Stephen Kokx entrevista al Arzobispo Viganò.
“Lo diré sin rodeos: el lobby sinodal espera que León otorgue
legitimidad canónica a un proceso subversivo de desmantelamiento del Papado;
una especie de abdicación voluntaria del Monarca en favor de un Parlamento que,
en respuesta a la renuncia al poder de jurisdicción y gobierno, lo reconozca
como un primado honorífico que pueda ser útil en el plano ecuménico. En un
paradójico absurdo jurídico, este lobby exige que quien posee un derecho divino
ejerza la autoridad suprema para transmitir ese derecho al sínodo, algo que el
Papa no puede hacer. Este golpe eclesial pretende llevar hasta sus últimas
consecuencias el proceso revolucionario iniciado en el Vaticano II con la
colegialidad episcopal de Lumen
Gentium, extendiendo el gobierno de la Iglesia Católica a los laicos y a
las mujeres, en detrimento total del vínculo indisoluble entre el poder del
Orden Sagrado y el poder de Jurisdicción que ha existido en la Iglesia desde
tiempos inmemoriales”.
Publicado en Kokx News el 18 de julio de
2025
Stephen Kokx – Excelencia,
muchas de las decisiones de Prevost indican que desea continuar por el camino
herético de sus predecesores, particularmente el camino sinodal trazado por
Jorge Bergoglio. Muchos parecen creer que debemos “darle tiempo” y “mantener la
esperanza” de que las cosas mejoren. Al mismo tiempo, parece que la agenda de
Prevost es bastante clara y que el silencio o el “darle el beneficio de la
duda” –a la vez que se presenta su pontificado de forma más positiva– podría
causar escándalo por omisión y/o por crear falsas esperanzas. ¿Qué opina de
estos argumentos y cómo deberían los católicos contemplar este “pontificado”
con poco más de dos meses de existencia?
Arzobispo
Viganò –
Ninguno de nosotros puede juzgar el fuero interno,
es decir, las disposiciones interiores con las que una persona actúa o habla:
solo Nuestro Señor, que ve lo más profundo de los corazones, puede hacerlo.
Pero esto no significa que no podamos emitir un juicio en el fuero externo, es
decir, sobre los efectos y consecuencias que las acciones o declaraciones de
una persona pueden tener en general o en un contexto específico. Esto también
se aplica a León, cuya elección es vista por muchos como un signo de cambio
respecto al desastroso período de usurpación bergogliana, aunque no hay
evidencia que lo sugiera. De hecho, las acciones de gobierno de León, sus
nombramientos y declaraciones públicas se multiplican, demostrando su plena
alineación con su predecesor de infausta memoria.
Yo mismo, como creo que muchos notaron en los días
inmediatamente posteriores a la elección, preferí abstenerme de expresar
públicamente mi parecer sobre León con comentarios que podrían haber parecido
apresurados.
Sin embargo, tras poco más de dos meses, creo que
ya es posible encontrar coherencia entre las acciones y declaraciones de León y
la línea trazada por Bergoglio. Y quizás aquella aparición improvisada de la
hermana Nathalie Becquart y otros miembros de la élite sinodal para tomarse una
selfie con el recién elegido papa adquiera hoy un significado que al principio
pudo pasar desapercibido. El mensaje que se puede sacar de esto –y que se
acompaña de las sonrisas radiantes y satisfechas de muchos electores
ultraprogresistas (entre ellos el cardenal Cupich de Chicago) que aparecieron
en la Logia tras la fumata blanca– es que el camino sinodal, del que la Iglesia
bergogliana y post-bergogliana no puede escapar de ningún modo, ya ha sido
trazado, y que Leo fue elegido en la cuarta votación como continuador del
mandato sinodal, y no del munus petrinum.
Lo diré sin
rodeos: el lobby sinodal espera que León otorgue legitimidad canónica a un
proceso subversivo de desmantelamiento del Papado; una especie de abdicación
voluntaria del Monarca en favor de un Parlamento que, en respuesta a la renuncia
al poder de jurisdicción y gobierno, lo reconozca como un primado honorífico
que pueda ser útil en el plano ecuménico. En un paradójico absurdo jurídico, este
lobby exige que quien posee un derecho divino ejerza la autoridad suprema para
transmitir ese derecho al sínodo, algo que el Papa no puede hacer. Este golpe
eclesial pretende llevar hasta sus últimas consecuencias el proceso
revolucionario iniciado en el Vaticano II con la colegialidad episcopal de Lumen
Gentium, extendiendo el gobierno de la Iglesia Católica a los laicos y a
las mujeres, en detrimento total del vínculo indisoluble entre el poder del
Orden Sagrado y el poder de Jurisdicción que ha existido en la Iglesia desde
tiempos inmemoriales. Por otro lado, la extensión a las mujeres de funciones
antes reservadas a los clérigos abre la posibilidad práctica de introducir
roles para-ministeriales como diaconisas y ministros no ordenados. Es imposible
no ver en esto también la realización de lo que exige la Agenda 2030 para la
Igualdad de Género.
