Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 12 de julio de 2025

EDITORIAL: ESCLARECIMIENTO DOCTRINAL INDISPENSABLE PARA EL COMBATE CRISTIANO

 


Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis?”

 Jn. 8, 46.


Seguimos publicando material en gran parte inédito en internet (esto va en serio, algunos saben por qué lo decimos), o inédito en ciertos casos en español, además de diversos artículos de colaboradores y originales de nuestra parte. Y todo esto, a pesar de que casi nula repercusión o efecto percibimos en general, pues sabemos que el desinterés sobre los temas más importantes crece en proporción inversa a la curiosidad por lo subalterno. En solitario, sin apoyos ni estímulos, ni la peligrosa tentación de la multitudinaria tribuna virtual de “seguidores”, muy marginales, seguimos. Seguimos, porque, como decía el Padre Castellani:¿Para qué seguimos? ¿Para qué obstinarse frente a lo imposible? ¿No dice la Escritura que hay tiempo de hablar y de callar? ¿Y no es tiempo de callar cuando una histeria colectiva hace inútil toda argumentación o consejo, cuando las fuerzas ciegas de la materia tienen su hora y están decididas a aprovecharla? ¿Qué podemos nosotros contra la bomba atómica? Seguimos hablando para que siga respirando la patria. Mientras habla una nación, no está muerta, aunque esté con el alma en un hilo. Lo que decimos no vendrá a ninguna consecuencia ni producirá nada: sea. Pero sola en medio de la oscuridad, nuestra nación necesita hablar alto para no tener miedo. Para que el día de mañana cuando el historiador diga: "La prepotencia del dinero y la furia de la ambición con el carnerismo de la ignorancia y el miedo hicieron meter la cola entre las piernas o agitarla en innobles zalemas-al‑amo a todos los argentinos...", para que entonces se pueda decir: NO A TODOS, para eso hablamos”.

Y hablamos y escribimos nosotros, para que el nombre de Cristo suene bien alto, el de Cristo Rey, y no un Cristo falsificado por los mercaderes de la neo religión conciliar-sinodal-judaizada.

Contra ajenos y propios, y esperando contra toda esperanza, mientras nos dé el cuero, seguimos.

Si algún lector nos queda del otro lado, habrá podido notar que hemos incorporado al blog, además del fundamental tema de las apariciones de Fátima –a las cuales le hemos dedicado cuatro libros, tema que vergonzosamente permanece ajeno al interés general de los católicos “comprometidos”-, otro tema que no puede soslayarse: la crisis a partir de la reforma litúrgica, y el problema de la nueva misa. No importa que sea un tema espinoso o polémico, puesto que es esencial su abordaje. Como dice el Padre Calderón (probablemente el mejor teólogo que hay hoy sobre este desdichado planeta) en su magnífico artículo que incluimos en esta entrega: ¿podemos ser indiferentes a la nueva misa? Y puesto que vemos, alarmados, el desconocimiento garrafal que hay a ese respecto, no sólo de la feligresía general, sino de muchos destacados católicos dedicados a las letras o las actividades intelectuales, vamos publicando una buena medida de artículos de diversos estudiosos -la mayoría franceses-, y, como antes señalamos, inéditos en castellano, a fin de que los que desean ser católicos dedicados a adorar a Dios como Él quiere ser adorado, tengan los fundamentos necesarios para hacerlo, en vez de seguir entrampados en el culto bastardo creado por Bugnini en compañía de seis pastores protestantes, bajo la supervisión de las logias vaticanas (el mismo Bugnini ha confesado: "La imagen de la liturgia dada por el Concilio es totalmente diferente de la que existía antes"). ¿Se puede ser verdaderamente contrarrevolucionario, mientras se reza la misa querida por la revolución? (Por supuesto, no basta para ser contrarrevolucionario rezar la misa tradicional, y después hacer cualquier cosa; hablamos de vivir la misa y por lo tanto vivir la cruz de Cristo, pero ese es otro tema aparte).

