Dos hechos de especialísima importancia coinciden en
su fecha y deben destacarse. Uno ocurrió el 9 de noviembre de 324, y el otro el 9 de noviembre de 1989.
Vayamos con el primero, así lo relata el Martirologio romano:
“En Roma, en Letrán, la Dedicación de
la Basílica del Santísimo Salvador (San Juan de Letrán) que es madre y cabeza
de todas las iglesias de la Ciudad y del Orbe.
Constantino el Grande, después de su victoria
sobre Majencio, se declaró protector de los cristianos e hizo edificar un gran
número de iglesias. La más célebre es la Basílica del Santísimo Salvador,
edificada sobre el emplazamiento del antiguo palacio de Letrán. Hizo levantar,
en ella, para que sirviese de baptisterio, una capilla dedicada a San Juan
Bautista. La gran devoción que se tenía a esta capilla hizo perder a la
iglesia, insensiblemente, su primer nombre, y no se la conoció después sino con
el nombre de San Juan de Letrán. Allí fue donde residieron los Papas hasta
Gregorio IX, muerto en 1241, y esta iglesia ha conservado siempre la
preeminencia sobre todos los santuarios de la Cristiandad. La fiesta de hoy ha
sido establecida en memoria de esta consagración.”
A su vez, Dom Guéranger dice en su obra “El año litúrgico”:
LA
BASÍLICA DE LETRÁN. — El 9 de noviembre del año 324 fué el natalicio o la
Dedicación de la Basílica de Letrán. El Emperador Constantino había mandado
construirla en 315. El Papa Silvestre la dedicó al Salvador, cuya imagen dada a
conocer a los fieles después de los siglos de las persecuciones, les pareció a
ellos una visión divina. Los Papas fijaron su residencia en el Palacio próximo
a la Basílica, la cual se convirtió en su catedral y, por eso, "en madre y
cabeza de todas las iglesias de la Ciudad y del mundo". Dos incendios
ocurridos en el siglo XIV y la incuria que se tuvo con ella mientras los Papas
estuvieron en Aviñón, hicieron necesaria una reconstrucción casi total. La
Basílica fué nuevamente consagrada, pero esta vez, en honor de San Juan
Bautista y San Juan Evangelista. LA FIESTA DE ESTE DÍA. — Si celebramos la
Dedicación de nuestras iglesias particulares; si festejamos con alegría y satisfacción
la de nuestras catedrales, parece justo y natural que celebremos todos los años
en el mundo entero la Dedicación de "la Iglesia madre", de la
catedral del Papa. Precisamente en ella se verifica todavía hoy la toma de
posesión oficial de los Pontífices romanos; en ella, desde el siglo IV, se
celebran las solemnes funciones de la bendición de los Santos Oleos en el
Jueves Santo, y dos días después la bendición de la pila bautismal; en ella
fueron bautizados durante siglos, millares de catecúmenos, y ordenados miles de
sacerdotes que pertenecían a todas las diócesis de la cristiandad; en ella se
veneró siempre y se venera también hoy la antigua imagen del Salvador. Esta
misma imagen es la que miraron y veneraron millares de cristianos en el curso de
sus visitas jubilares al ir a Roma en demanda del perdón de sus pecados.
Dirijamos a Cristo las aclamaciones que se leen en los mosaicos del ábside:
"Te esperamos a ti, Salvador y Señor, Jesucristo. ¡Tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios vivo! ¡Tú eres nuestro Maestro, Cristo!"
Por su
parte, el 9 de noviembre de 1989 fue la Caída del Muro de Berlín, acaso el
icono más significativo del Comunismo anticristiano.
Como
dándonos a conocer el significado cabal de la victoria del Cristianismo por
sobre el Comunismo, podemos agregar otras concordancias de fechas llamativas:
fue el 25 de diciembre de 1991
cuando se disolvió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, es decir, en
la fecha de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo cayó oficialmente el
comunismo en la tierra donde había comenzado a apoderarse del mundo entero.
Agreguemos
además que el famoso Edicto de Milán de Constantino, emperador pagano
convertido al cristianismo, tiene fecha del 13 de junio del 313. Pues bien, el pedido de la Virgen de Fátima de
consagrar a Rusia a su Corazón Inmaculado se produjo el 13 de junio de 1929. Y el 13
de junio de 2019 se firmó el acuerdo entre la ONU y el Foro de Davos con el
fin de acelerar su agenda comunista (“Agenda 2030”).
Es
necesario comprender que el Comunismo es la Revolución llevada a su paroxismo,
a su cumbre, a su quintaesencia. No es un sistema político o una ideología,
todo eso es accidental, el Comunismo es el combate a muerte contra Dios, contra
Jesucristo y contra la Iglesia, contra todo orden que no salga del orgullo
humano. En definitiva, es satanismo. De allí que sólo el Cristianismo puede
vencerlo. Entonces, ha venido a coincidir la caída y derrumbe de su símbolo con
el aniversario de la dedicación de la Iglesia más importante de la Cristiandad,
aquella donde en más de la mitad de su historia los Papas han residido.
No hay
pues, otra confrontación que la observada y no hay otra victoria sino la de
Cristo. En este caso, con el protagonismo de Rusia, que de perseguidora en el
pasado, terminará jugando –como ocurrió con San Pablo, un papel apostólico
fundamental por el Reinado del Corazón de María.