Por MICHAEL HAYNES
De su libro A Catechism of Errors;
a critique of the principal errors of the Catechism of the Catholic Church,
en su versión en portugués, Editora CDB, 2025.
Es interesante notar este aspecto adicional
de la judaización de la Misa, especialmente a la luz del ataque previo a la
naturaleza sacrificial de la Misa, posiblemente motivado por una paridad
ecuménica, y que parece manifestar un deseo de unificación litúrgica entre
ambas religiones. El texto muestra el deseo de alinear la liturgia católica con
la liturgia judía, lo cual, naturalmente, es una progresión lógica de los
motivos ecuménicos que ya observamos en el catecismo analizado en un capítulo
anterior.
El párrafo 1096 ofrece una visión general
de las similitudes entre la liturgia judía y la católica, afirmando que
"un mejor conocimiento de la fe y de la vida religiosa del pueblo judío,
tal como hoy en día se profesan y viven, puede ayudar a comprender mejor
ciertos aspectos de la liturgia cristiana"[1]. El párrafo continúa
esbozando el uso similar de las Sagradas Escrituras y comparando la liturgia de
las horas o el Oficio Divino con la oración judía. Esta expresión es
desafortunada, particularmente cuando se intenta enseñar sobre la liturgia
católica. Recordando el tono marcadamente conciliador que se ha utilizado cada
vez que se menciona a los judíos en páginas anteriores, estas secciones
actuales corren el riesgo de emplear la liturgia como una herramienta más
dentro del proceso ecuménico.
Cabría esperar que, en un catecismo, el
texto alentara al lector a estudiar los escritos de los santos y teólogos
católicos para comprender más plenamente la Misa.
Pero la forma en que el párrafo 1329
describe la Misa arroja más luz sobre otra posible razón para el desarrollo de
este tema: las relaciones ecuménicas con los judíos. Leemos: "Fracción del
Pan, porque este rito, propio de la comida de los judíos, fue utilizado por
Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como jefe de familia"[2]. Este
pasaje debe leerse a la luz del párrafo 1096 y de los fragmentos discutidos en
el capítulo tres de este libro, así como de los párrafos 1363-1364. Estos dos
últimos presentan una transición muy sutil desde la Pascua judía hacia el
sacrificio de la cruz, alineando la celebración de la Pascua judía con la Misa
católica. Se afirma que, así como mediante la primera “los acontecimientos del
Éxodo son recordados por los fieles para que puedan conformar su vida a ellos”,
de igual manera, mediante la Misa, la Iglesia “conmemora la Pascua de Cristo, y
esta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció una vez por todas en la
cruz permanece siempre presente”[3].
Así, se presenta de forma sutil la Pascua
judía como directamente vinculada, e incluso casi compatible, con la Misa. Esto
aclara el uso generalizado del lenguaje de banquete, ya que el párrafo 1329
identifica la Misa como originada en una comida, consumida en una mesa. En
efecto, este pasaje, especialmente cuando se combina con los impulsos
ecuménicos dirigidos tanto a protestantes como a judíos, establece el tono para
una nueva teología de la Eucaristía promovida en el catecismo. Al presentar la
Misa como una comida en una mesa, se apacigua a los protestantes, que se oponen
a la naturaleza sacrificial de la Misa. Pero, de igual manera, también se
apacigua a los judíos, ya que dicho lenguaje honra su Pascua, la comida ritual
con la que la Misa es fuertemente comparada.
Cuando
el texto ignora el elemento propiciatorio de la Misa y la estiliza marcadamente
como una comida religiosa, se vuelve fácil comprender que está pavimentando el
camino para un futuro diálogo ecuménico y celebraciones litúrgicas comunes. Una
conferencia de 1994 que elogiaba el tono conciliador del nuevo catecismo hacia
los judíos mencionó específicamente la sección sobre la Eucaristía como
mostrando un nuevo vínculo con los ritos judíos. Leemos: "Sobre la
Eucaristía, el Catecismo muestra su conexión intrínseca con la ‘Bendición
judía’, así como con la ‘Comida judía’; de hecho, el pan diario de los judíos es
el fruto de la tierra prometida, la garantía de la fidelidad de Dios a sus
promesas”[4].
