Por P. FRANÇOIS-MARIE
CHAUTARD
• 1) En cuanto al misterio cristiano
• 2) En cuanto al aspecto sagrado de los misterios
• 3) Supresión del aspecto sacrificial
• 4) Disminución de la fe en la presencia real
El mayor reproche que se le hace al misal de Pablo
VI concierne a la profesión de la fe católica. El rito mismo, en sus gestos y
en sus palabras, en su conjunto como en sus detalles, altera la fe católica. No
la contradice frontalmente, la disimula, la silencia, la ahoga.
1) En cuanto al misterio cristiano
El rito
tiene por tarea instruir a sacerdotes y fieles y disponerlos al culto de Dios
mediante el recuerdo de las verdades de fe. Ahora bien, el nuevo rito se
acompaña de un empobrecimiento considerable de esos recordatorios. Numerosas
verdades son alteradas y ocultadas mediante la supresión de oraciones cuyo
número y precisión no han sido reemplazadas:
- El pecado: el NOM [1] ya no contiene las oraciones Indulgentiam, Aufer
a nobis, Oramus te, Deus qui humanæ, Suscipe sancte
Pater, que todas recordaban la condición pecadora del hombre.
- El desprecio de las cosas del mundo:
«Han cambiado en este nuevo misal todas las oraciones, todas las plegarias que hablaban del desprecio de las cosas de este mundo para unirnos a las celestiales. ¿Qué idea tuvieron los que cambiaron estas cosas? ¿Acaso las cosas celestiales no son tales que debamos despreciar las terrenales, que son para nosotros ocasión de pecado?» [2] - El combate espiritual:
«Se han suprimido en las oraciones todo lo que indicaba lucha, combate espiritual. Los términos ‘perseguidores, enemigos’, todo eso ha sido suprimido sin razón. Por ejemplo, misa de san Juan de Capistrano: “[Dios que...] hicisteis triunfar [a vuestros fieles] sobre los enemigos de la Cruz (...) haced, os lo suplicamos, que, por su intercesión, venzamos las trampas de nuestros enemigos espirituales”» [3] - El misterio de la Redención: se habla de “salvación” de una manera muy
vaga.
- La virginidad perpetua de la Virgen María: en el NOM, es posible (según la selección de
las oraciones propuestas) no hablar de la Virgen María. Y se sabe que la
virginidad perpetua de María es una piedra de tropiezo para los
protestantes... De hecho, la palabra “perpetua” solo aparece en una de las
cuatro plegarias eucarísticas. En cambio, el rito antiguo repetía este
dogma al menos cinco veces.
- La realeza de Cristo Rey:
«Con respecto a Cristo Rey, se suprimieron dos estrofas que hablaban del Reino social de Nuestro Señor Jesucristo» [4] - La fe en los novísimos (las postrimerías):
«El rito de los difuntos ha sido modificado. La palabra anima ha desaparecido con frecuencia de numerosas oraciones por los difuntos, porque con las nuevas filosofías ya no se sabe realmente si hay una distinción real entre alma y cuerpo. Entonces, ya no se debe hablar del alma. ¡Es increíble, inimaginable! Ya no hay devoción por los difuntos, ya no existe el sentido del purgatorio» [5]
2) En cuanto al aspecto sagrado de los misterios.
Las mismas
rúbricas del misal institucionalizan esta pérdida del sentido de lo sagrado a
través de la mutabilidad permanente del rito y un relajamiento
litúrgico general.
- La mutabilidad permanente del rito desnaturaliza su carácter sagrado, aunque
solo sea por la diversidad de misas: la primera parte de la misa cuenta
con 3 fórmulas, la segunda con 3, y el canon con 4. Así, se puede
construir “su” misa según 3×3×4 posibilidades. Y eso limitándose a las
palabras, sin contar los gestos y otras ceremonias que pueden añadirse o
inventarse a voluntad por los consejos parroquiales. Dar al sacerdote y a
su consejo parroquial una libertad de gestos casi total y una gran parte
de iniciativa colectiva para los textos de la misa engendra mecánicamente
una pérdida del respeto debido al propio rito. Rara vez la imaginación o
la fantasía van de la mano con el sentido del respeto.