Curioso argumento acabamos de notar en uno de los tantos maestros que pululan por la red, conferencista, polemista o debatedor de campeonato (como prefiera), que interrogado acerca de cuál de las dos misas prefiere (o a cuál de las dos se debe ir), esto es, misa tradicional o novus ordo, contesta que a las dos porque, falazmente, dice primero que las diferencias entre ambos ritos son accidentales, de detalle, y segundo, porque lo más importante es que en ambos está Cristo presente (se supone que en la Eucaristía), entonces por eso vale ir a cualquiera de los dos. Sin dudas que para el que desconoce el tema, es un argumento simple y convincente: ahí está el Señor, entonces voy.

Pero la cosa no es tan fácil como la plantea este intelectual desinformado, que nos parece muy sinceramente ignorante en lo que habla (aunque lo diga en un tono bastante arrogantemente profesoral, si se nos permite la adición).

Primero, porque no es verdad que haya diferencias sólo accidentales entre uno y otro rito: quien dice eso no sabe lo que dice, o engaña. Las diferencias son tan sustanciales que uno es un rito católico –la misa tradicional, y el otro, el Novus Ordo, no lo es. Esto sorprenderá a más de uno, precisamente porque no se han tomado el trabajo de estudiar este asunto. Basta simplemente decir que la definición del Novus ordo y la definición de la misa tradicional según el Concilio de Trento son no sólo diferentes, sino que se oponen. Y la estructura de la Misa tradicional es la de un sacrificio, mientras que la del Novus ordo es la de un banquete. El Novus ordo supone una ruptura litúrgica, una ruptura teológica, y una ruptura dogmática, respecto del Santo Sacrificio de la Misa, codificado por San Pío V y permitido a perpetuidad. La doctrina del Misterio pascual, que vertebra todo el Novus ordo, niega explícitamente una verdad de fe definida: la satisfacción vicaria de Cristo. Niega implícitamente una verdad de fe definida: la Misa es un sacrificio verdadero y propio. Y contiene virtualmente muchos errores dogmáticos.

Por simplificar el tema, que es mucho más abarcador a partir de esto.

En segundo lugar, no hay seguridad en la validez de las misas Novus ordo, por lo tanto uno no puede estar seguro de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esto es así precisamente por las inmensas deficiencias realizadas ex profeso en el nuevo rito, con motivo de satisfacer a los protestantes, o, mejor dicho, protestantizar la Iglesia.

Veamos lo que decía Mons. Lefebvre, y luego los cardenales Bacci y Ottaviani s0bre este asunto: “Otro tema que toca a la validez del sacramento es la intención del ministro. Para que una misa sea válida [entre otras cosas], el sacerdote tiene que tener la intención de hacer lo que quiere la Iglesia. Dado que los textos de la nueva misa no expresan claramente la intención de ser un sacrificio y, particularmente, un sacrificio propiciatorio, ¿la intención del ministro puede afectar hasta el punto de hacer inválida la misa?

“La intención, evidentemente, es una cosa muy importante y muy difícil de determinar porque no se ve. El pan y vino son cosas que se ven. Las palabras se pueden escuchar, pero la intención del sacerdote, evidentemente, es más difícil de determinar. En el antiguo rito, la intención está predeterminada claramente a través de todas las oraciones que se dicen antes y después de la consagración. Había un conjunto de oraciones y gestos a lo largo del sacrificio de la misa que determinaban claramente la intención del sacerdote. Por medio del ofertorio, el sacerdote expresa claramente su intención. Pues bien, esto ya no existe en el nuevo ordo. La nueva misa puede ser válida o inválida según la intención del celebrante, mientras que en la misa antigua, para quien tiene la fe, es imposible no tener la intención concreta de hacer el sacrificio y de hacerlo según los fines previstos por la Santa Iglesia. Así pues, el nuevo rito ya no garantiza la intención del celebrante.