A la luz de esto, veamos por ejemplo los
pasajes de los párrafos 1334 y 1363. Aquí leemos sobre los sacrificios
realizados bajo la Antigua Alianza, en particular la Pascua. Sin embargo, luego
de describir dichos sacrificios con gran belleza y detalle, el nuevo catecismo
menciona su relación con la Eucaristía de esta manera: “Celebrando la Última
Cena con sus Apóstoles, en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio su
sentido definitivo a la Pascua judía”[5]. Y más adelante: “El memorial recibe
un nuevo significado en el Nuevo Testamento”[6]. El sacrificio antiguo y el
nuevo solo se distinguen al indicar que el sacrificio de Cristo dio un nuevo
significado al anterior. No obstante, si nos remitimos a los Catecismos de
Baltimore, la diferencia entre el sacrificio antiguo y el nuevo es mucho más
clara: “Todos esos diversos sacrificios de la Antigua Ley no eran más que
figuras del sacrificio que Cristo haría de sí mismo […]; (ellos) derivaban su
eficacia o valor del sacrificio que Cristo ofrecería en la cruz”[7]. A los
sacrificios de la Antigua Ley, tal como se enseñó tradicionalmente, no se les
otorga simplemente un nuevo significado —aunque esto sea verdad—, ya que tal
afirmación no expresa toda la verdad. Más bien, eran figuras o tipos del
sacrificio de la Nueva Ley, “y debían cesar con su institución”[8].
Recientemente,
y en el nuevo catecismo, hay un gran énfasis en la relación entre la Misa y los
rituales judíos, como si la existencia de la Misa necesitase ser justificada
por sus orígenes judíos.
No discutimos ni desarrollamos los orígenes de la Misa en este trabajo, pero
afirmamos, junto con los catecismos más antiguos, que todos los sacrificios de
la Antigua Ley eran figuras de la Misa. La Misa, el sacrificio incruento de la
cruz, no es un desarrollo nuevo compuesto por la copia de rituales judíos, sino
que es, en verdad, el sacrificio hacia el cual apuntaban todos esos ritos
judíos. En consecuencia, no hay lugar en un catecismo para una tentativa de
equiparar ambos sacrificios, ya que el orden del primero debe siempre señalar
hacia el segundo.
El tema judaizante no es un elemento
especialmente evidente en el texto ni es ampliamente abordado, pero sigue
siendo importante. Al enseñar sobre los misterios incomparables de la Santa
Eucaristía y el sacrificio de la Misa, si el catecismo no puede evitar usar
estas ocasiones para presentar y promover semejanzas con la práctica litúrgica
de otras religiones, entonces es razonable deducir que no se preocupa
únicamente por enseñar la verdadera fe. Hay muchos autores eruditos que han
compuesto estudios interesantes sobre los orígenes y similitudes de la Misa con
los rituales judíos, pero estos tienen un lugar bien definido fuera del catecismo. Solo después de enseñar la plenitud de la fe puede
enseñarse sobre sus orígenes y relaciones con los ritos judíos.
Sin embargo, enseñarlos lado a lado lleva a una situación en la que se forma una
cierta sensación de igualdad, y la
verdadera naturaleza de la Misa se pierde. En
un texto que falla continuamente en enseñar claramente la plena naturaleza del
sacrificio eucarístico, al mismo tiempo que promueve una paridad religiosa con
los judíos, el elemento judaizante —que de otro modo parecería inofensivo—
adquiere un peso nuevo y peligroso. No debemos olvidar que fue una
decisión consciente el centrarse en las relaciones entre el catolicismo y el
judaísmo, como lo informó el cardenal Dulles. El lanzamiento del nuevo catecismo fue ampliamente elogiado por muchos
líderes judíos prominentes, ya que continuaba abriendo puertas al diálogo.
Desafortunadamente, el catecismo parece abrir tal puerta incluso en el ámbito
de la Santa Eucaristía, en detrimento de la plenitud y de la verdad de la fe.
[1]CIC
1096
[2]CIC,
1329.
[3]CIC,
1363-1364. Se puede argumentar que el lenguaje empleado para expresar el
significado de "memorial" en la comprensión del Nuevo Testamento no
difiere sustancialmente del utilizado en el Antiguo Testamento. Así, incluso
podría interpretarse que estos pasajes dan a entender que el sacrificio de
Cristo es solo traído a la memoria de los fieles, en lugar de estar
sustancialmente presente. Sin embargo, tal argumento podría parecer forzado y
tal vez no conceda al texto el debido beneficio de la duda. Podemos afirmar, al
menos, que estos dos párrafos carecen de una mayor clarificación.
[4] The Universal Catechism's Teaching on the Jews. Acessado
em junho de 2020, https://bit.ly/3BnjhBH. CE. CIC, 1328, 1334, 1340.
[5] CIC,
1340.
[6] CIC,
1364.
[7]
Connell, Catecismo de Baltimore N. 3. g. 358.
[8] Kinkead,
Catecismo de Baltimore N. 4.q. 264.