolorido e Inmaculado, pues él solamente puede obtener la paz para la
humanidad, actualmente bajo la sombra de una espantosa tercera Guerra Mundial.
En Fátima, Portugal,
hace cien años, Tú primero advertiste a la humanidad de la Segunda Guerra
Mundial por venir, del hambre y persecuciones si la gente no dejaba de ofender
a Dios. Para prevenir estos desastres, Tú prometiste regresar para pedir la
Consagración de Rusia a Tu Inmaculado Corazón, y la Comunión Reparadora de los
Primeros Sábados. Si tus pedidos fuesen atendidos, Rusia se convertiría y
habría paz. De lo contrario, los desastres seguirían y Rusia diseminaría sus
errores por todo el mundo. Doce años más tarde tú regresaste como lo
prometiste, e hiciste la doble petición.
Sin embargo,
confiando en los medios humanos para resolver los graves problemas de la
Iglesia, los clérigos no hicieron inmediatamente lo que tú solicitaste. Dos
años más tarde tu Divino Hijo advirtió a la humanidad a través de la Hermana
Lucía de Fátima, que ya que sus ministros retrasaban el cumplimiento de su
mandato, sufrirían graves consecuencias: Rusia difundiría sus errores por el
mundo, causando guerra y persecuciones a la Iglesia y el Papa sufriría mucho. Aun
así el Papa prefirió sus medios humanos al tratar con Rusia.
En 1936, Nuestro
Señor explicó a la Hermana Lucía que la conversión de Rusia dependía de su
consagración a tu Corazón Inmaculado, porque Él quería que toda la Iglesia
reconociera que esta conversión era un triunfo de tu Corazón, de modo que la
devoción a tu Corazón se situara junto a la devoción a su Sagrado Corazón.
Todavía los hombres
de Iglesia dudaron, y entonces en 1939 estalló la terrible Segunda Guerra
Mundial, y en todo el mundo el comunismo extendió su poder. Inmediatamente
después de la guerra, tus estatuas peregrinas de Fátima tuvieron gran éxito,
pero aun así los hombres de Iglesia no harían exactamente lo que pediste y así,
en 1957, antes que la Hermana Lucía fuera silenciada por los hombres de
Iglesia, ella expresó su tristeza porque ni los buenos ni los malos atendieron
el mensaje de Fátima. Tú dijiste que los buenos no le daban importancia,
mientras que a los malos no les importaba. Pero tú nos advertiste una vez más que
el terrible castigo era inminente.
Apenas tres años
después, ese castigo empezó con la negativa de los hombres de Iglesia de hacer
pública la tercera parte de tu mensaje, el Secreto de Fátima, el cual pediste
que se publicara a más tardar en 1960. Por una mentira casi imperdonable
fingieron que les habías dicho que a partir de 1960 podrían publicarlo, y este
esfuerzo para sofocar tu mensaje de Fátima ha continuado desde entonces,
culminando en el año 2000. Pero tú nunca te rendiste de tus intentos de
salvarnos, mientras que los hombres de Iglesia eran cada vez más severamente
castigados por la ceguera que los abrumó en el concilio Vaticano II. En la
tercera parte del Secreto es muy probable que nos advertiste exactamente en
contra de los errores que prevalecieron en el concilio. Y ahora toda la Iglesia
está en la oscuridad y el mundo está al borde de la tercera y más terrible
Guerra Mundial.
Inmaculado Corazón de
María, Santísima Madre de Dios, nosotros te clamamos en nuestra angustia.
Auxilio de los Cristianos, Refugio de Pecadores, Consoladora de los Afligidos;
en ti confiamos. Reina del Santísimo Rosario, Madre de la Iglesia; imploramos a
tu amantísimo, maternal e Inmaculado Corazón que tengas misericordia de
nosotros, pobres pecadores, tus hijos; escucha y responde nuestra súplica. Te
rogamos que nos obtengas de tu Divino Hijo las gracias necesarias para que el
Santo Padre y los obispos cumplan sin dilación la orden del Cielo de consagrar
con los obispos de todo el mundo la Santa Rusia a tu Corazón Inmaculado, como
lo pediste y de la manera en que lo pediste, en nombre de la Santísima
Trinidad, hace ya mucho tiempo, y que todavía está por cumplirse.
Inmaculado Corazón de
María, tú sabes cuánto sufrimiento la humanidad hubiera evitado en los últimos
90 años si tan sólo uno de los Papas de este tiempo hubiera atendido tu pedido
de Consagrar Rusia. Madre de Dios, solo tú y tu Divino Hijo saben el espantoso
castigo que ahora pende sobre las cabezas de la humanidad si los Papas, por
cualquier razón inadecuada y humana, todavía rechazan tu pedido. Si depende de
ellos, ellos pueden prevaricar, aunque tú nos dijiste, hace cien años, cuánto
esto los haría sufrir. Madre de Dios, tu Divino Hijo no puede negarte nada que
le pidas. Él desea que la Consagración dependa de ti porque Él quiere que tu
Corazón Inmaculado sea honrado como la fuente del triunfo de la Consagración.
Santa Madre de Dios, humildemente, de rodillas, te suplicamos que obtengas esas
gracias necesarias para que Papa realice la Consagración.
Mientras tanto, ante
ti aquí hoy, encomendamos, confiamos y hacemos lo que está en nuestro poder,
para consagrar Rusia a tu Corazón Inmaculado, no porque podamos ni remotamente tomar
el lugar del Papa y los obispos de todo el mundo, sino porque deseamos honrar
tu pedido lo más que podamos. Si tan sólo la Santa Rusia se volviera católica
de nuevo, la Iglesia Oriental resucitaría a la Iglesia Occidental, devastada
actualmente por el materialismo y el ateísmo. Madre de Dios, nos encomendamos
también a tu protección y a tu poderosa intercesión ante Nuestro Señor
Jesucristo, quien es el Señor de Señores y el Rey de Reyes, pero al mismo
tiempo es un Hijo que ama infinitamente a Su Madre y hará cualquier cosa que
Ella pida. Amadísima y Bendita Madre, no tenemos ni sombra de duda de que al
final tu Corazón Inmaculado triunfará.
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