Lo que sigue es un capítulo de mi libro “El último gobierno de Sancho”,
Buenos Aires, Bella Vista Ediciones, 2022. Su destinatario acaba de ser
nombrado por Bergoglio, nada menos que Prefecto para la Sagrada Congregación
para la Doctrina de la Fe. Herejes, apóstatas, blasfemos, sacrílegos y
servidores de la contranatura festejan su designación. Los católicos estamos de
duelo. Oremos.
ANTONIO CAPONNETTO
El Pastor Besuqueiro
Apenas pudo el sanguíneo Helios asomar desafiante en el cielo argento,
tras emanciparse de sus edípicos padres Hiperión y Tea, tostó la testa monda y
lironda del Gobernador, quien a la sazón se hallaba rumiando el último
“Avemaría” del primero de los Gloriosos.
En rascarse la oreja izquierda con la mano diestra andaba (guardando
recato este juglar sobre otras rascaduras), cuando de pronto llególe a los
oídos un crepitar de cuerdas desafinadas, cuyo responsable era un ente carnoso,
de fisonomía tan híbrida que desconcertó al Primer Insulano.
-“Ya me decía mi señor Don Quijote que los ciclanes existen”, le
farfulló Sancho a su Edecán de Turno.
- ¿Quiénes son los ciclanes, Esplendencia? Aquí sólo se conoce el ciclón
de San Lorenzo, de quien es devoto a rajatabla Iscariote I. -¡Cállate zopenco!
Se nota que no eres un analfabeto como yo. Si no, hubieras escuchado cantar al
divino Homero, acerca de aquella raza temible de monstruos unitesticulares,
como los chanchos monórquidos.
-¡A la pucha, Majestad!, me sorprende usted con su refinamiento
idiomático. ¿Acaso ha tomado clases con el Conde Diego Armando?
-Cuanto sé de estas bestias sin atributos normales en sus partes
pudendas, lo he aprendido en el chiquero de mi finca; que a quien tiene
porqueriza/lo educará su nodriza; y entre mucha cochiquera/no es necesaria la
escuela, y en el corral, de bedel/trabajaba Baradel[1] y...
Interrumpiendo la conocida e irrefrenable adicción a la paremiología del
Máximo Regidor, el Edecán le espeta con cierta premura de súbdito diligente:
-“Su Magnificencia, dispense usted, pero el ciclano éste, o como se
diga, quiere verlo. Dice llamarse Tucho, tener un obispado en la aldea La
Guita, y se siente perseguido por los reaccionarios de la susodicha comarca”.
-No sabía que aún quedaban reaccionarios en estos confines. ¿Son de
Tacuara? ¡Que pase! Aquí no se le niega el asilo a naides, sea hermafrodito,
obispo, farinelli o metropolita. Que a cada quien yo escucho/aunque se tenga
por Tucho...
Fue así que ingresó en la Sala de Primeros Auxilios Institucionales, un pelado torvo de chomba gris, calvicie sospechosamente lustrosa, gestos amadamados, boca achupetada y párpados abricerrados. A juzgar por el hedor que emanaban sus bragas, era posible adivinar que, en el trayecto hasta la Comandancia, el infeliz se había desgraciado o padecía el síndrome crónico de colitis emotiva.
Lo secundaban nigromantes y arpías, súcubos y pécoras, íncubos y
zahoríes, cada quien con su zorongo verde cruzado sobre lo que antiguamente se
conocía con el nombre de pecho, pero que por semántica sexista derivó en peche
o caje toracique.
Abusando de la confianza, y contra todo protocolo, el mitrado
guitarrero de La Guita, tomó la palabra y díjole a Sancho:
-“Celsitud. Me llamo Fernández, aunque sé que no es buen momento para
apellidarse así. Mi especialidad son los ósculos sanadores, por lo que algunos
me conocen como “El Osculense” o “La Carantañona”. Pero no estoy aquí para
blasonar de ternezas sino para explayar un quejido y reclamar sanciones, ¡o
noble retoño de Baco!