- En cambio, la utilización de un rito estabilizado
desde hace unos quince siglos y codificado en detalle en sus palabras
y gestos, engendra un profundo respeto por parte del sacerdote y los
fieles. La regla pedagógica más elemental para enseñar el carácter sagrado
de un objeto es no ponerlo en todas las manos y prohibir transformarlo a
su antojo.
- Un relajamiento litúrgico general
provocado por el abandono y la supresión de una gran parte de las marcas
de respeto, en particular:
- la obligación de la piedra de altar,
así como del carácter precioso de los vasos sagrados, de uno de las tres manteles
del altar, o de ciertos ornamentos (el manípulo, el amito, el cordón,
el velo del cáliz, la bolsa, e incluso la misma casulla) ;
- las genuflexiones, cuyo número pasa de
12 a 2, y los signos de la cruz, que pasan de 47 a 7 u 8 ;
- el número de oraciones, que reduce la
duración de la misa —en su forma más breve— a 10/12 minutos.
Mons.
Lefebvre lo observaba lúcidamente:
*«La
desacralización se produce en primer lugar:
·
Por la
lengua vernácula. La supresión de la lengua sagrada que era el latín ha vuelto
profana, en cierto modo, la santa misa, y la ha convertido en algo que ya no es
realmente sagrado.
·
Por la
pronunciación de esta traducción en voz alta durante toda la santa misa. Ya no
hay momentos de silencio, ya no hay palabras dichas en voz baja por el
sacerdote (…) que inviten a la meditación sobre el gran misterio que allí se
realiza.
·
Por la
introducción de la mesa en lugar del altar. (…)
·
Por la
posición del sacerdote. La misa de cara al pueblo no invita en absoluto al
recogimiento frente al misterio que se desarrolla. El sacerdote mismo es
distraído por las personas que tiene delante. Y la gente es distraída por el
sacerdote, especialmente si éste actúa de forma un tanto viva, un tanto
desordenada, o de manera poco respetuosa. (…)
·
Por la
distribución de la Eucaristía por parte de los fieles».*
— Mons. Lefebvre, 1 de octubre de 1979.
3) Supresión del aspecto sacrificial
«La misa no
es un sacrificio... llamémosla bendición, eucaristía, cena del Señor... que se
le dé cualquier otro nombre que se quiera, con tal de no mancharla con el
título de sacrificio. Esta abominación [...] que se llama Ofertorio. De ahí
resuena y se siente todo el carácter de sacrificio».
— Lutero, Formulæ missæ et communionis, 1523
Lamentablemente, el NOM se inclina hacia una comida y no hacia un sacrificio. Esta evolución se traduce de cuatro maneras:
a) Por la supresión del ofertorio
En la
doctrina católica, el ofertorio tiene por finalidad precisar el carácter sacrificial
de la misa, a saber: la ofrenda del Cuerpo y la Sangre en expiación de nuestros
pecados. El ofertorio es así:
- la ofrenda anticipada del Cuerpo y
Sangre de Jesucristo,
- hecha a Dios Padre,
- presentada por el sacerdote,
- en expiación de nuestros pecados.
El ofertorio
tradicional desarrolla estos cinco puntos sin ninguna ambigüedad. Ya no es el
caso en el nuevo ofertorio, que no es la ofrenda anticipada del Cuerpo y
Sangre de Cristo, sino una oración basada en una bendición judía [6].
b) Por la supresión de la mención del sacrificio
propiciatorio
«Las
oraciones que expresaban explícitamente la idea de propiciación, como las del
ofertorio y las pronunciadas por el sacerdote antes de la comunión, han sido
suprimidas (…)» [7].