No sé si mis
hermanos obispos y los fieles se dan cuenta de la amenaza mortal que representa
esta acción subversiva y fraudulenta para la Iglesia Católica. Lo que la
Revolución hizo en las naciones católicas se está consumando aquí en el plano
eclesial: abolir la monarquía de derecho divino y reemplazarla por el fraude de
la soberanía popular, cuando en realidad lo que se busca es trasladar el poder
a manos de una élite y transformarlo en tiranía. La sinodalización en este sentido, o mejor dicho,
la pseudo-democratización de la Iglesia, constituirá el instrumento y la causa
de su destrucción, exactamente como ya ha ocurrido en la esfera civil. Esta aversión a la Realeza sagrada del
Papado manifiesta todo el odio de Satanás: pues tanto en los monarcas católicos
como en el Pontífice romano brilla la Sagrada Majestad de Cristo Rey y
Pontífice, que reina desde el Trono de la Cruz.
Esta democratización –solo nominal, ya que en
realidad el poder reside en el lobby– implica necesariamente una
burocratización de la Iglesia, y sabemos que la burocracia es uno de los
principales instrumentos de control de la masonería. Los burócratas, bajo el
pretexto de procedimientos “democráticos” y “sinodales”, pueden manipular
asambleas, orientar votaciones, moldear el consenso y hacer parecer que una
propuesta surge espontáneamente de la base, cuando en realidad ha sido
cuidadosamente diseñada por quienes manejan todo el aparato organizativo del
Sínodo. Es una ficción colosal, un engaño que reproduce grotescamente la
desintegración de la sociedad civil después de 1789. Un fraude que también conducirá al Terror, la dictadura de un cuerpo
sin rostro ni nombre, que promulgará dogmas climáticos y nuevos pecados contra
el medio ambiente, excomuniones por dañar a los migrantes o por negar el dogma
de la inclusión LGBTQ+, y lo hará en nombre de la Iglesia sinodal. En este
caso, sin embargo, no hay un Luis XVI que guillotinar: el monarca ya se ha
inclinado ante los ídolos globalistas y su rendición parece convencida y
deseada, casi planificada de antemano.
A quienes persisten en idealizar la imagen de León
según un modelo ciertamente tranquilizador pero que no se corresponde con la
realidad, les aconsejo que evalúen los hechos tal como son, y no intenten
adaptarlos a sus deseos. Parto de un hecho indiscutible: que Robert Francis
Prevost fue nombrado Prefecto del Dicasterio para los Obispos y creado Cardenal
en 2023 por el mismo Bergoglio. Y si
Bergoglio hubiera tenido siquiera la más mínima sospecha de que Prevost no
sería coherente con su línea de gobierno, nunca lo habría elevado al
cardenalato, ni lo habría colocado al frente de un Dicasterio estratégico como
el que decide sobre los nombramientos episcopales.
Temo que León
represente un “modernismo con rostro humano”, por usar la expresión “socialismo
con rostro humano” asociada a la Primavera de Praga de 1968, y que su modo
indudablemente persuasivo y afable pueda inducir a error a muchos,
especialmente a los “católicos conservadores”, llevándolos a construir una
imagen virtual del Papa que, sin embargo, no parece corresponder con la
realidad. El tiempo transcurrido entre el
Nuntio vobis y la promulgación de la Missa votiva “verde” ha visto
emerger una serie de pronunciamientos sobre diversos temas, todos los cuales
nos muestran a un León plenamente comprometido con la eclesiología conciliar y
sinodal, con la única diferencia respecto a su predecesor en su tono más
cortés.
No olvidemos que durante la psicopandemia, el
obispo Prevost no dudó en apoyar la narrativa pro-vacunas, recomendando el uso
de mascarillas, el distanciamiento social y el cumplimiento de las inútiles y
perjudiciales normas sanitarias de la OMS. Sus recientes llamados a una
“conversión ecológica” emplean una terminología teológica que transforma una
teoría anticientífica psicoambientalista, impregnada de neomaltusianismo y
gnosticismo, en una Religión de la Naturaleza mucho más presentable, ante la
cual se inclina como cabeza de la Iglesia de Roma, testigo clave del
globalismo.
Pero si los arquitectos de la Agenda 2030 son
declarados enemigos de Nuestro Señor Jesucristo y de su Iglesia; si sus falsas
emergencias sirven para legitimar falsas soluciones que implican el exterminio
de parte de la humanidad y la esclavitud de los sobrevivientes, ¿cómo es
posible, me pregunto, que un Papa no se dé cuenta de la enorme responsabilidad
moral que asume al ratificar el golpe de Estado del Nuevo Orden Mundial?
¿Cómo juzgarán el tribunal de la Historia –y el
infalible tribunal de Cristo Rey y Pontífice– esta traición del munus
petrinum?
León se encuentra en una encrucijada: o elige el
camino ancho y cómodo del consenso del mundo y de los enemigos de Cristo y
pierde su alma junto con el Rebaño que el Señor le ha confiado; o elige el
camino estrecho y escarpado de la sequela Christi, del retorno a la
Tradición, en testimonio heroico de Cristo, y de Cristo Crucificado (1 Cor
2,2). Ha llegado la hora de cerrar de una vez por todas la “experiencia
conciliar”, con sus terribles fracasos y devastaciones en todos los frentes.
Persistir en este camino de autodestrucción y perdición suicida significaría
hacerse responsable de una ruina anunciada, fomentándola en vez de denunciarla
y combatirla por todos los medios. Recordemos con confianza las palabras de
Nuestro Señor a Pedro: Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y
tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Lc 22,32).
16 de julio de 2025
Beata María Virgen del Monte Carmelo
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