Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 8 de julio de 2023

ORACIÓN A LA VIRGEN

 


Remedio contra los “espíritus de las tinieblas” y las fuerzas del odio y del temor

 

 

Por FLAVIO MATEOS

 

Entre los tantos hechos relevantes ocurridos en días 13, como las apariciones de Fátima (muchos de los cuales reseñamos en nuestro libro “Fátima y Rusia”), está el siguiente: el 13 de enero de 1864, la Virgen María le dictó al Padre Cestac (1801-1868), Fundador de la Congregación de las Siervas de María en Anglet, Francia, la siguiente oración, con el fin de combatir victoriosamente a las fuerzas infernales, después de que el sacerdote tuviera una visión de los «destrozos indescriptibles» que causaban los demonios en la Tierra. Esta bella oración fue recomendada por el papa Pío IX, y enriquecida con indulgencias por los papas León XIII y San Pío X (precisamente hoy 8 de julio hace exactamente 115 años). He aquí la oración:

 

Augusta Reina de los Cielos, soberana Dueña de los Ángeles, Vos que desde el principio, habéis recibido el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satán, Os pedimos humildemente que enviéis Vuestras santas legiones afín de que, a Vuestras órdenes y por Vuestro poder, persigan a los demonios, los combatan en todo lugar, repriman su audacia y los arrojen al abismo.

¿Quién como Dios?

Oh buena y tierna Madre, Vos seréis por siempre nuestro amor y nuestra esperanza.

Oh divina Madre, enviad los Santos Ángeles para defenderme y ahuyentad lejos de mí al cruel enemigo.

Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos y guardadnos. Amén.

 

Veamos un relato del hecho:

“El 13 de enero de 1864, el Padre Luis Cestac (fundador de la Congregación de las Siervas de María, muerto en 1868), acostumbrado a las bondades de la Santísima Virgen, fue súbitamente tocado como de un rayo de claridad divina. Vio los demonios esparcidos por el mundo, causando estragos indecibles. Al mismo tiempo, tuvo una visión de la Santísima Virgen. Esta buena Madre le dijo que en efecto los demonios estaban desencadenados en el mundo y que la hora había llegado de invocarla como Reina de los Ángeles y rogarle que envíe las santas legiones para combatir y derribar las potencias del infierno”.

“Madre mía, contestó el Padre, Vos que sois tan buena, ¿no podríais enviarlas sin que se Os pida? No, respondió la Santísima Virgen, la oración es una condición exigida por Dios mismo para obtener las gracias. Pues bien, Madre mía, replicó el Padre, ¿querríais Vos misma enseñarme la manera de rogaros? Y entonces recibió de la Santísima Virgen la oración: “Augusta Reina”.

“Mi primer deber, escribió el Padre Cestac, fue de presentar esta oración a Monseñor Lacroix, obispo de Bayona, quien tuvo a bien aprobarla. Cumplido este deber, hice imprimir 500.000 ejemplares y tomé la resolución de enviarlos por todas partes.”

“Debemos decir que al momento de la primera impresión, las prensas se rompieron por dos veces”.


Podemos agregar a esto que el año en que fue dictada la oración fue 1864. La Virgen en La Salette había dicho: “En el año 1864, Lucifer y un gran número de demonios serán liberados del infierno: ellos abolirán la fe poco a poco y aun en las personas consagradas a Dios; van a cegarlos de tal manera que, excepto por una gracia particular, esas personas serán tomadas por el espíritu de esos ángeles malos; muchas casas religiosas perderán enteramente la fe y perderán muchas almas”. Esto parece haber visto el P. Cestac en su visión, y por eso la Virgen le dictó una oración especial contra las legiones satánicas. Del mismo modo parece haber ocurrido con el papa León XIII, precisamente otro día 13, el 13 de octubre de 1884 (13 de octubre sería la última aparición en Fátima), cuando tuvo la visión de las huestes infernales invadiendo la Iglesia y el mundo, lo que le inspiró la Oración a San Miguel Arcángel para rezar al final de la Misa tridentina (oración que los modernistas conciliares quitaron rápidamente cuando inventaron el Novus Ordo).

1864 fue un año decisivo, pues mientras las fuerzas del mal se organizaban ya en la Primera Internacional socialista, de la cual derivaría la Comuna de París (1871), la Iglesia daba una formidable respuesta, cuando Pio IX diera a conocer la encíclica Quanta cura y el Syllabus. El combate entre la Mujer y la Serpiente, se volvía más encarnecido, preludiando lo que iba a ser el siglo XX. En ese combate sin tregua nos encontramos implicados cada vez más. Recemos con insistencia el Santo Rosario y también la oración del Padre Cestac cotidianamente.

 

¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María!

 


UN LIBRO PARA ESTE TIEMPO

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