El término “sacrificio” está totalmente ausente del Canon nº2, llamado de
san Hipólito [8].
La
disminución del sentido del sacrificio es, pues, evidente en el nuevo rito,
porque el término mismo sacrificio se emplea raramente, y cuando se
emplea, lo es a la manera protestante, ya que los protestantes aceptan el
término “sacrificio” para la misa, pero solamente como sacrificio de
alabanza o eucarístico, y no como propiciatorio.
c) Por el estilo narrativo de la consagración, que
hace pensar más en un relato conmemorativo que en una acción litúrgica.
d) Por los gestos litúrgicos mismos
«Para
analizar el nuevo rito, creo que no hay que considerar solo los textos, hay que
tener en cuenta también todas las actitudes, los nuevos gestos que se ordenan:
las genuflexiones, los signos de la cruz, las inclinaciones (…) e incluso el
cambio en los objetos» [9].
«¡Todo ha
sido transformado! ¡Ya no hay genuflexiones, ya no hay signos de la cruz! ¡Es
abominable! El signo de la cruz mostraba claramente que se trataba del
sacrificio de la Cruz. No digamos que son detalles. No son detalles. Son gestos
que tienen su significado, que tienen su valor.» [10]
4) Disminución de la fe en la presencia real
El mayor
reproche hecho al misal de Pablo VI concierne a la profesión de fe católica. El
rito mismo, en sus gestos y en sus palabras, en su conjunto como en sus
detalles, altera la fe católica. No la contradice frontalmente, la disimula, la
silencia, la ahoga.
*«... Es
imposible no notar la abolición o alteración de los gestos mediante los cuales
se expresa espontáneamente la fe en la Presencia real. El nuevo ORDO MISSAE
elimina:
·
las
genuflexiones, cuyo número se reduce a tres para el sacerdote celebrante, y a
una sola (no sin excepciones) para los fieles, en el momento de la consagración
;
·
la
purificación de los dedos del sacerdote sobre el cáliz y dentro del cáliz ;
·
la preservación
de todo contacto profano con los dedos del sacerdote después de la consagración
;
·
la
purificación de los vasos sagrados, que puede diferirse y hacerse fuera del
corporal ;
·
la palia que
protege el cáliz ;
·
el dorado
interior de los vasos sagrados (…) ;
·
la
consagración del altar móvil ;
·
loo tres
manteles del altar, reducidas a uno solo ;
·
la acción de
gracias de rodillas (…) ;
·
las
prescripciones sobre qué hacer si una Hostia consagrada cae al suelo, reducidas
en el número 239 a un “reverenter accipiatur” casi sarcástico.
Todas estas
supresiones no hacen sino acentuar de manera provocadora el rechazo implícito
del dogma de la Presencia real.»* [11]
Fuente: Le Chardonnet n.º 346.
Notas:
1. Novus
Ordo Missæ, es decir el nuevo rito de la misa. Usaremos esta abreviatura en el
resto del artículo.
2. Mons.
Marcel Lefebvre, Mantes-la-Jolie, 2 julio 1977.
3. Mons.
Marcel Lefebvre, Conferencia espiritual, Écône, 25 junio 1981.
4. Ibidem.
5. Ibidem.
6. Es
la famosa oración: “Bendito eres, Dios del universo por el pan, fruto de la
tierra y del trabajo de los hombres”, etc.
7. Mons.
Marcel Lefebvre, Conferencia espiritual, Écône, 26 de octubre de 1979.
8. El
NOM deja elegir entre cuatro Cánones de los cuales el llamado de san Hipólito. Mons.
Marcel Lefebvre, Carta abierta a los católicos perlejos, p. 33.
9. Mons.
Marcel Lefebvre, Confeencia espiritual, Écône, 26 de octubre de 1979.
10. Mons.
Marcel Lefebvre, Conferencia espiritual, Écône, 25 de junio de 1981.
11. Breve
examen crítico del N.O.M. de los cardenales Bacci y Ottaviani.