Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 5 de marzo de 2022

¿QUÉ MISIÓN TIENE RUSIA EN LA HISTORIA?

 

¿QUÉ MISIÓN TIENE RUSIA EN LA HISTORIA?

  


Por FLAVIO MATEOS

(Capítulo del libro “Fátima y Rusia”, parte 2.)

 

 

“Para un gran país, vivir no significa únicamente evitar la disolución y mantener el equilibrio de su economía. Debe tomar también conciencia del fin que justifica su existencia, comprender su misión en el mundo. Ahora bien, ¿Rusia tiene hoy una misión?”[1]

IGOR CHAFARÉVITCH

 

“La nación, miembro vivo de la Iglesia de Cristo, tiene una vocación particular designada por la historia. Negarse a cumplirla es atraer sobre sí la ira de la Providencia, que castiga los desvíos con las miserias engendradas por sus malas acciones”.[2]

RUBÉN CALDERÓN BOUCHET

 

“Si las energías espirituales de una nación se han agotado, ni las estructuras de gobierno más perfectas ni el desarrollo industrial podrán salvarla: un árbol con el interior podrido no puede mantenerse en pie”.[3]

ALEXANDER SOLZHENITSYN

 

 

“Hay países con misión, -escribió Juan Carlos Goyeneche- con algo que decir al mundo. Hay naciones con energías ocultas que pueden acrecentarse, como sucede con el bien, cuando algunos hombres despiertan su vigor dormido para ponerlo al servicio de empresas altas y redentoras. Entonces suceden los milagros; esos milagros históricos que equivalen a la resurrección de un pueblo. A una oportunidad así nos estamos acercando; quizás sea la última.”[4]

Habría que decir quizás que cada país o nación tiene una misión específica o un sentido de su existencia, de cuyo cumplimiento depende el seguir siendo nación o degradarse en mera factoría o “patio trasero” de un imperialismo mercantil, en absoluta dependencia de otra nación que la sojuzgue. Y esta misión va más allá de lo meramente material, puesto que la vida de sus ciudadanos no se termina en esta tierra. “Ateniéndonos a una vigorosa enseñanza de Pío XI, que en rigor procede de larga y tradicional data, podríamos decir que las naciones y sus pueblos hallan su justificativo, y garantizan su supervivencia, en el cumplimiento de su misión asignada por Dios”[5], lo cual se entronca con aquello de Soloviev de que “la idea de una nación no es lo que ella piensa de sí misma en el tiempo, sino lo que Dios piensa sobre ella en la eternidad”[6]. La gloria de un país está en descubrir, asumir y cumplir esa misión recibida, luego de que tal ideal reúna a sus integrantes en torno al cumplimiento de su destino. Ernesto Palacio veía una trágica orfandad de ideal en las naciones hispánicas, originado especialmente en la defección de las clases dirigentes españolas del siglo XVIII. Eso ha puesto en peligro la existencia de estas naciones ya que han ido perdiendo su identidad, por no conocer ya más su historia, y por lo tanto su razón de ser, su arraigo en la Tradición que les ha dado origen. Ramiro de Maeztu hablaba de ello en “Defensa de la Hispanidad”.

El Padre Castellani también afirmaba esta necesidad imperiosa de toda nación:

“Toda nación para existir decentemente debe tener una misión en el mundo, una idea trascendental que realizar, llamada “el ideal nacional”, porque así como el hombre no es fin de sí propio, tampoco las naciones”.[7]

En el caso de Rusia, pareciera que los rusos siempre han sentido hondamente la necesidad de cumplir una misión trascendente, pero nadie ha sabido definirla y llevarla a cabo hasta hoy[8], salvo la “contra misión” o misión satánica de los comunistas, que nunca han dudado de ello.

El Padre Osvaldo Lira sabía explicar muy bien la relación entre ser y hacer de una nación, porque la identidad se manifiesta haciendo, y si el país deja de hacer lo que debe, corre peligro de dejar de ser, en tanto la nación es un ser accidental. En relación con Rusia hay un carácter fundamental y necesariamente imperial. Así afirmaba Lira:

“Es evidente que, para la nación considerada en su estricta razón formal, se ha de presentar con mucha más urgencia que para los individuos la identidad indiscutible que, en el plano dinámico de la operación, existe entre el ser y el hacer, ya que si la persona individual llega a suspender toda manifestación de actividad intelectiva o sensitiva, le queda por lo menos el recurso de refugiarse en su condición fundamental de sustancia, la cual, a su vez, se encuentra asegurada suficientemente por la persistencia en su seno de la actividad vegetativa. Para la nación, en cambio, no existe ninguna posibilidad de optar, desde el momento en que, contra lo que creyeron Hegel y Spengler, es una realidad de tipo moral, no físico, y que, por consiguiente, se halla dotada de existencia puramente accidental. El ser de la nación no viene a consistir, al fin de cuentas, más que en la unidad que surge como fruto natural de la convergencia de los entendimientos y voluntades –o, si se prefiere, de las almas- en torno a un mismo ideal. Es ese carácter de accidente metafísico lo que le impone precisamente la obligación de hallarse en continua actividad, porque si el acto correlativo de la esencia sustancial es la existencia, el que corresponde al accidente es la operación. Podemos mantener inactiva a nuestra esencia humana por las condiciones entitativas de inmutabilidad y necesidad que la afectan, como a todas las esencias; pero para una nación cualquiera, inactividad tiene que sonar lo mismo que muerte, porque en ella la inactividad equivale pura y simplemente a la inactualidad. Esto explica por qué a toda etapa de unificación nacional ha de suceder siempre otra de aspiraciones imperiales”.[9]


