Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 19 de julio de 2025

ALIMENTOS: UNA ECONOMÍA DEL ENVENENAMIENTO

 


Comer Orgánico: “Única escapatoria frente a un envenenamiento masivo”

 

“Hemos encontrado arsénico, plomo, cromo, cadmio”, detalla el científico. “Todo lo que hay en el petróleo fósil se encuentra en nuestros pesticidas.”

Texto: Isabelle Vauconsant

1 de julio de 2025

 

Desde hace décadas, las autoridades sanitarias francesas y europeas evalúan la toxicidad del glifosato, pero fingen ignorar completamente el 60 % de otras sustancias que componen los herbicidas comerciales. Una omisión con consecuencias dramáticas para nuestra salud.

Entrevista con Gilles-Éric Séralini, biólogo francés y profesor de biología molecular en la Universidad de Caen.

 

El glifosato, el ingrediente más conocido de un cóctel tóxico

Cuando un agricultor rocía Roundup o cualquier otro pesticida de su tipo, todos hablan del glifosato, el principio activo declarado por el fabricante del herbicida más vendido del mundo. Error. Este famoso “ingrediente supuestamente activo (falsamente declarado como activo)” solo representa el 40 % del producto.

¿Y el resto? Un cóctel de derivados del petróleo, metales pesados y microplásticos cuidadosamente ocultos por la industria bajo la engañosa denominación de “coadyuvantes inertes”. Son sus efectos combinados los que estaban en el centro del estudio del investigador que se convirtió en la pesadilla de Monsanto: Gilles-Éric Séralini.

En 2012, este biólogo molecular publicó un estudio de resonancia internacional, que concluía que el Roundup y el maíz transgénico NK603 de Monsanto eran tóxicos: las ratas alimentadas con ellos desarrollaban tumores enormes. En su momento, fue objeto de una campaña de desprestigio sin precedentes. Su estudio fue blanco de una polémica virulenta e incluso fue retirado de la revista Food and Chemical Toxicology. Los “Monsanto Papers” revelaron cómo esta campaña fue orquestada por la multinacional. Desde entonces, el estudio fue republicado.

Desechos de refinería en los campos

Recientemente, un estudio realizado por el Instituto Ramazzini en 2024 revela una realidad escalofriante y confirma ampliamente los resultados obtenidos por Gilles-Éric Séralini en 2012. Los herbicidas contienen aproximadamente un 3 % de residuos de refinerías de petróleo.

“Estos residuos son lo que queda después de fabricar queroseno, gasolina o gasoil”, explica el investigador, que estudió la composición de 24 pesticidas entre los más usados en el mundo. “Las industrias no los desechan, los revenden para fabricar detergentes, cosméticos… y pesticidas.”

Es lo que la industria llama la valorización de subproductos. Entre estos desechos tóxicos: hidrocarburos aromáticos policíclicos, las mismas sustancias cancerígenas que se vigilan en la contaminación del aire en los alrededores del periférico de París. Pero en este caso, nadie los vigila. Peor aún: nadie los declara.

Arsénico prohibido… pero presente

Más preocupante todavía es la presencia de arsénico en los herbicidas actuales. Y, sin embargo, este veneno potente fue prohibido como pesticida en los años 70… justo cuando el glifosato fue autorizado.

“Hemos encontrado arsénico, plomo, cromo, cadmio”, detalla el científico. “Todo lo que hay en el petróleo fósil se encuentra en nuestros pesticidas.”

Estos metales pesados no están ahí por casualidad. Multiplican la eficacia del glifosato y hacen que los herbicidas sean entre 1000 y 100.000 veces más tóxicos/eficaces que el principio activo solo. “Una sinergia mortal perfectamente conocida por los fabricantes, pero cuidadosamente ocultada”, precisa el científico.

Un fraude organizado desde la posguerra

¿Cómo se ha llegado a esto? La historia comienza en 1945. Las multinacionales del armamento, enriquecidas por la guerra, buscaban nuevos usos para sus armas químicas. Los gases utilizados en los campos de concentración se convirtieron en insecticidas. Los explosivos, en fertilizantes.

En ese momento de la historia, los Estados estaban en bancarrota y no podían costear estudios costosos. Además, necesitaban producir mucha comida y reactivar sus economías. Se favoreció una alimentación rica en carne que hoy nos desequilibra, porque en ese entonces escaseaba.

“Desde los años 50, son las multinacionales las que declaran si sus productos son tóxicos o no”, denuncia Gilles-Éric Séralini. “Hacen sus propios tests, con sus propios protocolos, sobre sus propias moléculas. Y mantienen las fórmulas y los resultados en secreto, bajo el pretexto del secreto industrial.”

Tests amañados, agencias cómplices

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) acaba de renovar la autorización del glifosato por diez años. ¿En qué se basa? En pruebas realizadas con glifosato puro y no con los herbicidas que realmente se venden a los agricultores y se esparcen en nuestros suelos.