Sabrá usted que durante siglos la Iglesia toleró la esclavitud; que
enseñó además que los indios no tenían almas; que sus jerarcas de insuperado
cuño medieval no fueron sino machos que acusaron a la mujer sin razón; que
sostuvieron que los templos son la casa de Dios y no del pueblo; que cometieron
el pecado horrendo de declarar guerras justas contra los plausibles partidarios
de una sociedad inclusiva, plurisexual, omniorificial, polifornicataria y pos
verdad; y sabrá usted, imagino, que debatiéndose contra el patriarcado opresor,
y contra el hambre aborigen, rectamente saciado con el canibalismo, Fray
Bartolomé de las Casas fue santo súbito, en prueba de lo cual le traigo una
estampita con su cara y una jaculatoria de Pablo Neruda...”
Aguantó hasta aquí el Gobernador la glosolalia y la lagotería del
visitante, e interrumpiéndolo con un gesto universal de “¡finishela!”, se
dirigió de soslayo al Dr. Wikipedia, su Ministro de Omnisciencia, ante lo cual
los restantes miembros de la corte también se volvieron de soslayo.
-Dígame, maestro, ¿quién es este Nervuda o Ners Buda que menta el
ciclán?
-Es un poetastro chileno, Mi Sublimidad. Para más señas judío,
stalinista y espía soviético y diz que dice alguno que de costumbres
heterodoxas para un viri probati, como predica Monseñor Marcelo Sánchez
Amazonia.
-No he probado ni pienso probar esos “viris” –acotó Sancho- ni me ando
leyendo versitos que, ¡bendito sea Dios! soy ágrafo e iletrado, y a mucha
honra. Pero que ahora quiera la Capitanía de Chile volver a invadirnos de
mapuches y aymarás, y encima canonizadores, valiéndose de este clérigo zote, no
ha de consentirlo el marido de mi esposa, Teresa Panza.
Al oír las palabras “marido” y “mi esposa”, la caterva verdosa que
acolitaba al Tucho empezó a dar pruebas de descompostura facial y esfinterial,
extremos corporales que, para el caso, eran exactamente lo mismo.
Sobreactuando el aplomo, mas sin disimular el desagrado o la tirria,
Sancho se acercó al Pastor Besuqueiros, con su mano derecha agarrada al facón y
en la otra posando ostensiblemente el escapulario del Carmen, e interrogó de
este modo al prelado de La Guita:
-Dime so pedazo de tarugo, ¿cuántos concilios menciona mi compadre
Balmes, durante los cuales la Santa Madre Iglesia condenó la esclavitud?
¿Cuántas fueron tus diez últimas novenas a San Pedro Claver, San Pedro Nolasco
o San Toribio de Mogrovejo? ¿Has estado en Valladolid cuando, siguiendo las
órdenes de mi Señora Santa Isabel, se consignó que los indios eran creaturas
como los aquí presentes, excepto tú y la recua que te apadrina? ¿Has asistido a
San Bernardo capitaneando a los Templarios o a San Juan de Capistrano, llevando
preces y mandobles por doquier, o a Raimundo de Fitero a la vanguardia de los
Calatravenses? ¿Has visitado de hinojos los miles de altares consagrados a
santos y mártires guerreros? ¿Te han enseñado en las clases de catecismo de tu
parroquia: Génesis I,27, Efesios 5,23, Mateo 10,34 y Lucas 22,48? ¿Conoces la
historia de la Macabea y de Judith, la de Juanita de Orleans y mi vecina
carmelitana de Ávila?
¡Respóndeme mentecato, memo, alcornoque y cernícalo! ¿A mí no me
respondes? ¿No sabes que Dios Nuestro Señor me ha conferido el poder para crear
en esta ínsula amada el Ministerio de Patadas en el Trasero, fungiendo de
Prefecto, a perpetuidad, el irrefrenable Braulio? ¡Respóndeme, te conmino! ¿No
fue el Dios de los Ejércitos el primero que estipuló una resistencia contra los
ángeles caídos? ¿No fue el glorioso Mikael el que ejecutó la más grande
contraofensiva jamás vista para pelear contra el sotreta de Mandinga?