En cuanto a la Argentina, Goyeneche todavía confiaba –aunque como si fuese la última oportunidad- en que asumiese al fin su misión, aquella que justifica su existencia. Pero era el ya lejano año 1966, hoy pasados más de cincuenta, la Argentina se desintegra penosamente. Castellani diría sobre la misión de nuestra patria que “La historia más creíble de nuestra patria nos la muestra en dos actitudes solamente: como una nación pastoril embaucada que trabaja para otro o bien como una nación militante que redime desinteresadamente a otros. Todo indica que no hay más alternativa que esos dos gestos contradictorios y totales. De hecho, nunca ha habido otra. Lo ignora todo de la vida de las naciones los que se tejen la ilusión de una posición intermedia que concilie el honor con la comodidad, la riqueza con el descanso, la soberanía con el esfuerzo mínimo.” Alguna otra vez, no recordamos dónde, escribió: “La Argentina es actualmente, por imposición del Destino histórico, depositaría en la América del Sur de la idea misionera de España. Es un destino serio, en estos momentos un destino bravo, que no es para reír ni para jactarse sino para recibirlo de rodillas con las dos manos sobre la cruz de la espada. El ideal nacional hispánico es el establecimiento del derecho de gentes en el mundo, cuya formulación teórica insuperada hizo, cuando la hispanidad nacía, el gran doctor dominico Francisco de Vitoria. Frente al ideal del Progreso material indefinido, del comercio y del confort, que inspira los modernos imperialismos, tenemos de herencia el sagrado ideal de la realización en el mundo del derecho de gentes; o sea ese respeto a la persona humana que no sea un antifaz sino una cosa tan sacra que no necesitamos ni podemos tomarlo 50 veces al día en la boca, sino custodiarlo silenciosamente en el corazón”. ¿Qué ha quedado de eso? La Argentina, “la otra Argentina”, la que se ha dejado estar porque “tenía la vaca atada”, la que nunca se tomó en serio a sí misma y miró siempre hacia Europa (esto es, París o Londres), y que hoy (en simétrica estulticia) mira indistintamente hacia New York, Miami, Caracas o La Habana, la enferma de liberalismo desarraigado, esclavizada al yugo de la Sinagoga de Satanás, ayuna de clero antiliberal y combativo (sobrepoblada de un clero de cuño liberal y ahora marxista, salvo sus escasas excepciones), sin voluntad de cumplir su misión de nación militante y rectora de las naciones del cono sur (como quiso Rosas), la que ha renegado de su tradición, de su pasado, de su fe católica, de su combate en Malvinas, la que ha matado a sus profetas, a sus hombres de valía, a sus reales talentos, se ha dejado envilecer y estafar y ha perdido su condición de Nación hispano-católica, para convertirse en una jaula-factoría, administrada por una banda delincuencial demagógica, generalmente de muy baja estofa, bautizada peronista, en todo caso siempre liberal. Demagogia, sentimentalismo y cobardía clerical, se han rejuntado para asfixiar la patria, al compás de los bombos y los reclamos frenéticos de las masas democráticas resentidas.

Cosa grave le ocurre también a los Estados Unidos, país del que surgen ahora sus purulentas excrecencias crecidas a lo largo de toda su bicentenaria trayectoria liberal, mercantil, masónica y judaizada. Es por eso que si su “misión” democratizadora del mundo es en realidad un encargo de las logias que se han apoderado de este país de la “Libertad”, quizás recordar que antes estuvo haciendo pie firme por allí la España católica con sus Santos y sus Héroes, quizás cuestionar su sistema democrático liberal incuestionable, podría hacerle recobrar un sentido del combate patriótico verdaderamente diestro que debe estar basado en principios sólidos, los cuales requieren estar anclados en una Tradición, una Tradición que trajeron a estas tierras las carabelas de Colón, y no el Mayflower con su secta de puritanos. Visto lo cual, a diferencia de Rusia, si los Estados Unidos caen bajo las garras comunistas, ya no tendría probablemente las reservas espirituales cristianas necesarias para volver a levantarse y cumplir su misión en este mundo. Pero, ¿acaso la conocen? Como dice Federico Ibarguren, “son los excepcionales quienes espiritualizan la nacionalidad por dentro: Héroes y Santos”. ¿Los habrá?[10]

