Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

miércoles, 5 de julio de 2023

EL PASTOR BESUQUEIRO - ANTONIO CAPONNETTO

 


Lo que sigue es un capítulo de mi libro “El último gobierno de Sancho”, Buenos Aires, Bella Vista Ediciones, 2022. Su destinatario acaba de ser nombrado por Bergoglio, nada menos que Prefecto para la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Herejes, apóstatas, blasfemos, sacrílegos y servidores de la contranatura festejan su designación. Los católicos estamos de duelo. Oremos.

ANTONIO CAPONNETTO

 

 

El Pastor Besuqueiro

 

Apenas pudo el sanguíneo Helios asomar desafiante en el cielo argento, tras emanciparse de sus edípicos padres Hiperión y Tea, tostó la testa monda y lironda del Gobernador, quien a la sazón se hallaba rumiando el último “Avemaría” del primero de los Gloriosos.

En rascarse la oreja izquierda con la mano diestra andaba (guardando recato este juglar sobre otras rascaduras), cuando de pronto llególe a los oídos un crepitar de cuerdas desafinadas, cuyo responsable era un ente carnoso, de fisonomía tan híbrida que desconcertó al Primer Insulano.

-“Ya me decía mi señor Don Quijote que los ciclanes existen”, le farfulló Sancho a su Edecán de Turno.

- ¿Quiénes son los ciclanes, Esplendencia? Aquí sólo se conoce el ciclón de San Lorenzo, de quien es devoto a rajatabla Iscariote I. -¡Cállate zopenco! Se nota que no eres un analfabeto como yo. Si no, hubieras escuchado cantar al divino Homero, acerca de aquella raza temible de monstruos unitesticulares, como los chanchos monórquidos.

-¡A la pucha, Majestad!, me sorprende usted con su refinamiento idiomático. ¿Acaso ha tomado clases con el Conde Diego Armando?

-Cuanto sé de estas bestias sin atributos normales en sus partes pudendas, lo he aprendido en el chiquero de mi finca; que a quien tiene porqueriza/lo educará su nodriza; y entre mucha cochiquera/no es necesaria la escuela, y en el corral, de bedel/trabajaba Baradel[1] y...

Interrumpiendo la conocida e irrefrenable adicción a la paremiología del Máximo Regidor, el Edecán le espeta con cierta premura de súbdito diligente:

-“Su Magnificencia, dispense usted, pero el ciclano éste, o como se diga, quiere verlo. Dice llamarse Tucho, tener un obispado en la aldea La Guita, y se siente perseguido por los reaccionarios de la susodicha comarca”.

-No sabía que aún quedaban reaccionarios en estos confines. ¿Son de Tacuara? ¡Que pase! Aquí no se le niega el asilo a naides, sea hermafrodito, obispo, farinelli o metropolita. Que a cada quien yo escucho/aunque se tenga por Tucho...

Fue así que ingresó en la Sala de Primeros Auxilios Institucionales, un pelado torvo de chomba gris, calvicie sospechosamente lustrosa, gestos amadamados, boca achupetada y párpados abricerrados. A juzgar por el hedor que emanaban sus bragas, era posible adivinar que, en el trayecto hasta la Comandancia, el infeliz se había desgraciado o padecía el síndrome crónico de colitis emotiva.

Lo secundaban nigromantes y arpías, súcubos y pécoras, íncubos y zahoríes, cada quien con su zorongo verde cruzado sobre lo que antiguamente se conocía con el nombre de pecho, pero que por semántica sexista derivó en peche o caje toracique.

 Abusando de la confianza, y contra todo protocolo, el mitrado guitarrero de La Guita, tomó la palabra y díjole a Sancho:

-“Celsitud. Me llamo Fernández, aunque sé que no es buen momento para apellidarse así. Mi especialidad son los ósculos sanadores, por lo que algunos me conocen como “El Osculense” o “La Carantañona”. Pero no estoy aquí para blasonar de ternezas sino para explayar un quejido y reclamar sanciones, ¡o noble retoño de Baco!

