10/11/2022
Entrevista
de Michael Matt a monseñor Viganò en la Catholic Identity Conference
2
de octubre de 2022.
1.
Actualmente hay muchos católicos que creen que la Santa Madre Iglesia está
atravesando su peor crisis en la historia, mayor incluso que la de la herejía
arriana. ¿Está de acuerdo?
No
puedo afirmar que ésta sea la mayor crisis que tendrá que sufrir la Iglesia de
aquí al final de los tiempos. Desde luego, es la peor hasta la fecha, tanto por
las devastadoras proporciones de la apostasía como por actitud
hipnótica de los sacerdotes de a pie y de los fieles hacia la jerarquía.
Ha habido ocasiones en que la persecución era más implacable, pero encontraba
resistencia en los obispos y en el pueblo católico, que veía en la Sede Petrina
un faro de verdad y un obstáculo a la instauración del reino del Anticristo.
Hoy en día ya se ha retirado el katejón, al menos
temporalmente, y la Sede Apostólica está ocupada por un enemigo jurado de la
Iglesia.
Nunca
en la historia habíamos asistido a una traición sistemática de la Fe, la Moral,
la Liturgia y la disciplina eclesiástica, traición que es favorecida y hasta
promovida por la autoridad suprema de la propia Iglesia, con el silencio
cómplice de la Jerarquía y la aceptación acrítica por parte de numerosos
sacerdotes y fieles. La situación se agrava más todavía porque la labor disolvente
que lleva a cabo la iglesia en las sombras avanza en
sincronización con la acción subversiva del estado en las sombras. Esto
hace que el pueblo católico sea objeto de un doble ataque, tanto como fieles
como ciudadanos.
Estas
dos realidades indiscutibles tienen por denominador común el odio implacable de
Satanás a Cristo y su santa Ley, la Iglesia y la civilización cristiana. El
engaño es tan patente que ya no se puede catalogar de teoría conspiratoria.
Si
se mira bien, resulta inquietante que los protagonistas de este plan criminal,
tanto en el Gobierno como en la Iglesia, provengan del ambiente radical
chic en que nacieron y se cultivaron el progresismo, el pacifismo, el
ecologismo y el homosexualismo católicos, y el discurso progre
de la izquierda desde los años sesenta. Como he dicho en otra ocasión, los
obispos a nivel individual y la Jerarquía de los últimos años en su totalidad
habrán de responder ante Dios y ante la historia de su complicidad en esta
crisis, y ciertamente porque en algunos casos han sido quienes la han instigado
y promovido haciendo dejación de funciones en cuanto al deber de la Iglesia
como Domina gentium.
2.
¿Qué convenció a Vuestra Excelencia para integrarse a la contrarrevolución
tradicional católica?
¿Un
hijo se quedaría cruzado de brazos viendo a su madre humillada y dejaría que
los sirvientes la hicieran objeto de escarnio y vituperio, la despojaran de su
triple corona y sus vestiduras reales, robasen sus joyas, vendiesen sus
posesiones, la obligaran a vivir entre ladrones y prostitutas y llegaran
incluso a retirarle su título real y degradarla? Un ciudadano de una nación
gloriosa, ¿permitiría que su patria fuera destruida por gobernantes traidores y
autoridades corruptas sin alzarse en armas para devolverle el honor que le ha
sido arrebatado?
Si esto es así en el orden natural, más lo es todavía y más urgente cuando la Santa Iglesia es asaltada por sus enemigos, no sólo en las cosas temporales al subastar templos, ornamentos y objetos sagrados -como siempre han hecho a lo largo de la historia-, sino incluso en cuanto a sus bienes sobrenaturales, los tesoros de los que su divino Rey la ha dotado para la santificación de las almas, las riquezas incorruptibles de su doctrina y liturgia. Clérigos corruptos la han hecho objeto de escándalo, han adulterado sus enseñanzas, puesto en fuga su ejército y demolido las murallas que la protegían de incursiones enemigas. Las almas que, gracias a la Iglesia, estaban a salvo y acompañadas en su peregrinar terreno a la eternidad han sido rechazadas y están perdidas. Almas por las que Nuestro Señor derramó su Sangre, a las que sacerdotes infieles han abandonado y expulsado del sagrado recinto.