Expongamos el pensamiento de alguien que no sólo tuvo lucidez para diagnosticar los males profundos del mundo, sino también el coraje de enfrentarlos, sin quedarse en la mera postulación de las ideas, Alexander Solzhenitsyn:

“Occidente ha perdido la lucidez. Pero también ha perdido el coraje. Observa Solzhenitsyn que para quien desde afuera llega al Occidente la declinación de la valentía parece ser su característica más llamativa. Ello es particularmente perceptible en los políticos y en las élites intelectuales. Por cierto que hay en Occidente muchos individuos valerosos, pero carecen de influencia determinante en la vida pública. Los que están en el poder son por lo general cobardes, y tiemblan ante las naciones fuertes, al tiempo que se muestran despóticos frente a los países débiles, que carecen de apoyo en la opinión pública internacional. No deja ello de ser preocupante, dice Solzhenitsyn, ya que desde los tiempos antiguos, la declinación del coraje ha sido considerada como un síntoma del comienzo del fin”.[11]

Recordemos además que la Virgen en Fátima dijo que varias naciones desaparecerán. ¿Serán aquellas que han renunciado a tener una misión? ¿Serán las que se han abandonado a sí mismas, rechazando a Dios? ¿Las que no podrán cumplir la misión que Dios tiene designada para ellas? ¿Las que han cobardemente declinado seguir siendo soberanas y se han rendido al vasallaje de sus enemigos? ¿Las que han perdido toda voluntad de resistencia a los males que las oprimen? “La única convicción de tipo mesiánico que puede considerarse aceptable para un pueblo no elegido de antemano por lo que es, es la de hacerse elegir por lo que haga. Tal es, si bien se mira, el caso del pueblo español. Porque su mesianismo puede verlo todo aquel que sepa ver”.[12]

En cuanto a Rusia, desde temprano la Iglesia cismática rusa ha tenido la pretensión de ser “la tercera Roma” (tras la decadente Roma y la caída Bizancio). Lo declaraba el metropolitano Zósimo en 1492; en 1512 el monje Filoteo en su “Historia del mundo”, y los emperadores Iván III el Grande e Iván IV el Terrible le dieron gran impulso a esa concepción. “No es por azar si el enemigo del género humano ha elegido a Rusia como punto de partida para “difundir a través del planeta las instituciones y costumbres del ateísmo.”[13]

En efecto, esta idea de una misión mesiánica ha servido para implantar muy bien –como ya hemos dicho, tras siglos de errores doctrinales e influencia gnóstico-masónica- el mesianismo judeo-comunista:

“Parte de ese pensamiento utópico tiene un aspecto religioso: la idea de que Rusia tiene una misión mesiánica en el mundo, de que debe salvar a la humanidad. El bolchevismo es un movimiento milenarista, que anuncia un paso de la luz a la oscuridad. Encaja con ideas religiosas de justicia social arraigadas en el campesinado ruso, pero también con el pensamiento sobre el papel de Rusia en el mundo, con la creación de una fraternidad universal, como decía Dostoievski en su discurso sobre Pushkin en 1880. Todas estas ideas forman parte de una concepción de la función de Rusia como redentora de la humanidad. Y establecen una relación con la tradición revolucionaria. La idea ortodoxa de presentar Rusia como la nueva Roma que salva al Occidente caído se funde con el comunismo: hay una línea directa que une esa idea ortodoxa de Moscú como tercera Roma con Moscú como sede de la Tercera Internacional, que salvará al mundo con el comunismo. Está unida a lo que podríamos llamar el atraso de Rusia, que ha permitido que los revolucionarios hagan grandes promesas, que los demagogos aprovechen una situación donde hay profundas esperanzas utópicas.”[14]

Diversos autores han podido advertir esta señalada característica del país más vasto del mundo, una Rusia que nunca ha renegado de un exacerbado misticismo redentor, de un impertérrito orgullo patriótico y del afán de grandeza, que no quieren verse reducidos a ser meros peones avasallados por un globalismo unipolar aplastante, homogeneizante y anticristiano.

“El cristianismo –explica Calderón Bouchet- enseñó una neta orientación metafísica de la vida humana y como todas las necesidades de nuestra vida anímica se proyectan en el plano de nuestra actividad social, resulta imposible despojar al hombre de sus impulsos metafísicos sin sustituirlos con otros equivalentes. La Revolución podrá liquidar la Iglesia [en el sentido de su influencia social, aclaración nuestra] pero no el vacío dejado por ésta en la existencia. Perdida la función social cumplida por la religión, el Estado tratará de reemplazarla por la exaltación de la idea nacional adscripta a su voluntad transformadora”.[15]

Hoy ocurre que para instalar el “Nuevo Orden Mundial” se requiere que cada Estado abomine también del patriotismo o nacionalismo, intentando llenar ese vacío mediante un utopismo igualitario que no termina de interesar a las masas, por ser totalmente antinatural. De allí el peligro que significa para las élites globalistas una reivindicación nacional de parte de Rusia, y para colmo identificada con el cristianismo, y éste de una manera crecientemente mesiánica, a medida que el propio país se ve amenazado por Occidente.