Sabrá usted que durante siglos la Iglesia toleró la esclavitud; que enseñó además que los indios no tenían almas; que sus jerarcas de insuperado cuño medieval no fueron sino machos que acusaron a la mujer sin razón; que sostuvieron que los templos son la casa de Dios y no del pueblo; que cometieron el pecado horrendo de declarar guerras justas contra los plausibles partidarios de una sociedad inclusiva, plurisexual, omniorificial, polifornicataria y pos verdad; y sabrá usted, imagino, que debatiéndose contra el patriarcado opresor, y contra el hambre aborigen, rectamente saciado con el canibalismo, Fray Bartolomé de las Casas fue santo súbito, en prueba de lo cual le traigo una estampita con su cara y una jaculatoria de Pablo Neruda...”

Aguantó hasta aquí el Gobernador la glosolalia y la lagotería del visitante, e interrumpiéndolo con un gesto universal de “¡finishela!”, se dirigió de soslayo al Dr. Wikipedia, su Ministro de Omnisciencia, ante lo cual los restantes miembros de la corte también se volvieron de soslayo.

-Dígame, maestro, ¿quién es este Nervuda o Ners Buda que menta el ciclán?

-Es un poetastro chileno, Mi Sublimidad. Para más señas judío, stalinista y espía soviético y diz que dice alguno que de costumbres heterodoxas para un viri probati, como predica Monseñor Marcelo Sánchez Amazonia.

-No he probado ni pienso probar esos “viris” –acotó Sancho- ni me ando leyendo versitos que, ¡bendito sea Dios! soy ágrafo e iletrado, y a mucha honra. Pero que ahora quiera la Capitanía de Chile volver a invadirnos de mapuches y aymarás, y encima canonizadores, valiéndose de este clérigo zote, no ha de consentirlo el marido de mi esposa, Teresa Panza.

Al oír las palabras “marido” y “mi esposa”, la caterva verdosa que acolitaba al Tucho empezó a dar pruebas de descompostura facial y esfinterial, extremos corporales que, para el caso, eran exactamente lo mismo.

Sobreactuando el aplomo, mas sin disimular el desagrado o la tirria, Sancho se acercó al Pastor Besuqueiros, con su mano derecha agarrada al facón y en la otra posando ostensiblemente el escapulario del Carmen, e interrogó de este modo al prelado de La Guita:

-Dime so pedazo de tarugo, ¿cuántos concilios menciona mi compadre Balmes, durante los cuales la Santa Madre Iglesia condenó la esclavitud? ¿Cuántas fueron tus diez últimas novenas a San Pedro Claver, San Pedro Nolasco o San Toribio de Mogrovejo? ¿Has estado en Valladolid cuando, siguiendo las órdenes de mi Señora Santa Isabel, se consignó que los indios eran creaturas como los aquí presentes, excepto tú y la recua que te apadrina? ¿Has asistido a San Bernardo capitaneando a los Templarios o a San Juan de Capistrano, llevando preces y mandobles por doquier, o a Raimundo de Fitero a la vanguardia de los Calatravenses? ¿Has visitado de hinojos los miles de altares consagrados a santos y mártires guerreros? ¿Te han enseñado en las clases de catecismo de tu parroquia: Génesis I,27, Efesios 5,23, Mateo 10,34 y Lucas 22,48? ¿Conoces la historia de la Macabea y de Judith, la de Juanita de Orleans y mi vecina carmelitana de Ávila?

¡Respóndeme mentecato, memo, alcornoque y cernícalo! ¿A mí no me respondes? ¿No sabes que Dios Nuestro Señor me ha conferido el poder para crear en esta ínsula amada el Ministerio de Patadas en el Trasero, fungiendo de Prefecto, a perpetuidad, el irrefrenable Braulio? ¡Respóndeme, te conmino! ¿No fue el Dios de los Ejércitos el primero que estipuló una resistencia contra los ángeles caídos? ¿No fue el glorioso Mikael el que ejecutó la más grande contraofensiva jamás vista para pelear contra el sotreta de Mandinga?