Quedarse
impasible ante el ultraje de que es objeto nuestra Santa Madre Iglesia no es
menos grave que lo que hacían los que estaban entre la multitud que presenció
la Pasión y Crucifixión de Nuestro Señor y los gritos y escupitajos de sus
verdugos. Porque somos hijos de Dios al ser hijos de la Iglesia, y por los
méritos de Jesucristo nos restituye la Gracia y nos hace herederos del Reino de
los Cielos.
En
un principio, hace sesenta años, parecía que después de los trágicos sucesos de
la Segunda Guerra Mundial y el horror de las dictaduras, era la propia Iglesia
la que quería deshacerse de su pasado para acortar distancias entre lo que el
mundo había terminado por ser y lo que quedaba de él. Aquel
despojo parecía ser una concesión a una sociedad trastornada por las
revoluciones y por el fin de las monarquías católicas arrastrados por una
democracia que se creía que podía ser cristiana, a pesar de saber que sus
supuestos valores se oponían radicalmente al concepto trascendente de la
autoridad propia de la doctrina católica. En aquellos años no eran muchos los
que se daban cuenta de que la evolución conciliar subvertiría el orden divino,
el kosmos, sembrando el caos en la Iglesia, dando lugar a la
herejía y demoliendo la ortodoxia, y aceptarían que la virtud y la honradez
fueran reemplazadas por la corrupción de las costumbres.
Este
proceso subversivo -del latín evertere, que significa
precisamente subvertir- ha llevado a la cúspide de la Jerarquía a quienes nunca
hubieran debido acceder a ésta, y emblemáticamente ha expulsado o marginado a
quienes hasta entonces eran estimados y respetados. Tal ha sido el destino de
numerosos obispos, sacerdotes y religiosos a quienes se impuso la revolución,
presentada como una actualización que traería una primavera
conciliar con un resurgimiento de la fe en pueblos agotados por un
siglo de sangrientos conflictos.
Muchos
creían de buena fe que lo que el cardenal Suenens había presentado con tanto
entusiasmo como el 1789 de la Iglesia no era sino una fase de
transición o ajuste de la que el cuerpo de la Iglesia renacería más fuerte y
despierto. No fue así, como hemos visto y comprobado. La revolución conciliar
no se diferenció en nada de las que hundieron reinos temporales y
derribaron la fe cristiana. Todo lo contrario: suponen el cumplimiento
irremediable de un plan subversivo concebido por una mente diabólica que ataca
primero el cuerpo mortal para luego arremeter forzosamente contra el alma
inmortal, y que para lograr su objetivo empieza por devastar la sociedad civil
y continúa con un ataque implacable a la sociedad religiosa.
Desde
el 13 de marzo de 2013 el cáncer conciliar ha mutado en desastrosas metástasis.
Como obispo, como sucesor de los apóstoles, me he visto obligado a alzar la voz
y adoptar una posición clara ante tan tremenda degradación y humillación de la
Iglesia. Insto a mis compañeros en el episcopado a despertar también del sopor
que los ha convertido en espectadores pasivos de esta passio Ecclessiae y
en cómplices del enemigo. ¡Pónganse en pie y proclamen la verdad desde los
tejados! Que los prelados supuestamente conservadores dejen de defender a toda
costa el Concilio, que es la causa principal de esta masacre de almas que clama
venganza al Cielo. Tomen partido antes de dejarse arrollar por la ruina común.
3.
¿Sigue celebrando la Misa nueva en alguna ocasión?
No,
hace ya varios años que no celebro el Novus Ordo, y no veo cómo pueda dar
marcha atrás aceptando celebrarlo aunque sea de vez en cuando.
Debo
mi conversión a la Misa de los Apóstoles y al amor que profeso al venerable
Rito Ambrosiano, porque en él descubrí lo que desde hacía décadas se le había
arrebatado a mi sacerdocio despojándolo de una fuente de doctrina, pero
más todavía de una espiritualidad y un ascetismo que sólo se encuentra en el
Santo Sacrificio. En la Misa católica,
el celebrante es un alter Christus no sólo porque ofrece in
persona Christi, Sumo Sacerdote y víctima inmaculada a la Majestad del
Padre, sino también porque místicamente es imagen de Cristo víctima. En esta
íntima unión con nuestro Señor radica el alma misma del sacerdocio, el
principio vital del apostolado, la regula fidei de la
predicación y el poder de la Gracia para santificar almas. Y como sin
sacerdocio y sin Misa no puede subsistir la Iglesia, se comprende la feroz
oposición a la Misa y al sacerdocio tradicional por parte de los enemigos de
Cristo, y se ve la importancia y la necesidad de permanecer fieles a tan
valioso tesoro.