"El valor de las palabras de la consagración tal como figuran en el Novus ordo está condicionado por todo el contexto. Esas palabras pueden asegurar la validez en razón de la intención del ministro pero no ex vi verborum (por la fuerza misma de las palabras), o mejor dicho, en virtud del modus significandi (el modo de expresarse) que les está asociado en el Canon de San Pío V. Puede suceder, pues, que esas palabras no aseguren la validez de la consagración. Los sacerdotes que en un futuro próximo no hayan recibido la formación tradicional y que se fíen al Novus ordo para hacer lo que hace la Iglesia, ¿consagrarán válidamente? Es legítimo dudar de ello". Mirad, es lo que yo creo que he dicho siempre: cada vez habrá más misas inválidas a causa de la formación de los jóvenes sacerdotes que ya no tendrán la intención de hacer verdaderamente lo que hace la Iglesia. Hacer lo que hace la Iglesia significa lo que ha hecho siempre y, yo casi lo diría lo que hace eternamente. Por ello, esos jóvenes sacerdotes no tendrán la intención de hacer lo que hace la Iglesia, porque no se les habrá enseñado que la misa es un verdadero sacrificio. Ya no tendrán la intención de hacer un sacrificio, sino una eucaristía, una fracción del pan, una comunión o un memorial, cosa que no tiene nada que ver con la fe en el santo sacrificio de la misa. Por lo tanto, en ese momento, en la medida en que esos sacerdotes deformados ya no tengan para nada la intención de hacer lo que hace la Iglesia, evidentemente, habrá cada vez más misas inválidas”. El ambiente general de protestantización de la misa hace que hasta los buenos sacerdotes que dicen esa misa desde hace diez años corren el riesgo de perder la intención verdadera de hacer lo que hace la Iglesia, por lo cual es posible que cada vez haya más misas inválidas. En principio me parece que no puede decirse de modo absoluto que todas las misas son inválidas. La necesidad de procurar analizar bien estos problemas impone una objetividad lo más perfecta posible y juzgarlos según la teología dogmática y moral tradicionales”.

Bien. Pero supongamos que, como cree el intelectual de marras, todas las misas Novus ordo son válidas, ¿entonces con eso está todo bien? Desde luego que no, pues no es el único asunto que importa. Porque cabe preguntarse entonces si todas las misas válidas son buenas.

La respuesta es que la validez no basta para hacer que una misa sea buena. “Validez es una palabra engañosa. Para mucha gente que no está acostumbrada a los términos teológicos y canónicos, validez quiere decir que vale. (...) ¡No se trata de eso! Validez significa que la presencia y, la eficacia de la gracia que está en el sacramento, la eficacia del efecto, pueden estar ahí, ¡aunque la ceremonia sea sacrílega! ¡Una misa válida podría ser también sacrílega!” (Mons. Lefebvre)

Lo explica también el Padre Gaudron: “Aunque la nueva misa sea válida, disgusta a Dios en tanto ecuménica y protestantizante; además, representa un peligro para la fe en el Santo Sacrificio de la Misa. Por tanto, debe ser rechazada. Quien ha comprendido la problemática de la nueva misa no debe asistir más a ella, pues pondría voluntariamente su fe en peligro, y, al mismo tiempo, alentaría a otros a hacer lo mismo, puesto que parecería dar su asentimiento a las reformas.

-¿Cómo es que una misa válida puede disgustar a Dios?

- Incluso la misa sacrílega que un sacerdote apóstata celebrara para burlarse de Cristo, podría ser válida; no obstante, es evidente que ofendería a Dios, y que no estaría permitido participar en ella. Del mismo modo, la misa de un sacerdote griego cismático (válida, y celebrada según un rito venerable) disgusta a Dios en tanto es celebrada en oposición a Roma y a la única Iglesia de Cristo.

“Válidas eran asimismo las misas celebradas por los curas juramentados durante la Revolución Francesa, pero los católicos, dicho sea en su favor, se abstenían de ellas y se limitaban a escuchar de cuando en cuando alguna misa de un cura refractario. Así, pues, el verdadero problema no es si la misa celebrada según el rito nuevo es válida o inválida, sino si redunda o puede redundar en daño espiritual de quien la oye. En el caso de la Misa nueva de Pablo VI se trata de un grave daño espiritual: pone en peligro la misma virtud de fe, raíz de la justificación y de la salvación eterna.

Incluso añade Mons. Lefebvre “sin temor a exagerar, que, la mayoría de las misas celebradas sin ara de altar y con utensilios ordinarios, con pan fermentado y palabras profanas durante el mismo Canon, son sacrilegios y pervierten la fe disminuyéndola”, agregando estas palabras de Santo Tomás: “Todo lo que implica irreverencia a las cosas sagradas es injuria que se hace a Dios, y constituye un sacrilegio”.

-¿No se puede, sin embargo, asistir a la nueva misa cuando es celebrada de manera digna y piadosa por un sacerdote católico de fe absolutamente segura?