“Es como si se testeara la inocuidad del alcohol puro para autorizar la venta de cócteles envenenados”, protesta el investigador. “Las agencias lo saben perfectamente. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea incluso les ha ordenado en dos ocasiones que analicen los productos comerciales. Se niegan.”

En tu plato: pan, vino y transgénicos contaminados

Esta contaminación generalizada se encuentra directamente en nuestros alimentos. El trigo es rociado con Roundup justo antes de la cosecha para secarlo más rápido. Resultado: pan, pastas y galletas están repletos de residuos tóxicos. El vino también está masivamente contaminado.

“La vid es uno de los cultivos más tratados”, precisa el experto para La Relève et La Peste. “Hay más Roundup en una botella de vino no orgánico que en el agua del grifo, cuya calidad ya es muy cuestionable.”

Los cultivos transgénicos, modificados genéticamente para absorber los herbicidas sin morir, concentran estos venenos a niveles récord. “Estas plantas son literalmente esponjas de pesticidas”, resume el científico.

Cánceres en serie, pruebas silenciadas

Las consecuencias para la salud son dramáticas. Cáncer de mama, de próstata, leucemias, enfermedades neurodegenerativas: las patologías ligadas a los pesticidas se disparan. ¿El mecanismo? Estas sustancias bloquean la comunicación entre nuestras células. Es como si unos parásitos interfirieran constantemente en nuestras llamadas telefónicas.

“Nuestras células ya no pueden comunicarse entre sí”, explica el investigador. “Tenemos interferencias permanentes dentro del cuerpo. Al final, todo se desregula: el sistema hormonal, el sistema nervioso, las defensas inmunitarias.”

Desde solo 0,1 microgramo por litro —la dosis permitida en el agua potable— los herbicidas provocan tumores. Pero se necesitaron 13 años y las denuncias constantes de Gilles-Éric Séralini para que el estudio de Ramazzini confirmara sus resultados, gracias a un trabajo publicado en 2025 con más de 1000 ratas. Tras la campaña de desprestigio que acompañó su estudio en 2012, Séralini constata con satisfacción que ya no se puede negar lo evidente.

Un sistema bloqueado por el dinero

¿Por qué no cambia nada, si todo está tan claro? “Las multinacionales (del petróleo, farmacéuticas y agroalimentarias) representan el 60 % del PIB mundial”, revela Gilles-Éric Séralini, quien ha asesorado a 18 ministros. “Financian a los partidos políticos que las protegen, y estos las subsidian a su vez. Emmanuel Macron lo sabe perfectamente, pero es incapaz de detener el sistema.”

Incluso Estados Unidos, donde Monsanto perdió 10.000 millones de dólares en juicios por cáncer, no ha prohibido el Roundup. “La justicia reconoció que causa cáncer, pero los lobbies son más poderosos”, lamenta el científico.

Una economía del envenenamiento

¿Lo más indignante? Esta economía del envenenamiento nos cuesta una fortuna. Un pan lleno de residuos químicos cuesta menos que uno orgánico, pero es infinitamente más caro para la sociedad: cánceres, enfermedades crónicas, colapso de la biodiversidad... todo recae sobre las finanzas públicas.

“Nunca se calcula el precio real”, se indigna el investigador. “El coste de los tratamientos médicos, de los ecosistemas destruidos, de la biodiversidad arrasada. Si contáramos todo, la agricultura orgánica sería mucho más barata que la agricultura envenenada.”

La solución: transparencia y revolución agrícola

Sin embargo, la solución existe. “Bastaría con exigir que las industrias declaren realmente lo que contienen sus productos, y que se analicen tal como se venden”, propone el científico. “De la noche a la mañana, habría que prohibir estos venenos y desarrollar la agroecología.”

Mientras llega esta revolución regulatoria, solo hay una forma de protección: consumir orgánico. “En los productos bio, esta contaminación solo se encuentra en el 0,1 % de los casos”, tranquiliza el experto. “Es nuestra única escapatoria frente al mayor envenenamiento masivo de la historia.”

 

Gilles-Éric Séralini ha estudiado la composición de los pesticidas durante más de veinte años y ha publicado sus resultados en revistas internacionales. Los documentos internos de Monsanto, los Monsanto Papers, hechos públicos durante los juicios en EE. UU., confirman las estrategias de ocultamiento que él denunció.

Referencias:

“Tous cobayes”: este documental de Jean-Paul Jaud está basado en el ensayo sobre los efectos sanitarios de los principales productos químicos y transgénicos, escrito por Gilles-Éric Séralini.

“El caso Roundup a la luz de los Monsanto Papers”, Gilles-Éric Séralini con Jérôme Douzelet, editorial Actes Sud.

Todos los estudios están disponibles en: www.seralini.fr

 

https://lareleveetlapeste.fr/manger-bio-seule-echappatoire-face-a-un-empoisonnement-de-masse/

 

“ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”

  “ESTAMOS MUY CERCA DEL FINAL”           Por FLAVIO MATEOS   El Padre Nicholas Gruner, tenaz apóstol hasta su muerte del mensaje ...