Apabullado por las preguntas de Su Esplendencia, que le salían a borbotones, como tinto de damajuana en peña mendocina, y más turbado que otras veces, Tucho quiso apelar a su especialidad, la mimología; y empezó a soplar besitos al aire de octubre, en la Comandancia misma del Supremo. No lo hubiera hecho. De pronto, las manos del Prefecto Braulio, envueltas en unas anchas mangas rojo punzó, atenazaron el cogote del pastor besuqueiro, y lo llevaron, a fuerza de coceaduras y voleas, hasta el calabozo más cercano.

Entonces, y tomándose un respiro en jarra grande, Sancho I promulgó la siguiente

Sentencia:

“Considerando que los obispos tienen alma, aunque esté reducida a un sustantivo abstracto; que son culpables de privar a la gracia de la naturaleza, aquélla la cual sobrevuela en vano buscando a la otra para posarse; que el último examen que aprobaron cum laude fue el de pipí; y que antes prefieren ofender a Dios que la muerte, la añadidura al Reino y la cizaña al trigo. Considerando a lo agregado ut supra, que el susodicho Tucho debió ser colafizado que no empoderado, y que su obsecuencia seguida de felonía tiene antecedentes graves en el Huerto de Getsemaní, se resuelve:

I.-Mantenerlo en el calabozo sine die, durante cuya estancia en él ayunará y rezará, estudiando ambas Summas y la Patrología griega, en su idioma fontal.

II.-Obligarlo a tomar clases de historia con la ingente bibliografía del Lobizón Cuyano, quien queda autorizado pos mortem, desde ya y por esta pragmática a darle con el puntero en las yemas, cada vez que yerre, desbarre u opine.

III.-Suspenderle el ejercicio del santo ministerio, hasta que no aprenda a oficiar los ritos tridentino, mozárabe y visigótico, para lo cual se le pone de tutor al Eparca Víctor Vas terrechian.

IV.-Enviarlo una vez al año, con tobillera radarizada, al Encuentro Nacional de Mujeres, y dejarlo en medio dellas con una pancarta celeste que diga: ¡Viva el Patriarcado! Comando Cacho Castaña[2].

V.-Será justicia.

Leído que fuere el veredicto con la solemnidad y la pompa que el caso ameritaban, aplaudieron los presentes, fugáronse los abisales verdes, restablecióse la calma, y el Gobernador dio la señal de los festejos. Los cuales consistieron ese día en el cierre de Santa Marta, una fogatina con Nostra Aetate y Amoris Laetitia, la declaración de la ínsula como el Primer Estado Gibelino y Cesaropapista, y 21 cañonazos desagraviando la Catedral de La Guita. Los cuales serán arrojados en tres tandas de siete, por Los Colorados del Monte, el General Enrique Gorostieta Velarde y el noble Henri de La Rochejaquelein

 

 

 

[1] En la mitología sutesience (elaborada por el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación o Burros y Vagos con Guardapolvos), Baradel es el protector del inframundo de los paros docentes y la deidad de las huelgas colegiales. Se sabe que tiene una apariencia sórdida, a veces bajo la forma de un jabalí crinudo, otras la de un vulgarote chanchón. Su verba es lo más próximo a una arcada y su andar lo más cercano a un callejear murguero. N.del T.

[2] Sobre el nombre del Comando supo haber un debate académico, que alcanzó por momentos la envergadura renacentista de La polémica de auxiliis. Concluyeron al fin, agustinianos, molinistas y tomistas, que “Cacho Castaña” era el nombre de un fauno dado al canto popular con ciertas propensiones machistas, aunque crípticamente sutiles, como aquella que dice: “Si te agarro con otro te mato/te doy una paliza y después me escapo”. N.del T

 

FUENTE:

http://www.ncsanjuanbautista.com.ar/2023/07/el-pastor-besuqueiro-antonio-caponnetto.html?m=0

 

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