Decía Nicolás Berdiaev: “El pensamiento específicamente ruso contempla el problema escatológico del fin bajo un matiz apocalíptico. Esto lo distingue del pensamiento occidental y, sobre todo, le otorga el carácter de una filosofía religiosa de la historia.”[16]

“Ningún otro pueblo [como el ruso] tiene sentido tan agudo e instintivo de no haber sido hecho para este mundo”, afirma el Padre Alfredo Sáenz en su obra “De la Rus’ de Vladimir al ‘Hombre nuevo’ soviético”:"La misión providencial de Rusia", publicado en 1989, poco antes de la caída del Muro de Berlín.

Según el Padre Osvaldo Lira[17], “El alma rusa alimenta en lo más entrañado de su ser una especie de creencia instintiva de hallarse predestinado para cierta misión trascendental por el mismo Dios.”[18]

También Vladimir Soloviev[19] hablaba de la misión histórico-religiosa de Rusia: “El carácter eminentemente religioso del pueblo ruso, así como la tendencia mística que se muestra en nuestra filosofía, en las letras y en las artes, parecen reservar a Rusia una gran misión religiosa.”[20] Afirmaba también que la vocación peculiar de Rusia “consistía en llevar a su plenitud lo inaugurado por Constantino y Carlomagno.”[21] Quizás ello finalmente ocurra, pero no al modo imaginado por este filósofo ruso.

Igualmente Fedor Dostoievsky se encargó de destacar la misión universal de Rusia. Por otra parte, la amenaza de Rusia sobre Europa había sido señalada por Napoleón Bonaparte, por el marqués de Custine y por Donoso Cortés, entre otros. Su presencia nunca ha pasado desapercibida para Europa occidental.

Siendo Rusia el país más grande del mundo, y dotado de tal voluntad totalitaria, se comprende bien que dominado por una religiosidad invertida y satánica como el comunismo, podría arrasar fácilmente con Europa. Mucho más si se tiene en cuenta que ésta ha renegado de su identidad cristiana. Decía Louis Veuillot proféticamente:

El mundo será socialista o será cristiano, no será liberal. Si el liberalismo no sucumbe ante el catolicismo, que es su negación, sucumbirá ante el socialismo, que es su consecuencia”. [22]

Leemos en un artículo al escritor español Juan Manuel De Prada:

“Dostoievski resume el designio ruso por boca del asceta Paisius en Los hermanos Karamazov: «Ciertas teorías afirman que la Iglesia debe convertirse, regenerándose, en Estado, dejándose absorber por él, después de haber cedido a la ciencia, al espíritu de la época, a la civilización. Si se niega a esto, sólo tendrá un papel insignificante y fiscalizado dentro del Estado, que es lo que ocurre en la Europa de nuestros días. Por el contrario, según las esperanzas rusas, no es la Iglesia la que debe transformarse en Estado, sino que es el Estado el que debe mostrarse digno de ser únicamente una Iglesia y nada más que una Iglesia». Dostoievski profetizó la revolución bolchevique, anticipando su signo radicalmente anticristiano e inhumano, como un castigo divino arrojado sobre Rusia, para purificarla; y profetizó también la regeneración de Occidente, que sólo podría alcanzarse a través de Rusia. Y así, escribió en Diario de un escritor: «La caída de vuestra Europa es inminente (…) Todas esas doctrinas parlamentarias, todas las teorías cívicas profesadas hoy en día, toda la riqueza acumulada, todo eso será destruido en un instante y desaparecerá sin dejar rastro». A los que están empachados de alfalfa tertulianesa estas palabras de Dostoievski se les antojarán lucubraciones misticoides. Pero por defender tales lucubraciones muchos rusos entregaron su sangre en el Gulag; y alguno que sobrevivió al Gulag las siguió defendiendo después, como por ejemplo Solzhenitsyn, quien en El roble y el ternero escribió: «En cuanto a Occidente, no hay esperanza; es más, nunca debemos contar con él. Si conseguimos la libertad, sólo nos la deberemos a nosotros mismos. Si el siglo XX comporta alguna lección para con la humanidad, seremos nosotros quienes la habremos dado a Occidente, y no Occidente a nosotros: el exceso de bienestar y una atmósfera contaminante de sinvergonzonería le han atrofiado la voluntad y el juicio». [23]