- No es el celebrante el que está aquí en cuestión, sino el rito que emplea. Lamentablemente es un hecho que el nuevo rito ha dado a numerosos católicos una falsa noción de la Misa, más próxima a la cena protestante que al Santo Sacrificio. La nueva misa es una de las principales fuentes de la actual crisis de la fe. Es necesario, por tanto, distanciarse imperativamente de ella”.

Hacemos un comentario al caso. Un impetuoso cura misionero, confesó que en sus correrías por el África, en las misiones rezaba sólo la misa tradicional porque tenía mejor efecto para la conversión de los paganos, mientras que cuando iba a la ciudad, para congraciarse con el obispo (esto no lo dijo pero lo deducimos) reza el Novus ordo. Eso quiere decir alguna cosa, mucho más bien. El árbol se conoce por sus frutos. La desacralización de la Iglesia y el abandono de los fieles llegó después de la imposición del Novus ordo. Curiosamente este cura lanzó luego un voluminoso panfleto o exabrupto contra Mons. Lefebvre y su obra, tan plagado de verbosidad anti-tradicional (eso sí, parresíaca) como de errores inconmensurables, propios de un super-modernista. Panfleto el cual fue sagazmente hecho añicos por un autor argentino, que lanzó una demoledora respuesta en formato de libro. Decimos esto para que se vea cómo muchas veces muy publicitados campeones de la fe, o intelectuales aparentemente sólidos y ortodoxos, en realidad enseñan graves errores. Que gocen de tanta publicidad o buena acogida no habla muy bien de nuestros pobres pueblos hispanoamericanos, dejados en el abandono por la falta de una buena educación católica.

Ahora, y para no extendernos ya demasiado, recordamos para el que plantee que hay que ir al Novus ordo de Pablo VI porque fue impuesto por el papa para toda la Iglesia: primero, que la promulgación de un rito no compromete la infalibilidad pontificia. Ocurre como con toda enseñanza de un papa, que no siempre es infalible. De no ser así, deberíamos aceptar sin chistar Amoris laetitia, las bendiciones a las parejas sodomitas y venerar al “beato” Angelelli. Flor de disparate. De hecho, ocurrió en el pasado que la Santa Sede publicó libros litúrgicos que favorecían el error. El mismo Pablo VI declaró que los ritos de la misa pueden recibir diversas calificaciones teológicas. En segundo lugar, el Novus ordo (como ya se ha mostrado en otro artículo de este blog), no fue impuesto legalmente. Y finalmente, debe inscribirse todo esto dentro de la crisis general de la Iglesia, cuando el 13 de octubre de 1962 se produjo un golpe de estado que llevó al Concilio y a la sede romana hacia un rumbo diferente del que venía teniendo la barca de Pedro. Fue la Revolución de Octubre en la Iglesia, como admitió el cardenal Suenens.

Así pues, como dice Mons. Lefebvre, “La nueva misa no es formalmente herética [los modernistas fueron astutos en ese asunto], pero favorece indirectamente la herejía porque nos coloca en un ambiente que ya no afirma suficientemente las verdades fundamentales de la santa misa”.

Hasta que no se entiendan estas cosas, y se actúe en consecuencia, seguiremos en una crisis irrefrenable. Puesto que nuestra salvación está sólo en el Sacrificio redentor de Nuestro Señor Jesucristo, renovado cada día en los altares, y sin esos altares con ese sacrificio, la influencia de la Contra-Iglesia, de la Masonería, de la Sinagoga de Satanás, extiende su sombra sobre el mundo. El Novus ordo fue creado precisamente para eso, para combatir el Sacrificio de Nuestro Señor. Porque como dijo bien el Padre Denis Fahey: La rebelión del organismo social como tal contra la Misa, el acto supremamente aceptable de culto a la Santísima Trinidad, y, si es posible, su eliminación completa, es el objetivo final de la Revolución”. Por eso mismo se ha perseguido a Monseñor Lefebvre, y por eso Francisco ha perseguido la misa tradicional, favoreciendo el Novus ordo. De allí que no puede haber “paz litúrgica” entre dos ritos que son inconciliables, contrarios.  Como decía San Ignacio de Loyola: no hay más que dos banderas. Una es la de Cristo, la otra del Anticristo.

 

P. Flavio Mateos SAJM - Agenda Fátima

 

 

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