Volver al rito montiniano después de
haber recibido la Gracia para seguir al Señor hasta el Calvario por medio de la
Misa Tradicional sería para mí una traición mucho más grave que en el caso de
quienes no conocen tan venerable rito.
En
este punto me gustaría recordar que la cuestión de la Misa de siempre no se
zanja con una evaluación formal y, por así decirlo, racional. Es la forma
más perfecta en que el Cuerpo Místico adora a la Santísima Trinidad, pero es
también la voz con que la Esposa se dirige al divino Esposo. Si en el orden
natural para una esposa es impensable todo lo que merme su amor al esposo, y
ciertamente considera ofensivo todo lo que lo ponga al mismo nivel que los
demás hombres, ¿cómo se va a atrever un alma sacerdotal enamorada de Dios a
permitir que las perfecciones de la esposa sean ocultadas o negadas para
no ofender a sus enemigos? La Caridad no es tolerante, porque no conoce
limitaciones ni concibe que puedan hacerse concesiones. Hace apenas unos días,
con ocasión del enésimo aquelarre ecuménico en Kazajistán, Bergoglio
denunció el fundamentalismo calificándolo de perjudicial para el diálogo
interreligioso y la hermandad universal; no puede haber nada más ajeno a la
verdadera Fe, y no hay nada más coherente con la mentalidad masónica que
promueve la religión de la humanidad.
Aunque entiendo la difícil situación en
que se encuentran muchos de mis hermanos en el episcopado y el sacerdocio, no
puedo menos que exhortarlos a ser más coherentes en este sentido y abrazar la
Misa de siempre sin reservas y con verdadero espíritu sobrenatural, pues esa
Misa es el arma más poderosa para resolver la crisis que atraviesa la Iglesia;
no se puede servir a dos señores.
4.
¿Es acertado afirmar que la obediencia, como virtud natural más que
teológica, debe estar siempre y sin excepción al servicio de la Fe, y que en
consecuencia podría ser pecado obedecer a modernistas que ocupen puestos de
autoridad?
La
obediencia es una virtud natural que se opone a la desobediencia (falta de
obediencia) y al servilismo (obediencia excesiva). Ahora bien, la
obediencia no se le debe a cualquiera, sino únicamente a los que están
constituidos en autoridad, y dentro de los límites que legitiman su ejercicio. En la Iglesia, la obediencia está ordenada
a su fin último, que es la salvación de las almas en la unidad de la Fe
católica. Las autoridades establecidas para salvaguardar la Fe no pueden
legislar contra ella, precisamente porque su autoridad deriva de la misma
fuente, es decir el Dios y Legislador supremo, que no puede contradecirse a Sí
mismo. Obedecer una orden ilegítima para complacer a la autoridad corrompe la
obediencia, que deja de ser obediencia para convertirse en servilismo.
Me
gustaría señalar además que quienes hoy exigen obediencia ciega, total e
inmediata a los fieles son los mismos que se rebelan contra la autoridad cuando
ésta es ejercida por los buenos. Los que anulan la totalidad del
Magisterio en nombre del Concilio y del camino sinodal son los
mismos que se rasgan las vestiduras ante quienes rechazan aceptar la revolución
permanente de Amoris laetitia y Traditiones custodes. El problema, como vemos, está en la crisis
de autoridad, que se niega a acatar la autoridad suprema de Dios, que es por
donde se debe empezar para ser una autoridad legítima.
5.
¿Cómo respondería, en todo caso, a quienes señalan que Cristo fue obediente
hasta la muerte, y que todos somos llamados a hacer lo mismo?
Nuestro
Señor no obedeció al Sanedrín, ni a los sumos sacerdotes y las autoridades del
pueblo que le advertían que no se declarara Hijo de Dios y por hacerlo lo
condenaron a muerte. Nuestro Señor obedeció al Padre apurando hasta las heces
el amargo cáliz de la Pasión: non sicut Ego volo, sed sicut Tu. Ahí
está la verdadera virtud de la obediencia, en que sólo cumple las órdenes de
las autoridades terrenas en orden a realizar los propósitos que las
legitimizan. Así como al Sanedrín no le correspondía poner en duda la divinidad
de Cristo, sino que conociendo las Escrituras tendría que haberlo reconocido
como el Mesías prometido, la Jerarquía no está autorizada a exigir
obediencia en cuestiones contrarias a la Fe y costumbres. Del mismo modo,
imitando el ejemplo de Cristo y fortalecidos por la amonestación petrina,
repetimos: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch. 5:29).