Dostoievsky no fue el único, ni mucho menos, intelectual ruso del siglo XVIII o XIX que entrevió la tragedia que se venía, el nihilismo creciente en la sociedad rusa, el efecto explosivo que habían tenido en un pueblo notablemente religioso, las ideas perversas del Occidente que había renegado de Cristo (el talmudismo vehiculizado por el protestantismo, ebrio de los delirios de la filosofía de la modernidad iluminista). Por el contrario, había una tradición arraigada en Rusia de que el país sería muy malo antes de ser muy bueno, es decir, de una conversión. K. Leontiev “creía que la misión del pueblo ruso era engendrar al Anticristo. Previó que la Revolución sería tiránica y sangrienta, atrayendo a la gente del Este y aniquilando al mundo burgués del Oeste, provocando no el fin del mundo sino el fin de la época del materialismo, el nacionalismo y el liberalismo. Chaadaev previó el triunfo de lo barbarie en Rusia, diciendo: “No triunfará porque tenga razón, sino porque nosotros estamos equivocados.” Otro escritor ruso del siglo XVIII que vio en el futuro para Rusia la tragedia y la esperanza, fue Alexei Jomiakov. (…)  Jomiakov previó un alba en que Rusia le daría la Fe a Europa y sería el medio de unir a Europa con el Asia. No esperaba ver ese día, pero confiaba en que llegaría: “Debemos recordar que ninguno de nosotros sobrevivirá hasta la época de la cosecha, pero que nuestros afanes espirituales y ascéticos de arar, sembrar y desyerbar no son para Rusia solamente, sino en bien del mundo entero. Sólo este pensamiento puede darles durabilidad a nuestros esfuerzos. La vida rusa contiene numerosos tesoros, no para su pueblo, sino para muchos otros, cuando no para todas las naciones. (…) Aunque esos escritores del siglo XIX sabían que se acercaba la rebelión contra Dios y que Rusia la acaudillaría, esclavizando a los hombres so capa de liberación, estaban convencidos de que la arraigada fe del pueblo ruso sería un día luz y faro del mundo” [24]

En los años todavía comunistas, el Padre Sáenz escribía:

 “El hecho de que el marxismo sea una religión cosmovisional, si bien invertida, nos hace esperar que una vez que los soviéticos se conviertan, conservarán ese sentido de totalidad, que nada tiene que ver con el totalitarismo, y al abrazar de nuevo la religión, esta vez la verdadera, no la recluirán en la sacristía sino que intentarán impregnar con ella la totalidad de sus actividades[25]

Y cita Sáenz estas notables palabras muy poco difundidas del recordado obispo norteamericano Monseñor Fulton Sheen[26]:

“Cuando Rusia reciba el don de la fe, su misión será la de un apóstol para el resto del mundo. Convendrá dar fe al resto del mundo. ¿Por qué tenemos tanta esperanza en Rusia? ¿Por qué ha de ser el medio de evangelizar a las naciones de la tierra? Porque Rusia tiene fuego, Rusia tiene celo. Dios pudo hacer algo con el odio de Saulo transformándolo en amor; pudo hacer algo con la pasión de Magdalena convirtiéndola en celo; pero Dios no puede hacer nada con los que no son ni ardientes ni fríos. A éstos los vomitará de su Boca.

“La gran vergüenza de nuestro mundo, es que tenemos la verdad, pero no tenemos celo. Los comunistas tienen celo, pero no tienen la verdad. El comunismo es como el fuego que se difunde por sí mismo sobre todo el mundo; es casi un Pentecostés al revés. Algún día, en lugar de inclinarnos hacia la tierra ese fuego comenzará a quemar hacia arriba, ascendiendo, al genuino modo de Pentecostés, dando a los hombres alegría, vida y paz, en lugar de odio, destrucción y muerte. Nuestro mundo occidental carece de ese fuego. No hay ya profundos amores o abnegadas entregas y consagraciones a las grandes causas…Somos fríos, opacos, apáticos”.[27]

Por su parte ha escrito el alemán eslavófilo Walter Schubart en “Europa y el alma de oriente” (1938):

“Hoy los cristianos occidentales -los que lo son por rutina- hablan con horror de los rusos profundamente caídos, pensando al mismo tiempo en su propia superioridad. A pesar de todo, yo digo: precisamente así como es hoy ha de ser Rusia para dar vida a la nueva fe. Hay que caer para subir, y hay que caer profundamente para subir más alto. De los abismos del mal y del tormento parten caminos temerarios que van a las cimas de la santidad. Esta es la psicología cristiana de la culpa. De lo más inhumano puede salir lo más elevado. Cuando la maldad, en el paroxismo del crimen se reconoce a sí misma, pasa de repente a voluntad de regeneración. El cristiano occidental, cristiano por costumbre, podrá ser justo y honrado, pero no fecundo. Es un burgués –y los burgueses son estériles-. Le falta la corona de espinas. No es en el equilibrio del mundo burgués, sino en medio de los truenos apocalípticos donde renacen las religiones” (…) «El Occidente brindó a la humanidad las formas más estudiadas de la técnica, de la organización estatal y de las comunicaciones; pero le robó el alma. Misión de Rusia es devolvérsela. Rusia posee precisamente las fuerzas espirituales que Europa perdió o destruyó. Rusia es un trozo de Asia y a la par un miembro de la comunidad cristiana de los pueblos; en ello estriba lo peculiar y único de su misión histórica. Solamente Rusia reúne condiciones para infundir nuevamente alma a una generación estragada por el afán de poderío y anquilosada en el positivismo. (…) Parece una afirmación atrevida, pero hay que hacerla con toda decisión: Rusia es el único país que puede redimir y que redimirá a Europa, porque, respecto del conjunto del problema de la vida, adopta una postura opuesta a la de todos los pueblos europeos. Precisamente del fondo de su sufrimiento sin ejemplo sacará un conocimiento más profundo del hombre y del sentido de la vida, y lo anunciará a los pueblos de la tierra. El ruso tiene para ello condiciones psíquicas que hoy día faltan a todos los pueblos occidentales.”