Apabullado por las preguntas de Su Esplendencia, que le salían a
borbotones, como tinto de damajuana en peña mendocina, y más turbado que otras
veces, Tucho quiso apelar a su especialidad, la mimología; y empezó a soplar
besitos al aire de octubre, en la Comandancia misma del Supremo. No lo hubiera
hecho. De pronto, las manos del Prefecto Braulio, envueltas en unas anchas
mangas rojo punzó, atenazaron el cogote del pastor besuqueiro, y lo llevaron, a
fuerza de coceaduras y voleas, hasta el calabozo más cercano.
Entonces, y tomándose un respiro en jarra grande, Sancho I promulgó la
siguiente
Sentencia:
“Considerando que los obispos tienen alma, aunque esté reducida a un
sustantivo abstracto; que son culpables de privar a la gracia de la naturaleza,
aquélla la cual sobrevuela en vano buscando a la otra para posarse; que el
último examen que aprobaron cum laude fue el de pipí; y que antes prefieren
ofender a Dios que la muerte, la añadidura al Reino y la cizaña al trigo.
Considerando a lo agregado ut supra, que el susodicho Tucho debió ser colafizado
que no empoderado, y que su obsecuencia seguida de felonía tiene antecedentes
graves en el Huerto de Getsemaní, se resuelve:
I.-Mantenerlo en el calabozo sine die, durante cuya estancia en él
ayunará y rezará, estudiando ambas Summas y la Patrología griega, en su idioma
fontal.
II.-Obligarlo a tomar clases de historia con la ingente bibliografía del
Lobizón Cuyano, quien queda autorizado pos mortem, desde ya y por esta
pragmática a darle con el puntero en las yemas, cada vez que yerre, desbarre u
opine.
III.-Suspenderle el ejercicio del santo ministerio, hasta que no aprenda
a oficiar los ritos tridentino, mozárabe y visigótico, para lo cual se le pone
de tutor al Eparca Víctor Vas terrechian.
IV.-Enviarlo una vez al año, con tobillera radarizada, al Encuentro
Nacional de Mujeres, y dejarlo en medio dellas con una pancarta celeste que
diga: ¡Viva el Patriarcado! Comando Cacho Castaña[2].
V.-Será justicia.
Leído que fuere el veredicto con la solemnidad y la pompa que el caso
ameritaban, aplaudieron los presentes, fugáronse los abisales verdes,
restablecióse la calma, y el Gobernador dio la señal de los festejos. Los
cuales consistieron ese día en el cierre de Santa Marta, una fogatina con
Nostra Aetate y Amoris Laetitia, la declaración de la ínsula como el Primer
Estado Gibelino y Cesaropapista, y 21 cañonazos desagraviando la Catedral de La
Guita. Los cuales serán arrojados en tres tandas de siete, por Los Colorados
del Monte, el General Enrique Gorostieta Velarde y el noble Henri de La
Rochejaquelein
[1] En la mitología sutesience (elaborada por el
Sindicato Único de Trabajadores de la Educación o Burros y Vagos con
Guardapolvos), Baradel es el protector del inframundo de los paros docentes y
la deidad de las huelgas colegiales. Se sabe que tiene una apariencia sórdida,
a veces bajo la forma de un jabalí crinudo, otras la de un vulgarote chanchón.
Su verba es lo más próximo a una arcada y su andar lo más cercano a un
callejear murguero. N.del T.
[2] Sobre el nombre del Comando supo haber un
debate académico, que alcanzó por momentos la envergadura renacentista de La
polémica de auxiliis. Concluyeron al fin, agustinianos, molinistas y tomistas,
que “Cacho Castaña” era el nombre de un fauno dado al canto popular con ciertas
propensiones machistas, aunque crípticamente sutiles, como aquella que dice:
“Si te agarro con otro te mato/te doy una paliza y después me escapo”. N.del T
FUENTE:
http://www.ncsanjuanbautista.com.ar/2023/07/el-pastor-besuqueiro-antonio-caponnetto.html?m=0