6.
Francisco ha declarado que los tradicionalistas rechazan el Concilio. Teniendo
en cuenta que el 14 de febrero de 2013 Benedicto afirmó que el Concilio había
sido secuestrado por los medios informativos, haciendo con ello un
daño incalculable a la Iglesia y banalizando la liturgia, ¿no deberían todos
los católicos rechazar el Concilio tal como lo presentaron al mundo, según
Benedicto, los medios de difusión?
En
primer lugar, es preciso aclarar que la
contribución de la prensa a la narrativa conciliar es meramente parcial y
marginal si se la compara con el contenido claramente subversivo del Concilio
tal como lo quisieron sus autores. No
existe el fantasma de un concilio bueno supuestamente
traicionado por los modernistas. Se lo concibió de tal forma que en sustancia
fuera imposible su catolicidad, disimulando sus trampas (que no tardarían en
quedar de manifiesto) tras un manto de verborrea y conceptos equívocos. Si la
prensa secuestró el Concilio contrariando la voluntad de los padres y
pontífices, ¿cómo es que ninguno de ellos reiteró la doctrina católica ante las
constantes desviaciones que transmitían los órganos de prensa? Si la trivialización de la liturgia en el
periodo postconciliar fue culpa de la prensa, ¿cómo es que ningún obispo llegó
a proponer siquiera que el Novus Ordo se celebrase en continuidad con el Vetus,
sino que aprovechó las innovaciones del rito montiniano para fomentarlo?
Si la liturgia de siempre no suponía un peligro para la nueva, ¿a qué se debe
esta persecución implacable de quienes querían seguir celebrando por el rito
antiguo?
En
esto Bergoglio tiene toda la razón: los católicos que querían ser fieles a la
Tradición rechazaron el Concilio precisamente porque era ajeno y contrario a la
Tradición, que es la regla de la Fe. Esto no sólo confirma la catolicidad de la
liturgia tradicional, sino también lo ajeno de la liturgia reformada al
desarrollo armónico que ha conocido el culto a lo largo de los siglos: de ahí
que, sustancialmente, no sea católico.
Por
lo tanto, los católicos no sólo tienen el derecho sino también el deber de
exigir que la Iglesia rinda culto a la Santísima Trinidad del modo más perfecto
en vez de con un rito falso fruto de mentes doctrinal y moralmente
desviadas y creado para agradar a los herejes y disminuir la Fe. La cuestión no
es inventar una liturgia más católica que el Novus Ordo, sino sanar la
gravísima herida que se infligió a la Iglesia al suprimir un rito con dos mil
años de antigüedad y sustituirlo por una deplorable falsificación. Para
restaurar la Iglesia será imprescindible restablecer la liturgia católica y
prohibir la reformada.
7.
Parece mínimamente posible que instalaran a Bergoglio en el Trono de San Pedro
con vistas a socavar la teología pontificia. Al criticar a Francisco, ¿no
estaremos contribuyendo a la ejecución de los mencionados planes para el
papado?
Los
que consiguieron que el cónclave de 2013 eligiera a Bergoglio sabían de sobra
que él tenía intenciones de desacreditar el papado y humillar a la Iglesia
Católica como principal consecuencia de su instalación en la Silla de San
Pedro, así como de la difusión de herejías, errores morales y gravísimos
escándalos. Es más, precisamente con la constante conducta de ese hombre,
implacablemente llevada a cabo en los últimos diez años, el papado ha sido
objeto del más grave y contundente de los asaltos por parte de quien debe al
papado la autoridad que ejerce sobre la Iglesia. Ningún ataque externo a la
Iglesia habría tenido el mismo efecto. Habría que decir también que la renuncia
de Benedicto XVI y la monstruosidad canónica a la que dio lugar del papa
emérito asestó un golpe mortal a la Iglesia y ha hecho
posible que se pueda ejecutar el complot contra ella que incluía la elección de
un papa que contribuiría a la ejecución de los planes de la élite mundial.
