Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María

sábado, 19 de julio de 2025

LA NEORELIGIÓN HOLOCÁUSTICA

 


“No hay negocio mejor que el negocio de la Shoá”.

 

Una contra-religión en un mundo al revés

por DON CURZIO NITOGLIA

 

Abraham H. Foxman, director de la Anti-Defamation League del B’nai B’rith, dijo: “El Holocausto no es simplemente un ejemplo de genocidio, sino un ataque casi logrado contra la vida de los hijos elegidos de Dios, y por lo tanto contra el mismo Dios” (citado en Peter Novick, Nach dem Holocaust, Stuttgart, Deutsche Verlags-Anstalt, 2011, p. 259).

Para el judaísmo talmúdico, la shoah tiene un valor religioso, puesto que Israel es el “dios” de la humanidad y Jesús un impostor. Por eso, el cristiano no puede dejar de interesarse por este falso “dogma”, que destruiría la Fe del Evangelio. Rehusarse a hacerlo significaría renegar implícitamente de la unicidad del Holocausto de Cristo, único Redentor de toda la humanidad.

La teología católica enseña que el judaísmo es responsable de la muerte del Verbo Encarnado, verdadero Dios y verdadero Hombre. Todos los Padres de la Iglesia (Tradición), basándose en la Sagrada Escritura y en el Magisterio (cf. Pío XI, Mit brennender Sorge, 1937), lo afirman.

El Doctor Oficial de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, explica: “Aunque los judíos no pudieron matar la divinidad de Cristo, sí mataron su humanidad, que subsiste en la Persona divina del Verbo. Por tanto, el pecado de los judíos es de deicidio intentado” (In Symbolum Apostolorum, a. 4, n. 912).

Por eso concluye: “Entonces, los judíos pecaron no solo contra la humanidad de Cristo, sino como crucificadores del Dios encarnado / tamquam Dei crucifixores” (Suma Teológica, III, q. 47, a. 5, ad 3), y añade: “Judei Deum crucifixerunt / crucificaron a Dios-Hijo en cuanto que hacía subsistir en sí la naturaleza humana y la divina” (Suma Teológica, III, q. 47, a. 5, in corpore).

El neo-modernismo, a partir de la Declaración Nostra aetate (1965), ha intentado negar la doctrina del deicidio, contenida en la Escritura y la Tradición (Revelación divina) y enseñada por el Magisterio tradicional de la Iglesia (oficio de la recta interpretación de la Revelación divina).

Una estudiosa de patrística, de origen israelita, Denise Judant, escribió: “El tono de Nostra aetate es muy diferente al de los Padres. […] Los Padres eclesiásticos, unánimemente y por lo tanto infaliblemente, acusaron al conjunto del pueblo judío de haber condenado a muerte a Jesús” (Judaisme et Christianisme, París, Cèdre, 1969, p. 87).

El católico que quiera conservar la Fe íntegra y pura, sin la cual es imposible agradar a Dios (San Pablo, Rom., X, 9; San Atanasio, Símbolo Quicumque), por el principio de no contradicción, no puede adherirse al mismo tiempo y en el mismo sentido tanto a Nostra aetate como a la Revelación divina contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición, interpretadas por el Magisterio tradicional.

La Revelación, la Fe, la Doctrina católica o se acepta íntegramente como es —y entonces ella abre el camino al Cielo si está acompañada de las Buenas Obras o la Caridad sobrenatural—, o bien, si se niega aunque sea un solo Artículo o Verdad de Fe, se la rechaza por entero, y entonces se toma el camino del Infierno, pues “sin Fe es imposible agradar a Dios” (Heb., XI, 6).

En efecto, o Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre y, por tanto, el judaísmo rabínico es culpable de deicidio, o bien Israel es Dios y, en consecuencia, todo atentado contra él y sus miembros es un deicidio, y la nueva religión es la de la shoah.

Tertium non datur —no hay una tercera posibilidad—. No puede ser verdadera la tercera tesis del “judeocristianismo”, según la cual Jesús es Dios, Israel también, y solo la shoah es el Mal absoluto. “¡Porque la contradicción no lo consiente!” (Dante).

Cuando Benedicto XVI, en 2009, dijo que para ejercer el sacerdocio y el episcopado en la Iglesia es necesario creer en la shoah, no solo cometió un grave abuso de poder, sino que tomó de forma aún más radical el falso camino del judaísmo talmúdico, que diviniza a Israel y niega la divinidad de Cristo.

El mundo católico no quiso entender el alcance anticrístico del caso Williamson (independientemente de la persona del obispo en cuestión), evaluando únicamente la doctrina que subyace en él.

No se trata de estar por una persona u otra, sino por Cristo (verdadero Dios y verdadero Hombre) o contra Cristo. “El que no está conmigo, está contra mí” (Mt., XII, 30).

Ahora bien, sin Jesucristo no se entra en el Reino de los Cielos. No es una cuestión personal, sino doctrinal.

Si, por ingenuidad y de buena fe, se ha caído en la trampa que lleva a la negación implícita del Cristianismo, hay que levantarse humildes, contritos y confiados, recurriendo a la Misericordia de “Aquel a quien han crucificado” (Jn., VII, 31), y refutar el falso dogma de la “religio holocaustica”.

Santo Tomás enseña que Jesucristo predicó a los judíos sin temor de herirlos (Suma Teológica, III, q. 42, a. 2): «El Profeta había anunciado que el Cristo sería para las dos casas de Israel piedra de tropiezo y escándalo (Is., VIII, 14). La salvación del pueblo debe preferirse a la paz de cualquier individuo o familia en particular. Por eso, cuando hay hombres que, por su maldad, impiden la salvación de la multitud, el que predica no debe temer ofenderlos con tal de procurar la salvación del pueblo. Ahora bien, los escribas y fariseos eran un gran obstáculo para la salvación del pueblo, tanto porque eran enemigos de la doctrina de Cristo (que era el único medio de salvación), como porque corrompían la vida del pueblo con sus costumbres desordenadas. Por tanto, el Señor, sin temor de ofenderlos, enseñaba públicamente la verdad que ellos odiaban y los reprendía por sus vicios. También nosotros, si realmente queremos el bien de los judíos, debemos predicar la verdad tal como Jesucristo la predicó y como la Iglesia —por medio de sus Doctores— nos propone creer, sin diluirla. En efecto, San Gregorio enseña que “si el escándalo viene de la verdad, hay que soportar más bien el escándalo que abandonar la verdad” (Homil. VII in Ezech.)».

Que el Espíritu Paráclito nos dé la fortaleza para continuar haciéndolo, sin diluciones ni compromisos.

Fuente:https://doncurzionitoglia.wordpress.com/2025/06/27/la-neoreligione-olocaustica/

 

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