En 1817, un renombrado profeta de Francia, el Padre Souffrand (1755-1828), de la diócesis de Nantes, decía: “Los Rusos vendrán a abrevar sus caballos al Rhin, pero no lo atravesarán. Rusia se convertirá y ayudará a Francia a dar la paz y la tranquilidad al mundo entero”. Por su parte la ya mencionada Beata Ana María Taigi (1769-1837), que siempre apareció acertada en sus profecías y que llevó una vida milagrosa, anunció que “los Rusos se convertirán, así como Inglaterra y China”.

El benedictino Dom Prosper Guéranger[28] también abordó este tema:

La Rusia Católica es el fin del Islam y el triunfo final de la Cruz en el Bósforo sin ningún peligro para Europa; es el Imperio cristiano de Oriente elevado con un brillo y un poder que nunca tuvo; es Asia evangelizada, no sólo por unos pocos sacerdotes pobres y aislados, sino con el concurso de una autoridad más fuerte que la de Carlomagno. Es, en fin, la gran familia eslava reconciliada en la unidad de fe y de las aspiraciones de su propia grandeza. Esta transformación será el mayor acontecimiento del siglo que la verá cumplir, y cambiará la faz del mundo.”[29]

Y en otra oportunidad, señalaba el Padre Sáenz:

“Pienso que Dios ha escogido el comunismo para juzgar y castigar al Occidente. Rusia ha sufrido con una intensidad desconocida en todo el transcurso de la historia. Ese sufrimiento no caerá en saco roto. Los 66 millones de muertos, no pocos de ellos por causa de la fe, serán la simiente de algo grande. Es una tradición en la literatura y el pensamiento rusos que el sufrimiento es redentor. Por otra parte es una idea que está en las Escrituras. Rusia redimirá por el sufrimiento. En el lagar –¿o en el lager?- del sufrimiento el ruso ha acrisolado su fe. No en vano Nuestra Señora, en sus apariciones de Fátima, le asigna a Rusia una relevante misión en la historia, terrible ante todo, ya que propagará sus errores por el mundo, promoverá guerras, perseguirá a la Iglesia, martirizará a los buenos, aniquilará a varias naciones; pero gloriosa al fin, ya que su conversión, ligada a la consagración que de ella haga el Papa en unión con el episcopado universal, reportará grandes bienes para un Occidente hedonista y escéptico.”[30]

Nuevamente escuchemos a Mons. Fulton Sheen:

“Ese fuego ruso tiene grandes potencialidades. Los comunistas no niegan a Dios: Simplemente lo desafían…Los soviéticos son militantes, luchan contra Él porque saben que existe. Algún día lo amarán”.[31]

Monseñor Cristiani escribía en 1959, distinguiendo entre la posesión diabólica de China y la infestación que veía en Rusia:

“En Rusia, el Demonio está presente en la conducción, en la política, en la enseñanza, en los designios de futuro de los dirigentes. Pero lo que durante tanto tiempo se ha llamado "la santa Rusia" permanece intacta, en una gran parte. La fe vive, la plegaria actúa. Los embustes del Demonio no han alterado la fe intensa del pueblo ruso. Las infestaciones son violentas y pérfidas, pero ineficaces en lo concerniente al alma profunda de la nación. Todo lo que sabemos o creemos saber sobre Rusia nos hace llegar a la conclusión de la dualidad esencial entre el partido diabólico que ejerce el poder y las masas populares que siguen siendo cristianas. Por su paciencia, por su fidelidad, por su apego a las viejas tradiciones nacionales, Rusia no sólo resiste a los ataques del Demonio, sino que se prepara, tal vez, por gracia de la Virgen María, la Panagia, Toda-Santa, a una resurrección que asombrará al universo. En todo caso, en un conflicto que abarcara al universo todo, no es seguro que avanzara con los enemigos de Dios y de su Cristo, ¡que obedeciera a la voz de orden de Satán![32]

El destacado historiador y sovietólogo Alberto Falcionelli, también sostenía que Rusia tendría un papel decisivo en la renovación de la fe perdida en el “Occidente cristiano”. Así decía en 1980, cuando nadie conjeturaba la caída del régimen soviético, tan sólo una década más tarde:

“En lo que hace a Rusia –no digo: Unión Soviética, digo: Rusia-, considero inadmisible que se niegue su pertenencia a la misma civilización que nosotros. Mientras hubo civilización cristiana, por supuesto. Más aún, sostengo que, cuando nosotros ya no hacíamos referencia al cristianismo de nuestros mayores más que como a un recuerdo nostálgico, o vergonzoso, según los casos objeto de lágrimas o de escarnio, los rusos seguían y siguen afirmándose con firmeza y orgullo siempre mayores en la fe de sus antepasados. Allá, pese a las persecuciones atroces (o en respuesta a ellas) de que es objeto constante, la preocupación religiosa no es referencia histórica, es renovación de la fe de los confesores que dieron su gloria a la Iglesia y su vida a la nación. De suerte que –y esto lo sostengo desde hace muchos años-, cuando queremos hablar de “civilización cristiana”, tomemos a Rusia como punto de partida para nuestra resurrección por cuanto, mientras los cristianos, los católicos que seguimos resueltos en nuestra fe en el Oeste, estamos reducidos a luchar a la defensiva aun, a veces, contra la impaciencia irritada de quienes deberían ser nuestros pastores; nuestros hermanos del Este han optado por dar batalla y por darla atacando”.[33]

Nada que objetar a unas palabras que cada día parecen más comprobadas por la actualidad de Rusia.

Nuestro Jordán Bruno Genta, dejó asentado:

Creemos en la profunda devoción mariana del pueblo ruso que el Poder Soviético, brutal en la negación y en el exterminio, no ha podido destruir en las almas porque es indestructible.

Esta inconmovible certidumbre es el fundamento de nuestra esperanza del retorno de Rusia a Cristo, negado también en Occidente que ha renegado de la Verdad, y que, como Rusia, tiene un único camino de salvación que es el retorno al que es principio y fin último, Creador y Redentor del mundo”.[34]

Esa esperanza de Genta se ha cumplido. Aunque no ha terminado su camino hacia Cristo. Quizás Rusia, entonces, creyendo seguir su misión “santa”, encuentre su verdadera misión, aquella que el Cielo, tras la consagración que realizará el Papa de la Iglesia de Roma junto a los obispos, le dará, para afrontar los últimos tiempos de la historia humana, la renovación de la Iglesia y la preparación para el combate final contra el Anticristo. Mientras tanto y por el momento, puede que simplemente Rusia tenga la misión transitoria de resistir al Gobierno Mundial prescindente de los Estados-nación, impulsor de la contranatura, que busca borrar el nombre de Cristo de la faz de la tierra.

En diversas ocasiones Rusia constituyó una valla defensiva para la Cristiandad. Estamos muy lejos de la pretendida doctrina del “Destino manifiesto” de los EE.UU., una elucubración de mercaderes y tenderos puritanos bajo influencia de los designios masónicos, siendo los mismos EE.UU. una creación de las logias trespúnticas. “La Rusia zarista, desde 1223 hasta 1917, aseguró la presencia cristiana en el este de Europa, libró parcialmente a Occidente de la necesidad de defenderse contra el Islam, protegió a los cristianos de los Balcanes, hizo posible la independencia de Grecia, nuestra madre común, salvó la orden de los jesuitas expulsados de Europa en el siglo XVIII, evangelizó Alaska…El balance no es despreciable. A los historiadores no les gusta jugar al juego de los “si” y tienen razón. Con todo, supongamos a los Rusos con y no contra Gengis Khan en el siglo XII; con y no contra los Turcos en Lepanto en el XVI o bajo los muros de Viena en el XVIII… ¿Dónde estaríamos?”.[35]

Si Rusia cumple su verdadera misión, será sólo tras haber escuchado y comprendido las palabras de su hijo, convertido al catolicismo y luego sacerdote, el Padre Agustín Shuvalov:

“Haz, ¡Dios mío! que todos los que me leen se persuadan de que se puede ser católico y ruso al mismo tiempo, católico y fiel súbdito del ilustrado y magnánimo príncipe que nos gobierna. ¡Ah! que el emperador, a quien he dedicado una devoción eterna, comprenda que es digno de su corazón tan noble, que es digno de nuestra gloriosa patria no obstaculizar un alma católica en su relación con Dios. ¡Pueda Rusia comprender que el catolicismo no es contrario a la nacionalidad, y que la verdad siempre será el más firme apoyo de la lealtad y el patriotismo!”[36]

 

 



[1] Igor Chafarévitch, ¿Tiene Rusia futuro? (1974), en Gladius N°14, Pascua de 1989.

[2] R. Calderón Bouchet, Nacionalismo y Revolución, Librería Huemul, Bs. As. 1983, pág. 44.

[3] A. Solzhenitsyn, Reconstruyendo Rusia, cit. en J. Pearce, Solzhenitsyn. Un alma en el exilio, Ciudadela libros, Madrid, 2007.