Criticar
a Bergoglio por lo que hace no beneficia a sus instigadores, a la mafia de
San Galo ni a la élite masónica mundialista que con toda intención lo colocó
donde está. Por otra parte, la indignidad del argentino para ocupar el Trono de
San Pedro es una señal evidente de la acción premeditada y maliciosa de quienes
sabían muy bien que la manera más eficaz de demoler una institución consiste en
una labor de descrédito llevada a cabo por quienes ejercen en ella la máxima
autoridad. No se diferencia en nada de lo que sucede actualmente en el ámbito
de lo civil, donde toda la clase política y dominante está corrompida y
sometida a los intereses criminales de la misma élite anticristiana, que por un
lado corrompe las almas con la propaganda LGTB y la ideología de género y por
otro se sirve de prelados corruptos -como está haciendo en Bélgica con la
bendición de parejas homosexuales- para sacar el más extremo partido a las
palabras de Bergoglio, empezando por aquello de «¿quién soy yo para juzgar»?
Me
gustaría dejar clara una consecuencia sumamente grave (e inevitable) de la
progresiva legitimización de la doctrina LGTB y la ideología de género en la
vida de la Iglesia: sabemos que el Magisterio condena los actos homosexuales
como intrínsecamente perversos. Son un mal. Quienes los realizan pecan
gravemente, y si no se arrepienten su alma está destinada a la condenación
eterna. Esto lo enseña de manera inequívoca la Sagrada Escritura tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento. Pero, por el contrario, las palabras de
Bergoglio y la conducta de sus cómplices están encaminadas a eliminar toda
condena moral de la sodomía y los cambios de sexo. ¿Qué pasará
de aquí a unos años cuando haya fieles transexuales que pidan
recibir las Sagradas Órdenes? No sigo; dejaré que ustedes entiendan el abismo
que se ha abierto ante nosotros.
A
los que aún pretenden distinguir qué parte del magisterio bergogliano es
vinculante y cuál no les digo que no hace falta repetir que aunque esa forma de
abordarlo salve la doctrina de la infalibilidad pontificia, desde luego deja en
mal lugar a la Iglesia, y demuestra a la vez que Bergoglio es lo menos
pontificio que pueda haber. Es una realidad que perciben instintivamente los
más sencillos de los fieles, de la misma manera que un órgano trasplantado es
rechazado por un organismo que no lo reconoce como propio. El sensus
fidei les permite entender lo mismo que el análisis de sus heréticas
declaraciones a los teólogos y canonistas. El famoso buenas tardes con
el que saludó desde el balcón de San Pedro el 13 de marzo de 2013 sintetiza en
dos palabras el hecho innegable de que no tiene ni idea de lo que es ser papa.
8.
Vuestra Excelencia ha adquirido notoriedad internacional por hablar claro
contra el Gran Reinicio. ¿Cómo respondería a quienes lo acusan de dar crédito a
teorías de la conspiración y dicen que lo mejor que puede hacer es callarse y
dedicarse a rezar?
Rezar,
rezo de todas maneras, y no veo por qué no voy a cumplir con la obligación que
tengo como obispo y sucesor de los Apóstoles callando en cuanto a temas
estrechamente relacionados y complementarios. Cuando mis críticas se limitaban
al encubrimiento de los escándalos del ex cardenal McCarrick y las desviaciones
doctrinales del Concilio, les bastaba con colgarme la etiqueta de lefebvrista para
satanizarme ante los fieles; pero cuando comencé a señalar la relación entre el
golpe de estado mundial perpetrado por el estado en las sombras, primero con la
emergencia pandémica y ahora con la crisis energética, y la no menos subversiva
elección de Bergoglio organizada por la iglesia en las sombras, no me
sorprendió que me añadieran el sambenito de conspiranoico para desacreditarme
ante quienes me escuchan. Para mis acusadores, el peligro es el mismo: alguien
ha empezado a razonar por su cuenta y ha comprendido que hemos sido víctimas de
un fraude colosal para perjudicar nuestra vida material mediante el plan de
Davos y la espiritual mediante el Concilio y el proyecto bergogliano.
También
me gustaría entender por qué los planes subversivos de organizaciones privadas
multinacionales -verdaderas mafias organizadas y bien arraigadas en los centros
neurálgicos de poder-, cuyos propios promotores anuncian con mucha antelación y
que suponen la realización de los distópicos delirios de la secta masónica se
puedan desestimar tildándolos de teorías de la conspiración. Si la Mafia
declarase públicamente que desea exterminar a parte de la población y yo viera
que se estaba organizando para hacerlo, y luego fuera testigo de que está
ejecutando su plan de exterminio tal como anunció, no es que yo me invente
teorías conspiranoicas; es que la mafia se siente tan segura de que se saldrá
con la suya que ni siquiera tiene que disimularlo, y da de hecho por sentado
que nos convenceremos a nosotros mismos –ya que nos considera inferiores– de
que nuestra aniquilación es buena y deseable. De hecho, está pasando lo mismo
con la ideología verde de la matrix neomalthusiana que
considera al ser humano un parásito del planeta: las decisiones de la ONU, la
Unión Europea y los diversos gobiernos se basan en el falso pretexto del
calentamiento global con miras a deslegitimar las emisiones de carbono y
legitimar la introducción de lo que llaman energías sostenibles. Y eso es ni mi
menos que una mentira, una excusa para obligar a las masas a someterse a un
dominio total y garantizar así a la élite un poder y una riqueza
desproporcionados. Bien pensado, hasta los propugnadores del Concilio afirmaban
que estaban poniendo a la Iglesia al día; falso pretexto,
porque lo que en realidad se proponían era algo tan inmencionable como su
destrucción.
Estado
en las sombras e iglesia en las sombras son dos caras de una misma falsa
moneda, porque uno y otra son fruto de la misma mente infernal que odia a Dios
tanto en la Creación como en la Redención, y que lucha desenfrenadamente contra
la vida del cuerpo y la del alma. A pesar de su satánico delirio, este
sistema ha demostrado su eficacia en tanto que la gente siga aislada y
abandonada a su suerte. Al mismo tiempo, saber que no están solos y compartir
una misma cosmovisión y una misma Fe abre los ojos de muchos y les infunde
valor y fuerzas para resistir, manifestar públicamente el engaño y aglutinar a
la resistencia. Así es tanto en el ámbito civil como en el eclesiástico; no es
casual que la farsa pandémica haya asociado al estado en las sombras y la
iglesia en las sombras en un discurso surrealista y criminal que escandaliza a
los ciudadanos y los fieles.
9.¿Puede
V.E. decir algo sobre el papel de nuestra Reina y del Santo Rosario en estos
tiempos de confusión en los que muchos hasta pueden quedarse sin Misa?
Esta
entrevista concluye con una alusión a María Santísima, Madre de Dios y Madre
nuestra, hecha todopoderosa por la Gracia.
En este épico combate entre la Mujer y la Serpiente antigua, el Santo Rosario
es el arma más poderosa con la que debemos hacer nuestra parte como milites
Christi, en virtud del Sacramento de la Confirmación que hemos
recibido.
Muchos
de ustedes tienen hambre de Verdad y sed de santidad, bienes eternos que tenemos
a nuestra disposición por medio del Santo Sacrificio de la Misa que han podido
degustar gracias a la resistencia de unos pocos prelados y sacerdotes y a la
providencial decisión de Benedicto XVI mediante Summorum Pontificum. Otros,
no saben lo que se pierden, porque este tesoro espiritual se les ha ocultado y
robado durante mucho tiempo, pero si lo descubrieran ya no podrían prescindir
de él. Por tanto, como católicos y como miembros vivos del Cuerpo Místico
tenemos el deber de exigir la restituio in integrum de la
Misa de los Apóstoles, y las autoridades de la Iglesia tienen el deber de no
sólo concederla como privilegio, sino de reconocerla como pleno y exclusivo
derecho de la ciudadanía de la Iglesia.
Pero
para ello es necesario que todos nos hagamos merecedores de dicha gracia con
una vida de santidad y dando valeroso testimonio de la Fe en que hemos sido
bautizados. La práctica de las virtudes y el rezo constante del Santo Rosario
serán lo que nos infunda fuerzas en este camino y muevan a Nuestra Señora,
Abogada nuestra, a compasión para que en el restablecimiento del culto público
de la Iglesia de Cristo veamos un anticipo de la gloria eterna que nos está
reservada.
(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)
Fuente:https://adelantelafe.com/vigano-la-sede-apostolica-esta-ocupada-por-un-enemigo-jurado-de-la-iglesia/