[4] Juan Carlos Goyeneche, Virtudes para los tiempos de esperanza, en Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino, Ediciones Dictio, Bs. As. 1976, pág. 277.

[5] A. Caponnetto, Respuestas sobre la independencia, pág. 66.

[6] V. Soloviev, Intr. a L’idée Russe, Perrin et Cie. Libraires-Éditeurs, Paris, 1888. 

[7] L. Castellani, “El Derecho de Gentes”, en Decíamos ayer, p. 143.

[8] Excepto tal vez Soloviev, que teorizó al respecto y para quien “Participar en la vida de la Iglesia universal, en el desarrollo de la gran civilización cristiana, y participar según sus fuerzas y capacidades particulares, he allí el solo objetivo verdadero, la única misión verdadera de cada pueblo” (L’idée Russe, p. 17).

[9] Osvaldo Lira, La vida en torno, Revista de Occidente, Madrid, 1949, págs. 58-59.

[10] Para comprender el papel de la masonería en la creación de los Estados Unidos, valga este artículo:

http://syllabus-errorum.blogspot.fr/2015/04/que-son-los-estados-unidos.html

[11] P. Sáenz, Rusia y su misión en la historia, 2, pág. 440.

[12] P. Lira, ob. cit., pág. 81.

[13] P. Calmel, citado en La Russie se convertira, Dominicus, pág. 7.

[15] Calderón Bouchet, R., Nacionalismo y Revolución, p. 13.

[16] Berdiaev, N., El sentido de la historia. Ediciones Encuentro, Madrid, 1979.

[17] José Luis Osvaldo Lira Pérez SS.CC. (1904-1996), fue un sacerdote católico, filósofo y teólogo chileno, erudito, defensor de la Tradición y la Hispanidad. Recordemos su opinión sobre el Vaticano II: «El Concilio Vaticano II hay que borrarlo todo de un plumazo. No hay nada que me interprete, salvo las cuestiones dogmáticas en que se cita a concilios anteriores. Hay cosas que las pudo haber redactado el más pintado de los liberales. Hubo malos manejos, hubo censura, hubo manipulación, se alteraron las comunicaciones. Lo que no sea dogma puedo borrarlo de un plumazo y no caer en herejía. Los papas que lo convocaron dijeron que era un concilio puramente pastoral. Sólo los dogmas de fe uno está obligado a acatarlos.» [Osvaldo Lira entrevista en 1993]

[18] O. Lira, ob. cit.

[19] Vladimir Soloviev (1853-1900) idealista, poeta, escritor y crítico literario ruso. Su obra más conocida es Breve relato del Anticristo. Trabajó en pos de la unificación entre la Iglesia ortodoxa rusa y la Iglesia católica.

[20] Rusia y la Iglesia universal, cit. por P. Alfredo Sáenz, en “De la Rus’ de Vladimir al ‘Hombre nuevo’ soviético”.

[21] Id. ant.

[22] A. Sáenz, Ibíd. ¿No es exactamente esto lo que estamos viendo hoy mismo a raíz de la “pandemia”?

[23] “Por qué estamos con Rusia”, abc.es.

[24] Mons. F. Sheen, El comunismo y la conciencia occidental.

[25] P. Alfredo Sáenz, De la Rus de Vladimir al Hombre nuevo soviético.

[26]  Fulton John Sheen (1895-1979), arzobispo norteamericano de la Iglesia católica, muy destacado por sus alocuciones radiales y televisivas, escribió muchos y exitosos libros. Estaba en curso su proceso de beatificación pero recientemente el Vaticano modernista lo suspendió.

[27] P. Alfredo Sáenz, idem ant.

[28] Prosper-Louis-Pascal Guéranger (1805–1875) fue un sacerdote francés, ilustre restaurador y abad del priorato benedictino de Solesmes, y fundador de la Congregación de Francia de la Orden de San Benito Abad. Su obra más difundida es El año litúrgico.

[29] Dom Prosper Guéranger, Année liturgique, 14 novembre, saint Josaphat.

[30] Alfredo Sáenz, Entrevista. La misión providencial de Rusia, revista Gladius N° 16, Navidad 1989, pág.146.

[31] Mons. Fulton Sheen, La vida merece vivirse…pp. 230-232, cit. en A. Sáenz, Rusia y su misión en la historia, t.2, p. 849.

[32] Mons. Cristiani, Presencia de Satán en el mundo moderno, Ediciones Peuser, Bs. As. 1962.

[33] A. Falcionelli, “Los signos de los tiempos” (con perdón), Revista Moenia N° 1, Buenos Aires, Marzo 1980.

[34] J. B. Genta, Libre examen y comunismo, pág. 146.

[35] Vladimir Volkoff, Figaro-Magazine, 11 de junio de 1988, p. 22, cit en A. Sáenz, Rusia y su misión en la historia, t. 2 p.528.

[36] P. Shouvaloff, Ma conversión et ma vocation, Paris, Charles Douniol Libraire-Editeur, 1859, Préface.

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